Capítulo III: El amor de un Dios.
Simplemente se dejó llevar por él, sus preocupaciones desaparecían estando a su lado, sujetando su mano, no sabía lo que pasaba pero no le molestaba. Eros seguía llevándolo por todas partes, en donde edificaciones llevaban su rostro esculpido en mármol, su perfecto cuerpo adornando el centro de los edificios, sin censura, sin prejuicios pero pensaba en que verlo frente a frente era mejor que apreciarlo en una estatua fría.
—¿Quieres un poco? —La voz de Eros le hizo salir de sus pensamientos, esa sonrisa le hacía ver tan inocente, esa piel le hacía compararlo con la de los bebés humanos, no había pensado en ello antes pero le parecía sumamente atractivo.
—¿Siempre dejan lo mismo? —Cuestionó tomando el jarrón con vino que le había ofrecido.
—Los amantes vienen y dejan sus ofrendas a cambio de protección… —Murmuró tomando un pedazo de su pan favorito para devorarlo, tomando la mano de Zelos.
—¿Qué pasa? —Eros no dijo nada más, solo lo llevaba a otra parte del edificio. —¿Qué se supone están haciendo? —
—Se están besando. —Responde recargándose en el borde del pilar.
—Pensé que eso era para procrear…¿No debería ser un macho con una hembra? —Cuestiona viendo como aquellos dos amantes se devoran entre sí, siendo hombres los dos le parecía curioso la especie humana, aunque tampoco es que estuviera interesado desde un inicio, nadie le adoraba como una deidad, solo era algo que formaba parte de la naturaleza, la oscuridad y la noche.
—Es un buen punto, pero ellos se aman, pidieron que esta noche los pueda proteger y bendecir…eso hice. —Dio un pequeño sorbo de vino mientras comenzaban a desnudarse los amantes.
—El amor parece complicado y sudoroso. —
—No tanto como crees. —
—¿Qué pasa cuando un Dios se enamora? —Cuestiona sin despegar sus ojos de la pareja.
—No lo sé…yo solo protejo a las parejas entre hombres…las deidades son extrañas…este mundo es extraño, Zelos. —Eros se posicionó detrás de él, acariciando su cintura, deslizando sus manos por sus muslos hablándole al oído.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —
—Pensé en que tendrías curiosidad de cómo se sentiría lo que ellos están haciendo. —Ambos seguían viendo a la pareja, mientras las manos de Eros se colaban debajo de su atuendo, chocando con su piel.
—No dije eso… —
—Pero lo pensaste…Y preguntaste como es que un Dios se enamora. —Besó sus labios llevándolo hacia las escaleras del lugar, encimándose en él. Zelos imitaba sus acciones por instinto pero su respiración se hacía más pesada y sus brazos sintieron la necesidad de tocar ese cuerpo.
Zelos le quitó sus prendas, Eros tomó las manos ajenas e hizo que las deslizara desde su pecho hasta su entrepierna, haciendo que el contrario apretara con fuerza mientras él empujaba sus caderas. Zelos frunció un poco su entrecejo, jadeando cada vez que lo hacía.
—Pensé que esto solo lo podían hacer los humanos. —Murmuró entre jadeos, Eros lo desnudo y apreció, deslizando sus manos por sus hombros, sonriendo con cierta perversión pellizcando suavemente su mejilla.
—Los Dioses son complicados, Zelos…—Susurra inclinándose y lamiendo su vientre, pasando su húmeda lengua sobre sus abdominales, dando unas ligeras marcas a su piel mientras degustaba de su sabor.
Zelos jalaba de sus cabellos mientras Eros movía su cintura contra la ajena, sus miembros chocaban los unos con los otros y sus nombres simplemente hacían eco en el lugar, cada que Zelos enterraba sus uñas en su espalda se sentía enloquecer, sin pensarlo más se introdujo en aquel ser, iniciando un fuerte vaivén, pidiendo disculpas en silencio pero no podía parar.
—Preguntaste como un Dios se enamora. —Cuestiona mientras acariciaba su mejilla, haciéndole que le viera a los ojos sin detener sus embestidas. Zelos solo corresponde a la mirada, sus labios se aprietan y enrojecen bajo su nombre. —Solo con una mirada…y con esto… —Se inclina lo suficiente, aspirando su aroma desde su pecho hasta su cuello. —Me haces enloquecer… —Susurra a su oído.
Zelos no resiste, y besa con devoción aquel ser, aquella deidad que siente que le roba más que solo la energía, pensaba en los sentimientos como algo meramente humano, pero Eros le hacía sentir…Lo suficientemente necesitado y ansioso para decir que le ha robado el corazón.
Ambos acaban, Zelos sobre su abdomen y Eros en su interior, la noche aún es larga, silenciosa y solitaria, de eso Zelos estaba seguro, por un momento se siente parte de ésta y se lleva a Eros en medio de la oscuridad, sin molestias puede observarlo, deslizando sus manos por su trasero, apretando y viéndole, él no dice nada, simplemente se da la vuelta y Zelos se acerca a él, introduciéndose en él, moviéndose como Eros le había enseñado, hablando un lenguaje que ellos entendían, deletreando sus sentimientos poco a poco.
Los humanos podrían rezarle a Eros para que los protegiera, para que los cuidara, pero Zelos rezaba a la noche, su vieja amiga para que los bendijera, porque Eros le había hecho tener fé.