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Feliz Día. por Akatsuki-san

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-Ya sabes que es lo que le obsequiaras Hotaru.-


El pequeño niño de cabellos negros miro a su alrededor tratando de mirar todo al mismo tiempo, cosa que era imposible.


-Aún tenemos tiempo antes de ir a casa, podremos ver algunas tiendas más para que elijas algo.-


-¡Si!-


Él pequeño asintió tomando la mano que se le ofrecía y le regaló una gran sonrisa mostrando sus mejillas coloradas por la emoción.


Ambos caminaron por los pasillos del centro comercial que se encontraban más llenos de lo habitual por la fecha. Miraron los aparadores y vitrinas para asegurarse de no pasar desapercibido ningún posible regalo, pero el niño solo negaba a cada cosa que se mostraban a sus ojos.


-Hotaru; debemos irnos dentro de una hora, ¿Aún no decides que regalarle?-


El pequeño se llevó su pulgar a la boca y mordió ligeramente la punta de su yema, clara señal de estar nervioso.


Renji soltó un suspiro y se inclinó a la altura de su hijo.


-Sabes, no necesitas pensarlo tanto. Él estará feliz con cualquier cosa que decidas darle. Y eso es porqué tú se lo obsequiaras.-


Renji tomo al niño y lo cargo acomodándolo en su cadera. Por el momento no habría problema en cargarlo, pero estaba creciendo rápido y dentro de unos meses le sería difícil por no decir restringido hacerlo.


-Sabes… tal vez el regalo que buscamos no está aquí.-


-¿A no?-


-Así es; por qué no vamos a un lugar diferente; estoy seguro de que encontraras algo que llamará tu atención y sea el objeto indicado.-


El pequeño recargo su cabecita en el hombro del pelirrojo y rodeo su cuello con sus bracitos mientras se dirigían a tomar un taxi.


Los ojos de su hijo eran enormes y brillosos mientras observaban lo que había delante de él.


Era emoción pura la que brotaba de su infantil rostro al observar a tantas personas reunidas en un solo callejón, había tantos colores, sonidos, voces que a cualquier parte que sus ojos pardos vieran encontraría alegría.


Desde personas que gritaban mucho o niños que corrían siendo regañados por sus madres o personas que le ofrecían infinidad de objetos, prendas y alimentos.


Nunca había visto algo como esto en su pequeña y corta vida, era tan diferente a los que estaba acostumbrado que no sabia como reaccionar o moverse. Simplemente no sabía cómo era moverse en este entorno.


Un pequeño movimiento en su hombro le hizo virar hacía su madre quien lo miro con una sonrisa de oreja a oreja.


-Sabía que te gustaría esto. Es más divertido esto que estar en aquel centro comercial ¿verdad?-


El niño asintió de manera muy entusiasta. Claro que le gustaba más esto que aquello, aquí podía percibir un ambiente completamente distinto al que desprendía aquel edificio de grandes pisos y cristales.


-Bien. Voy a bajarte y no quiero que sueltes mi mano ni por un segundo ¿Entiendes? Si algo te gusta me dices, no podremos ver todas las tiendas por el tiempo, pero te prometo que te traeré otra vez si te portas bien.-


Comenzaron a caminar mientras esquivaban a los demás compradores y comerciantes ambulantes que había.


No faltó la persona que le ofreció desde especias, hasta el que te daba la oferta del tres por dos en veneno para moscas, cucarachas y ratas.


Otros puestos, ofrecieron desde frutas tropicales importadas y aún precio más accesible, carnes rojas y blancas, trastes, juguetes, ropa y joyas.


Renji podía ver en la mirada de su hijo que ahora definitivamente no sabía que escoger. Tal vez no fue buena idea traerlo o al menos no con el tiempo pisándoles los talones. Así pasaron los minutos y solo faltaban diez minutos antes de irse.


