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Lazo Tardío por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Traigo el capítulo final de este short-fic esper les guste.

Saludos a todos los que me aun me leen.

 

 

CAPÍTULO II

REENCUENTRO

 

— No podrás huir toda tu vida de él y lo sabes —El castaño recargaba su cabeza contra la pared mirando hacia el horizonte, imaginando la cara hastiada que solía poner su compañero cada vez que tocaba el tema.

— Pero debo hacerlo, Aioros. — Respondió el omega con las mismas palabras que siempre utilizaban en aquella conversación.

— Si, si por eso es que no vuelves a visitar mi casa y cambiaste de instituto para estar lo más alejado posible de Aioria ¿No? — Aioros se preguntaba que hacía ahí junto a Saga, porque lo había seguido cuando le anunció que cambiaría de instituto, pero luego recordaba que no podía dejar solo a su amigo atravesando aquella situación.

Porque aunque Saga no lo admitiera él sabía lo mucho que su hermano pequeño estaba presente en su mente, en algún momento debería enfrentarlo aunque él no lo quisiese, porque conocía lo obstinado que podía ser su hermano menor, lo mucho que había cambiado luego de ese año que se marcharon de su ciudad, veía la determinación en sus ojos que llegaba a ser algo lo cual Saga debería temer.

— ¿Él… él ha preguntado por mí? — Saga mantenía su mirada en el horizonte mientras una brisa de primavera hacía mecer sus largos cabellos mientras una ligera esencia a cedro se colaba por su nariz trayendo nuevamente la imagen de Aioria a sus pensamientos.

— Trata de no hacerlo, pero es bastante malo en ello— soltó el castaño entre risas — no debería decirte esto, Aioria se siente culpable… —

— Espera… ¿Culpable de qué? Él no tiene la culpa de nada —respondió el gemelo ganándose la atención de su compañero.

— Lo sé, se lo he dicho muchas veces, cuando “aquel incidente” ocurrió Aioria no entendía mucho lo que sucedía, hasta ese momento no estaba del todo consiente de su situación de alfa y cuando aquello pasó, creyó que lo odiabas por su reacción y que por eso te marchaste — concluyó el alpha.

— Yo… no lo odio Aioros, pero no puedo estar con él— terminó de hablar Saga mientras daba media vuelta y salía por la puerta más cercana.

Aioros ya estaba acostumbrado a esa reacción, sabía que Saga sólo huía cuando no deseaba enfrentarse a algo, rodó sus ojos por enésima vez por la situación, el castaño había comprendido que era mejor dejarlo sólo en esas ocasiones porque sabía que por mucho que Saga huyera y corriera hasta el rincón más recóndito del planeta, jamás podría huir de sí mismo y lo que guardaba en su interior.

 

***°***°***°***

—Bueno chicos es un placer conocerlos a todos. Él es Saga, y yo Aioros, somos los delegados Arquitectura de tercer año, gracias por venir a la reunión — Aioros era quien hablaba siempre en esas bienvenidas, porque él había sido quien lo había arrastrado a ser delgado debido a su insistencia, si fuese por Saga estaría en su habitación recluido leyendo algún libro o viendo quizás una serie en ese día tan frío.

Pero no, se encontraba en un bar dando una fiesta de bienvenidos a los chicos de primer año que habían ingresado, además de sus otros compañeros de carrera que se quisieron unir a la celebración. Había una razón por la cual no le gustaba ese tipo de fiestas, si, estaba el hecho de que no le interesaba en gran medida socializar, si no que las fiestas organizadas por la carrera eran consideradas legendarias por el nivel de exigencia, aguante y resistencia al alcohol que se debía tener, además de la perdida de la vergüenza por los juegos que su muy querido y a veces odiado mejor amigo se le ocurrían.

El de cabellera azulada escuchó a lo lejos gritar un “brindis” seguido por el golpeteo de los vasos llenos de cerveza, y por mucho que quisiese huir del desenlace que aquello traía, sabía que del dolor de cabeza al día siguiente no podría escapar, no cuando tenía un amigo demasiado insistente que cuando comenzaba a ver era capaz de poner un vaso a la fuerza en tu boca.

