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My one and only II por yaoista

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Harry se despertó a las cinco y media de la mañana siguiente, tan abrupta y completamente como si alguien le hubiera gritado en la oreja. Durante unos momentos permaneció inmóvil, la perspectiva de la audiencia disciplinaria llenaba cada diminuta partícula de su cerebro, luego, incapaz de aguantar, saltó de la cama y se puso sus lentes.
La Sra. Weasley había puesto sus pantalones y camiseta recién lavados a los pies de la cama. Harry se metió en ellos y bajó a la estancia, esperaba que estuviese vacía, pero cuando entró alcanzó la puerta y oyó el murmullo de voces en el otro lado. Empujó, abrió y vio al Sr. y la Sra. Weasley, Sirius, Lupin y Tonks sentados allí casi como si le estuvieran esperando. Todos estaban vestidos excepto la Sra. Weasley que llevaba una bata acolchada púrpura. Ella dio un respingo en el momento en que Harry entró.
- El desayuno –dijo ella. Sacó su varita y la pasó con rapidez sobre el fuego.
- B-B-buenos días, Harry –bostezó Tonks. - ¿Dormiste bien?
- Sí –dijo Harry.
- Yo h-h-he estado levantada toda la noche –dijo ella con otro estremecedor bostezo-. Ven y siéntate...
Sacó una silla, golpeando en uno de los lados.
- ¿Qué quieres, Harry? –le llamó la Sra. Weasley-. ¿Gachas? ¿Panecillos? ¿Salmones curados? ¿Tocino y huevos? ¿Tostadas?
- Sólo... sólo tostadas, gracias –dijo Harry.
Lupin echó un vistazo a Harry, después dijo a Tonks.
- ¿Qué estabas diciendo sobre Scrimgeour?
- Oh... sí... tenemos que ser un poco más cuidadosos, nos ha estado haciendo a Weasley y a mí preguntas curiosas...
Harry se sentía vagamente agradecido que no le pidiesen que participase en la conversación.
Sus tripas se retorcían. La Sra. Weasley puso un par de tostadas y mermelada delante de él; intentó comer, pero era como masticar la alfombra. La Sra. Weasley se sentó a su lado y comenzó a quejarse de su camiseta, metiendo dentro la etiqueta y alisando los pliegues a través de sus hombros.
- -... y tendré que decirle a Dumbledore que no podré hacer guardia mañana, estoy demasiado c-cansada –terminó Tonks con otro enorme bostezo.
- Yo te cubriré –dijo el Sr. Weasley-. Yo estoy bien, de todas maneras, tengo que terminar un informe –el Sr. Weasley no usaba los trajes de los magos sino un par de pantalones de rayas y una chaqueta-bomber vieja. Se volvió hacia Tonks y Harry-. ¿Cómo te sientes?
Harry se encogió.
- Todo terminará muy pronto –dijo con vigor el Sr. Weasley-. En unas pocas horas estarás limpio. La audiencia es en mi piso, en la oficina de Amelia Bones. Ella es la Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, y quién te hará las preguntas.
- Amelia Bones está bien, Harry –dijo con seriedad Tonks-. Es justa, te escuchará.
Harry asintió con la cabeza, aún incapaz de pensar en cualquier respuesta.
- La ley está de tu lado –dijo Lupin reservado-. Incluso los magos que no son mayores de edad tienen permitido utilizar la magia en situaciones en las que su vida corre peligro.
Algo muy frío goteó en la parte posterior del cuello de Harry, por un momento pensó que alguien le ponía encantamiento Desilusionador, luego se dio cuenta que la Sra. Weasley atacaba su pelo con un peine mojado. Ella presionó con fuerza la parte superior de su cabeza.
- ¿Nunca se queda bien peinado? –dijo ella desesperada.
Harry sacudió su cabeza, el Sr. Weasley comprobó su reloj y miró hacia Harry.
- Pienso que deberíamos irnos ahora –dijo-. Es un poco temprano, pero creo que estarás mejor en el Ministerio que aquí.
- De acuerdo –dijo Harry automáticamente dejando su tostada y poniéndose de pie.
- Te darán la razón, Harry –dijo Tonks acariciándole el brazo.
- Buena suerte –dijo Lupin-, estoy seguro de que todo irá bien.
- Y si no es así –dijo con severidad Sirius-, yo visitaré a Amelia Bones por ti...
Harry sonrió débilmente. La Sra. Weasley lo abrazó.
- Todos tendremos nuestros dedos cruzados –dijo ella.
- De acuerdo –dijo Harry-. Nos... veremos más tarde entonces.
Siguió al Sr. Weasley escaleras arriba y a lo largo del pasillo, el mayor descorrió los cerrojos de la puerta y caminaron hacia fuera en el frío y gris amanecer.
- Usted no va caminando normalmente al trabajo ¿verdad? –le preguntó Harry, cuando ellos salieron furtivamente y rodearon con rapidez la plaza.
- No, generalmente me “aparezco” –dijo el Sr. Weasley-, pero tú obviamente no puedes, y pienso que es mejor que lleguemos de una manera no-mágica... para causar mejor impresión, dado que estás disciplinado por...
El Sr. Weasley guardó su mano dentro de su chaqueta mientras caminaban. Harry sabía que estaba apretando su varita. Las calles que recorrían estaban casi desiertas, pero cuando llegaron a la pequeña y miserable estación del metro la encontraron lleno ya de madrugadores viajeros. Como siempre que se encontraba cerca de Muggles que iban a sus trabajos, el Sr. Weasley pudo contener con dificultad su entusiasmo.
