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Indicio de Amistad por yuhakira

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Se sentó en uno de los bancos del jardín principal del conjunto. Se sentía cansado, no quería huir más. Fumó un par de cigarrillos hasta que pasó la medianoche y el celular en su bolsillo por fin vibró. Contestó sin mucho afán, la voz del otro lado le habló trémula, acongojada. 

      

—¿Dónde estás? —preguntó

 

—Abajo, en el banco frente a tu torre.

 

—Espérame voy por ti.

 

Solo un par de minutos después estuvo a su lado. Su cabello ya se había secado y tenía los ojos irritados. Llevaba su pijama de rayas puesta y una bata azul. Era una noche helada. El vaho salía de la boca de Ángel como si del humo de su cigarrillo se tratara. La neblina ya había invadido el lugar, a duras penas alcanzaban a distinguir la portería solo un par de metros frente a ellos. Jeyko se sentó a su lado, recogió sus piernas sobre el asiento de madera abrazándose a ellas. Recibió de las manos de Ángel un cigarrillo y lo prendió. Respirando hondo buscó que el humo caliente que ingresaba en su boca calmara un poco el temblor de su cuerpo por el frío. Se giró a verlo, y se encontró con el rostro de Ángel tranquilo, ausente. La punta de su nariz estaba roja, y la mano con la que sostenía el cigarrillo empezaba a ponerse morada. Estuvieron así un par de minutos, el tiempo en que Jeyko tardó en fumar su cigarrillo. No le gustaba ese hábito en Ángel. Incontables veces había intentado que lo dejara. Él no solía hacerlo, solo en noches así, en noches frías y solitarias se permitía el descuido de introducir el temible veneno a su cuerpo. Saboreó con asco su propia boca, era desagradable el sabor que le impregnaba, pero si lo pensaba, hasta ahora a pesar de que Ángel lo hacía todo el tiempo, el sabor del cigarrillo en sus labios no lo molesto en lo más mínimo, ni una sola vez. Lo tomó de la mano y lo llevó de nuevo al apartamento. Su cuerpo estaba frío. Lo encerró en la habitación. Le quitó con cuidado la ropa helada que dejó regada en el suelo. Lo metió en la cama y se acostó a su lado. Se quedaron así, uno frente al otro observándose, hasta que Ángel se quedó dormido y Jeyko pudo acomodarse entre sus brazos y así dormir también, tal cual lo había hecho toda su vida.

 

Cuando la mañana llegó Ángel estaba solo en la habitación. Jeyko, como era costumbre, ya se había levantado. Pudo escucharlo en la cocina moviendo un par de trastes. Sintió el aroma del chocolate hirviendo, pan horneado, y el apetito rugir en su barriga. Se levantó con calma. Entró en el baño y tomó una ducha rápida. Sentía su cuerpo impregnado con el olor de Jeyko y necesitaba a toda costa mantenerse tranquilo por lo menos mientras alimentaba su cuerpo. Cuando salió del baño Jeyko estaba acomodando los platos sobre el comedor de dos puestos ubicado al lado de la ventana. Comedor en el que han comido infinidad de veces, en el que rieron, jugaron vencidas, tomaron, apostaron. El silencio era abrumador, roto únicamente por el rechinar de los cubiertos metálicos contra la vajilla de cerámica. Uno sentado frente al otro, solo comiendo. Todo lo que él preparaba era delicioso, desde el chocolate, los panes recién horneados, las tortillas de huevo con queso fundido, todo era un deleite para las papilas gustativas de Ángel.

 

Una vez hubieron terminado se miraron el uno al otro. Ángel estiró sus manos hasta tener entre ellas el rostro de Jeyko, que lo miraba triste. Acarició sus mejillas, despeinó sus cabellos, delineó sus cejas. Jeyko solo se dejó hacer. En la habitación el celular de Jeyko empezó a sonar, el ruido ensordecedor de la salsa romántica invadió la habitación. Ángel no pudo evitar hacer una mueca de desgano alejando su cuerpo por completo del otro. Jeyko respiró resignado, debía contestar. Curiosamente el celular de Ángel sonó al unísono. Era Juan, quería que hablaran, solo los dos, sin Alex, sin Jeyko. Le dejó saber que ya se lo había explicado a Alex, que él se llevaría a Jeyko a algún otro lado, para que ellos dos pudieran hablar en el apartamento sin que Jeyko se preocupara por alguna otra huida. Ángel aceptó sin mucha emoción. Estaba seguro que Juan le daría un sermón sobre lo que estaba haciendo y ya estaba cansado de todo eso, de todos los sermones de su madre, de Alex, de Andrea, estaba cansado de su mente que le recriminaba todo, todo el tiempo, volviéndolo loco.

