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Tainted with the Sun por Ale Moriarty

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Notas del fanfic:

Advertencias: FairyTaleAU. Posible Ooc. Songfic. Tragedia.


Anime/Manga: Naruto


Pareja: SasuNaruSasu


Canción utilizada: Someday we’ll linger in the sun


https://youtu.be/9IM89LeMezA 


Palabras: 2,919 –OS-

Notas del capitulo:

Notas: Este fanfic fue realizado como regalo de navidad de mi mejor amiga Millenium♥ espero que te guste. Me fui a lo fácil al escoger a estos dos, creo que la canción los representa demasiado bien.


¡Felices fiestas we, te quiero mucho!

Tainted with the Sun

[el mundo estaba sumido en completa oscuridad. Esta es la historia del reino de la luz y las sombras, de dos polos completamente opuestos y de la creación de algo hermoso a partir del amor de Sasuke y Naruto.]

Completa oscuridad.

Ese era el mundo en el que ellos vivían, buscando luz artificial en las lámparas o linternas. La aldea de las Sombras le había encomendado una tarea que nadie más era capaz de tomar: buscar el Sol.

Sasuke Uchiha era el hijo menor del clan. Un humano inteligente, perspicaz y con habilidades estratégicas, tenía una personalidad tan fría como el clima de su villa. Era el claro ejemplo de lo que representaba ser un crío de la eterna obscuridad.

—¿A dónde me tengo que dirigir? —preguntó secamente.

—Ve al norte, encontrarás un límite que divide nuestro mundo del de ellos. Es imposible traspasarlo, los pertenecientes a la luz, aborrecen a los que nacemos en las tinieblas.

—De acuerdo.

—Sasuke —habló el líder por última vez —Ten cuidado.

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El viaje duró días en medio de un camino desconocido, Sasuke soportó la demencia que quería apoderarse de él al sentirse completamente solitario. Sus alimentos se agotaban e intentaba que su fuerza de voluntad fuera inquebrantable.

Finalmente lo vio, el límite que dividía la oscuridad de la luz. Era tan brillante que cegaba sus ojos negros. En el borde se alzaban orgullosas unas flores amarillas enormes. Su cuerpo se movió involuntario, quería tocar aquella planta tan desconocida, era como ese enorme Sol que veía plasmado dentro de los libros de su ciudad, lucían resplandecientes y parecían cálidas.

—¡UN INTRUSO! —la voz de un extraño lo regresó a la realidad. Un guardia con armadura dorada lo observó con ojos llenos de furia.

—¡ATAQUEN! —ordenó a sus compañeros y corrieron hacia el azabache. Se sentía débil y, aun así, saboreaba los pocos centímetros que faltaban para llegar a la ciudad que ningún habitante de las Sombras lograba cruzar.

Sasuke luchó contra los guardias, intentó sobrevivir mientras era rodeado por la luz que jamás imaginó sentir. Una flecha se clavó en su pierna y cayó al suelo, a pesar del dolor, decidió que moriría con su orgullo intacto, no clamaría por su vida.

—Morirás, criatura asquerosa —insultó el hombre de brillante armadura levantando su espada filosa. Era humillante morir con la cabeza rebanada por un ser de la Luz, pero se sentía tan debilitado como para luchar con su completa fuerza.

Ahora maldecía a su ego, que le había murmurado palabras de aliento de que podría lograr este trabajo. Cerró los ojos y esperó por el destino que jamás llegó.

—¡ALTO!

Escuchó esa suave voz y cuando abrió los ojos, lo observó. Esa persona que resaltaba de los demás, era tan destellante que sus ojos lagrimeaban si le clavaba la vista. Cabello rubio como los rayos del Sol en los dibujos, ojos azules como los deslumbrantes océanos y piel que reflejaba la arena de las playas que no existían en su mundo.

Y allí fue donde lo supo, lo había encontrado: el Sol.

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El Uchiha fue llevado al único lugar gélido de este paraíso, las celdas. Escuchaba los alaridos y llantos de los otros prisioneros y suspiraba pesadamente. La imagen de ese hombre se había grabado en sus pupilas.

Los habitantes del reino de la Luz, eran similares. Pieles canelas o cabelleras llenas de color, a excepción de la tez pálida de los ciudadanos de las Sombras, quienes tenían los ojos y el cabello oscuros para esconderse en la profunda oscuridad.

Eran dos mundos completamente opuestos.

—¡No puede entrar aquí! ¡Se manchará! ¡Príncipe!

Escuchó los gritos preocupados del guardia de brillante armadura y entonces, lo volvió a ver, a ese hombre que lo salvó.

Sasuke caminó hasta los barrotes y los apretó con fuerza, tragando su saliva. Se sentía nervioso de encarar a este chico resplandeciente. Sus ojos chocaron y crearon un mundo donde solo se encontraban los dos.