- Simplemente fabuloso –susurró indicando las máquinas automáticas de ticket-. Maravillosamente ingenioso.
- Están fuera de servicio –dijeron a Harry señalando el letrero.
- Sí, pero incluso... –dijo radiante el Sr. Weasley cariñosamente hacia ellos. Por eso compraron sus ticket a una somnolienta taquillera (Harry se encargó de la compra, ya que el Sr. Weasley no se manejaba bien con el dinero Muggle) y cinco minutos más tarde estaban a bordo de un metro que les llevaba hacia el centro de Londres. El Sr. Weasley permanecía ansioso comprobando y re-comprobando el mapa del metro sobre las ventanas.
- Cuatro paradas más, Harry... Ahora faltan tres paradas... dos paradas para llegar, Harry...
Ellos se bajaron en una estación en pleno centro de Londres, y se alejaron del tren entre una marea de hombres y mujeres cargados de carteras.
Subieron por las escaleras automáticas, pasaron por las barreras (el Sr. Weasley quedó encantado de cómo se tragaba su ticket) y emergieron en una amplia calle con edificios de líneas imponentes y ya llena de tráfico.
- ¿Dónde estamos? –dijo inexpresivamente el Sr. Weasley y durante un instante el corazón de Harry se paró creyendo que se habían equivocado de estación a pesar de las continuas comprobaciones del Sr. Weasley en el mapa- ah sí... por aquí, Harry –y le siguió a una calle lateral-. Lo siento, pero nunca vengo en tren y todo parece diferente desde la perspectiva de un Muggle. De hecho, ni siquiera he utilizado antes la entrada de visitantes.
Cuanto más lejos caminaron, los edificios se hacían menos imponentes, hasta que al final llegaron a una calle que contenía varias oficinas de aspecto lastimoso, un pub y un pequeño jardín.
Harry había esperado un lugar un poco más impresionante para el Ministerio de Magia.
- Ya estamos –dijo el Sr. Weasley brillantemente señalando una vieja cabina de teléfonos roja a la que le faltaban varios cristales y permanecía delante de una pared llena de graffiti-. Después de ti, Harry.
Él abrió la puerta de la cabina de teléfono. Harry entró preguntándose qué demonios significaba eso. El Sr. Weasley se aplastó al lado de Harry y cerró la puerta.
- Sr. Weasley, creo que esto puede estar fuera de servicio también –dijo Harry.
- No, no, estoy seguro de que está –dijo el Sr. Weasley sosteniendo el receptor sobre su cabeza y mirando con fijeza en el dial-. Veamos... seis –marcó el número-, dos... cuatro... y otro cuatro... y otro dos...
Mientras que el dial giró zumbando suavemente dentro de su lugar, una voz femenina fresca sonaba dentro de la caja de teléfono, no del auricular en la mano del Sr. Weasley, pero tan alto y claro cono si una mujer invisible estuviese dentro con ellos.
- Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor indiquen su nombre y ocupación.
- E.. –dijo el Sr. Weasley dudando si debía o no hablar al receptor. Él lo arregló colocando el auricular en su oreja-, Arthur Weasley, Oficina del Uso Incorrecto de los Artefactos Muggle, acompañando a Harry Potter que tiene una audiencia disciplinaria...
- Gracias –dijo la voz femenina-. El visitante, tome la insignia y colóquesela en su ropa.
Hubo un traqueteo y un clic, y Harry vio algo que se deslizó por el tobogán que devolvía normalmente las monedas. Lo recogió, era una placa cuadrada plateada con la inscripción “Harry Potter, Audiencia Disciplinaria” él lo fijó al frente de su camiseta mientras la voz femenina habló otra vez.
- Visitante al Ministerio, se le solicita que se someta a un reconocimiento y que presente su varita para registrarla en el mostrador de seguridad, que está situado al final del patio.
El suelo de la cabina de teléfono se estremeció. Se hundían lentamente en la tierra. Harry miraba aprensivo como el pavimento parecía levantarse para arriba más allá de las ventanas de cristal de la cabina hasta que la oscuridad se cerró sobre sus cabezas. Entonces él no pudo ver nada de nada, sólo oír el ruido que hacía la cabina atravesando la tierra. Después de un minuto, aunque a él le pareció mucho más, una rendija de luz dorado iluminó sus pies y, ensanchándose, subió por su cuerpo, hasta que le dio en la cara y tuvo que pestañear para evitar que sus ojos llorasen.
- El Ministerio de Magia les desea un día agradable –dijo la voz de la mujer.
La puerta de la cabina de teléfono se abrió con un resorte y el Sr. Weasley caminó fuera seguido por Harry con la boca abierta.
- Por aquí –dijo el Sr. Weasley.
Ellos se unieron a la muchedumbre, caminando a su manera entre los trabajadores del Ministerio, algunos de los cuales llevaban tambaleantes pilas de pergaminos, otros carteras estropeadas y otros leían el Diario El Profeta mientras caminaban. Al pasar por la fuente Harry vio Sickles de plata y Knuts de bronce en el fondo del estanque. En un pequeño cartel se podía leer:
“TODOS LOS INGRESOS DE LA FUENTE DE LA HERMANDAD MÁGICA SERÁN DONADOS AL HOSPITAL SAN MUNGO PARA ENFERMEDADES Y LESIONES MÁGICAS”
- Por aquí, Harry –dijo el Sr. Weasley y salieron de la corriente de los empleados del Ministerio que se dirigían hacia las puertas de oro. Sentado en un escritorio a la izquierda, debajo de un cartel que ponía “Seguridad” un mago mal afeitado con un traje azul pavo real miró arriba cuando se acercaron y bajó su ejemplar del Diario El Profeta.