 

Según lo que Juan le había dicho, tenía un par de horas antes de que llegaran al apartamento. Jeyko estaba sentado en la cama, hablando con ella, su voz se escuchaba tierna, amable, de la misma forma en que le había hablado a él desde que se conocieron. Se acercó a él, lo abrazó por la espalda. Jeyko no huyó, se dejó tocar, dejó que sus labios se unieran a su cuello. Cerró los ojos mientras intentaba seguir el hilo de la conversación. Andrea del otro lado de la línea le contaba entusiasmada de que esa noche sería su despedida de soltera, ya tenían las reservaciones del club al que irían, ella un par de amigas y Mateo. Le contaba que había comprado un vestido rojo para la ocasión, que tenía planeado ir en la tarde a cepillarse el cabello y pintar sus uñas, al mismo salón que le arreglaría el cabello el domingo. Prometió enviarle una foto en cuanto estuviera lista para salir para que él pudiera verla, incluso bromeó con no traicionarlo con ningún bombón que pudiera conocer en el club. Todo eso le contó, pero Jeyko dejó de escuchar en algún momento, limitándose a contestar con monosílabos hasta que finalmente logró cortar la llamada al pronunciar un "té amo" contra los labios de Ángel, antes de que él le diera un besó violentamente. Inseguro de si el "té amo" había sido para él o para ella, quien desde el otro lado de la línea contestaba que ella también, antes de que se cortara la llamada por completo.

 

Esta vez. Después de la espera amarga y eterna, logró hacer el amor con él sobre la cama. Luego de calmar sus nervios y dejarse embriagar por su sabor, por el olor de su sudor, por la estrechez que le abrazaba. Hizo el amor con él. Por primera vez hacia el amor con alguien, por primera vez se había detenido a conocer el cuerpo de quien lo acompañaba, por primera vez dejó su egoísmo de lado, le otorgó completo placer, únicamente a él. Quería guardar en su memoria cada una de sus expresiones, los detalles de su cuerpo a la luz del deslumbrante sol que alumbraba con intensidad su piel pálida. Quería recordar su sudor, guardar en su memoria el olor de su cuerpo fresco, el sabor de su masculinidad, el calor de su interior, y sobre todo su voz embriagada en placer, repitiendo su nombre una y otra vez en un tono grave e impaciente. ¿Cómo era posible que se hubiera negado el placer de ese cuerpo durante tantos años teniéndolo justo a su lado? ¿cómo no había sido capaz de ver, de aceptar la perfección del hombre que ahora se entregaba a él sin tapujos? Si tan solo no lo hubiera notado justo al perderlo podría seguir haciéndolo suyo por el resto de sus días. Podría seguir invadiendo su intimidad, su cuerpo, su mente y su corazón si él se lo permitía. 

 

Juan, tal y como lo había anunciado, llegó solo un par de horas después con Alex a su lado. Jeyko estaba durmiendo cuando ellos entraron en la sala. Ángel trató de organizar el lugar para que nada de lo sucedido pareciera muy obvio. Volvió a bañarse, pero aun así podía sentir el olor a sexo en el aire, el eco de sus voces. No logró evitar que su rostro se sonrojara cuando Juan se asomó en la habitación para ver a Jeyko profundamente dormido medio desnudo. Tal vez Alex no logró darse cuenta de nada, solo atinó a molestar a Jeyko lanzándose sobre él haciéndolo despertar. Pero para Juan fue muy obvia la queja de dolor de Jeyko sosteniendo al pesado Alex sobre su cuerpo, sobre su cadera. El rostro nervioso de Ángel mantuvo su mirada hasta que el nerviosismo lo venció. —Par de idiotas— fue todo lo que atino a pensar. Esperaba realmente llegar a tiempo para evitar que todo eso pasara, tal vez había esperado demasiado tiempo. El rostro tonto de Ángel le hacía saber que ya estaba perdido, que su cordura se había ido por el caño, y la felicidad abrumadora de Jeyko solo lo confirmaba. ¿Qué iba a decirle ahora? si todo lo que esperaba poder hacer era evitar que sus cuerpos se conocieran el uno al otro para que el separarse no fuera tan difícil. Sin duda había esperado mucho.

 

De todas formas, Alex logró llevarse a Jeyko con la excusa de comprar cervezas y lo que le prepararía de almuerzo. Juan se sentó frente al sofá esperando que Ángel volviera de la cocina con las dos últimas latas de cerveza en existencia en la nevera de Jeyko. Pero estaba tardando mucho. Un par de minutos después fue hasta la cocina. Lo encontró sentado en el mesón fumando un cigarrillo contra la rendija.

 

—Pareces un reo fumando de esa forma —Ángel bajó del mesón e hizo una mueca de incomodidad—. Hasta donde sé Jeyko nunca te ha prohibido fumar en el apartamento, a mí ha sabido regañarme por eso. Pero supongo que ahora está claro por qué.

 

Ángel no dijo nada. Lo siguió hasta la sala donde apagó la colilla contra el cenicero de la mesita de té. Abrió la lata de cerveza y bebió la mitad de su contenido en un solo sorbo. Estaba más nervioso de lo que pensó que estaría.