Ambos se observaban detenidamente, sin prejuicios. Eran dos humanos, no existía el mundo de la Luz ni el de las Sombras, solo Sasuke y…

—¿Cómo te llamas? —preguntó el azabache con curiosidad.

—Naruto —contestó al pasar unos segundos —el príncipe de este reino, Naruto Uzumaki. ¿Cuál es tu nombre, forastero?

—Sasuke, Sasuke Uchiha.

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Naruto había perdido a sus padres, los gobernantes de la tierra de la Luz, cuando era un bebé, así que, desde pequeño fue protegido de las abominaciones que existían en el mundo entero. El mundo de las Sombras le fue presentado como un lugar donde seres monstruosos habitaban y cada ser que nacía allí, era asqueroso y contagioso.

Pero cuando vio a Sasuke Uchiha, aquellos ojos negros se cincelaron en su mente, como el recuerdo más hermoso de su vida.

¿Cómo podía ser tan mortífero un ser tan perfecto?

Le recordaba a la Luna, aquel objeto que solo observaba en los libros de leyendas y escuchaba de relatos de los ancianos. Esa esfera que brillaba en medio de toda la oscuridad, eso era Sasuke Uchiha, la única luz que había visto en ese mundo terrorífico del que le hablaban sus sirvientes.

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Sasuke no hablaba con nadie que no fuera Naruto. Su boca se mantenía sellada como un buen guerrero de su aldea y aunque con el rubio seguía igual de serio, podía gesticular respuestas sencillas como no, sí y no lo sé, aunque su monosílabo favorito era “estúpido”, insulto que sacaba de sus casillas al de ojos azules lo que solo provocaba que el otro gritoneara maldiciones hasta por las orejas.

Pero, en lugar de sentirse ofendido, su corazón palpitaba con más fuerza, comenzaba a emerger un cariño que no había sentido nunca por otra persona.

—Oye Sasuke, ¿me hablarías de las bellezas de tu mundo?

—¿Cuáles? Es frío, lúgubre, no se ve nada y mi gente odia a la tuya —se quejó —Sí, es todo un paraíso —dijo con sarcasmo mientras bebía el agua que le era servida por los guardias. La cara de aburrimiento de Naruto se mostró, que este chico le hablara sin ser mordaz era una odisea.

—Oh, entonces ¿qué es lo que te trajo a mi reino? —preguntó con un tono cansado.

—Vine a robar el Sol.

Naruto parpadeó varias veces y rió dulcemente. Aquello le parecían disparates.

—¿Para qué quieren el Sol si tienen la Luna?

—¿Cuál Luna? —preguntó confundido.

—¿Eh? En los libros antiguos dice que ustedes poseen su propia luz plateada que hermosamente adorna el gran manto oscuro.

—Tsk, deja de probar hongos alucinógenos, estúpido. No tenemos una Luna, esas son tonterías, cuentos de hadas.

— ¡Pues si hablamos de tonterías, nosotros no tenemos ningún Sol, imbécil!

Y así es como habían conseguido la desilusión más grande de sus cortas vidas.

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Los días pasaron y la agresividad de Sasuke disminuyó considerablemente. Comenzó a relatarle sobre las bellezas de su mundo, le habló sobre las pequeñas luces naturales de su tierra, las luciérnagas. Le habló sobre las flores de su reino, aquellas tan blancas que parecían libres de toda la suciedad que corrompía a su país lleno de asesinos, ladrones y seres manchados. Le contó sobre la facilidad con la que todos tenían sus momentos de privacidad usando la noche eterna como su compañera para esconder los besos, las caricias y los roces con su ser amado.

De igual forma, Naruto le dijo el nombre de aquella flor que había cautivado tanto a Sasuke la primera vez que llegó al reino de la Luz: el girasol. Le enseñó fotografías de sus coloridas flores, de las hermosas mariposas y de las ventajas de permanecer en un mundo cálido donde se podía ver el amor mediante los gestos visibles de las parejas.

Pero algo afloró en sus corazones, una envidia de conocer el mundo del otro y un deseo de poder mostrarle su propio mundo también. Ese deseo de que hubiera una mezcla de ambos donde ellos fueras los gobernantes, donde solo estuvieran los dos.

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Pasaron meses y la ambición de ambos creció, ya no podían conformarse con hablar, necesitaban tocarse, profundizar el contacto, querían saborear lo desconocido y sumergirse en las sensaciones que los embriagaban cuando se veían y cerraban sus ojos para soñar con el otro. Se estaban volviendo completamente locos de amor.

—¿Tu reino te creerá muerto? —preguntó el rubio mientras veía como un guardia le entregaba comida al azabache.

—Es probable.