- Estoy escoltando a un visitante –dijo el Sr. Weasley señalando a Harry.
- Camina hasta aquí –dijo el mago con voz aburrida.
Harry se aproximó y el mago cogió una barra de oro larga, delgada y flexible como una antena de coche, y la pasó arriba y abajo por delante y por detrás de Harry.
- Varita –gruñó el mago de seguridad a Harry, dejando el instrumento de oro y extendiendo su mano.
Harry entregó su varita. El mago la metió en un extraño instrumento de cobre, que parecía una pesa pero con un solo plato. Comenzó a vibrar. Una tira estrecha de pergamino salió apresuradamente de una ranura de la base. El mago lo cortó y leyó lo que estaba escrito en él.
- Once pulgadas, núcleo de pluma de Fénix, cuatro años de uso. ¿Es correcto?
- Sí –dijo Harry nervioso.
- Yo guardo esto –dijo el mago clavando el trozo de pergamino en un pequeño punto de cobre amarillo-. Te devuelvo esto –añadió empujando la varita hacia Harry.
- Gracias.
El Sr. Weasley tomó a Harry por los hombros lo dirigió lejos del escritorio y nuevamente dentro de la corriente de los magos y de las brujas hasta llegar a un ascensor.
- Nivel Siete, Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, incluidos los Cuarteles Generales de las ligas Británica e Irlandesa de Quidditch, Club Oficial de GobStone y Oficina de Patentes Absurdas.
Las puertas del ascensor se abrieron y uno de los magos del ascensor que correteaba una brazada de palos de escoba, salió con dificultad y desapareció por el corredor. Las puertas se cerraron, el ascensor volvió a subir otra vez y la voz de la mujer anunció:
- Nivel Seis, Sección de Transporte Mágico, incluyendo la Autoridad de Redes de Polvos Floo, Control Regular de Escobas, Oficina de Transportadores y Centro de Pruebas de Apariciones.
Una vez más las puertas del ascensor se abrieron y cuatro o cinco brujas y magos salieron, al mismo tiempo varios aviones de papel se precipitaron dentro del ascensor. Harry los miró fijamente cuando ellos revolotearon ociosamente alrededor de su cabeza, eran de color violeta pálido y se podía ver el sello del Ministerio de Magia a lo largo del borde de sus alas.
- Sólo son memorandos Inter-departamentales –le murmuró el Sr. Weasley-. Solíamos utilizar búhos, pero el enredo era increíble... dejaban excrementos en los escritorios...
Mientras subían otra vez los memorandos aleteaban alrededor de la lámpara, balanceándose desde el techo del ascensor.
- Nivel Cinco, Sección de Cooperación Mágico Internacional, incluyendo el Cuerpo de Normas de
Comercio Mágico Internacional, la Oficina Internacional de Leyes Mágicas y la Confederación Internacional de Magos, Sede Británica.
Cuando las puertas se abrieron, dos de los memorandos zumbaron fuera con unas cuantas brujas y magos, pero algunos en los que más memorandos entraron zumbando, así que la luz de la lámpara parpadeó y brilló sobre sus cabezas cuando ellos se lanzaron a su alrededor.
- Nivel Cuatro, Sección para la Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, incluidas las Divisiones de Bestias, Seres y Espíritus, Oficina de Enlace de los Duendes y Agencia de Consulta sobre Plagas.
- Disculpe –dijo el mago que lleva el pollo que respiraba fuego y abandonó el ascensor seguido por una pequeña bandada de memorandos. Las puertas volvieron a cerrarse otra vez.
- Nivel Tres, Sección de Accidentes y Catástrofes Mágicas, incluyendo la Escuadra de la Inversión de Magia Accidental, Oficina Principal de “Olvidación” y Comité de Excusas Muggles Dignas.
Todos dejaron el ascensor en este piso excepto el Sr. Weasley, Harry y una bruja que estaba leyendo un pergamino larguísimo que arrastraba por el suelo. Los memorandos que quedaban continuaron volando alrededor de la lámpara cuando el ascensor subió otra vez, luego se abrieron las puertas y la voz anunció:
- Nivel Dos, Sección de Entrada en Vigor de Leyes Mágicas, incluyendo la Oficina de Uso Incorrecto de la Magia, Cuartel General de los Aurores y Servicios de Admisión de los Pergaminos.
- Éste es el nuestro, Harry –dijo el Sr. Weasley y ellos siguieron fuera del ascensor a una bruja hasta un pasillo con puertas-. Mi oficina está en el otro lado de la planta.
- Sr. Weasley –dijo Harry cuando ellos pasaron delante de una ventana por la que entraba la luz del sol-, ¿no estamos aún bajo tierra?
- Sí que estamos –dijo el Sr. Weasley-. Aquéllas son ventanas encantadas. Los de Mantenimiento Mágico deciden qué tiempos tendremos cada día. Tuvimos dos meses de huracanes la última vez que estuvieron negociando un aumento de sueldo... Justo a la vuelta de la esquina, Harry.
Torcieron una esquina, atravesaron un par de pesadas puertas y aparecieron en una desordenada área abierta dividida en cubículos que estaban zumbando con charla y risas. Los memorandos salían verticalmente de los cubículos como los cohetes en miniatura. En un cartel desvencijado en el cubículo más cercano se leía: Cuartel General de los Aurores.