-Cariño, es hora de irnos.-


-¿Pero por qué?-


-Se nos hará tarde; sabes que tenemos que estar antes de las cuatro, hemos estado afuera desde la mañana recorriendo las tiendas, pero parece ser que hoy no es nuestro día de suerte.-


-Pero no le compre nada.-


La voz de su hijo salió más débil y algo quebrada mientras trataba de no llorar frente a su mamá. Renji se agacho nuevamente para abrazar al niño y pasar sus dedos a esa obstinadas lagrimas que poco a poco se le acumulaban en sus ojitos.


-Tal vez si nos vamos ahora nos de tiempo de hacer uno de sus platillos favoritos, dejare que me ayudes y se lo podrás obsequiar.-


El niño solo asintió algo desanimado mientras hacia sus manitas puño y se aferraba al suéter de Renji.


Ambos iban caminando en un silencio algo incómodo ya que el más pequeño estaba lidiando con la tristeza de no haber encontrado nada; y es que, su regalo debía de ser perfecto. Quería darle algo que realmente le gustara mucho.


Renji están haciéndole la señal al taxista cuando sintió la mano de su hijo desprenderse de la suya y solo volteo lo suficientemente rápido para ver a su niño corriendo entre la multitud de gente que había.


No supo ni en qué momento él también se encontraba corriendo y tratando de sobrepasar a las personas que iban y venían en ambos sentidos.


La boca la sentía seca, un nudo enorme le impedía hablar y su corazón latía con fuerza al no ver rastro de su pequeño. Unas inmensas ganas llorar lo embargaron. Estaba a pocos segundos de entrar en un ataque de pánico combinado con uno de histeria cuando escucho su tierna e infantil voz.


Simplemente corrió más rápido y lo vio ahí junto a un señor más grande de edad que parecía estar algo confundido por los que el niño le pedía.


Hotaru se sobresaltó cuando sintió que alguien lo jalaba hacia atrás pero enseguida reconoció el aroma y calidez de su madre.


Renji por fin sintió libre su garganta, pero el miedo no lo abandonó y no lo haría en un buen rato. Sus ojos se llenaron de lágrimas con provecho y abrazo a su hijo con fuerza contra su pecho mientras su cuerpo se estremecía con los temblores. Jamás había sentido un miedo tan profundo y arraigado como este.


Sentía las inmensas ganas gritarle a su hijo por su acción, pero no quería decir algo que lamentara después, ya que había ocasiones en las que uno solía hablar de más cuando se encontraban alterados o enojados y él no quería eso par su pequeño.


-Por favor no vuelvas a correr así, ni irte de mi lado sin avisar. Por favor no lo hagas.-


Su vos estaba tan quebrada por el llanto mal contenido que era algo difícil entender lo que el pelirrojo decía.


-Se encuentra mejor jovencito, hay una cafetería por allá para que se pueda sentar.-


Renji se levantó del suelo con algo de ayuda, sentía sus piernas como gelatina y extrañamente un cansancio bastante grande como para poder dormirse todo lo que restaba de la tarde y no despertarse hasta el día siguiente.


El señor fue muy amable en acompañarlo hasta el pequeño local donde por fin pudo vaciar sus nervios por el retrete. Jamás, nunca, definitivamente jamás de los jamases quería volver a pasar por algo hacía en su vida o terminaría en una camilla rumbo al hospital por un ataque al corazón.


Hotaru sólo observó en silencio a su madre inclinado en el retrete mientras vomitaba.


Luego, salieron ambos del baño y se sentaron un rato en compañía del señor que al parecer se encontraba algo nervios también.


-¿Todo bien?-


-Sí, gracias y lamento las molestias. En verdad los siento mucho y le agradezco que nos acompañará hasta acá.-


El pelirrojo hizo una inclinación y el pequeño lo imitó. Su madre no se inclinaría si no fuera necesario, hacía que él también lo haría.


-No se preocupe, yo también tuve hijos en algún momento y se que parecen diablos cuando los sacan a la calle.-


Renji sonrió con agradecimiento y modestia.


Miro el reloj en su muñeca y vio que ya era una hora más tarde de lo establecido. Suspiro algo cansado, aún no sentía que la fuerza regresará a sus piernas como para caminar hasta la parada; tendrían que esperar un rato más antes de poder irse a casa.