Y allí fue la primera vez, donde el reluciente Uzumaki observó la tristeza del Uchiha, una pequeña fractura en esa enorme muralla que separaba a todos de su verdadero corazón.

El rubio pensó en que tal vez un día tendría que liberar a Sasuke de su celda y aquello perforó su alma, no se imaginaba cómo serían sus días sin el azabache en su vida. Aburridos y monótonos, vacíos y solitarios como la hermosa Luna que veía en los libros antiguos.

—Oye Sasuke —dijo con un tono melancólico. El Uchiha le prestó atención dejando a un lado sus alimentos.

—¿Qué?

—El día en que seas liberado, ¿me mostrarías las bellezas de tu reino? —aquella era una petición que encubría un “déjame permanecer a tu lado para siempre”. Naruto estaba atemorizado de la respuesta, así que solo podía observar la mugrosa pared, esperando la resolución de aquel a quien comenzaba a amar en silencio.

—Sí, te enseñaría todo.

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Una alarma ensordecedora sonaba en toda la ciudad de la Luz, el prisionero de las Sombras había escapado y el príncipe Uzumaki no aparecía, ahora era el rehén de aquel monstruo.

Aunque nadie sabía que, durante el oscuro sendero para alejarse del brillante paraíso de la Luz, los dos seres opuestos corrían sosteniendo sus manos. Sus pasos eran largos, arrasando con todo a su paso, las hojas crujían con sus pisadas y sus jadeos eran los únicos sonidos que escuchaban en medio de la fría oscuridad, pero a pesar del ambiente gélido, Sasuke sentía una tibieza en su alma cuando por fin pudo ser capaz de sostener los dedos de aquel hombre radiante.

Mientras los dos se tuvieran, superarían cualquier obstáculo.

Corrían sin rumbo, Naruto era la única luz que los alumbraba, pero, aun así, el mundo estaba lleno de una oscuridad infinita. Pero no tenían miedo, no se veían por completo sus rostros, pero ambos sonreían como dos infantes, lo único que necesitaban era sostener la mano del otro para saber que allí estaba.

Escucharon los galopes de los caballos del reino de la Luz y siguieron corriendo, sabían que, en este mundo, su amor era tan complejo que muchos no lo comprenderían, pero para ellos no existía ninguna línea que dividiera sus corazones, se amaban, de esa forma en la que la otra persona se hace indispensable.

Los dos enamorados comprendieron que estaban acabados, nadie los comprendería. Dentro del corazón de Sasuke, aún existía ese ego que le decía que podría ser feliz junto a su Sol, pero Naruto ya había llegado a una conclusión, en esta vida era imposible para ellos estar juntos, aun así, había una forma de que se quedara para siempre en la vida de Sasuke.

—Sasuke, detengámonos —clamó Naruto lanzándose sobre el suelo mientras tironeaba a su amante. Ambos estaban exhaustos y al no tener una luz que los guiara, su escape era inútil.

—Naruto, no pares. Lo lograremos, solo confía en mí, por favor —su voz sonaba desesperada, tenían que huir.

—Sasuke, lo que más deseabas era el Sol, ¿verdad?

El azabache parpadeó varias veces. Este no era el momento para traer a tema algo del pasado. Alzó la vista hasta el cielo oscuro y tragó saliva. Si ellos hubieran tenido el Sol hubieran sido capaces de huir con más eficacia, si al menos hubieran tenido a la Luna podrían ver más allá de sus propios rostros.

Si al menos…

—Sí —confesó sintiendo las lágrimas en sus ojos, la mano de su amado Naruto acarició su mejilla y una suave sonrisa apareció en su brillante rostro.

—Te lo daré.

Aquellas palabras detuvieron el llanto del Uchiha. No comprendía la magnitud de lo que Naruto acababa de afirmar.

—¿Qué?

—Solo cumple mi capricho, ¿puedes? —le pidió, o más bien, mendigó con una voz piadosa. Se veía el dolor en su mirada.

—Lo que quieras.

No necesitaba explicaciones, lo que el Uzumaki deseara, Sasuke se lo daría, incluso si su vida estaba en juego.

—Bésame.

No dudó. Lo hizo de inmediato, incluso algo en su interior se doblegó al no haber sido capaz de ser el primero en emitir ese deseo, desde el primer día donde sus miradas chocaron, donde construyeron el mundo de ellos dos, desde ese instante, él quiso apoderarse de todo el ser de este hombre, tanto en cuerpo como en alma.

Ser lo primero que viera al despertar y lo último al morir.

Sus labios crearon magia en ese momento, los dos cuerpos resplandecieron fuertemente, Naruto creando una luz naranja y Sasuke una blanca. Los animales nocturnos huyeron ante el resplandor y los guardias de armaduras radiantes se embelesaron con la imagen, incluso algunos bandidos de las tinieblas dejaron sus artimañas para admirar la escena.