Harry miraba disimuladamente a través de las puertas cuando ellos pasaban. Los Aurores habían cubierto las paredes de sus cubículos con todos los cuadros de magos queridos y fotografías de sus familias, con carteles de sus equipos favoritos de Quidditch y artículos del Diario El Profeta.
- Buenos días, Weasley –dijo Kingsley descuidadamente cuando ellos se acercaron-. Llevo tiempo queriendo hablar contigo, ¿tienes un segundo?
- Sí, si realmente es un segundo –dijo el Sr. Weasley-, tengo muchísima prisa.
Hablaban como si apenas se conocieran y cuando Harry abrió la boca para decir hola a Kingsley, el Sr. Weasley le pisó. Siguieron a Kingsley a lo largo de la hilera hasta el último cubículo.
Harry recibió un ligero shock, por todas partes estaba la cara de Sirius. Recortes de periódico y fotografías viejas –incluso en la que Sirius era el padrino de boda de los Potter- empapelaban las paredes. El único espacio libre de Sirius era un mapa del mundo en el que pequeños alfileres rojos brillaban como joyas.
- Aquí –le dijo Kingsley bruscamente al Sr. Weasley empujando un haz de pergaminos en la mano-. Yo necesito tanta información como sea posible sobre vehículos voladores de Muggles vistos en los últimos doce meses. Nosotros hemos recibido información que Black podría estar usando todavía su vieja motocicleta.
Kingsley se inclinó hacia Harry y guiñándole exageradamente un ojo agregó en un cuchicheo:
- Dale la revista, podría encontrarlo interesante –entonces dijo en un tono normal-. Y no tardes demasiado Weasley, el retraso en ese informe del “firelegs”1alargó nuestra investigación durante un mes.
- Si hubieras leído mi informe sabrías que el término es armas de fuego –dijo el Sr. Weasley fríamente-. No me preocupa que tengas que esperar por la información sobre motocicletas, nosotros estamos sumamente ocupados en el momento –bajó su voz y dijo-: Si puedes escaparte antes de las siete, Molly está haciendo albóndigas.
Harry salió del lugar, esta tan nervioso que necesitaba un momento a solas, suspiró viendo pasar a todo tipo de personas de un lugar a otro hasta que una cabellera singular lo hizo prestar más atención, Draco, pensó, ¿Qué hacía ahí con su padre?, veía como el mayor hablaba atentamente con alguien mientras el menor volteaba a todos lados, el moreno le hizo una seña para llamar su atención y éste lo vio sorprendido, observó como el ojigris decía algo antes de caminar hacia un pasillo y perderse.
Sabía que tenía que seguirlo así que después de cerciorarse que el señor Weasley siguiera ocupado camino rápidamente hacia donde el rubio se había dirigido.
¿Dónde se había metido? Suspiro al no verlo en ningún lado hasta que un par de pasos después sintió como lo jalaban dentro de algun lugar.
- Te tardaste mucho Harry -regaño Draco a un perdido moreno el cual era arrastrado dentro de un cubículo de baño.
- ¿Qué… que haces aquí? -logró articular el Gryffindor.
- Cuando supe que mi padre tenia que hacer unos tramites aquí me ofrecí a acompañarlo. -lo abrazó- me alegra verte.
- A mi más -sonrió correspondiendo el abrazo.
- ¿Cómo te sientes? -dijo con una sonrisa viéndolo a los ojos.
- Ahora mejor -bromeó y el rubio lo beso.
- Tengo que regresar para que mi padre no sospeche, solo quería verte antes de tu audiencia.
- Gracias por siempre estar conmigo. -dijo el moreno acariciándole la mejilla.
- Siempre lo estaré Harry… te amo -el ojigris lo beso con tantas ansias que les costó trabajo separarse -espera un par de minutos antes de que salga -le pidió antes de salir de ahí.
Harry suspiró, iba a ser condenadamente difícil mantenerse apartado de Draco en el colegio, ¿aun podría colarse en su cuarto en las noches? Tenia que ir ideando sus escusas para perderse de sus amigos cuando se quisieran ver, claro, en caso de que lo dejaran regresar a Hogwarts.
Tras cerciorarse de que nadie lo viera, salió del baño y corrió donde se encontraba el señor Weasley saliendo del cubículo de Kingsley.
- Vamos Harry -sonrió y lo llevó a través de un segundo juego de puertas de roble, a otro pasaje, giraron a la izquierda, marcharon a lo largo de otro corredor, giraron a la derecha en un corredor distinto débilmente iluminado y decorado pobremente, y llegaron al final donde una puerta a la izquierda permanecía entreabierta, revelando un armario de escobas, y en la puerta de la derecha una placa de latón clavada en la que se podía leer: Mal Uso de Artefactos Muggle.
La oscura oficina del Sr. Weasley parecía ser ligeramente más pequeña que el armario de escobas.
- Nosotros no tenemos ventana –dijo el Sr. Weasley disculpándose, se quitó su chaqueta y la puso en la parte de atrás de la silla-. Las hemos pedido, pero no creen que nosotros las necesitemos. Siéntate Harry, no parece que Perkins haya llegado todavía.
Harry se acurrucó en la silla tras el escritorio de Perkins mientras el Sr. Weasley revisaba el haz de pergaminos que Kingsley Shacklebolt le había dado.
Un memorando acababa de entrar zumbando a través de la puerta abierta y descansaba temblando sobre el tostador que tenía hipo. El Sr. Weasley lo desplegó y lo leyó en voz alta:
- “Tercer retrete público vomitador informado en Bethnal Green, investigar bondadosamente, amablemente, inmediatamente”. Esto está poniéndose ridículo...