-Mami.-


-Sí cariño.-


-Quiero eso.-


-Hum.-


Renji miro hacia donde su hijo apunta y sus ojos rápidamente captaron a lo que se refería.


El señor llevaba consigo un bello Haori blanco que se iba degradado en plata y azul, en la parte inferior tenía unos bellos peces Koi delicadamente pintados a mano. La pieza era en si hermosa y exquisita sin duda alguna sería algo que “él” se pondría.


La conversación del niño y el adulto lo saco de sus critica.


-¿Realmente lo quieres?-


-Si por favor.-


-¡Hotaru! Eso no está a la venta.-


-Pero…-


-¡Basta!-


En ocasiones tenía que ser firme con su hijo y dar sea respetar tanto el cómo su palabra, no esperaba que el niño entendiera todo a su corta edad, pero por el momento el daba su mejor esfuerzo en su crianza.


-Descuide, yo no tengo ningún problema en obsequiárselo.-


-No, mi hijo no lo decía enserio. Además, no veo el motivo por el cual usted querría deshacerse dela prenda, sin ofender. Usted ya ha hecho mucho por nosotros el día de hoy.-


-No se preocupe, realmente no me molesta dársela al niño, al menos el cree que puede darle un mejor uso, yo solo use esto una vez. Ahora mismo la llevaba a un puesto de un conocido para que la vendiera.-


-Si es así, permítame pagar por ella. Seria lo justo.-


-¡Mamá!-


-Guarda silencio Hotaru porqué sigo molesto contigo..


Apunto estuvo de rebatir a su madre cuando este lo miro con aquella mirada de “Le diré a tu padre si no te comportas.”  El pequeño inflo las mejillas e hizo morritos por un rato mientras su madre terminaba a de hablar con el abuelito.


-Yo no…-


-Por favor, acepte la paga… me sentiré mal y en deuda si no lo hace.-


-Entiendo.-


Un tirón a su suéter le indico que su hijo demandaba su atención, así que mientras buscaba su cartera el niño expreso sus deseos. 


-Mamá, yo quiero pagar.-


Renji le termino dando el dinero a su hijo quién luego se lo dio al señor al mismo tiempo que le daba el Haori al pelirrojo.


El señor se fue unos minutos más tarde, pero ellos se quedaron un rato más. Renji observó a su hijo comer con ganas un gran trozo de pie de limón. Las mejillas llenas de dulce y el brillo en esos ojos que eran iguales a los de él, pero a su vez tan diferentes.


Se inclinó y beso los suaves cabellos de la nuca, inhaló el aroma a bebé que un desprendía. Su hijo estaba creciendo tan bien como el podía esperar de si.


-Vamos a casa Hotaru.-


-¡Si!-


Ambos llegaron a punto de dar las seis y media, lo que era por mucho un sobrepasó a la hora.


Renji sintió todo su cuerpo descansar cuando atravesó el gran portón de su casa, miro a Hotaru correr hacia la puerta de su hogar con el regalo encima de su cabecita. Tan feliz e inconsciente del gran susto que le dio horas antes.  


Niños…


La puerta se abrió antes de que llegara a girar de la perilla y unos brazos alzaron al pequeño que se colgó como un marsupial al cuello de su padre.


-¡Papá!-


-Hotaru.-


Una voz grave y profunda pronuncio el nombre de su hijo.


-¡Feliz día Papá!-


Byakuya sonrió con una de esas pocas sonrisas que solo de daba a su hijo y a su esposo. Se sintió algo extraño por no decir solitario al entrar a su casa y no ser recibido por lo gritos de su esposo e hijo de tres años que solían correr por toda la sala tratando de ordenar el tiradero de juguetes que este último dejaba.


Pero las pocas veces que no era recibido de esa forma le eran algo amargas.


-Gracias hijo. ¿Tú o has elegido?-


-¡Si! Y yo lo pague.-


Byakuya arqueo una ceja y miro a su esposo que solo le hizo una señal con la cabeza para que esté le siguiera la corriente.


-Ya veo, supongo que ya no gastas tu mesada y los domingos en dulces.-


Las mejillas del pequeño se pusieron rojas en un santiamén mientras retorcía sus pequeñas manos.


