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UNDERCOVER por Shiroi Kaze

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Las ojeras eran la perfecta evidencia de que llevaba días sin conciliar el sueño. Por el momento, sólo parecía estar abriendo y cerrando los ojos por instantes.

Los analgésicos nunca han sido lo mío, y menos teniendo esta cólera por dentro. Me sentía traicionado. Ahora más que nunca, comprendía el recalcar de Jackson cuando me veía tomando a la ligera los lazos. No quería que terminara como él.

De mi cabeza no salía la imagen de Mark al lado de Young Jae. Ahora tenía el puesto de Jack, pero eso no era lo peor. Lo peor era el minucioso cuidado que tenían con su integridad. Me asqueaba tanta injusticia, tanta hipocresía y lástima. No la necesitaba, no los necesitaba.

 

« — ¡No perderé a otro hombre! »

 

¿Qué era? ¿Qué tenía Mark de especial? ¿Su sangre? ¿Su descendencia? ¿Acaso que Jackson fuese hongkonés lo hacía una amenaza? ¿Cuántas habrían sido las veces que salió herido por cumplir? Por ser y hacer su obligación impecable. Yo descubrí más de una por casualidad, quien sabe cuántas no.

Tantas fueron las restricciones, las largas jornadas, las exigencias de conseguir un resultado así le costara la vida. Y efectivamente, eso había sucedido.

El viaje de regreso a casa fue veloz, es extraño que el auto saliera ileso de tantas veces que lo tiré en un arremetido acelerar. No obstante, el recorrido se me hizo eterno. No podía evitar apretar el volante al enumerar esa larga lista de faltas que di por alto. Todo para llegar a una decepcionante conclusión: Mark era un agente trasladado de los Estados Unidos, eso lo hacía invaluable.

Otra vez, caímos en la marca y condena de los extranjeros. Entonces, por primera vez dudé...no son nuestras habilidades las que nos vuelven invencibles. El mundo se ha vuelto tan vicioso y comercializado que sólo el estatus cuenta.

Respire profundo cuando llegué al séptimo piso, no quería volver a salir de mi hogar por unas dos semanas más. Quería beber, quería fumar, cualquier vicio me parecía bien y a la vez me asqueaba. ¿Qué demonios estaba pensando?

Revolví mis oscuras hebras con hastío. Había olvidado sacar la tarjeta inteligente que abría la puerta y cargaba muchas cosas entre ambos brazos. Me estaba acostumbrando a maldecir demasiado, otra vez. Sin embargo, la tarjeta no fue necesaria.

La puerta estaba abierta.

 

Parecía no poder procesar lo que estaba viendo. Estuve a nada de apoyar la cabeza en la madera que me separaba de mi hogar. Darme un toque, un par de pequeños golpecillos mientras me armaba de paciencia para buscar lo que según yo, necesitaba. Pero no. Quedé inmóvil, sin saber si respirar, retroceder o abrir por completo la puerta. Al final, opté por dar un vistazo al pequeño pasillo y cerciorarme que tanto el ascensor como las escaleras estuviesen despejados.

¿Cómo es que un sistema de seguridad tan alto había sido burlado?

Entonces pensé, la tarjeta de Jack. ¡Ni siquiera sabía a dónde demonios estaba su cartera!

El forcejeo sobre esta puerta no había sido casualidad o error de una pareja ebria, de eso estaba seguro. Mi pulso se aceleró tanto como aquella vez.

Quizás más.

Batallé para que el pánico no hiciera estragos. Dejé mis pertenencias en el suelo del pasillo para que no representarán la mínima interferencia. Y entonces, empujé con sigilo la puerta; ni siquiera rechinó.