- ¿Un retrete regurgitando?
- Los bromistas Anti-Muggle –dijo el Sr. Weasley frunciendo el entrecejo-. Tuvimos dos la última semana, uno en Wimbledon, uno en Elefante y Castillo. Los Muggles tiran la cadena y en lugar de que desparezca todo... bien, ya te imaginas. Los siguen llamando a aquellos... plomberos, creo que se llaman así... tú sabes, los que arreglan cañerías y esas cosas.
- ¿Plomeros?
- Exactamente, sí, pero por supuesto ellos están desconcertados. Sólo espero coger a quienquiera que lo esté haciendo.
- ¿Serán Aurores los que les detengan?
- Oh, no, esto es demasiado trivial para los Aurores, será la Patrulla de Entrada en Vigor de Ley Mágica Ordinaria... ah, Harry, éste es Perkins.
- Un encorvado, viejo mago de aspecto tímido con pelo blanco cubierto de pelusa acababa de entrar en el cuarto, jadeando.
- ¡Oh, Arthur! –dijo desesperadamente, sin mirar a Harry-. Gracias a Dios, no sabía qué era mejor, si esperar por ti aquí o no. Acabo de mandarte un búho a tu casa pero... yo he enviado simplemente un búho a su casa pero tú no lo has recibido, obviamente... un mensaje urgente vino hace diez minutos...
- Ya sé lo del retrete vomitador –dijo el Sr. Weasley.
- No, no, no es el retrete, es la audiencia del muchacho Potter... han cambiado la hora y el lugar... empieza ahora a las ocho y es en la Vieja Sala del Tribunal Supremo número Diez.
El Sr. Weasley miró su reloj, soltó un grito y saltó de su silla.
- ¡Rápido, Harry, deberíamos de estar allí hace cinco minutos!
Perkins se aplastó contra los armarios cuando el Sr. Weasley dejó la oficina a la carrera, con Harry pisándole los talones.
- ¿Por qué han cambiado la hora? –dijo Harry jadeante, cuando ellos pasaron volando los cubículos de los Aurores; la gente asomaba sus cabezas y les miraban fijamente cuando ellos pasaban como un rayo. Harry se sentía como si hubiera dejado sus tripas atrás, en el escritorio de Perkins.
- No tengo ni idea, pero da gracias a Dios de que llegásemos tan temprano, ¡si no apareces podría ser catastrófico!
El Sr. Weasley derrapó al lado de los ascensores y picó con impaciencia el botón de “abajo”.
- ¡Vamos!
El ascensor resonó a su vista y ellos entraron rápidamente. Cada vez que se detuvo el Sr. Weasley maldijo furiosamente y apretaba el botón número nueve.
- Esas salas de tribunal no se han usado en años –dijo el Sr. Weasley enojado-. No entiendo por qué están haciéndolo allí abajo... a menos que... pero no...
Una bruja gorda que llevaba una copa humeante entraba en el ascensor en ese momento, y el Sr. Weasley no le cedió paso.
- El Atrio –dijo la voz femenina y las verjas doradas se deslizaron, mostrándole a Harry una vista distante de las estatuas doradas. La bruja gorda consiguió salir y un mago con piel amarillenta y cara fúnebre entró.
- Mañana, Arthur –dijo en una voz sepulcral cuando el ascensor empezó a descender.
- No se te ve a menudo por aquí abajo.
- Negocios urgentes, Bode –dijo el Sr. Weasley que estaba botando sobre sus pies y lanzaba ansiosas miradas hacia Harry.
- Ah, sí –dijo Bode inspeccionando a Harry sin pestañear-. Por supuesto.
- Rápido Harry –dijo el Sr. Weasley en cuanto las puertas del ascensor se abrieron, y echaron a correr por un pasillo que era bastante diferente de los anteriores. Las paredes estaban desnudas; no había ninguna ventana y ninguna puerta aparte de un negro llano que uno puso al mismo extremo del corredor. Harry creyó que ellos pasarían por él, pero en cambio el Sr. Weasley lo asió por el brazo y lo arrastró a la izquierda donde había una apertura que llevaba a una escalinata. -Abajo por aquí –jadeó el Sr. Weasley, bajando los escalones de dos en dos-. El ascensor ni siquiera baja tan lejos... por qué están haciéndolo allí abajo yo...
Llegaron al fondo y aún tuvieron que correr por otro pasillo que tenía un gran parecido con el que llevaba al calabozo de Snape en Hogwarts, con paredes de piedra ásperas y antorchas en anaqueles. Las puertas que pasaban eran de madera fuerte con saetas férricas y agujeros de cerraduras.
- La sala del tribunal... Diez... creo... estamos cerca... sí.
El Sr. Weasley derrapó fuera de una puerta oscura mugrienta con una inmensa cerradura de hierro y se apoyó contra la pared, sintiendo una punzada en su pecho.
- Sigue –jadeo apuntando con su dedo pulgar a la puerta-. Entra allí.
- No... ¿no viene conmigo...?
- No, no, no me está permitido. ¡Buena suerte!
El corazón de Harry pegó un golpe violento contra su manzana de Adán. Tragó duro, giró el picaporte de la puerta y caminó dentro de la sala del tribunal. Harry se quedó boquiabierto, no tenía ayuda. La larga mazmorra en la que había entrado le era horriblemente familiar. No solo la había visto antes, había estado allí antes. Era el lugar que había visitado dentro del
Pensadero de Dumbledore, el lugar donde había visto sentenciar a prisión de por vida en Azkaban.
