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Indicio de Amistad por yuhakira

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Eran las nueve de la mañana cuando Ángel llegó a su casa. Claudia, su mamá. Lo recibió con un suculento desayuno. No lo veía desde que saliera el sábado anterior en la mañana, y deseaba saber todo lo que había pasado en su ausencia. Pero verlo llegar con una maleta al hombro no le dio muy buenas esperanzas. Se sentó frente a él en el comedor mientras comía el desayuno que le había preparado. Quiso contenerse, pero al final no pudo hacerlo. Empezó por comentarle lo que había estado pensando los últimos días. Su deseo de que las cosas entre Jeyko y él finalmente se arreglaran. También como había intercambiado opiniones con su esposo de lo importante que podría ser para él ser finalmente el padrino de Jeyko. Pero Ángel no hizo ningún comentario sobre lo dicho por ella. Tampoco contestó a ninguna de sus preguntas, sobre lo que había pasado los últimos días o sobre el contenido de la maleta, solo se limitó a besarle en la frente. Cuando terminó de desayunar pasó a encerrarse en su cuarto, tal y como lo había hecho los últimos meses. Ella intentó entrar pero la puerta como era de esperarse estaba cerrada con llave. Intentó escuchar lo que pasaba dentro de la improvisada habitación, pero ningún sonido llegó a sus oídos.

 

Jeyko intentó llamar a Ángel en varias ocasiones a lo largo del día. Se escapaba de su área de trabajo y escondido en alguna esquina marcaba una y otra vez el número guardado en la memoria de su celular, pero el teléfono repicaba sin que nadie del otro lado contestara. También pensaba que era mejor así, en caso de que contestara no sabría qué decirle. En la mañana se despertó conmocionado por lo que había sucedido la noche anterior. Quería verlo, platicar con él lo sucedido. No esperaba ninguna clase de explicación, solo quería hacerle saber que de alguna forma él se sentía del mismo modo, aun cuando no supiera cómo explicarlo aún. Pero luego de no encontrarlo y de ver que muchas de sus cosas se habían ido con él, sintió la necesidad de pelear con él, de reclamarle por haberse llevado las cosas así de su apartamento sin siquiera avisarle. Cualquier excusa que sirviera para llamar su atención. En la tarde, al terminar su turno en la pastelería volvió a llamarle, de nuevo no recibió respuesta. Su enojo de la mañana se había esfumado, siendo reemplazado por preocupación y ansiedad por saber algo de él. Cuando su último intento de llamarlo terminó de nuevo en el correo de voz, como todas las veces anteriores ese mismo día. La llamada de Andrea entró en su celular. Le contestó de inmediato, porque de no haberlo hecho ella hubiera intentado marcar nuevamente, y justo estaba sintiendo lo que era ser ignorado y no quería que ella se sintiera igual, pero realmente no quería hablar con ella. Sabía que se mofaría de él si le contaba que Ángel había vuelto a irse, y que esta vez se había llevado alguna de sus cosas con él. Tampoco podría contarle cómo lo había presionado empujándolo a hacer algo que posiblemente en realidad no quería hacer. No le podía decir que la había engañado, con su amigo de toda la vida, con un hombre, y menos que en ese momento lo que más le interesaba era encontrarlo y poder hablar con él. Así que la conversación fue tosca y fría de su parte, le dejó saber que esa noche tampoco podría ir a verlo, y que él la llamaría cuando fuera posible, tal cual se lo había dicho la noche anterior.

 

Andrea volvió a sentirse decepcionada. De nuevo, a pesar de saber que Ángel no estaba cerca, Jeyko le contestaba de ese modo tan hiriente. Estaban a tan solo días de casarse y él seguía poniéndola en segundo lugar, como si su presencia fuera más importante que la de ella, su cercanía más necesaria que la suya. Le dolía, le dolía no haber podido superar ese único obstáculo que había estado en su relación desde el principio. 

