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El verdader rey South Park por javithabadeer

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Avanzaba por el pasillo con prisas, él había llegado luego de pedir sus servicios. Se sentía tan emocionado, por fin podría ser quien quería ser. Llevaba sus largos cabellos rubios sueltos, siempre había permitido que creciera, actualmente su melena le llegaba hasta los codos, totalmente lacia y brillante. Usaba un traje común, sin capa, odiaba terminar enganchado en todas las puertas por las capas. Bajó corriendo las escaleras del centro llegando así a la entrada, el mago estaba de pie esperando por él. Se veía poderoso, era alto y de cuerpo fornido, rozando en la gordura, de cabello castaño y ondulado. Usaba una túnica, capa y una larga vara de madera, ¿Concentraría sus poderes ahí? Una vez llegó a su salvador hizo una leve reverencia, el joven mago hizo una más pronunciada para mostrar que era un súbdito de su corona. 

—Mi rey, soy el mago Eric. He venido luego de recibir vuestro mensaje. ¿Cuál es el deseo que tanto anhela su corazón? 

—No es algo de vida o muerte, así que por favor, acompáñeme al salón central donde podrá descansar. Estoy seguro que hizo un arduo viaje para poder llegar a mis tierras.  —Respondió con cortesía mientras le guiaba por el pasillo. 

—Así es, el portal más cercano estaba en Beradona, pero logré conseguir transporte hasta aquí. 

Sus sirvientes prepararon un banquete generoso para el invitado de honor, tomó asiento a la cabeza y el mago a su lado, no bastó mucho para que comenzara a llenar su estomago de las comidas que estaban servidas. Había cerdo, frutas de la estación, vacuno, cordero, cervezas y otras bebidas. Todo brindaba un exquisito aroma, sobre todo el pan recién horneado que invitaba a ser comido. Sonrió mirando a su acompañante, devoraba todo cuanto tomaba, ¿Acaso no comía desde hace días o así era siempre? Uno de sus guardias se ubicó en la puerta, lo miró sonriendo y este sólo alzó una ceja pidiendo casi una explicación del porqué había un mago ahí. 

—Si me disculpa, necesito hacer algo. Ya vengo, disfrute la comida. 

—Muchas gracias, mi rey. 

Se retiró de la mesa caminando hacia las puertas, el caballero vestido de armadura salió primero, lo siguió cerrando las puertas del salón para tener mayor privacidad. Caminaron juntos alejándose un poco para no ser escuchados. Podía oír el sonido de las botas sobre el suelo de mármol. Se detuvo junto a la gran escalera central, se sentó en un peldaño mirando desde ahí a Stan. Este se veía serio, casi enojado. Sus cabellos negros los llevaba ordenados, como siempre, impecable. 

—¿Qué hace él aquí? —Quiso saber con una voz baja, pero no menos irritante. 

—Él, querido Lord Stan, cumplirá mi sueño en realidad. 

—Sabes que este reino jamás ha tenido contacto con los seres no hu... mágicos. —Se corrigió  a sí mismo. —Es el único reino, de hecho.

—El pueblo está bien Stan, yo no cambiaré nada, sólo quiero poder ser yo misma. Poder usar los vestidos que tanto amo, ser llamada reina en vez de rey. Y él, puede poder un hechizo que les haga creer a todos que lo soy. 

—No es correcto. ¿Qué pasa si él se aprovecha? Ya sabes que los mágicos no son de fiar, por eso tus padres cerraron el reino y...

—Y aún así bebieron de la fuente de la eterna vida.—Reprochó levantándose de su silla improvisada. —Es mejor dejar de negar lo que hay en el mundo, Stan. Y no se por qué discuto esto contigo, tú eres sólo mi caballero. 

—Y por eso me preocupo, por ti y las tierras donde vivo. 

Lo miró con molestia, Stan era dos años mayor y se creía con el derecho de poder mandarlo. Se sentía como su hermano mayor, protegiéndolo, pues no necesitaba su protección. Sin decir nada al respecto se marchó, camino de vuelta al salón, abrió las puertas y avanzó hasta su silla de cabecera. Eric descansaba luego de comer tanto, su plato estaba vacío, así como su copa de vino tinto. Se sentó a su lado observando su rostro y gestos. Jamás en su vida había visto a un mago, su reino era uno en el que sólo humanos podían vivir, por lo que nunca había tenido interacción con otros seres. No tenía nada peculiar, sino fueran por su vestimenta, hubiera imaginado que era sólo una campesino más. 

—¿Y bien? ¿Cuál es su deseo?  —Quiso saber sacándolo de su pensamiento. 

—Quiero que pongas un hechizo, que todos crean que su rey es reina. Que no exista kenny, sino, Kennya, la princesa de Andelyus.  

No estaba seguro si él podía hacerlo, debía poder ¿No? era un mago y había oído que era el mejor de todos los que habían cerca de aquellas tierras. Si él podía hacer realidad aquella petición dejaría de sentirse tan prisionero de su cuerpo, no es que no le gustara ser chico, le gustaba su cuerpo de hombre, pero le gustaba usar vestido, ser tratado con amabilidad, mirado con deseo por hombres y no mujeres. Desde que era pequeño siempre que jugaba hacía el papel de la damisela en peligro, amaba eso, amaba ser a quien rescataban, la mujer necesitada de ayuda de un valiente caballero. 

—Oh vaya. —Comentó el mago casi riendo. —Lamento eso, ¿Ese es su mayor anhelo?

—Así es, ¿Por qué? ¿No puedes hacerlo?  

Si él no podía hacerlo lo mataría, era uno de sus más grandes secretos, sólo dos personas lo sabían y eran de su total confianza, ya que, había crecido con ellos en aquel castillo. Pero no dejaría vivir a nadie más que lo supiera, por lo que tenía visto el cuchillo sobre la mesa para enterrarlo en su garganta si se negaba a hacerlo o decía que no podía. Su mano estaba tan cerca de su arma. 

—Claro que puedo. —Respondió sonriendo. —Es bastante simple, creí que me pediría alguna invocación o algo más trabajoso. Pero, para que el hechizo funcione deberé quedarme a vivir aquí, si me voy temo que es posible que la gente pueda romper el hechizo, así que si queremos que funcione deberé establecerme en vuestro reino.

—Oh por supuesto. Mi castillo te acogerá con todo placer, mis sirvientes serán tus sirvientes. Entonces... ¿Nadie sabrá que soy hombre?

—No a menos que tú... usted se los digas. Si usted lo dice, ellos dejarán de tener el hechizo.  

Sonriendo asintió con la cabeza, cerró los ojos disfrutando el placer que le daba saber que podría hacer su sueño. El mago se retiró de la mesa y así se marchó para poder hacer el hechizo. Se levantó de la mesa y caminó por su castillo, para cuando se levantara al día siguiente nadie sabría que era hombre realmente, sería Kennya... 

La reina Kennya de Andelyus. 

 


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