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Indicio de Amistad por yuhakira

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Notas del capitulo:

 

Desde que Alex tenía memoria, Juan había evitado a toda costa alejarse de él. Le había protegido de otros que buscaban hacerle daño, se metía en problemas que muchas veces no tenían que ver con él, lo que le había llevado a volverse introvertido, para no permitir que los secretos de Alex, sus actos y cosas que fácilmente olvidaba volvieran para hacerle daño. Nadie sabía por qué la devoción de Juan hacia Alex, y probablemente pasaría mucho tiempo antes de que lo supieran. El mismo Alex se había atrevido a hacerle la misma pregunta en ocasiones en la que su cercanía se le hacía casi insoportable, más sin embargo en esas mismas ocasiones era incapaz de alejarlo, porque y entonces ¿qué haría, a donde iría?

 

Pero todo tenía una explicación. Juan y Alex se conocieron mucho antes de conocer a Jeyko, mucho antes de conocer a Ángel. Allá en ese lugar donde los amigos de toda la vida se conocen fue donde se vieron por primera vez, en el jardín de infantes. Alex siempre había sobresalido entre sus compañeros, y no por cualidades de las que una mamá se sentiría orgullosa. Empezando era de los niños más grandes de la clase, su cuerpo robusto había sido su firma desde niño, y su tamaño que sobrepasaba el de sus compañeros fue el pilar de sus problemas, en el jardín de infantes, en la primaria, incluso en el bachillerato. Juan había ingresado unos meses después de comenzado el año escolar, y repudio a Alex en cuanto este trató de ser su amigo, sin motivo alguno, simplemente porque así son los niños. Las cosas no fueron diferentes durante los dos años siguientes, seguían compartiendo la misma aula, los mismos compañeros, pero Juan disfrutaba de la amistad de todos, mientras a Alex le pasaba lo contrario. 

 

Al cumplir los siete años, justo el día en que Alex los cumplía, las cosas cambiaron. No lo sabían, durante tres años habían estudiado juntos, pero hasta ese momento no lo supieron. Juan también cumplía años ese día, también cumplía siete años, y la profesora celebraba con una torta para todos y un balón de fútbol para cada uno de ellos.

 

Saliendo de la escuela, Alex había decidido seguir a Juan y felicitarlo personalmente. A pesar de su fuerte rechazo él realmente le agradaba, le gustaba verlo sonreír en el descanso y jugándole bromas pesadas a las maestras. Lo siguió de lejos, de modo que Juan no se percatara de su presencia, por lo menos hasta recoger el valor para acercarse. El camino se hacía largo y los pasos de Juan no se detenían en ninguna parte. Alex había comenzado a asustarse, el camino que Juan tomaba lo alejaba cada vez más de casa, y aunque su tamaño demostrara lo contrario él aún no estaba listo para estar lejos de casa. Asustado se detuvo en un parque que aún alcanzaba a reconocer, escondido detrás del poste pudo ver como Juan seguía alejándose. Era la última oportunidad que tenía para decirle algo, pero sus labios no se movieron. Entonces Juan se detuvo, se giró a verlo, sus ojos estaban empañados en lágrimas y Alex preocupado salió de su escondite y emprendió el camino hacia él. 

 

—¡Aléjate! no sé qué quieres, pero aléjate.

 

—Ey no quiero hacerte daño, igual y mi camino está por este lugar.

 

—Mentira, tu casa está del otro lado.

 

Las lágrimas en los ojos de Juan no dejaron de salir y Alex un poco satisfecho no dejo de reír mientras le pedía que esperara. De la mochila sacó un par de chocolatinas y compartió una de ellas con Juan mientras le deseaba feliz cumpleaños. La mirada de Juan había quedado fría mientras recibía entre sus manos la barra de chocolate.

 

—Pero te he hecho daño.

 

—No quisiste ser mi amigo, pero cumplimos el mismo día, es como si fuéramos hermanos, los hermanos no tienen por qué ser amigos.

 

—Pero en verdad te hice daño.

 

—Si fue así no lo recuerdo, feliz cumpleaños.

 

Y con la misma tranquilidad con la que lo había seguido, se había ido.

 

El acto en sí no generaba mucha sensibilidad en Juan, por el contrario le parecía un acto tonto e infantil, aun para su edad. Lo impresionante del caso, es que este en verdad le ofreciera su amistad, aún después de que Juan le había hecho pasar dos semanas completas en una caja de cartón debajo de las escaleras del jardín infantil, y que actuará como si no lo recordara. Dos semanas en las que solo le llevo pedazos de pan para comer. Hasta que uno de los maestros lo encontró por el olor que la caja con sus desechos desprendía. Ni la policía, ni nadie había sido capaz de encontrarlo en ese tiempo; imaginó, que le seguía con el objetivo de lastimarlo, por su tamaño le haría fácil la tarea, pero no fue así, al contrario, lo había dejado con una barra de chocolate que se empezaba a derretir en sus dedos.