Saga suspiró en ese momento recordando lo mucho que odiaba a Aioros en ocasiones.

Los vasos eran llenados a medida que se iban vaciando, las caras enrojecidas hacían acto de presencia tanto por el alcohol como los juegos reveladores y/o con retos que realizaban para romper el hielo; por su parte Saga era uno de ellos también sintiendo el peso de los cinco vasos que llevaba en el cuerpo sobre sus parpados y en el hormigueo que sentía sobre su piel.

— Aioros, creo que me marcharé por hoy — Intentaba con todas sus fuerzas mantener la normalidad en su voz, sabía que su amigo aún se mantenía en buen estado y aun no tenía ni un indicio de querer marcharse.

— Vamos, te llevaré a casa— respondió mientras hacía un puchero con su boca.

— Descuida, estoy bien puedo llegar sólo, además sé que no te quieres marchar— Saga observó la cara de su mejor amigo volver a iluminarse mientras el rodaba los ojos por su poca disimulación.

— Nos vemos mañana, llámame si no doy señales de vida a medio día— habló el castaño mostrando sus dientes blancos en una enorme sonrisa.

— si, si… sólo no hagas sufrir a ninguna de la nuevas, don Juan — concluyó el omega burlándose del castaño mientras abandonaba el local.

Saga lo sabía, sabía que debió haber llevado algo más abrigado, las calles eran frías, la risa de los jóvenes que se encontraban celebrando se acumulaban en las calles, chicos tambaleantes, otros ayudando a levantarse a aquellos que sucumbieron por los estragos del alcohol.

Iba solo por las calles apurando el paso para poder llegar lo más rápido a su cama, pero algo en el aire lo detuvo, un olor que recordaba no haber olido hace más de seis años, esas notas de cedro, café y campos de lavanda, su corazón se aceleró y tal como lo había estado haciendo desde la primera vez que lo sintió huyó en la dirección contraria a la que percibía el olor. El frío se había marchado, su corazón latía fuerte no sabía bien si por el tornado de emociones que sentía dentro de él o por la carrera que estaba llevando.

El olor no lo dejaba, parecía haberse adherido a su nariz, mareándolo, provocándolo, beber alcohol ese día había sido una pésima idea, no, la pésima idea había sido salir de su casa esa noche, el mareo no pudo más, sus piernas se cansaron y dio con sus rodillas al suelo mientras que con su mano presionaba su boca en un intento de no botar aquello que había bebido y comido.

Sintió su peso ser levantado, sintió su cuerpo ser quemado donde las manos que la figura frente a él tocaban, no entendía lo que decía, no podía escuchar claramente su voz, ni tampoco ver bien su rostro, sólo aquella silueta borrosa que era un poco más alta que él, sus piernas se movían solas mientras que caminaba en una marcha lenta hacía un destino desconocido, junto a un extraño que no sabía bien a ciencia cierta si era quien creía que era, ya que su nariz se encontraba inmersa en una bruma sensitiva sin poder saber bien si era el mismo olor del cual huía.

Saga sabía que caminó un buen tramo, también que había subido por un ascensor, también sabía que ya había llegado hacía un destino a pesar de no saber de cual se trataba realmente. Saga dejó de sentir el calor y la cercanía del otro cuando fue lanzado contra una mullida cama, para luego volverlo a sentir con más intensidad cuando este se posicionó sobre él frotándose con descaro contra su cuerpo, sentía el calor salir por cada parte de su cuerpo, su cabellos pegarse a su piel, al igual que su ropa comenzar a humedecerse por el calor que sentía, Saga sentía unos gruñidos un presión sobre su nunca que no sabía de qué se trataba y que realmente no le importaba mientras que aquella persona siguiera manoseando su cuerpo.

Luego de eso escuchó un gruñido más fuerte, un grito, sintió el abandono del otro cuerpo y tras aquello un pinchazo en su brazo y una puerta cerrarse con fuerza.