 

Ángel miraba incrédulo el celular. Luego de que saliera de su casa imaginó que no lo buscaría, menos después de lo sucedido la noche anterior. Al contrario, Jeyko lo llamaba incesante. Ángel quería contestarle, escuchar su voz. Quería saber lo que tenía que decir, pero no pudo más que evitarlo. Temía que el único motivo para llamarlo fuera recriminarle sus acciones y eso terminaría por herirlo más. Jeyko le había respondido, pero eso no quitaba el hecho de que él no fuera gay, de que fueran amigos desde la infancia. Jeyko perfectamente podía ver ese beso como un ataque a su amistad. O lo que era peor, la forma de convencerlo de no casarse, que ciertamente era lo que menos le interesaba lograr en ese momento. Luego de reconocerse a sí mismo. De poder entender lo que le pasaba, de haberle dado un nombre a lo que estaba sintiendo. Sabía que lo menos que podía hacer era causarle daño a la única persona que realmente le importaba.

 

Jeyko un poco desesperado por que Ángel —a  pesar de su insistencia—, se negaba a contestarle, llamó a Juan quien un poco desconcertado prometió ayudarle. Juan sabía que le costaría dejar a Alex fuera de eso. Jeyko le había dicho que hiciera lo posible pero que, si no había otro modo, hiciera lo necesario. Juan intentó salir de la casa solo, pero antes de que terminara de alistarse Alex se dio cuenta de sus intenciones y como águila sobre su presa fue sobre él.

 

—¿Puedo saber a dónde vas? —preguntó al borde de la puerta de su habitación mientras terminaba de cambiarse. Recién llegaban del trabajo y a Juan, más que a Alex, le molestaba andar por la calle con el mismo traje con el que solía ir a trabajar. 

 

—Tengo que salir.

 

—Eso veo. ¿A dónde?

 

—Jeyko me pidió un favor.

 

—¿Tiene que ver con Ángel?

 

—No.

 

—Entonces no hay problema si voy —Juan empezaba a sentirse inquieto. Estaba acostumbrado a decir mentiras, le salían muy fáciles, sin embargo, mentirle a Alex era más complicado. Por eso siempre evitaba sus preguntas, o sus interrogatorios y desviaba los temas de conversación. Así que confiado de que no pasaría nada malo si él lo acompañaba le contó.

 

—Voy donde Ángel.

 

—¿Por qué?

 

—No sé, Jey acaba de llamarme. Algo pasó anoche, no quiso decirme qué. El caso es que Ángel volvió a irse, y se llevó alguna de sus cosas. Teme que le haya pasado algo porque no contesta sus llamadas, pero no quiere ir a su casa a buscarlo. Así que me pidió el favor de ir y ver que todo estuviera bien.

 

—¿No es eso lo que ha estado haciendo todos estos meses? —Juan solo atinó a levantar los hombros en respuesta a su comentario. Un poco incrédulo con las palabras de Juan, decidió acompañarlo.

 

Ya era de noche cuando llegaron a casa de Ángel. Claudia les dejó entrar sin el mayor inconveniente. Les dejó saber también que desde que Ángel había llegado en la mañana se había encerrado en la habitación sin probar bocado. Nada más a parte del desayuno que había comido cuando llegó.  También les contó cómo había escuchado en contadas ocasiones el teléfono celular dentro de su habitación, pero que a pesar de eso no le había escuchado hablar. Preocupada también por el estado de su hijo, hizo lo mismo que en otras ocasiones. Buscó entre sus cosas la llave que estaba segura abriría su habitación. Sin previó aviso la usó, dándole paso a los dos jóvenes que entraron una vez ella se hizo a un lado. Ángel estaba tirado sobre la cama, porque de esa forma se veía, como si solo se hubiera dejado caer sobre la cama.  Algunas de sus cosas estaban regadas por el suelo, y sus ojos estaban hinchados.

 

—Tengo que cambiar el cerrojo de esa puerta. —Murmuró enojado.

 

—Lo que tienes que hacer es buscarte un lugar para ti solo —dijo Alex mientras recogía con repugnancia una de las prendas de ropa arrojada en el suelo.

