Nocivo
[Pensamientos de él le invaden como el escurridizo humo de cigarro y entonces Hannibal descubre que aquel hombre es mucho mas nocivo que la nicotina]
No era ajeno al peligro que representaba Will Graham en su vida actual, varias veces se le había cruzado por la mente el exterminarlo y ahorrarse la molestia de tener a un rival tan amenazante, pero siempre que sostenía el cuchillo y se imaginaba las miles de formas en las que eliminaría a ese hombre… un vacío gigante se depositaba en la boca de su estómago.
Aquello molestaba al asesino, lo enfadaba al punto de que perdía su tan alabado auto control.
—Esto me está fastidiando más de lo que debería—mencionaba irritado frunciendo el entrecejo en la seguridad de su vivienda, aquí, en su guarida, podía enseñar al verdadero monstruo que moraba en su interior.
Sintió un dolor en las sienes y coloco sus dedos en aquel lugar presionándolas para aliviar un poco el dolor que comenzaba a ser odioso.
Se deshizo de su chaleco y desabrocho algunos de los botones de su camisa dejando su pecho al descubierto, se sentó en su mullido sofá y entonces soltó un largo suspiro cansado.
¿Cuánto tiempo pasaría hasta que Will se diera cuenta que él era el verdadero destripador de Chesapeake? Sonrió pensando en la cara trastornada que aquel hombre pondría.
¿Lloraría? ¿Se enfurecería? ¿Reiría por los nervios? Cualquiera de las opciones era placentera para Lecter, quien inexplicablemente, sentía una emoción creciendo gradualmente en el interior de su cuerpo.
El rostro de Graham se quedó en sus pensamientos y cuando cerró los ojos para descansar un poco le volvió a atormentar, como si fuera una pintura recién hecha detrás de sus parpados.
Algo de ansiedad le invadió ¿por qué su ritmo cardíaco se aceleraba con el solo pensamiento de aquel sujeto? Esto no tenía sentido. Se levantó del cómodo sofá y camino hasta su habitación, tenía que encontrar uno de esos para calmar su repentino estrés.
En la mesa de noche que yacía a un lado de su cama abrió el pequeño cajón y observo la solitaria cajetilla de cigarros junto al encendedor sin chiste que había conseguido en una tienda de 24 horas.
La tomo lentamente y la sacudió, de ella solo salió un cigarrillo, era el último, el sobreviviente de sus noches de insomnio ¿desde cuándo no recurría a este método para tranquilizarse? Hace tiempo que no necesitaba calmarse con ayuda de la toxica nicotina, fumar lo ralentizaba en su “trabajo” de asesino.
Abrió la ventana de su habitación y se recargo en ella sosteniendo el cigarro en sus labios para después encenderlo. Inhaló profundamente, contuvo el humo en su boca sintió como se deslizaba por su garganta hasta sus pulmones y después expulsó un poco aliviándose al instante.
Volvió a observar el humo que se extendía frente a él y de alguna manera logró ver como la cara de Will se formaba (como por arte de magia) con aquella sonrisa que le ponía aún más ansioso que de costumbre.
“Doctor Lecter”
La suave voz de Graham endulzó su audición y cerró los ojos donde de nuevo aparecía aquella imagen que le dejaba sin aliento.
“Doctor Lecter”
—Deja de provocarme…—gruñó a la nada mordiendo la punta del cigarrillo con sus dientes. Ya no tenía interés en seguir inhalando la dañina droga, la aplastó brutalmente contra la pared y después la lanzó a un diminuto contenedor que tenía en su habitación.
En ese instante había llegado a una conclusión. Aquel sujeto que le acosaba en su mente era peligroso, estaba invadiendo su rincón más íntimo, le provocaba sensaciones que ningún otro ser humano había ocasionado.
Necesitaba exterminarlo, pero no podía… porque lo quería vivo.
Lo odiaba… pero también le tenía interés.
En definitiva Will Graham era mucho más nocivo que aquella nicotina que pudría el interior de sus pulmones.
Aquel hombre tenía el poder de ser más escurridizo que el mismísimo humo y se colaba en cada uno de sus recuerdos provocando un deseo que aún no descifraba y una curiosidad que parecía no saciarse.
Lecter se enderezó y cerró la ventana hasta caminar a su enorme cama, se acostó en ella y miro varios segundos el pulcro techo.
Se relamió los labios y un juguetón pensamiento le llegó repentinamente ¿cuál sería el sabor de esta nueva droga que descubrió?
“Doctor Lecter”
Tal vez sería algo dulce.
Cerró los ojos y de nuevo apareció la imagen del castaño, aquella ansiedad que había surgido hace largos minutos empezó a disminuir cuando la risa de Will resonó como un mantra en sus memorias.
Probablemente sería agridulce.
Sonrió ligeramente preguntándose si el sabor de la carne de Graham sería aquella cena que saciaría su inagotable hambre.
Y de repente, aquel anhelo le emocionó.
Sí, en definitiva él era mucho más nocivo que cualquier arma letal.
Fin.