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UNDERCOVER por Shiroi Kaze

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Notas del capitulo:

Un pequeño adelanto. 

Inevitable. Cada que pisaba un espacio que tuviera aprisionado entre sus paredes y muebles algún recuerdo de Jackson, era como enfrentarme a un fantasma. Entraba en un estado donde no podía evitar proyectar cuerpos inexistentes. Me suspendía en el tiempo con una plena adicción por aquel deseo perdido. Palidecía y quedaba inmóvil. Para regresar y decepcionarme de la realidad era todo un proceso.

Ahora podrán imaginarse lo que significó para mí tener las últimas pertenencias de Jackson entre mis manos; las últimas cosas que estuvieron en contacto con su esencia.

Young había pensado muy bien, como siempre, en la mayoría de las circunstancias. En la confidencialidad de su oficina, la inmutable y regia máscara de indiferencia que cargaba se podía desvanecer por completo. No era siquiera necesario el ceder, inconscientemente reaccionaba a lo único que lograba descompensar mis fuerzas.

No nos habíamos visto desde el entierro y no nos dirigimos la palabra desde que tocó la puerta de mi apartamento. No obstante, no negaré que la pérdida de su mejor amigo quizás le ha devastado tanto como a mi.

 

Tardé, pero me dispuse a abrir la bolsa de inmediato mientras tomaba asiento en una de las sillas frente al escritorio. En su interior, en la parte superior, una bolsa más pequeña y transparente contenía las prendas que recordaba bien colgaban de su cuello ese día. En el fondo, la ropa que se había cambiado frente a mí, en la habitación de hotel, sugerían la sensación de que seguían cálidas.

Pasaran las semanas que pasaran, así se detuviera el tiempo; aunque lavara una y mil veces sus pertenencias. Mi maldición constaba en no poder librarme de esa sensación de que...apenas unos instantes eran los que me separaban de él.

Tomé la camiseta entre mis manos y hundí el rostro en ella; respiré profundamente.

Al cerrar ojos, las risas de los tropiezos hacia la cama cuando nos desvestimos, retumbaron en mi ser.

 

 

 

— ¿Te han dicho lo obsceno que eres?

Una vez estuve postrado entre las frías sábanas, inclinó apenas el rostro con esa desconcertante pregunta adornándole el relamer de los labios. Terminaba de remover mis prendas inferiores de un jalón .

— ¿A-ah?—. No comprendí muy bien. Mi respuesta era difusa entre la curiosidad y un jadeo ahogado.

— Si, obsceno. Si pudieras ver tu rostro ahora mismo lo notarías y sabrías lo que provocas—. La extraña sensación de calor auspició la vergüenza sobre mis mejillas; pronto se camuflageó con el deseo. La experticia en sus manos, la firmeza de su roce mientras trazaba el mapa de mis puntos de placer me tuvo retorciendo y conteniendo los gemidos. Las mordidas que le propicie a mi labio inferior no serían suficiente.

Sin saber como, lo tuve sobre mi. En las mismas condiciones, hundiendo su melena en las profundidades de mi cuello.

— Violas mi espacio y sentido de razón, eso es lo que haces—. Logró erizar mi piel con aquel excitante verso mezclado en el denso respirar al pie de mi oído.

Presioné mis labios para contener los rastros de la gracia. Irónicamente Jackson era quien estaba sobre mí. Aunque he de admitir que allí ya no existía razón alguna. El mover lento de sus caderas traía consigo la perdición; el roce de nuestra virilidad cargaba un ambiente electrizante.

— Jack...c-calla la ironía.

— No es ninguna ironía. Me vuelves loco y...no tienes idea como. No tienes idea cuanto te amo.

 

 

 

No, no tenía idea.

— Bam, no te tortures así—. Volví a salir del escenario para encontrarme con Young. Se encontraba apoyado sobre el borde del escritorio, frente a mí, con una mano sobre mi hombro izquierdo. Creo que me había estado zarandeando pero, no estoy seguro.

Fue cuando abrí los ojos que pude notarlo. Las lágrimas habían corrido por mis mejillas de forma inadvertible...otra vez.

— Lo siento...— Aclaré la garganta para recobrar la compostura.

Barri los trazos de agua con la camisa y, antes de quitarla de mi rostro, liberé toda la tensión con un profundo suspiro. No saldría rápido de aquel lugar ese día. Al menos, ese fue el primer pensamiento que surcó mi cabeza.

El ciclo de resignación se hubiera tenido que repetir, una y otra vez. Fue el principal motivo por lo que las pertenencias del cubículo de Jackson fueron enviadas directamente al apartamento. Me evitaba el bochorno de animar mis regresiones con el inspeccionar de cada pertenencia, muy lenta y minuciosamente. Lo reservaba sólo para la privacidad.

Aquello era poco, y, su estado incompleto acabó con mi aflicción en un abrir y cerrar de ojos.