Lo siguiente que sintió fue respiración normalizarse, al igual que su temperatura, aquel fuego que nacía de su interior ser amagado y la pesadez en sus párpados obligarlo a caer rendido en un sueño profundo.

 

***°***°***°***°***

 

Saga podía sentir un fuerte dolor de cabeza, uno de los más horribles que pudiese recordar, sintió además el sonido de una televisión sonando a lo lejos y el vibrar de su celular dentro de su bolsillo constantemente y sin abrir los ojos, tratando de ignorar el taladreo en su cabeza contestó.

— ¡Hey, se suponía que tu ibas a hablarme a medio día si no daba señales de vida, no al revés! — La voz de su amigo era un ladrido de aquellos perros pequeños que tanto le molestaban en esos momentos y sabía que al igual que con los perros sabía que los ladridos de Aioros no acabarían hasta que le dieran explicaciones.

— Te escribí temprano y no respondiste ¿Tan mal te dejó la pequeña fiesta de anoche? — rio con malicia el moreno.

— Aioros, no sé dónde estoy, ni quien me trajo — Fue lo único que pudo decir en ese momento buscando ser lo más claro posible para evitar de hablar de más.

— ¡Idiota, como no lo sabes! Dime dónde estás, iré por ti ahora y…— la llamada fue cortada cuando su celular se le fue arrebatado.

Saga iba protestar hasta que vió aquella mirada verdosa la cual llevaba años sin ver, sintió algo en su interior quebrarse por la forma en que aquellos ojos se dirigían a él, no eran los mismos que vio por última vez, no eran aquellos inocentes ojos llenos de cariño que iban dirigidos a él, ya  no. El gemelo pasó saliva con dificultad mientras veía algunas de las borrosas imágenes de la noche anterior, de su carrera por las calles, de aquel sujeto que lo había llevado hacía algún lado, su cuerpo siento friccionado por lo del otro y tras aquello lo primero que hizo fue alejarse del menor y llevar su mano hasta su nuca, aliviándose al solo sentir su piel lisa en ella.

— Quiero ahorrarme la discusión con mi hermano— habló aquel chico de mirada verdosa frente a él.

— Y descuida, no ocurrió nada anoche — dijo con frialdad el castaño — anoche estaba en la fiesta de bienvenida de mi universidad y sentí un aroma , me levanté y lo seguí, ya sabes de eso… estúpidos instintos de alfa, cuando te alcancé estabas de rodillas contra el suelo, te traje al departamento que comparto con compañeros y te inyecté un supresor, sólo eso — dijo el menor mirando directo a Saga causando un poco de incomodidad por sus palabras, por la distancia y aquel sentimiento de sentir que hablaba con un desconocido.

Saga cayó por unos momentos y miró con detenimiento a quien estaba frente a él, cabellos castaños claros y ondulados, ojos verdes y pequeños, cejas más gruesas, una mandíbula fuerte con barba de algunos días sin afeitar y rasgos más definidos y angulosos, Aioria había cambiado mucho en ese tiempo, demasiado a sus ojos, lo único que quedaba en aquel pequeño que conoció era ese color verde esmeralda en sus pupilas pero que ahora transmitían otro sentimiento.

Al seguir mirando notó otra cosa, en su brazo vio varias marcas de dientes profundas, algunas con sangre aun seca, otras adornadas de colores morados y verdosos difuminándose en su piel morena.

Por instinto Saga fue a tomar aquel brazo pero cuando apenas logró tocarlo fue retirado bruscamente de su alcance, sintiendo nuevamente una pesadez sobre su pecho y una involuntaria humedad cubriendo sus ojos.

— Gracias por lo de anoche…Aio...ria, es hora de que me vaya — concluyó, Saga no podía más con ese sentimiento, sentía que todo aquello que se obligó suprimir hace seis años atrás desbordarían en cualquier minuto.