Byakuya volvió a sonreír y dejo un beso en la frente del niño. Tomo el obsequio y observó la pieza de tele elegantemente confeccionada dando a entender que la estaba evaluando, Renji rodo los ojos y su hijo miro impaciente a su papá.


-La tela es gruesa y de buena calidad. Las pinceladas son limpias y pulcras, es suave y fresca a su vez.-


-Te gusta.-


-Lo hace, gracias.-


-¡De nada!-


El niño se removió incomodo de estar en sus brazos y Byakuya lo bajo para que esté saliera corriendo hacia la cocina.


Lo que dejaba solos a su esposo y a él.


-¿Donde estaban?-


Renji soltó una bocanada de aire para relajar sus pulmones, lo que menos quería era discutir con Byakuya, sobre todo por algo tan tonto y absurdo como esto. Enrolló sus brazos alrededor de su torso como si se diera un abrazo a si mismo.


-Fuimos a buscar tu regalo.-


-Tardaron bastante por lo que dijo la cocinera.-


-Lo se, pero él no se decidía y eso hizo que nos demoráramos.-


Byakuya cerro sus ojos como de costumbre y le tendió la mano al pelirrojo, quien la tomo sin dudar y se adentraron a su hogar.


Byakuya rodeo la cintura con su brazo y luego observó a su pareja.


-Renji, ¿Estuviste llorando?-


Sus ojos se abrieron de golpe y miro rápidamente al espejo que se encontraba al lado derecho de su entrada. Tenía los ojos rojos y algo hinchados, de igual manera su nariz lucia roja y su color era pálido en vez de canela, su cara era un desastre.


-Y-yo… yo-


Su cuerpo se estremeció de solo pensar en que habría pasado si no hubiese encontrado a su hijo, que pasaría si hubiese tenido un accidente, que sucedía si alguien se llevaba a su hijo de su lado, enseguida Miles de escenarios catastróficos le llovieron a su mente y no pudo evitar el primero sollozo al cual le siguieron más hasta convertirse en un verdadero llanto que trato de evitar.


Byakuya lo atrajo hacia él y lo llevo al sofá más cercano. Sentía que en cualquier momento Renji podría caer por sus temblores y no quería eso ocurriera.


Suavemente le frotó la espalda y sus cabellos escarlatas. Nunca le gustó ver llorar a Renji, ni siquiera le gustaba verlo decaído, triste o deprimido. Ver a Renji sonreír y ser expresivo lo hacía a él feliz. Si Renji no era feliz él tampoco, si Renji sufría; él también lo haría.


Luego de haberse desahogado por un gran tiempo, absolutamente subieron a su habitación claro que antes de eso el pelirrojo verifico que su hijo estuviera bien, y sí, ahora estaba en la cocina con un plato de verdadera comida.


-Hotaru, tu madre y yo bajaremos en un rato, compórtate y no le des problemas a Amaya-San.-


La voz de Byakuya era firme y suave a su vez, pero con el claro toque de orden en vez de opción.


-Sip.-


Una vez en su recamara, él pelinegro ayudo a su esposo a recostarse y él se sentó e la orilla.


-Sucedió algo mientras estaban afuera.-


Espero hasta que Renji decidiera decir algo. No quería que se sintiera presionado o arrinconado como en otras ocasiones donde trataba de sacarle información al pelirrojo. Por otro lado, Renji se quedó callado un momento tratando de pensar y reflexionar lo que diría.


-Alguien los molesto, te agredieron, te insultaron o… ¿le pasó algo a nuestro hijo?-


Renji sujeto al mano de su esposo mientras le contaba lo de la tarde y el susto que vivió por parte de su hijo, el no sentir su pequeña mano en la suya y el no verlo a su lado. Byakuya lo escucho y aunque se molestó un poco por el hecho de que ambos se hubiesen expuesto a andar solos y que su hijo se comportase mal al desobedecer a su madre no lo demostró; pues no quería alterar más a su pareja. Justo cuando noto que el cuerpo de Renji volvía a temblar ligeramente decidió hablar.