 

—Ahórrate tus comentarios. ¿Qué hacen acá?

 

—Jeyko nos pidió venir —contestó Juan— está preocupado por ti.

 

—Pues pueden decirle que estoy bien.

 

Juan estaba dispuesto a irse luego de haber cumplido su misión. Sin embargo, Alex no lo siguió y continuó de pie en medio de la habitación mirando a Ángel que había decidido ponerse de pie y enfrentarlo. El cuerpo de Ángel a pesar de su altura no se comparaba con el de Alex, que lo sobrepasaba en fuerza física y tamaño. Pero eso no lo detuvo. Haciendo énfasis en cada palabra pronunciada le pidió que se fuera. Pero Alex continuó sin moverse. Juan entró de nuevo en la habitación y lo tomó del brazo para que saliera. Pero Alex no se movió. Estaba enojado. Ignorante de lo que pasaba sentía rabia por las acciones de Ángel, como aparentemente jugaba con las emociones de Jeyko. No era capaz de ver la confusión en la mente de Ángel, ni como buscaba alejarse precisamente para no hacerle el daño que todos temían le hiciera. Pero nada de lo que le dijera lo haría cambiar de opinión, y Ángel no tenía ni el ánimo ni la paciencia para explicárselo. El ambiente se tornó tenso entre los dos. Alex incapaz de controlar su rabia agarró a Ángel por el cuello, quien continuaba pidiéndole que se fuera y lo abalanzó al suelo. Ángel gimió de dolor al caer sobre el suelo frío. Lo había tomado por sorpresa y hasta Juan había terminado siendo empujado.

 

—¡No tienes derecho a comportarte así, ni a hacerle daño a la persona que te ha acogido durante tanto tiempo en su casa! —vociferó Alex, mientras la Sra. Claudia se asomaba asustada en la habitación de su hijo y Juan trataba de calmarla— compórtate como un adulto.

 

—¿Qué sabes tú de eso, que sabes tú de lo que está pasando? No tienes derecho a reclamarme nada —gritó Ángel mientras se levantaba y aventaba inutilmente un puño contra Alex, quien antes de que pudiera tocarlo lo mandaba de nuevo al piso, esta vez golpeándolo en el rostro— déjenme en paz, esto no tiene que ver con ustedes. 

 

—Ponte de pie —Le ordenó y Ángel obedeció. Su nariz y labio sangraba, pero era su orgullo lo que estaba herido.

 

—Ángel… Jeyko. No sabemos qué pasa, lo que sí sé es que él te necesita ahora, está a punto de casarse, su vida va a cambiar para siempre —habló Juan tratando de calmar la situación— solo quiere que le apoyes, por favor, deja lo que sea que estés pensando a un lado y ve con él.

 

—¡No lo entienden! —Alzó la voz lo más que pudo. Podía ver en el rostro de su mamá las lágrimas corriendo por sus mejillas y la forma en que Juan trataba de detenerla para que no se metiera entre los dos. Intentó alejarse, ir hasta donde ella estaba. Pero Alex lo detuvo. Hastiado de que lo golpeará lo pateó en el estómago pero lo único que consiguió fue otro golpe en el rostro que terminó por arrojarlo de nuevo al suelo. Le pareció que hasta para defenderse era débil—. Nadie se ha preocupado de mí. ¡Ah! ¿Qué hay de mí? ¿Quién se preocupa por el daño que yo estoy recibiendo? ¡Ah! ¿Quién?

 

—¡Ya basta dejen de golpearlo!