Todas las luces que dejé apagadas, encendidas. Todo intacto o, al menos, superficialmente eso parecía. Sentía un aroma peculiar en el aire, un perfume. Familiar pero, indescifrable. Algo bloqueaba mi reconocimiento pero, deambulé como si estuviera recreando los pasos. También había removido mis botines para evitar que el tacón hiciera el usual repiqueteo sobre el suelo. Comencé a explorar la amplitud de la sala, tras los muebles, hasta alcanzar el mesón que dividía la cocina. Inspeccioné los cajones más grandes, alterné mi vista por cada segundo que pasaba pero, nada. El tétrico silencio sólo daba espacio a mi respiración agitada.

¿Qué idiota se mete a un lugar donde la suposición es que, algunos enemigos de tu difunta pareja buscaban algo, quizás a ti para saldar cuentas o adquirir información y aún así, se arriesga a entrar sin arma o protección alguna? Sí, eso llevaba mi nombre por todos lados. Sobre todo en la parte que apenas lo notaba estando a mitad del recorrido.

Para mi suerte, estaba realmente solo. Era como si tuviera la certeza de que no pasaría nada. Solo pero, con una corazonada. Una vez más el escalofrío que recorría lo largo y ancho de mi espalda se postraba como una sinuosa visitante que decía: vienen desgracias hacia ti. Casi podía oír su risa enferma y burlona.

[...]

 

— ¿Estas completamente seguro que no se te ha robado nada? ¿Algo de valor muy mínimo?

No dudé en tomarle la palabra y llamar a Young Jae. Este no tardó ni veinte minutos en aparecer con un par de compañeros expertos en la materia: reconstruir escenas de crimen. Si es que esto podría tomarse como un crimen.

— No, ni siquiera las pinturas. Sólo mira, no hay indicios de que las hayan tocado. Ya escuchaste, no hay huellas dactilares. Las prendas están completas, el dinero también. El estudio de Jackson sigue intacto...— Hice una pausa antes de concluir en un leve murmullo. — Ni siquiera yo me he atrevido a entrar allí.

— Lo sé, pero piensa. Sólo hay huellas en la sala, sobre tu laptop y hacia el balcón. Lo dejaron abierto, como si realmente se hubieran tomado el tiempo de sentarse y... Estar aquí.

— De mi laptop no podrían sacar nada. Está vacía por la misma razón de prevenir alguna vez este tipo de situaciones.

— Me imaginé te obligaría a hacerlo así—. Por primera vez dentro de lo que habíamos hablado en el día –en largas semanas–, Young asomó una sonrisa al recordar a Jackson. Sí, evidentemente, fue él el de la idea que la información importante no estuviera al alcance y acceso rápido.

— Bien, le... Bueno—. Vaciló rascando apenas la punta de su nariz. — Espero que...no te importe que Mark revise tu laptop, para descartar amenazas.

Suspiré con cierta resignación. Había estado sentado, inclinado en un ángulo agudo para poder reposar mis codos sobre mis rodillas durante un largo momento de gracia y reflexión; sobre los sucesos y sobre este momento de aparente vuelta a la normalidad con Young. Él...él realmente estaba cumpliendo su palabra. Seguía manteniendo presente a Jackson.

Pero no dejaba de ser un completo idiota.

— No tengo problema. Que me haya molestado contigo no quiere decir que me pretendo ensañar con Mark. La verdad es que es un buen chico—. Luego de levantar el rostro y erguir mi cuerpo. Continué. — Demasiado pegajoso para mi gusto y, a veces provoca lanzarlo de mi piso, pero nada que no se pueda controlar.

Ambos sonreímos. Era una manera poco usual de dar tregua.

— Entonces no se diga más, dejaré esto en sus manos para cerciorarnos—. Dejó el computador bajo su brazo — También mandaré a cambiar la cerradura. No estas seguro con esta. Por hoy, estaremos vigilando la zona.

— Oye... ¿No crees que es un poco exagerado?

— Me temo que sí pero, hay que prevenir. Bam...— Ahí estaba otra vez, conteniendo lo que en realidad quería decir. — Nos veremos mañana, cuídate por favor.

— Anda vieja, lo haré—. Inevitable no colocarle un apodo como ese en estos momentos.