Las paredes estaban hechas de piedra oscura, débilmente iluminada por antorchas. Había bancos vacíos a los dos lados pero enfrente, en los bancos superiores, había muchas figuras oscuras. Hablaban en voz baja, pero cuando la pesada puerta se cerró detrás de Harry todos guardaron un profundo silencio.
Una fría voz masculina sonó a través de la sala.
- Llegas tarde.
- Lo siento... –dijo Harry nervioso-. No sabía que habían cambiado la hora.
- Eso no es culpa de Wizengamot –dijo la voz-. Se te envió una lechuza esta mañana. Toma asiento.
Harry inclinó su mirada hacia la silla que estaba en el centro de la habitación, cuyos brazos estaban llenos de cadenas. Había visto esas cadenas elásticas atar a todo aquel que se sentaba en medio de ellas. Sus pasos iban haciendo eco mientras andaba por el suelo de piedra. Cuando se sentó cautelosamente en el borde de la silla, las cadenas tintinearon amenazadoramente, pero no lo ataron. Sintiéndose bastante mareado, miró hacia arriba, a la gente sentada en los bancos superiores.
Había aproximadamente 50 de ellos, todos, por lo que podía ver, vestían ropas color ciruela con una W bordada en plata, en la mano izquierda de la silla y todos apuntaban sus narices hacia él, la mayoría con expresiones austeras, aunque otros parecían sinceramente nerviosos.
En el centro de la fila, se sentaba Cornelius Fudge, el Ministro de Magia. Era un hombre corpulento que normalmente llevaba un sombrero verde lima que hoy se había quitado. Él también estaba preparado, con la sonrisa indulgente que tenía cuando hablaba con Harry. Una bruja de mandíbula cuadrada con el pelo gris muy corto, se sentaba a la izquierda de Fudge, llevaba un monóculo y miraba imponente. A la derecha de Fudge otra bruja, pero sentada muy atrás del banco y su rostro quedaba en la sombra.
- Muy bien –dijo Fudge-. El acusado está presente. Podemos empezar.
- ¿Estás preparado? –preguntó alguien en la otra parte del banco.
- Sí, señor –dijo una voz impaciente que Harry conocía. El hermano de Ron, Percy, estaba sentado al final del banco. Harry miró a Percy, buscando alguna señal de reconocimiento hacia él, pero no la hubo. Los ojos de Percy tras sus gafas, estaban fijos en su pergamino y en la elegante pluma de su mano.
- Audiencia disciplinaria del 20 de Agosto –dijo Fudge con voz tintineante, y Percy comenzó a tomar notas de inmediato-. Dentro del Comité de Delitos del Decreto para la Moderada Limitación de la Brujería en Menores de Edad y de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos por Harry Potter, residente en el número 4 de Privet Drive, Little Whinging, Surrey. Interrogan: Cornelius Oswald Fudge, Ministro de Magia; Amelia Susan Bones, Directora del Departamento de Cumplimiento de la Magia; Dolores Jane Umbridge, Viceministra y Copista del tribunal; Percy Ignatius Weasley... Y testigo para la defensa, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore –dijo una voz tranquila por detrás de
Harry, que giró su cabeza tan rápido que le crujió el cuello.
Dumbledore daba zancadas tranquilamente cruzando la sala, vestía una larga túnica azul marino y tenía una expresión de perfecta calma. Su barba y pelo plateado brillaban a la luz de las antorchas cuando llegó a la altura de Harry y miró hacia arriba, donde estaba Fudge a través de sus gafas de media luna, que quedaba a medio camino de su torcida nariz.
Los miembros del Wizengamot se quedaron mudos. Algunos miraban molestos, otros simplemente helados; dos brujas ancianas de la fila de atrás, sin embargo, levantaron sus manos y las agitaron como señal de bienvenida. Una poderosa emoción creció en el pecho de Harry al ver a Dumbledore, una fortaleza, un sentimiento esperanzador parecido al que le daba el canto de un fénix. Quería encontrar la mirada de Dumbledore, pero Dumbledore no le miraba, tenía su mirada aún en el claramente nervioso Fudge.
- Ah –dijo Fudge, que miraba completamente desconcertado- Dumbledore, sí. Tú... ehm... recibiste nuestro... ehmm mensaje de que la hora y... ehmmm... el lugar de la audiencia se había cambiado ¿no?
- Debió haberse perdido –dijo Dumbledore alegremente-, sin embargo, debido a un afortunado error he llegado al Ministerio tres horas antes, así que no ha habido daños.
- Sí, bien, supongo que necesitaremos otra silla. Weasley ¿podrías...?
- No os preocupéis –dijo Dumbledore amablemente, sacó su varita, hizo un pequeño remolino y una aplastada silla apareció de la nada cerca de Harry. Dumbledore se sentó, puso las puntas de sus largos dedos juntas y examinó a Fudge por encima con una expresión de cortés interés. El Wizengamot quedó mudo e inquietamente nervioso, solo cuando Fudge habló otra vez se calmaron.
- Sí –dijo Fudge otra vez, barajando sus notas-. Bien, entonces, pues... los cargos, sí –desenredó un trozo de pergamino de un montón a su lado, suspiró profundamente y leyó:- Los cargos contra el acusado son los siguientes: Que deliberadamente y con plena conciencia de la ilegalidad de su acción, habiendo recibido un escrito previo del Ministerio de Magia con un cargo similar, formuló un hechizo Patronus en un área habitada por Muggles, en presencia de un Muggle, el 2 de Agosto a las 9 y 23 minutos, lo que constituye un delito registrado en el artículo tercero del Decreto para la Moderada Limitación de la Brujería en Menores de Edad, 1875, así como en la sección decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos. ¿Eres tu Harry James Potter, del número 4 de Privet Drive, Little Whinging, Surrey? –dijo Fudge mirando airadamente a Harry por encima del pergamino.