Dispuesto a regresar todo a la bolsa para no desperdiciar más el tiempo ajeno, lo noté. No entendí porqué, no supe cómo; fue como si aquel fantasma me lo hubiera recalcado a modo de queja.

Al peso de las prendas le faltaba algo.

La escenas eróticas y de amor tan sólo fueron la caja fuerte que distraía mi atención de lo crucial: el momento en que aquella mediana caja quedaba abierta entre las manos de Jackson para revelar el resplandor platinado de un reloj. Mismo que no tardó en estar en su muñeca.

Mi ceño se frunció inmediatamente, tomé la bolsa transparente con brusquedad y no titubeé en abrirla para asegurar mis sospechas.

 

"Te quiero". La imagen del modular cuando Jackson partió por la puerta me lo cercioró. Era definitivo.

La muñeca que apoyó en el marco antes de salir por la puerta cargaba el reloj.

Y el reloj ya no estaba.

 

— Young... ¿Todavía faltan cosas por entregar?

— ¿Para ti?— El moreno inclinó el rostro cruzando sus brazos. Intentaba recapitular. — No, no creo. Lo que quedaba en su auto son cuestiones del caso. Papeles e información de JB. El auto también es del departamento pero, aunque fuera de él no te lo daría. Si alguien de la banda Im-perium lo reconoce te pondría en peligro sin necesidad.

— ¿Estás seguro? ¿Más nada?— Mis dedos tamborilearon sobre la bolsa. La inyección de ansiedad comenzaba a cobrar efecto. — ¿No podrías volver a inspeccionar?

— Si, hombre. Estoy seguro, ¿Por que deberí...— No tardé en interrumpir.

— El reloj... Jackson cargaba un reloj esa noche y... No está.

— Vaya... Pues... No puedo asegurarte nada Bam.

— ¿Cómo que no? Estoy seguro de lo que digo—. Me levanté de mi lugar casi de un salto, se me comenzaba a alterar la respiración pero, antes de demostrarlo Young contraatacó el discurso.

— Bambam, ¿Por qué crees que nos tomamos el tiempo de verificar las pertenencias que estuvieron en la escena del crimen? La persona que atacó a Jackson tuvo el tiempo necesario para desvalijar... Robar lo que se le apeteciera. Ni siquiera te puedo dar certeza de que lo que te estoy dando son todas las cosas que cargaba originalmente. No sabemos decir si se llevó algo más. Quizás el reloj está incluido.

Desvié la mirada intentando que la apertura de mi boca no hiciera evidente la tensión acumulada en mi mandíbula. Era por el tipo de prioridades que daba el departamento que prefería mantener la distancia con Young; detestaba enterarme de ellas.

— ¿Para qué se tardan en darme esto si lo que a ustedes le interesa realmente son los malditos papeles?

— Bam, es protocolo, lo sabes...

En aquel momento, para reventar la ya fallecida paciencia que creí, se había fortalecido, tocaron la puerta. Tanto Young como yo dirigimos la mirada a quien nos interrumpió con el asomar de sus marrones cabellos.

Era Mark.

— Disculpen la interrupción. Jefe, me pidieron entregarle los reportes de la última inspección.

— Adelante, pasa—. Claro, era la excusa perfecta para dejar la discusión atrás. — Conoces a Mark ¿no, Bam?

— Sí, ha parado en mi departamento un par de veces.

— Ah, ¿en serio?— El chico se mostró avergonzado de admitirlo cuando Young rió.

— Sólo un par de veces en mi camino a la sala de computación. Siempre tomaba el lado contrario.

— ¿Sala de computación?— Conocía su existencia pero, también sabía que su uso era específico.

— Sí, Bam. Mark es especialista en informática. En los últimos días ha estado descifrando y desmantelando la información de ordenadores para algunos casos—. Aclaró Young.

— ¿Y me decías que enfermería con números? Ponme algoritmos y ahí sí que no me verás pero ni la sombra.

Eventualmente la charla pareció lograr su cometido: disipar la tensión. Al menos hasta que la confianza entre las palabras fuera la suficiente para permitirse un error.

— Ok, ok. Admito que exageré un poco esa vez. Pero no creo ser tan bueno como tu con las cifras. Aunque son campos distintos, tu tienes la dicha de poder decir que has resuelto todos tus casos. Yo en particular no lo logro siempre. Por ejemplo, llegar a obtener información de los móviles o computadores del caso Im-perium casi me enferman.

— Espera... ¿Qué?— Mi mirada viajó con el filo de una hojillaen cuestión de segundos, de Mark a Young y de regreso. — ¿También eres parte del caso? ¿Desde cuándo?— Fue como si me hubieran dado una fuerte cachetada.

— Mark—. Young se tensó rápidamente e intentó hacer lo posible por callarlo pero, era demasiado tarde.

— ¡Sí, lo sé! Ahg, es un poco frustrante pero, con el tiempo espero lograrlo. La perseverancia dará frutos... Uhm, creo que desde la semana pasada es que vengo intentando descifrarlo. Es sólo que ese sujetó tiene muy buenas encriptaciones... Habría que...