 

 

El evento en mi apartamento logró desviar muchas de mis apresuradas conclusiones y objetivos. Algunos por reflexión y otros porque, el corte y drástico giro de los eventos, me ha hecho olvidar parte de ello por completo. Quisiera no tener tan mala memoria para algo más que no sean las cifras de un estado de cuenta. Sin embargo, en los momentos menos esperados parecía tener alguna especie de revelación. Un resplandor que me hacía recuperar las piezas de mis revueltas ideas en un peculiar orden.

Estaba consciente de que sin Jackson, era un completo desastre en la organización.

Fui descuidado y por demás, fácil. Me dejé encantar por la suerte que volvía a acariciarme; comenzaba a escalar a manos desnudas, con una pizca de entusiasmo muy mínima, el gran hoyo en el que había caído. La rutina en la oficina seguía floja en trabajo pero ligera en trato; creo que el rumor del puñetazo que le propicié al sujeto en el tercer piso tuvo algo que ver. Pero, lo más importante, ninguna anomalía había tocado la puerta de mi hogar o siquiera los alrededores desde que había cambiado el sistema de cerradura.

En pocas palabras, el final del mes me aligeraba un poco la carga invisible que reposaba sobre mis hombros; esperaba que pronto, las horas de sueño fueran inducidas a un efecto parecido aunque... Eso ya era más una ingenua esperanza.

— ¿Seguro que no quieres venir? Sólo estaremos Young Jae y yo, nadie más, lo juro—. La insistencia de Mark seguía intacta, quizás más que nunca. Sí, también parecía estar retomando la normalidad en nuestro trato.

Estaba por dejar a Mark frente al edificio donde residía; por milésima vez negándome a la invitación de la pequeña reunión. ¿Por qué demonios había aceptado acudir a su rescate al enterarme que su auto tenía una avería? El que este chico se estuviera volviendo más cercano a Young me estaba afectando sin poder notarlo.

— No Mark, aún no ¿si? Cuando yo lo desee créeme que lo haré—. Era demasiado pronto para sentirme cómodo en un ambiente de aquel estilo. En parte, todavía intentaba digerir lo que a mis ojos parecía un vulgar reemplazo. Un cambio de cartas que yo no podía desplegar con tanta soltura. Lo podía entender por parte de Young, es su trabajo, su vida lo obliga a continuar. Pero yo soy otra historia, ni siquiera soy un oficial.

Nos despedimos y yo continúe mi camino a casa; quedaba en la misma vía y por suerte, Mark siempre desistía en su perseverancia.

Comenzaba a anochecer cuando pasé a través de la puerta de mi hogar; todo oscuro, todo sereno, todo denso como un inesperado somnífero. Inició lo que yo diría fue la explosión de cansancio más gratificante que había tenido en semanas. Quería que me consumiera, y si no despertaba hasta la tarde del siguiente día, poco me preocupaba.

Me preguntaba si los recuerdos podrían atravesar esa profundidad de cansancio para torturarme con imágenes. Esperaba que no, pero sabía lo averiguaría. Tan sólo lancé mis pertenencias en el mueble más cercano a la puerta, di un par de vueltas, entrando y saliendo, de una habitación a otra mientras sólo quedaba en ropa interior y una bata. A mi entender había pasado una eternidad desde la última vez que me desplomé en la cama de esa forma. Sólo quería dormir.

 

A la mañana siguiente la sensación de haber soñado estaba tan vívida como la sensación de haber estado acompañado. Como si velaran mi descanso y acariciaban mis cabellos. Gratificante pero, no recordaba absolutamente nada. Era una ilusión, lo que más deseaba.

Pero...si algo detonó, fue curiosidad.

El pensamiento que se abría paso dentro de mí, en la lucha entre la calidez y somnolencia del despertar, era uno; uno más reciente que cualquier otro: Young y el tema del intruso. Su rostro y el contener de sus palabras. Jackson tenía esa misma costumbre; me dejaba en esta condición en la que...que los eventos me tomaran por sorpresa pasaban como un amargo trago.