No esperó una respuesta, se levantó de la cama rápidamente, se dio cuenta que aún llevaba puesta su ropa y zapatillas lo cual agilizaba el proceso de salir de ese lugar y tras tomar de entre los dedos del castaño su celular abandonó la casa de Aioria.

Bajó en el ascensor con exaspero, sintiendo que se demoraba demasiado para su gusto, y al cruzar por las puertas de la entrada del edificio comenzó con una caminata rápida, sintiendo que su corazón no dejaba aquel sentimiento y mientras más intentaba brotar de su pecho su velocidad aumentaba, no podía hacer nada contra aquello y cuando las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos ya se encontraba corriendo con todo lo que sus pies le daban hasta su hogar.

Cuando llegó a la entrada de su casa notó la figura de un castaño mirándolo con muy mala cara pero que cambió a una sorprendida cuando notó su aspecto, aquellos ojos enrojecidos he hinchados, sus cabellos azules enmarañados, su ropa desordenada y arrugada y aquella aura desamparada que jamás creería que vería en su mejor amigo.

— ¿Saga estás bien? ¿Alguien te hizo algo?— el castaño se acercó a su amigo revisándolo minuciosamente buscando, golpes, heridas, moretones y entre sus peores miedos alguna mordida sin encontrar nada.

— No, nada, anoche cuando volvía a casa me sentí mareado, perdí algo de conciencia alguien me ayudó y eso es todo, Aioros— respondió, sabía que le mentía, pero no estaba preparado para hablar de Aioria, no quería hacerlo, al igual como había estado evitando hablar de él durante esos seis años.

— Saga sé que no me estas…— los reclamos del sagitariano fueron acalladas.

— Aioros, sólo eso ocurrió, nada más. — declaró tajante, sabía que Aioros no se tragaría eso, sabía que estaba mintiendo pero quizás no era el momento para hablar de ellos y con un asentimiento soltó a su amigo para que ambos pudiesen ingresar al hogar de saga.

 

***°***°***°***°***

 

Aioros había estado con cara de pocos amigos todo ese día de clases, todos sus compañeros se habían alejado de él, excepto Saga que buscaba cambiar aquel humor de perros del castaño fallando en cada ocasión. Cuando dijo que faltaría a la última clase de la tarde para el geminiano fue extraño y sabía que tramaba algo y tras despedirse de él y seguido de su extrema curiosidad por enterarse de lo que ocultaba su amigo lo siguió.

Había abandonado el campus hasta llegar a una plazuela cercana y cuando vio quien era la persona con la que Aioros se iba ajuntar supo que había sido mala idea seguirlo, aquel cabello castaño más claro que el de su hermano mayor, aquel rostro que compartían la misma nariz y forma de la boca con la del otro lo esperaba sentado en una banca.

— Me pareció extraño que me llamaras de improviso, Aioros ¿Qué sucede? — Aioria lo miraba algo intrigado, tanto por la repentina llamada de su hermano como con el rostro que lo miraba.

— ¿Qué sucedió el sábado pasado por la noche, Aioria? — preguntó en un tono frío, poco habitual en el castaño mayor.

— Vaya… así que te contó — contestó molesto el menor de los hermanos.

— No, pero fue difícil ignorarlo cuando toda su ropa y cabellos tenían tu olor impregnados — la charla entre los hermanos se había vuelto tensa y Saga alcanzaba a escucharla escondido tras uno de los árboles de plaza.

— Nada ocurrió, lo encontré ebrio, lo llevé a casa, sus feromonas se alborotaron resistí morderlo, inyecté un supresor y al otro día se marchó, sólo eso— El moreno levantó su brazo que aun conservaba alguna de las heridas que se encontraban cicatrizando.

— ¿Cuándo terminarás con tu orgullo y hablaras con él? — La voz del mayor había subido un poco más de intensidad y algunos gruñidos se colaban de ella.

— ¿Orgullo? — preguntó mientras reía— esto no es por orgullo, me rendí Aioros, no quiero saber nada de él y mucho menos compartir algo con Saga, no pretendo perder mi tiempo — aquella sarcástica risa se había acabado dando pasado a una voz iracunda que comenzaba a subir de tono al igual que su hermano mayor.