- Sí, lo soy –dijo Harry.
- Recibiste un aviso oficial del Ministerio por usar magia ilegal hace tres años. ¿no es así?
- Sí, pero...
- ¿y convocaste un Patronus en la noche del 2 de Agosto? –preguntó Fudge.
- Sí –dijo Harry-, pero...
- ¿Sabiendo que no te estaba permitido hacer magia fuera de la escuela mientras tuvieras menos de 17 años?
- Sí, pero...
- ¿Sabiendo que estabas en un área repleta de Muggles?
- Sí, pero...
- ¿Completamente consciente de que estabas cerca de un Muggle en ese momento?
- Sí –dijo Harry enfadado-, pero solo lo usé porque estaba...
La bruja del monóculo le cortó con un estallido de voz.
- ¿Hiciste un Patronus completo?
- Sí –dijo Harry-, porque...
- ¿Un Patronus Corpóreo?
- ¿Un qué? –preguntó Harry.
- ¿Tu Patronus tenía una forma totalmente definida? Quiero decir ¿era algo más que vapor y humo?
- Sí –dijo Harry sintiéndose impaciente y desesperado-. Era un ciervo, siempre es un ciervo.
- ¿Siempre? –gruñó madame Bones-, ¿habías hecho antes un Patronus?
- Sí –dijo Harry-. Lo estuve haciendo aproximadamente durante un año.
- ¿Y tenías 15 años?
- Sí, y...
- ¿Lo aprendiste en la escuela?
- Sí, el profesor Lupin me lo enseñó en el tercer curso, porque...
- Impresionante –dijo madame Bones mirándolo-. Un verdadero Patronus a su edad... un hecho muy impresionante.
Muchos de los magos y brujas volvían a murmurar, algunos asentían con la cabeza, pero otros estaban frunciendo el entrecejo y sacudiendo sus cabezas.
- La cuestión no es si es un mago impresionante -dijo Fudge con voz irritada-, de hecho, lo más impresionante es lo temerario que fue, ¡pues el joven lo hizo a plena vista de Muggles!
Aquellos que habían ladeado su cabeza ahora estaban de acuerdo, pero fue un suspiro del beato de Percy lo que hizo que Harry interrumpiese.
- ¡Lo hice por los Dementores! –dijo fuertemente, antes de que nadie le interrumpiese.
Esperaba silencio, pero este fue tan grande que pareció de algún modo aún más intenso que antes.
- ¿Dementores? –dijo madame Bones después de un momento, con sus ojos marrones mirando peligrosamente-, ¿qué quieres decir, chico?
- ¡Quiero decir que había dos Dementores en el callejón y que fueron por mí y por mi primo!
- Ah –dijo Fudge de nuevo, con una sonrisa complacida mientras miraba al Wizengamot, como si les invitara a compartir la broma-. Sí, sí, creo que ya hemos oído algo como eso.
- ¿Dementores en Little Whinging? –dijo madame Bones con tono de sorpresa-, no lo entiendo.
- ¿De verdad, Amelia? –dijo Fudge aún con la sonrisa-, déjame que te explique. Él ha estado pensando mucho y decidió que los Dementores serían una bonita tapadera, muy bonita en efecto. Los Muggles no pueden ver a los Dementores ¿verdad chico? Muy conveniente, muy conveniente... pero es sólo tú palabra y no tienes testigos...
- ¡No estoy mintiendo! –chilló Harry, por encima de todos, arrancando el silencio de la sala-, había dos de ellos, viniendo de los lados opuestos del callejón, todo se volvió oscuro y frío y mi primo los sintió y corrió lejos de ellos...
- ¡Es suficiente! –dijo Fudge con una mirada desdeñosa-. Siento interrumpir lo que estoy seguro será una historia muy bien ensayada.
Dumbledore se aclaró la garganta. El Wizengamot guardó silencio de nuevo.
- Realmente tenemos un testigo de la presencia de los Dementores en el callejón –dijo-, otro aparte de Dudley Dursley, quiero decir.
La redonda cara de Fudge parecía floja, como si todo el mundo hubiera sacado el aire de ella. Miró fijamente a Dumbledore por un momento o dos, entonces, con la apariencia de un hombre que se retira dijo:
- No tenemos tiempo para escuchar más tonterías, lo siento Dumbledore. Quiero acabar con esto cuanto antes.
- Puedo estar equivocado –dijo amablemente Dumbledore-. Pero estoy seguro que bajo el capítulo de Derechos del Wizengamot, el acusado puede presentar un testigo para su caso. ¿No es esa la política del Departamento de Cumplimiento de la Ley Mágica, madame Bones? –continuó dirigiéndose a la bruja del monóculo.
- Cierto –dijo madame Bones-. Completamente cierto.
- Oh, muy bien, muy bien –soltó Fudge-. ¿Dónde está el testigo?
- La he traído conmigo –dijo Dumbledore-. Está justo detrás de la puerta, ¿puedo ir a...?
- No. Weasley, ve tú –dijo Fudge a Percy, que se levantó rápidamente, bajó las escaleras del balcón de jueces y corrió pasando a Dumbledore y Harry sin mirarlos siquiera.