— Habría que tener acceso directo a su computador para desmantelar los códigos originales—. Completé su frase.

— ¡Exacto! Oye pero, también sabes de este lado de los números ¿eh?

El entusiasmo de Mark era demasiado genuino, no se había percatado del estallido que estaba provocando en la habitación entre miradas e ironías. Y particularmente en esta ocasión, me enfermaba.

— Sí, sé algo. Trivialidades, sinceramente. Lo llegué a comentar con Jackson—. Sonreí al cruzarme de brazos con un semblante adusto. Al menos agradecía que el castaño no se inhibiera por mi situación de luto. Mía, porque aparentemente el departamento de casos encubiertos no había perdido nada. Sin embargo, eso no me bastaba. No lo toleraría.  

— Pero, en este caso es algo evidente ¿no, Young? ¿Por qué no mandas a uno de tus agentes a adquirir esa información?

— No haré eso, Bambam. Ya es suficiente.

— Incluso Mark podría hacerlo—. Mi voz comenzaba a exaltarse seguramente, siempre se afincaba, inadvertida, cuando estaba molesto. — Él es quien está trabajando contigo ahora ¿o me equivoco? Así irá adquiriendo experiencia ¿no lo crees? ¿Qué tan difícil será infiltrarse? ¿Cuatro? ¿Seis meses? No diré un año porque sé que eres impaciente. En ese aproximado creo que podría alcanzar a conseguir lo que buscas. Oh, porque si no, quién te soportaría.

— ¡Deja el cinismo de una buena vez! ¡He dicho que no!— Young alzó la voz con impaciencia en el ya evidente ambiente de guerra.

— ¡¿Por qué no, ah?! ¿No es lo que siempre haces? ¡Es tu especialidad convencer y exprimir los potenciales de tus compañeros en el campo! ¡Eso es lo que importa!

— ¡No perderé a otro hombre!

— ¡¿Pero a Jackson sí?!—. El silencio que reinó me dio una muy amarga victoria. Tanto Young como yo teníamos el pulso acelerado pero, no se dijo más; sólo bajó la mirada. — Claro, era obvio.

Mark se había encogido en su lugar al ver lo que había provocado el descuido en sus palabras. Sí, todavía tenía mucho que aprender. Era mejor que se mantuviera entre las paredes de aquel edificio y en las computadoras, al menos para asegurar su identidad.

Tomé mis pertenencias para largarme de una buena vez. No sin antes, sacar aquel pequeño rectángulo plateado de mi bolsillo para lanzarlo en dirección al jefe del departamento.

— Diviértete con eso. Si es que logras hacer algo.

El pendrive que Jackson me había dado quedó en algún lugar de la habitación, poco me importaba. Salí de la oficina con un ávido calor propagándose a lo largo de mi nuca, el resto del tercer piso estaba en silencio. Tan sólo me seguían el paso hasta las escaleras.

Sólo un par de trabajadores que recién entraban en el piso parecían ignorar la atmósfera, y, al verme, su boca se convirtió en su sentencia.

— ¿Otra vez el maricón lloriqueando?— Fue un murmullo que quizás en otro momento hubiera ignorado. Pero el silencio y mi mal genio era muy extremo para pasarlo por alto.

Tomé la chaqueta del sujeto y lo jalé hacia mí. El efecto resorte que plantó mi puño en su mejilla lo hizo tambalear al escritorio más cercano y causar más desastre del que ya, implícitamente, había.

— Vuelve a cruzarte conmigo y te partiré la madre. Ahí veremos quien es el verdadero maricón—. Amenacé antes de tomar la bolsa que había dejado caer al piso. No hubo réplica, la multitud estaba estupefacta.

Al fondo, Young sólo barría su rostro una y otra vez con la mano. Algunos ahogaron la burla hacia su compañero, otros estaban demasiado impactados para cerrar la boca; para cuando comencé a subir las escaleras se pudo escuchar. El rumor, el revuelo, los alaridos pidiendo orden. En lo que a mí concierne, sólo tenía un objetivo: largarme.

Ahora más que nunca, la idea de renunciar se me había implantado en la mente. No lo había dicho pero, mis compañeros de trabajo parecían poder olerlo en el aire. Sus constantes preguntas venían cargadas de esa preocupación y mi sonrisa sólo les hacía alejarse o naufragar en el mar de incertidumbre. Aquella tarde ya había sido suficiente.

Ni siquiera avisé de mi temprana retirada, sólo lancé mi morral y abrigo, junto a la bolsa y una pila de carpetas para que me acompañasen en el asiento del copiloto. Quería llegar a casa y sumirme en un profundo sueño; si es que eso era posible.

 

Notas finales:

No sé si seguir publicando esta historia por acá. 

No sé si agrada o no, a diferencia de en wattpad. 

Quizás sólo publique la primera parte y de ahí, veremos qué sucede.

Nos leemos.


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