— Dices que te rendiste, pero sólo eres un niñito cobarde incapaz de enfrentarlo y lo sabes, no puedes rendirte cuando jamás lo intentaste — la distancia entre ambos hombres se acortaba, mientras que la tensión aumentaba en cada momento, Saga sabía que las cosas no terminarían bien si Aioros continuaba hablando.

— ¿Que sabes tú? Él me rechazó, él fue el que huyó, corrió cuando yo apenas era un niño que no entendía lo que pasaba, me hizo sentir que yo fui el culpable, sintiendo hasta odio por mí mismo, pero ya no más, si fuese por mí jamás lo hubiese escogido como destin…— la palabra no llegó a ser dicha por un puñetazo que fue a dar directo a su boca.

El cuerpo de Aioria fue a dar al suelo mientras sus ojos se veían sorprendidos frente a su hermano mayor. Un sabor metálico había llenado su boca mientras sentía como un líquido tibio abandonaba la comisura de sus labios, no pudo moverse o responder, el shock que le producía ser golpeado por su propio hermano no lo dejaba articular alguna palabra como queja.

— Lo sé, porque mi primer amor fue robado por apenas un niño mimado, que no luchó, que se hundió en su miseria y en el “pobre Aioria” abandonado y se quedó sentado lamentándose a sí mismo, tú al menos tenías alguna esperanza, yo la perdí aquel día — los voz del sagitariano ya estaba gritando, casi raspando sus cuerdas vocales a un impávido Aioria que lo miraba desde el suelo sin atreverse si quiera a pestañar.

— Creí… que si eras tú estaba bien, que si las dos personas que más amo estaban juntas estaría bien, podría aceptarlo, pero entre un idiota escurridizo y un mocoso lleno de orgullo mi paciencia se agotó. — una pequeña película acuosa cubrió los ojos del mayor a medida que su voz comenzaba a disminuir.

— Si no harás nada Aioria, será mejor que te alejes de su vida…— fue lo último que escuchó del cabellos castaños oscuros cuando se marchó.

— ¡Sal, él ya se fue! — gritó el leonino alto, dando paso a un chico de caballera azul que salía de su escondite tras el árbol y se acercaba al chico tirado en el suelo.

— ¿Cómo supiste que estaba acá?— Saga sacó de su mochila un paquete de pañuelos, con los que comenzó limpiar el rastro de sangre que aún se mantenía en la boca y barbilla del alpha apaleado.

— Porque había un intenso olor a frutas que no venía desde Aioros— contestó. — Deja de hacer ese rostro, fue a mí a quien mi hermano sermoneó y golpeó — en su voz no había molestia, una de las manos de Aioria se acercó al rostro de Saga quitando aquella escurridiza lágrima que se escapó de su lagrimar derecho.

— ¿Quieres ir a comer algo mientras hablamos? — el gemelo había mirado directo a esos ojos verdes color esmeralda encontrando en ellos nuevamente aquel destello con el que los recordaba.

— Está bien, vamos — respondió el menor con una ligera curvatura en sus labios mientras era ayudado a levantarse por Saga.

 

***°***°***°***°***

 

— ¿Recuérdame por qué mamá te mandó a vivir conmigo? — La cara del mayor de los hermanos lucía hastiada mientras miraba su hermano tendido en el sofá.

— Para mantenerte vigilado — respondió con simpleza a la pregunta. — ¿Cuándo dejaste de ser el hermano mayor que se esforzaba en ser el héroe? —

— Cuando aquel lindo niño se transformó en un grandulón de bolas peludas— dijo el sagitariano entre risas mientras recibía un golpe sobre su brazo.

— Saga dijo que vendría más tarde y se quedaría para que avanzaran con su proyecto — el menor lo dijo sin tomarle peso a sus palabras, ignorando el hecho de que su hermano no sabía que ellos habían comenzado a hablar más seguido desde hace dos meses.