 

Juan la soltó y ella saltó sobre su hijo para revisarle el rostro. Mientras Alex se sentaba cómodamente en la cama y le pedía a Juan que llamara a Jeyko. Ángel trató de decir algo. Pero su mamá evitó que lo hicera poniendole un algodon empapádo en alcohol sobre el labio que tenía reventado, haciéndolo gritar. Al mismo tiempo, intentaba detener la hemorragia de su nariz, la cual ya había alcanzado a manchar su camisa y el suelo donde se encontraba sentado. Cuando terminó de limpiarle el rostro, corrió hacia la cocina para buscar algo que ponerle en el ojo que empezaba a hincharse. Ángel instintivamente se tocaba las heridas y no podía evitar quejarse por el dolor. Era inaudita la fuerza con la que Alex lo había golpeado para luego sentarse tranquilamente en su cama. No le dijo nada. Pero Alex no retiró la mirada de encima suyo mientras estuvo sentado sobre el suelo. Desde ahí pudo escuchar a Juan que le contaba a Jeyko lo que había pasado. Lo escuchó tratar de disculparse mientras al parecer Jeyko le discutía enojado al otro lado de la línea. Finalmente Juan se paró al borde de la puerta y les dejó saber que Jeyko ya iba en camino. Justo cuando Claudia entraba con un pedazo de carne en la mano y buscaba ponérselo a Ángel en el ojo hinchado. 

 

Unos veinte minutos después de lo sucedido Ángel logró ponerse de pie. Se había quedado al lado del cabezal de su cama, vigilado por Alex que había dicho no se iría hasta que Jeyko llegara. Juan en el pasillo intentaba tranquilizar al padre de Ángel, Camilo. Quien no podía creer que fueran a golpear a su hijo a su propia casa y pretendieran quedarse ahí como si nada hubiese pasado. El timbre de la puerta principal al fin sonó y Ángel volvió a sentarse en la cama quitándose el pedazo de carne del rostro y tratando de organizar sus ropas impregnadas en sangre. Jeyko cruzó rápidamente la puerta de la habitación y se arrodilló frente a él. Le miró fijamente y se le sonrojaron las mejillas. Ángel podía ver en sus ojos lo enojado que estaba. Entonces miró a Alex y este solo se encogió de hombros.

 

—¿Qué pasa contigo cómo se te ocurre golpearlo así?

 

—Lo querías —dijo poniéndose de pie— ahí lo tienes —Jeyko también se puso de pie—. Yo me voy.

 

Jeyko lo detuvo por el brazo y lo enfrentó. Estaba muy enojado. Juan le había dicho lo que había pasado por teléfono, pero no había alcanzado a imaginar la gravedad del asunto, ni por un momento se había esperado encontrar a Ángel en ese estado, con el rostro destrozado. Ángel se puso de pie rápidamente y lo abrazó por la espalda.

 

—Déjalo ir, solo deja que se vaya, él hizo lo que creía conveniente, no hagas más pelea, por favor.

 

Jeyko se giró a verlo y lo vió con los ojos llorosos. Una lágrima había alcanzado a resbalar por su mejilla y su cuerpo empezaba a desgonzarse. Ángel se sentía mareado. Se había levantado muy rápido y le dolía la cabeza. Jeyko lo abrazó y lo ayudó a acostarse. Luego salió de la habitación acompañando a Juan y Alex a la salida. Ángel intentó seguirlos pero le fue imposible levantarse. Juan trató de explicarle todo, pero Alex no ayudaba solo empeoraba la situación con cada comentario. Le recriminaba que le permitiera a Ángel tal comportamiento. Le exigía que les dijera de una buena vez qué era lo que estaba pasando entre ellos para que la situación llegara a complicarse tanto. Pero lo único que obtuvieron de Jeyko fue lo mismo que Ángel les había dicho, que por más que intentara explicarles no lo entenderían y que solo terminarían juzgando mal toda la situación. Finalmente ellos se fueron ante la atenta mirada de los padres de Ángel que nunca se esperaron que ellos fueran a atacar a su hijo de esa forma y menos en su propia casa. Cuando Jeyko entró de nuevo en la casa, ellos le exigieron también que explicara lo que había sucedido, más él no pudo explicarles más de lo que habían visto, pues el mismo no entendía por qué la rabia de Álex llegaba a tanto.