-Renji, necesitas calmarte… estar así te hará daño; ambos lo sabemos, Someterte a estrés no te hará ningún bien. Hablaré con nuestro hijo mañana antes de irme al trabajo. Lo que hizo fue peligroso y debe aprender a no hacerlo de nuevo.-


-Gracias Kuya.-


-Quieres bajar o quieres que Tama-San traiga tu comida.-


-No tengo hambre.-


-Debes comer, por tu salud lo debes hacer.-


Renji sonrió mientras enredaba sus dedos entre los azabache cabellos.


-Está bien, bajaré a comer con ustedes. Aunque a esta hora creo que es más cena que comida y Hotaru ya debe de haberse quedado dormido en la mesa.--


-Entonces bajemos y veamos a nuestro hijo.-


Con ayuda se levantó de la cama y bajaron a la cocina. Efectivamente su hijo se encontraba más allá que pa'ca. Tenía comida en el rostro y la cuchara todavía se encontraba aferrada a su mano. Amaya los miro mientras calentaba más comida y ponía platos en la mesa. 


-Descuida Amaya-San, ya puedes retirarte yo me encargo.-


-Seguro Joven Renji.-


-Descuida. Ten una buena noche.-


-Gracias señores, con su permiso me retiro.-


La señora paso a retirarse y ellos tres se quedaron solos en la cocina.


Renji tomo una servilleta y limpio con cuidado su rostro mientras Byakuya hacia el amago de quitarle la cuchara. Retiro los trastes sucios y Byakuya cargo a su hijo con cuidado de no despertarlo.


-Cada día es más pesado.-


-Lo sé, está… creciendo más rápido de lo que pensábamos… aún recuerdo cuando tenía que sostener sus manitas para que pudiera ponerse de pie y lo pequeño y frágil que era cuando lo sostuve en brazos.-


-Estamos haciendo lo mejor que podemos, y aún nos falta.-


Renji río ante el comentario mientras abría una puerta de madera que daba paso a una habitación grande y espaciosa. Las paredes pintadas de tonos verdes cálidos y cafés oscuros en contraste. Una gran cama con doseles se encontraba en medio con hermosos cojines y sabanas gruesas, en si la habitación estaba escombrada de no ser por algunos juguetes que se encontraban escondidos de manera descuidada debajo de la cama. El pelinegro depósito a su hijo con cuidado y Renji se ocupó de arroparlo bien. Su rostro era el mismo que Byakuya ponía a la hora de dormir, era tan pacífico verlo. Con un beso de buenas noches ambos adultos se retiraron.


Poco después de cenar y ya nuevamente en la tranquilidad de su habitación, Byakuya y Renji compartieron algo de tiempo de calidad por no decir intimidad. Aún se encontraban algo agitados y aturdidos por su reciente orgasmo, pero eso no impidió decir unas pocas palabras.


-Feliz día del padre Byakuya.-


Renji miro a su esposo con esa sonrisa tímida que pocas veces se mostraba o era inconsciente al dar.


De igual manera Byakuya le devolvió la sonrisa y acercó más a su pelirrojo contra él y beso el hombro desnudo.


-Gracias por el regalo.-


-Yo no te di nada Byakuya.-


-Aparte del grandioso sexo de hace unos minutos, aceptaste salir conmigo cuando yo disfrutaba de molestarte, luego aceptaste casarte conmigo pese a todas las peleas que tuvimos, tuviste la oportunidad de irte y aun así llegaste el día de nuestra boda, aunque yo te di el anillo fuiste tú quien me convirtió en su esposo, unos meses más y me diste la gran noticia de que esperabas a nuestro hijo; 7 meses después de eso me hiciste padre de un maravilloso hijo. Me has dado más regalos de los que te imaginas Renji… el año próximo serán dos en lugar de uno.-


Byakuya bajo su mano suavemente hasta reposarla en el ligero abultamiento que se empezaba a formar en el vientre del pelirrojo con casi dos meses.  Aún era bastante pequeño comparado con el de su primer embarazo.