— ¿Qué está sucediendo? — el sagitariano entrecerraba los ojos de manera inquisidora, el león por su boca había contado algo que no debía pero era muy tarde para retractarse.

— Emm… nada, bueno si, pero no es eso — balbuceaba Aioria mientras dirigía su mirada hacia otro lado evitando la de su hermano — hace dos meses Saga y yo hemos comenzado a llevar una relación de cordialidad por así decirlo… hablamos de algunas cosas, nos dijimos otras, me contó sobre que él realmente no sabe si quiere algún tipo de relación y no sabe cómo llevar una porque ha huido toda su vida de eso y bueno… le respondí que yo tampoco sabía del todo que es lo que quería así que…—

— Así que…— invitó a proseguir el castaño más alto.

— Así que decidimos ser amigos, ya sabes salir, hablar, lo he acompañado a comprar algunas cosas para la universidad y él a mí, bueno eso… ¡Hey! ¿A dónde vas? —Preguntó mientras veía a su hermano agarrar algunas de sus cosas una mochila, una chaqueta y las llaves del departamento.

— Saldré a procesar esto, o terminaré golpeándote a ti por no decir nada y a Saga cuando llegue por ocultarlo, nos vemos mañana — se despidió con una sonrisa algo tenebrosa.

Aioria sólo rodó los ojos como siempre lo hacía cuando su hermano dramatizaba las cosas.

Luego de tres hora y en medio de un película el timbre sonó, su hermano aún no había vuelto y tampoco había devuelto sus llamadas, cuando marcó por quinta vez desistió y pensó que era mejor dejar Aioros solo por el momento, lo conocía y seguramente debía estar en casa de algún amigo o en algún bar.

— Hola Aioria, le escribí un mensaje a Aioros que vendría y me respondió con un emoji de la mano levantando el dedo medio ¿Está? — Saga entró al departamento que los hermanos comenzaron a compartir desde hace un mes y que Saga sentía como su segunda casa por todas las veces que se había ido a quedar ahí.

— Salió hace casi tres horas y aún no ha vuelto —

— Ese idiota… le dije que vendría este fin de semana para avanzar con el proyecto— Aioria no quiso revelar las razones de la salida de su hermano mayor, no cuando él fue el principal culpable de eso.

Saga iba a esperar a que Aioros llegara, había dejado sus cosas en la habitación de su mejor amigo y tras un usual silencio incomodo que se formaba entre ambos chicos habían decido comenzar a preparar las cosas que había traído para la cena, que para la buena suerte de Aioria se trataba de pizza.

Cada vez que compartían ellos solos se formaba algo parecido, al principio aquel sentimiento de incomodidad de no saber que decir para luego romper el hielo y ser una muy buena compañía para el otro, hablaban de su día mientras lavaban las verduras, bromeaban entre ellos mientras otro picaba los ingredientes, Aioria de paso manchaba la cara de Saga con la salsa de tomate y Saga a modo de venganza hacía lo mismo con la cara y la ropa del menor entre risas.

Cuando ya todo estaba dentro del horno seguían manteniéndose en guardia frente a los movimientos del otro para finalizar riendo y yendo a lavar sus caras y cambiar sus ropas.

Aioria fue el primero en salir de su habitación con un pijama corto, un short y camiseta holgada y vio la comida dentro del horno asegurándose de que nada se estuviese quemando, colocó los vasos, cubiertos y platos en la pequeña mesa que estaba frente a la televisión y comenzó a cargar la película que ese día verían.

Aioria sintió un molestar nacer desde la boca de su estómago cuando vio a Saga salir de la habitación de Aioros utilizando una de las camisetas de dormir de su hermano, no le agradaba la sensación, es más la detestaba, pero respirando hondo y distrayendo su mirada hacía el horno intentó calmar aquellos malos pensamientos.

La película iba andando, los superhéroes comenzaban un pelean intensa buscando salvar el planeta, ambos chicos comían trozos de pizza entre alguno que otro comentario sobre la película, las latas de cerveza se iban amontonando a un costado de la mesa mientras que el sonido de una lata abriéndose acompañaba los golpes entre hombres dentro de la pantalla.