 

—¿Sabes? realmente estaba seguro que nunca te darías cuenta. Cuando Jeyko llegó con la agradable noticia de que se casaría tenía la esperanza de que lo aceptarías y no pasara nada de esto.

 

—Mi mejor amigo va a casarse, ¿cómo esperabas que lo tomara?

 

—Ustedes nunca fueron amigos, Alex y Jeyko son amigos, tu y yo lo somos, pero ustedes dos nunca lo fueron. Los he visto dormir abrazados desde antes de la secundaria.

 

—Eso…

 

—No me digas que eso no significa nada, Jeyko te ha tratado como su pareja toda su vida y por si no lo sabías él fue el primero en enamorarse —los ojos de Ángel se abrieron sorprendidos—. No vas a decir que creíste haber sido tú.

 

—¿De qué hablas?

 

—Somos hombres, no deberíamos estar hablando de estas cosas, deberíamos hablar de sexo, mujeres y fútbol, pero no puedo quedarme de pie viendo cómo se destruyen.

 

—No cambies el tema, ¿cómo que él fue primero?

 

—Eso fue hace muchos años. Alex olvida todo y supongo que por eso se lo dijo a él. Lo escuche una vez desahogándose con él. Aún estábamos en el colegio, Alex lo olvido, yo hice como si no hubiera escuchado nada y aquí estamos. Jeyko de algún modo aprendió a vivir con esos sentimientos por ti, a pesar de que no deja de poner una alfombra en el suelo que pisas, intentó hacer su vida, y cuando está a punto de superar la prueba de su vida, tú vienes y haces un show de tú descubrimiento personal —Juan sobó sus sienes y respiro hondo antes de continuar, Ángel no dijo nada—. Lo siento, realmente me hubiera gustado detener antes esto.

 

—Pero tuviste que irte, a quien sabe dónde porque nunca puedes confiar en nosotros.

 

—Confió en ustedes, más de lo que crees, pero hay cargas que decidí llevar solo, y no puedo perjudicarlos a ustedes con esas cosas. Ustedes son la única familia que tengo, soy un hermano rebelde perdóname por eso, pero ahora me duele en el alma ver cómo todo eso se destruye. Ángel, no sé si deba pedirte algo, ya no sé ni qué era lo que venía a decirte, antes de cruzar esa puerta lo tenía muy claro, te debía convencer de dejarlo ser mínimamente feliz, porque no pongo en duda que la quiere, pero ahora no sé qué decir, ahora no veo el modo de que alguno de los dos pueda ser feliz después de esto. ¡Carajo! ¿no podías como mínimo controlar tu libido? 

 

—Hablas como si yo fuera el único culpable, ¿crees que no lo intenté? que carajos crees que he estado haciendo todos estos meses, sé que esto no debió pasar, sé que él pudo ser feliz con ella y que yo lo arruine por completo. Mi cabeza es un puto desastre, no tienes idea cuanto he gastado en cigarrillos y alcohol, pero cuando él me dejó entrar, cuando él no me dejó ir, toda mi cordura se fue a la mierda. 

 

Mordió su labio inferior tratando de parar el volcán emocional en el que se había convertido su vida. Juan tomó su cabeza por los cabellos y lo obligó a mirarle. 

 

—Prométeme que, si él decide parar todo esto, va a ser únicamente su decisión y que no interferirás de nuevo.

 

—Me están arrebatando lo que más amo de las manos cómo puedes pedirme algo así que hay de mi nadie se ha detenido a pensar un momento en mí.

 

—Tu nunca has pensado en nadie así que no me vengas con esas idioteces ahora. Por primera vez te pido que pienses en él. 

 

Volvió a romperse. Las lágrimas se desbordaron por sus ojos sin que pudiera hacer más. Juan solo atinó a atraerlo hacia su cuerpo, tratando así de darle algo de consuelo. Estaba perdido y sacarlo de ahí sería una tarea tremendamente difícil. Evitar que se hundiera hasta el fondo sería algo por lo que tendrían que trabajar muy duro. No podía permitir que se derrumbara, que su ingesta de alcohol aumentara más, que se vuelva dependiente de nuevo, que su debilidad se impusiera en su vida. Ahora más que nunca debía mantenerse firme como su amigo.

 

Alex y Jeyko volvieron un rato después. Para entonces Ángel ya se había calmado. Juan estaba sentado a su lado en el sofá. Habían sacado la consola de nuevo. Durante su salida, Jeyko le había contado a Alex que con todo lo que estaba pasando no había podido hacer la torta, le pidió que no le contara a Andrea en caso de que ella llegara a preguntarle. Después de haber visto la situación del día anterior y entender un poco más todo lo que estaba pasando, Alex no diría nada. 

Notas finales:

Estamos tan cerca del final, siento mucha emcion por esto. 

 

Gracias a los que siguen la historia un abrazo enorme...


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