 

Entró en la habitación y Ángel estaba con los ojos cerrados, recostado en la cama tal cual lo había dejado. Observó su alrededor. La habitación era un desorden. Pudo adivinar que algunas de las cosas tiradas en el suelo eran las que se había llevado de su casa. El olor a cigarrillo también era insoportable. Cerró la puerta tras de sí y se sentó a su lado sobre el suelo. No quería perturbarlo pensando que dormía. Pero una de las manos de Ángel alcanzó su rostro acariciándole. Jeyko busco su mirada y soltó una pequeña risa nerviosa. Su rostro estaba completamente hinchado. Las manchas en su camisa empezaban a secarse, pero su labio aun sangraba y el papel en su mano parecía no poder contener más de su sangre.

 

—¿Te quedarás conmigo esta noche?

 

—Solo si prometes volver conmigo a mi casa mañana.

 

—Lo haré, no quiero que vengan a golpearme otra vez.

 

—Siento mucho lo que pasó.

 

—No fue tu culpa.

 

Habían acordado que se verían en el apartamento de Jeyko una vez este saliera del trabajo. Ángel tendría toda la mañana para componerse. Le había prometido también que pondría orden en su cuarto y así lo hizo, bajo la atenta mirada de Claudia que seguía incrédula por lo sucedido. Por más que ella preguntaba no obtenía respuestas de su hijo sobre lo sucedido. Su rostro sin duda estaba mejor. Jeyko luego de que se quedara dormido, por órdenes de Claudia le había vuelto a poner el pedazo de carne sobre el rostro, cada cierto tiempo le daba la vuelta y lo reemplazaba por compresas de agua fría. Había cuidado de él luego que se quedara dormido. No le había preguntado nada, ni por qué se había ido, ni por qué le había besado. En ese momento lo único importante era que estuviera bien. Le sorprendía que se hubiera dejado golpear tanto de Alex, por palabras de Juan no fue mucho lo que hizo por defenderse, como si él dejarse golpear sanará en realidad heridas internas que le lastimaban. 

 

Era la primera vez que ellos dos se enfrentaban, al menos físicamente. Conocían de antemano el carácter de Alex, su terquedad cuando alguna idea se le metía en la cabeza, y la propia fortaleza de su cuerpo. Por eso a pesar de los conflictos que tuvieran entre sí, siempre habían evitado llegar a los golpes. Razón por la que Jeyko no entendía como Alex había llegado a tanto. Juan había intentado explicarle, pero Alex parecía no querer razonar sobre lo que había hecho. Insistía en que el culpable de todo era él por aceptar el comportamiento de Ángel, por no darle la espalda cuando lo merecía, por permitirle burlarse de él. Lo que más le molestaba era la necesidad de enredar a Andrea en todo eso. En varias ocasiones desde que todo empezara Alex había actuado así, defendiendo a Andrea, incluso pudo ver su cara de mofa cuando supo que Ángel le había mentido respecto al viaje. Insistía en que su preocupación debía ser la de mantener a Andrea feliz, que debía esforzarse por llevar la boda a buenos términos. Le molestaba que creyera que Ángel, que era su mejor amigo, mereciera su desprecio por lo que ahora descubría como una confusión de emociones, porque esa era la única explicación que encontraba para todo. Quería creer que Ángel en su deseo de que las cosas siguieran tal cual estaban hasta el momento en que había decidido casarse, hubiera confundido sus sentimientos al respecto, y los atribuyera a una especie de atracción hacía él, como el miedo al cambio. —Eso tiene que ser— se dijo una y otra vez.