Saga sentía ameno esos momentos, Aioria se había trasformado en un gran amigo, aunque todo no se había resuelto entre ellos, sabían de sobra que eso era así, no podían escapar al hecho de que un lazo los unía, el de un alpha y omega destinado, saga se replanteó ese hecho y que quizás, sólo quizás aquello sólo era una leyenda.

El mayor miró el brazo de Aioria levantarse para beber un trago de cerveza y pudo notar las cicatrices que quedaron en su brazos fibroso, las decoloraciones notorias contrastando con su piel morena. El geminiano alargó su mano hasta palpar su brazo sintiendo como la piel se tensaba y erizaba bajo su tacto, con sus dedos delineó cada marca contando un total de cuatro marcas de dientes perfectamente formadas y algo en su interior no se sintió bien.

— Aioria, lo siento — dijo con su mirada enfocada en aquellas marcas — por esto, por cómo te hice sentir, aquel día que hablamos no lo dije, pero quiero pedirte perdón, por haber huido y dejar que creyeras que todo había sido tu culpa, fui un cobarde, un egoísta en pensar que nada debía interponerse en lo que deseaba aunque eso lastimara a otros…de verdad lo siento—

— Recuerdo… recuerdo haber llorado mucho, recuerdo haberme detestado por un tiempo, sentí rabia conmigo mismo y que me recordaran que era un alpha me causaba desagrado e ira, cuando comencé  acrecer sentí un sentimiento de abandono y no sabía a qué atribuirlo así que sólo lo enfoqué a ti, en detestarte, haciendo que mi mente te viera como la pero persona con la que me pudiese topar, pero si te soy sincero… en el fondo sabía que era una farsa porque jamás podría odiarte, Saga— la mano del león se posó sobre la de Saga, Aioria ya no era un niño, lo sabía por esa gran mano con yemas ásperas sobre la de él.

Sus miradas se encontraron mientras al fondo se escuchaba el sonido de explosiones proveniente desde la película, había algo que ambos también lamentaban en silencio, no haber sentido la cercanía entre ellos un poco más como aquel día en el cuarto de Aioros, sus rostros se acercaron el uno al otro, sus alientos se entremezclaban hasta que unieron sus labios, sintiendo el sabor amargo de la cerveza desde la boca del otro, Saga sintió un hormigueo en toda su boca y por su parte Aioria sentía que el piso se volvía inestable, pero deseaba más, aunque fuese codicioso quería más de aquello que se había negado así mismo por más de seis años.

Le lengua del menor se adentró explorando aún más terreno empujando en el proceso la espalda de Saga contra el respaldo del sillón, sentían el interior del otro sofocarse por dentro, deportante sensaciones que los dos chicos creían haber abandonado por completo renacer desde sus entrañas y florecer por completo.

Un fuerte sonido provocado por la guerra dentro de la película los obligó a separarse asustados, ambos con su respiración entrecortada y sus caras de asombro por haber hecho lo que hace años habían dejado inconcluso.

— Eso fue…— la voz del castaño buscó romper la tensión que se había generado entre ambos trayendo a flote lo único que su mente procesaba en ese momento — increíble — concluyó.

— Lo fue — respondió el mayor sintiendo sus fosas nasales llenarse del aroma de Aioria.

— Creo que deberíamos seguir viendo la película— propuso el gemelo obteniendo un asentimiento mudo por parte del menor que giró su rostro casi de manera robótica hasta las imágenes en la pantalla.

La película seguía, todo dejaba esa extraña tensión para volverse un ambiente demasiado cálido y agradable para ambos, el meñique de Saga con sigilo envolvió el meñique de Aioria y frente a esto el león entrelazó completamente su mano con la de Saga, sintiendo aquel sentimiento de vacío que había comenzado desde hace seis años desapareciendo poco a poco.

FIN

 

 

 

 


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