Qué tan profundo era este tema lo presencié con el sonar del timbre.

Al principio, creí que era mi imaginación. Me removí varias veces sobre la cama antes de siquiera notar que no era la mañana, hace mucho que había dejado de serlo y el llamado a mi puerta seguía, constante.

— ¡Demonios, me mataran!— Murmuré al saltar fuera de la cama cuando vi que el reloj marcaba casi las cuatro de la tarde.

Seguí pensando era día de semana hasta un poco más de la mitad del pasillo, cuando noté sobre la pantalla de mi móvil que era domingo.

Pero el timbre seguía sonando.

— ¡Ya voy!— Fue lo único que atiné a decir frente a un nuevo llamado; ya no había manera de negar mi presencia en el interior del lugar.

— Buenas tardes—. Lo que me esperaba tras la puerta era un hombre de alto porte, mucho mayor que yo, con una sarcástica sorpresa reflejada en el discreto alzar de sus cejas y, cierta curiosidad inquisitiva al intentar dar una prevista al interior de mi hogar. Me sorprendió un poco, no recordaba que lo conociera de algún lado. Se presentaba muy informal, con un pantalón oscuro, botines, camiseta blanca y, lo único literalmente formal, parecía ser el abrigo gris de cuadros. No, su rostro no me recordó a nadie. Ni en la oficina, ni en el ascensor de este edificio o siquiera en las cafeterías que solía frecuentar.

— Kunpimook Bhuwakul ¿O me equivoco?— Hasta que dijo ese nombre. Mi nombre, mi verdadero nombre. El que rememoraba al joven tailandés que hacía casi ocho años, había dejado atrás a tres hermanos y a su madre. El que salía en mi pasaporte y título universitario; el que ya les había dicho era mejor ignorar de lo complicado que era. Pero, lo más importante: El que todos, a excepción de Jackson, habían olvidado. Para el resto yo era Bambam.

Entonces supe que no era cualquier visita.

Antes de que mostrara su identificación de agente policial, supe que tendría que verme armando un nuevo nivel de paciencia. No cualquiera me decía mi verdadero nombre sin siquiera conocerme, y, sin embargo, aún no tenía ni la mínima idea de lo riesgoso que era confiar en una mera placa con brillo.

— Si, soy yo—. Dije sin preocupación. Él sonrió al ver que hacía más estrecha la apertura de la puerta.

— Lee Jun-ho, departamento de asuntos internos. Si no se encuentra muy ocupado, me gustaría hacerle un par de preguntas referentes a Jackson Wang. ¿Le importaría?— Se había dedicado a volver a resguardar su identificación.

— Supuse sería con respecto a él—. Quité la cadenilla que impedía la apertura completa de la puerta y la abrí por completo para que pudiese pasar. — Adelante.

— Ha pasado por muchos conflictos con este asunto de ser la pareja del Wang ¿no es así?— Continuó su discurso con tan sólo un par de pasos y, al final, volteó a verme con una suavidad de gesto. Como si estuviera viendo un cachorro abandonado o algo por el estilo. — No se preocupe, intentaré no profundizar más de lo debido aunque, he de decir que es bastante admirable lo discreta que había sido su convivencia. Tomó a varios por sorpresa; jamás se hubiera sospechado.

— Si, algo así—. Suponía mi lenguaje corporal había hablado por sí sólo. Era inevitable que cuando se mencionara a Jack, en aquel tono escudriñante, no me pusiera a la defensiva. — ¿agua?

— Por favor.

Preferí limitarme a los cortos diálogos, extender esa acción lo más posible. Dar por alto los gesto no pareció algo que pudiéramos ceder uno u otro, y el descuido era una táctica demasiado trillada. Tanto Jun-ho como yo nos sumimos en un juego mortal, donde las señales mudas podrían unir las piezas de todo un rompecabezas o dar el jaque en el juego de ajedrez.

Al notarlo, comencé a preguntarme porqué simplemente no le negué la entrada.

 


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