 

Alex no recordaba nada, desde esa vez en la que sus ojos se oscurecieron por dos semanas, y su gran tamaño no le había servido de nada, había olvidado todo lo malo que le sucedía. Así como tampoco recordaba que su padre hubiera golpeado a su mamá, o que el dedo meñique de su pie izquierdo lo hubiera perdido mientras montaba bicicleta. Las siguientes semanas Juan dudó en acercarse, quería estar seguro de si realmente lo había olvidado. Ya estaban un poco más grandes y ya no les permitían pasar al patio de los niños más pequeños, pero Juan lo llevó cogido de la mano semanas después del encuentro en el parque, estaba respondiendo a su ofrecimiento de amistad, de hermandad, pero antes quería estar seguro, de que aquel niño enorme e inocente, no le estaba mintiendo en realidad.

 

—Te voy a contar una historia —le dijo mientras lo obligó a sentarse frente a la cerca que separaba el parque de ellos— no soy una mala persona…

 

—Lo sé, eres amigo de todos.

 

—Cállate y ponme atención, pero a veces hago cosas malas —decía sin dejar de prestarle atención a todas sus expresiones—. Una vez, le hice daño a un niño, era solo un juego, pero él había estado molestando mucho, y cuando tuve oportunidad lo metí en una caja y la enrollé con cinta para que no pudiera salir, amenace con hacerle daño a su mamá si gritaba y de vez en cuando le llevaba algo de comer, hasta que un viejo metiche lo encontró.

 

El rostro de Alex se mostró asustado, y varias veces le pregunto qué por qué lo había hecho.

 

—Ya te dije, me molesto mucho, tú estabas ahí no lo recuerdas.

 

El rostro de Alex mostró la forma en que buscaba entre sus recuerdos, pero no encontró nada.

 

—Nunca te he visto haciendo nada malo, eres amigo de todos y quiero que también seas mi amigo.

 

Juan estaba atónito. No había en su rostro nada que le hiciera creer que no fuera verdad que no recordara, y los acontecimientos que siguieron a ese solo hicieron que confiara más en él.

 

Eran muchas las cosas que ocultaba Juan acerca de Alex, ese Alex que olvidaba todo lo malo que le sucedía, ese mismo que había olvidado pocos días después de que pasara, la forma en que Juan lo había besado en su casa, antes de ir a la ceremonia de grado. Todo lo ocultaba, nada decía, se encargaba de que nada llegara a sus oídos, y el mismo mientras se veía al espejo, descubría que su sonrisa se había ido muchos años atrás, qué secretos que no eran suyos le pesaban en la espalda, y que más que el deseo de protegerlo, lo que lo mantenía a su lado, era la culpa, la necesidad de tenerlo, porque lo amaba, porque sabía que él lo amaba también, porque sabía que aunque cada año osara confesarle su homosexualidad, osara besarle en la boca y hacerle el amor sobre lo que fuera que tuviera cerca, él al final le necesitaba, y antes de que despertara lo olvidaba, así como había olvidado que tenía una hija, una muy lejos de él, una hija que Juan se encargaba de mantener alejada, porque en los meses que él estuvo consciente de su presencia, esos seis meses en los que estuvieron muy lejos de todo, Alex no pudo vivir consigo mismo, el sostener esa pequeña criatura diminuta en sus manos solo traía a su memoria los recuerdos de actos repudiables; y Juan no iba a permitir que nada de eso le hiciera daño, por eso lo había alejado de esa mujer, de esa niña, que ahora él tenía el deber de proveer.

 

Se acercaba la fecha de la boda de Jeyko, curiosamente esa fecha coincidía con la fecha que había escogido Juan para confesarse ante Alex, la misma de todos los años, esa fecha, en que desfogaba el peso en su espalda, donde recogía fuerzas para otro año, ese día, donde Alex le dejaba amarle. Jeyko y Ángel no sabían nada, si estaban al tanto de los problemas en su memoria, en ocasiones habían rememorado situaciones en las que se habían visto envueltos, como el caso de la mujer del Gran Conejo, pero jamás imaginaron que su problema fuera tan grave como para haber olvidado la tortura psicológica a la mujer, por parte de los cuatro, y que Alex malintencionado se atrevió a llevar más lejos, sin el consentimiento de ninguno, sin que siquiera Juan pudiera evitarlo. Nadie, ni siquiera su mamá sabían las cosas por las que habían pasado juntos, las cosas que sabía Juan, ni ella sabía que era abuela, abuela de una pequeña niña que llevaba su mismo nombre.

 

Alex se echó sobre la cama boca abajo, y cerró los ojos, luego de guardar los trajes en el armario.

 

—Juan, puedes apagar la luz al salir, quiero dormir.

 

Juan se levantó y caminó hasta la puerta de la habitación.

 

—Juan, se acerca el día.

 

—Lo sé.

 

Y salió de la habitación, sin decir nada, dos fechas memorables que se cumplirían el mismo día, dos fechas en las que aún no estaban seguros de lo que pasaría.


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