Dentro de unos meses más Renji lo convertiría en padre nuevamente y él estaba infinitamente agradecido por ello. Sus hijos y Renji son lo más importante que tiene, eran su orgullo y su más grande satisfacción, no creía olvidar jamás el placer y la emoción que lo inundó al sentir la primera patada que dio su hijo desde el vientre de Renji.


Esas noches que se pasó en vela vigilante de la salud de su esposo y en las cuales sus manos reposaban en el gran vientre de casi seis meses, muchas personas decían que cuando el bebé comenzaba a patear el gestante terminaba sufriendo por la falta del sueño pero tanto el cómo Renji no habían sentido nada de nada hasta ahora, cosa que los preocupaba en ocasiones… aunque el obstetra le había explicado que era normal en el primer embarazo incluso si no llegaban a sentirlo hasta el di del parto, al ver a su pareja con la cara hundida en las almohadas y el cabello desparramado sabía que ese no sería un problema para Renji quien dormía como si de un oso en internación se tratara.


Fue leve, pero su mano hormigueo y una descarga le recorrió el cuerpo.


Luego otra vez sintió ese pequeño pulso contra su palma, Renji se removió un poco pero no despertó. Era su hijo, su hijo le estaba avisando que estaba bien y en buen estado… era un momento de padre e hijo que Byakuya atesoraba en sus memorias.


Gracias Byakuya, pero creo que sin ti yo no hubiese tenido a nuestros hijos. Hasta donde recuerdo se necesitan dos para formar un bebe.


Byakuya sonrió esta vez con satisfacción, disfruto bastante hacerlos con su pareja sin duda alguna. Fue un día y una noche bastante atrevida y satisfactoria para ambos, Renji termino colapsando entre los cojines del sofá y el por primera vez sintió no poder levantar su propio cuerpo.


Ahora con este embarazo, nuevamente disfrutaron el hecho de que su hijo pasara el fin de semana con el abuelo de Byakuya por la tanto ellos aprovecho los días a solas y no reprimieron sus necesidades, incluso Byakuya tuvo el atrevimiento de tomar esos días libres con tal de estar con él. Cosa sumamente inimaginable viniendo de alguien que nunca había faltado ni por un refriado.


Ese fue un fin de semana intenso donde ambos terminaron exhaustos en su recamara, quien conociera al refinado, pulcro y frio Byakuya no lo reconocería o creería en aquellas condiciones; con el cabello desarreglado, la espalda llena de arañazos, el cuello y hombros con marcas de mordeduras y un poco de sangre seca; simplemente se sentirían perdidos; sobre todo al ver esa singular sonrisa que ponía después del sexo con su pareja. Ellos estab exhaustos, felices pero exhaustos y su habitación solo reflejaba su apariencia, las cosas en el tocador estaban tiradas a los lados cuando se les ocurrió tener sexo ahí, luego un rastro de agua que llegaba a la cama después de haber tenido sexo en la regadera y bañera para luego haber sido arrogado al colchón, unas manchas de sustancia blanquecina manchaban el sofá de su habitación y la cornisa de su balcón. El peor desastre definitivamente se lo llevó la cama que tenía las sábanas regadas en el piso, las almohadas parecían inservibles y el colchón están ligeramente fuera de la base de madera y entre ella Renji dormía plácidamente sin ser consciente de la mirada predadores que le daba su marido. El estaba bañado en sus propios fluidos y el de Byakuya escurría entre sus muslos internos manchando más si era posible las pocas sábanas que aún se aferraban a la cama.


Byakuya sonrió ante sus recuerdos.


-Te doy la razón en eso. Pero fuiste tú quien los trajo y traerá al mundo.-


-Eso planeo… Te amo Kuya.-


-Y yo a ti Renji.-


Los adultos quedaron dormidos al poco rato con una sonrisa y tranquilidad plasmada en su rostro, ese fue un día del padre muy movido por no decir más.

Notas finales:

Gracias por leer y espero actualizar pronto mis historias, ya tenía unos capítulos hechos, pero luego los volví a leer y ya no me gustaron, así que los volveré a hacer. 


Perdón y gracias.


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