 

Juan había discutido todo el camino de regreso a casa con Alex. No había tratado de detenerlo y eso le molestaba más consigo mismo que con él. Alex daba sus argumentos creyendo que eran válidos, pero Juan intentaba hacerle ver que no era así. No lograba entender su comportamiento, más cuando habían llegado a la conclusión de que lo mejor sería hacerse a un lado luego de la visita de Andrea. Pero tal era la fuerza de los sentimientos de Andrea que Alex se dejaba contagiar por ellos, buscando “ayudarla” según sus propias palabras. Sabía que todas esas emociones habían empeorado con la llamada que habían recibido de Andrea antes de llegar a casa de Ángel. Había logrado escuchar parte de la conversación que tuvieron por el celular. Andrea lloraba del otro lado de la línea, se quejaba que faltando solo días para la boda Jeyko insistiera en hacerla a un lado por la pura presencia de Ángel. Que se había negado a verla, que incluso le había cortado la llamada antes de que ella pudiera expresar lo que sentía. Creía que Ángel estaba buscando la forma de terminar con su relación. Había vuelto a sentir en la voz de Jeyko la misma nostalgia que sintió los días siguientes en que Ángel se negara a ser su padrino, y temía que todo aquello contribuyera para que la boda no se llevará a cabo. Juan veía en su comportamiento el de una niña pequeña que teme que le roben un dulce. Juan sabía que Jeyko a pesar de lo confundido que estuviera no daría un paso atrás en la decisión que ya había tomado. No había forma de que Ángel le hiciera cambiar de opinión, y estaba seguro también que sin importar lo que pasara por su mente Ángel tampoco haría nada que pudiera dañar su relación, estaba seguro que lo que hacía lo hacía precisamente por eso, para evitar que sus propias emociones afectarán el futuro de su mejor amigo, ese por el que daría la vida si fuera necesario. Entendía que a pesar de que todo el mundo quiera lo contrario, la felicidad de uno no se convierte necesariamente en la felicidad del otro, que por el contrario, la felicidad de uno significa el sacrificio de otro. Siempre en la vida será así. Porque Juan lo vivía cada día. Sabía que aun sin quererlo siempre uno de los dos estaba destinado a no ser feliz, a vivir a la sombra del otro. Un sacrificio que Juan había asumido desde niño, como pago por el mal que había hecho, por enamorarse de quien no debía, porque su propia vida era indeseable. Consciente de que el peso cargado le mataría en algún momento.

 

Juan había visto a Alex sobarse el estómago en varias ocasiones. A pesar de que Ángel no hubiera hecho mucho esfuerzo por defenderse el único golpe que le había dado había dejado secuelas en el cuerpo de Alex. Una vez llegaron al apartamento Juan obligó a Alex a que lo dejara revisarlo. No tenía ninguna marca visible, más podía ver en su rostro la mueca de dolor cada que le tocaba donde Ángel había atinado el golpe. No tenía más que ponerle una compresa de agua caliente, y luego reemplazarlas por compresas de agua fría, así sucesivamente hasta que el dolor cesara. Él se dejó hacer, a pesar de que el regaño de Juan no cesó en toda la noche. Alex no recordaba haberlo visto así de enojado, ni que le hubiera discutido tan fuerte por un comportamiento que él califica de inmaduro e infantil. Entendía que no debió haberlo golpeado, pero sentía rabia. No entendía como no era capaz de aceptar la felicidad de Jeyko. Se ponía en su lugar y a pesar de que le doliera mucho el que Juan se hiciera a un lado de su vida, estaba seguro que nunca se comportaría de ese modo. Por el contrario, sacaría el jugo a cada segundo de soltería que les quedara juntos. Por eso no era capaz de entender como Ángel se hacía a un lado de ese modo. Sin embargo él mismo le había pedido a Juan en contadas ocasiones que le diera espacio, que se alejara de él, y a pesar de eso Juan nunca lo había hecho, por lo que también sentía que su relación aunque similar, distaba mucho de ser la misma. Temía que en alguna de sus lagunas mentales le hubiera hecho daño, o hubiera hecho algo horrible que obligará a Juan a permanecer a su lado, protegiéndolo. Porque Juan hacía eso todo el tiempo, protegerlo, del mismo modo y con el mismo compromiso con que curaba sus heridas, sus dolencias, su salud, su vida.

Notas finales:

@yuhakiranara signame en twitter y los sigo a ustedes..

Este capitulo me gusta mucho, y espero a ustedes tambien, no olviden dejarme sus comentarios. 


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