Sasuke no se dio cuenta de cómo sucedió aquello, pero su puñal, en algún momento, le fue arrebatado por Naruto. Lo último que vio y escuchó fue ese hermoso rostro angelical que quemaba sus pupilas y aquella voz hechizante diciéndole la palabra que englobaba todos sus sentimientos: te amo.

Naruto se apuñaló su propio corazón y el grito desgarrador de Sasuke dejo sordos a todos los presentes. Las lágrimas inundaron los ojos del Uchiha quien clamaba por ayuda sosteniendo el cuerpo de su joven amante, veía como los ojos azules perdían su hermoso brillo y aquellos labios carnosos palidecían.

¿Por qué se había suicidado?

¿Por qué lo había teñido de “Sol” y ahora lo abandonaba?

Mientras abrazaba el cuerpo sin vida del rubio y lloraba hasta que su garganta se partiera, la luz se fue creando sobre el manto oscuro. Los soldados dorados se quitaban sus cascos para observar como el cielo se volvía tan azul como los ojos de su príncipe y como la luz que solo pertenecía a su reino comenzaba a extenderse coloreando y mostrando las bellezas que escondía la oscuridad.

Todos observaban admirados aquella escena idílica, todos excepto el azabache que clamaba por su amor perdido.

¿De qué servía la luz en el mundo si su amante era el único que le daba calor?

Y brillando con fuerza, emitiendo calor para todos, se encontraba el astro rey, aquella estrella incandescente que se dibujaba en los antiguos libros del reino de la Luz: el Sol.

Todos los habitantes de la Luz lo sabían, el príncipe había cumplido con la profecía para que el Sol volviera a brillar para todos:

“El Sol emergerá, cuando el gobernante de la Luz realice un enorme sacrificio.”

Abandonar al amor de su vida era el precio a pagar para que todos disfrutaran de la calidez que Dios les había arrebatado. A Sasuke no le importaba los hermosos colores que se desprendían, no existía vida para él si Naruto no formaba parte.

Miro el brillante cielo y sintió que los ojos de su amante le daban el cariño que siempre le profesaba, para Naruto, Sasuke nunca había sido un asesino, ni un ladrón, ni un monstruo.

—Si me permites renacer de nuevo, déjanos estar juntos. Por favor —clamó a aquel Dios que le había despojado de lo único bello que tuvo a su corta edad. Tomó el puñal del pecho de su amante y sin el más mínimo titubeo se apuñaló en el lugar exacto donde estaba su corazón, su muerte fue rápida y los demás seres vivos lo ignoraron al verse maravillados por su nuevo mundo.

Nadie se percató que esos dos amantes habían muerto por su bienestar.

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Al morir Sasuke, Dios le dio un nuevo aspecto, aquella imagen que el príncipe de la Luz siempre observó en su amante: la Luna.

Brillaba sobre la oscuridad, pero aun así parecía solitaria, tan solitaria que Dios le otorgó un regalo: las estrellas.

Los reinos se unieron creando un mundo donde los habitantes dejaban de lado sus desigualdades para amarse sin barreras, contando la leyenda de los amantes que habían sacrificado su amor para bendecir a otros enamorados como ellos.

Se dice que, Sasuke y Naruto añoran con fuerza al otro y durante mucho tiempo le rogaron a aquel Dios misericordioso que les dejara verse de nuevo. Sasuke tenía días en los que se acordaba de su antiguo amante y brillaba más de lo normal, tiñéndose de los rayos de Sol que Naruto le dejó antes de morir, aquello se le conoció como Luna llena, porque eran los pocos instantes donde Sasuke se sentía pleno.

Naruto intentaba permanecer fuerte, brillando radiante, entibiando los corazones de las personas frías y mostrándole el camino a los que permanecían en la oscuridad, pero en los días donde no soportaba su tristeza, prefería que las nubes cubrieran su nostalgia.

Al ver que el amor de estos dos no perecía, Dios decidió crear el Eclipse. Un momento donde podían volver a estar juntos, y se dice que, la intensidad de su encuentro crea una luz tan potente que ciega a cualquiera que se atreva a mirarlos fijamente, porque en su unión existe esa pasión ardiente de no quererse separar del otro.

Tal vez un día, aquel Dios piadoso decida reunirlos otra vez, y quizá, en ese momento, puedan amarse sin barreras de ningún tipo, aprovechando cada segundo.

Pero por ahora, aprovecharían esos escasos momentos donde se pueden tocar, charlar, recordar y, amarse sin prejuicios.

Esta es la historia de cómo el Sol y la Luna fueron creados a partir del amor incondicional de dos amantes.

Fin.

Notas finales:

Tengan un pañuego. Espero les gustara este fanfic.


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