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Para Llevar por OneMinuteBack

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Se armó de paciencia, mientra miraba a la anciana frente a él.

— Y con esto son doce sickles —dijo la mujer. Por fin, pensó Draco, aceptando el dinero que le tendía—. Y esto de propina.

— Muchas gracias. Que pase buena noche —se despidió.

Cogió su escoba, alejándose de la casa. Rebuscó entre su túnica el papel con sus comandas, viendo cual era la siguiente entrega que tenía que hacer.

"Dos pizzas. Número doce de Grimmauld Place"

Si no se equivocaba, esa calle estaba cerca de donde estaba, así que se abstuvo de volar en su escoba, y simplemente fue caminando. Un par de manzanas más adelante, se adentró en la calle que buscaba.

Número ocho, leyó, número nueve, diez, once, trece...

Detuvo sus pasos, mirando las casas frente a él. ¿Dónde cojones estaba en número doce?

De repente, ante sus ojos, la casa numero once y la trece se separaron, dejando entrever otra casa en medio de ellas. Draco se sobresaltó cuando esto ocurrió, y se regañó mentalmente porque no debería haberse sorprendido por eso. No era el primer fidelius que veía. Lo que, por otra parte, le hizo alarmarse. ¿Quién seguía utilizando un fidelius hoy en día?

Avanzó lentamente y con cautela. se aseguró de tener su varita a mano, por si acaso. No sería la primera vez que alguien no estaba contento con el precio de una pizza. Llamó a la puerta, apoyando su escoba en el marco de esta, sujetando las cajas de comida con una mano y la otra sobre los pliegues de su túnica donde estaba su varita.

Hubo una serie de ruidos dentro, algunos pasos y una puerta cerrándose de golpe. Algo se estrelló en el suelo, rompiéndose en pedazos. O al menos así sonó.

— Mierda —escuchó que maldecían, antes de que la puerta se abriera.

El cerebro de Draco se congeló.

Debía ser una jodida broma.

Ante él estaba el mismísimo Harry Potter. Vestía con ropa muggle, que consistía en un pantalón de deporte holgado de color negro y una camiseta blanca de manga corta. Su cabello era un desastre, llevaba una barba de tres días y sus gafas estaban algo torcidas.

Por Merlín y toda su maldita descendencia. ¿Por qué tenía que pasarle eso a él?

— Malfoy —dijo tontamente el otro.

Se abstuvo de rodar los ojos y soltar algo mordaz, y en vez de eso, hizo acopio de toda su profesionalidad, y le tendió las dos cajas de pizza que sostenía aún sobre su mano.

— Su pedido —murmuró con voz monótona.

Fingiría que no lo conocía. Sí, era una buena idea. Potter cogería las cajas, le pagaría y él se subiría en su escoba y luego se encargaría de decirla a Amanda, la chica que planificaba las rutas de entrega, que no quería volver nunca más a ese lugar.

Era un plan perfecto.

Salvo que Potter no cogió las cajas, sino que se quedó mirándole como si fuera un puto unicornio de color rosa y estuviera diciéndole que estaba embarazado de un hipogrifo.

Draco sabía las pintas que llevaba. Su cabello era corto y estaba desarreglado, no porque quisiera, sino porque los viajes en escoba siempre terminaban despeinandolo, así que ya no se preocupaba por remediarlo. Llevaba una túnica roja y negra, con el logo de Food Zeppelin, la empresa donde trabajaba, en el pecho. Y tenía dos cajas de pizza en la mano.

Una vergüenza, habría dicho su padre. Si no estuviera en Azkaban, claro.

— Son catorce sickles —dijo, solo para obligar al otro a moverse.

— Oh, sí, claro —balbuceó el moreno, cogiendo la comida—. Eh... espera aquí.

Potter se dio la vuelta, tropezándose con un paragüero en el proceso. Avanzó por un pasillo, hasta que desapareció de su vista. Draco rodó los ojos ante la acción. Solo a alguien como Potter se le ocurría dejar la puerta de su casa abierta de par en par al que un día fue uno de sus matones en el colegio.

¿De verdad ese hombre había acabado con Voldemort? No se explicaba cómo.

Esperó todo lo paciente que pudo, hasta que el otro volvió a hacer acto de presencia.

— Toma —le dijo, tendiéndole algunas monedas.

Draco las aceptó, haciendo un recuento rápido. No le sorprendía que Potter le hubiera dado el dinero justo, pero en los periódicos se rumoreaba que estaba forrado, así que bien podía estirarse un poco, el muy tacaño.

— Buenas noches.

No esperó una respuesta, solo cogió su escoba, y se dio la vuelta para desaparecer de allí lo antes posible.

— Oye, Malfoy —le llamó. Al girarse, vio que Potter lo miraba de arriba a abajo—. Estas muy... cambiado.

Se quedó por un instante paralizado, observándolo desde en medio de las escaleras que separaban la entrada de la acera de la calle.

¿Era su imaginación o Potter le acaba de repasar con la mirada?

¿Había traspasado un universo paralelo con su escoba o qué?

— Ya —respondió.

— Que pases una buena noche.

Draco se extrañó ante el tono amable del otro. Tal vez Potter le daba a las drogas. No le extrañaría. Torres más altas habían caído.

Se montó sobre su escoba, alzándose hacia el cielo.

Debía recordar esa dirección, porque no pensaba volver nunca más.

Nunca.

Jamas.

En la vida.

 

Notas finales:

JAJAJAJAJA

Me río, porque aunque vosotros no lo sepáis, yo no debería estar publicando esto, pero fue una idea que se me ocurrió anoche a las tres de la mañana, (que es la hora en la que mi cerebro funciona, el resto del día solo es una masa que rellena mi cráneo), y decidí publicar otra de mis historias cortas de actualización diaria (aunque no sé si lo podré actualizar diariamente, pero lo intentaré). Creo que debería poner un nombre especifico a esta clase de historias, porque me estoy aficionando a ellas.

Será un fic corto, de seis o siete partes, y como veis los capítulos no serán muy largos, pero esto es solo algo para desconectar y para que os riáis un poco, como hice con mi historia "Copa Mundial de Quidditch!

¡Mañana más y mejor!


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