Un momento más tarde, Percy volvió, seguido por la Sra. Figg. Parecía asustada y mucho más chiflada que nunca.
Dumbledore se levantó y dejó su silla a la Sra. Figg, haciendo aparecer otra para él.
- ¿Nombre completo? –dijo Fudge cuando la Sra. Figg se sentó nerviosamente el borde de su asiento.
- Arabella Doreen Figg –dijo con su voz temblorosa.
- ¿Y quién es usted exactamente? –preguntó Fudge con voz aburrida.
- Soy una residente de Little Whinging, cerca de donde vive Harry Potter –dijo la Sra. Fig..
- No recuerdo que ningún mago o bruja viva en Little Whinging, aparte del Harry Potter –dijo madame Bones-. Ese lugar ha estado siempre controlado, dados... dados los hechos del pasado.
- Soy una Squib –dijo la Sra. Figg-. Así que no puedo estar en el registro ¿no es así?
- ¿Conque una Squib? –dijo Fudge mirándola fijamente-, tendremos que comprobarlo. Deberás dar los detalles de tus antepasados a mi asistente Weasley. A propósito ¿pueden los Squibs ver a los Dementores? –añadió mirando de derecha a izquierda del banco.
- ¡Por supuesto que podemos! –dijo la Sra. Figg indignada.
- Fudge miró hacia abajo con sus ojos marrones.
- Muy bien –dijo-. ¿Cuál es su historia?
- Había salido a comprar comida para gatos a la tienda de la esquina de Wisteria Walk, alrededor de las nueve en punto de la tarde del 2 de Agosto –dijo la Sra. Figg de carrerilla, de manera que parecía que había aprendiendo lo que tenía que decir de memoria-. Cuando oí un ruido en el callejón entre Magnolia Crescent y Wisteria Walk. Al acercarme al callejón vi a los Dementores corriendo...
- ¿Corriendo? –dijo madame Bones bruscamente-, los Dementores no corren, se deslizan.
- Es lo que quería decir –dijo la Sra. Figg rápidamente, sonrojándose al instante-. Deslizándose por el callejón hacia lo que parecían dos niños...
- ¿Cómo eran ellos? –dijo madame Bones, estrechando los ojos hasta que el final del monóculo desapareció dentro de su carne.
- Pues... uno era grande y el otro bastante delgado...
- No, no –dijo impaciente la Sra. Bones-. Los Dementores... descríbalos.
- Oh, yo... –dijo la Sra. Figg poniéndose de nuevo colorada-. Eran bastante grandes. Grandes y... llevaban capas.
Harry sintió un horrible agujero en la boca del estómago. Cualquiera podía decir aquello, sonaba a lo mismo que hubiera dicho alguien que viera un cuadro de un Dementor, y una pintura nunca podría comunicar las cosas que eran reales: su misteriosa manera de moverse, deslizándose palmo a palmo sobre el suelo, o el olor a podrido que desprendían, o el ruido que hacían al aspirar el aire...
En la segunda fila, un mago anciano con un bigote largo y negro se apoyó para susurrar al oído de su vecina, una bruja morena. Ella sonrió y asintió con la cabeza.
- Grandes y con capas –repitió feamente madame Bones, mientras Fudge soplaba burlonamente-. Ya veo, ¿alguna cosa más?
- Sí –dijo la Sra. Figg-. Yo los sentí. Todo se volvió frío, y era una noche de verano muy calurosa. Y yo sentí... como si toda la felicidad se hubiera ido del mundo... y recordé... cosas terribles... –su voz se agitó y apagó.
Los ojos de madame Bones se abrieron de par en par. Harry pudo ver marcas rojas en la ceja, en el lugar donde había estado el monóculo.
- ¿Qué hicieron los Dementores? –preguntó, y Harry sintió de nuevo esperanza.
- Fueron hacia los chicos –dijo la Sra. Figg, su voz era ahora más fuerte y segura, y el rosa había desaparecido de su cara-. Uno de ellos se cayó. El otro siguió adelante tratando de repeler al Dementor. Ese fue Harry. Intentó hacerlo dos veces, pero solo salía un vapor plateado. A la tercera vez, creó un Patronus, que cargó contra el primer Dementor, y luego, con gran valor echó al segundo que estaba con su primo. Eso fue lo que pasó.
Madame Bones miró a la Sra. Figg en silencio, Fudge no la miraba, pero estaba poniéndose nervioso y no hacía más que mover sus papeles. Finalmente dijo muy agresivamente:
- ¿Eso es lo que usted vio?
- Eso es lo que pasó –repitió la Sra. Figg.
- Muy bien –dijo Fudge-. Puede marcharse.
La Sra. Figg lanzó una mirada fría a Fudge, y luego se levantó y se arrastró hacia la puerta. Harry oyó cómo se cerraba a su espalda.
- No es un testigo convincente –dijo Fudge prepotentemente.
- Oh, no lo sé –dijo la Sra. Bones con su voz atronadora-. Ella describió muy bien los efectos del ataque de un Dementor. Y no puedo imaginar por qué habría de decir que estaba allí si no lo estaba...
- Pero... ¿Dementores paseándose por un barrio Muggle y justo se van a topar con un mago? –dijo Fudge enojado-. Las cosas son muy extrañas. Ni siquiera Bagman apostaría por ello.
- Oh, creo que ninguno de nosotros piensa que el hecho de que hubiera Dementores fuera una coincidencia – dijo Dumbledore.
La bruja sentada a la derecha de Fudge, con su cara en la sombra, se movió ligeramente. Pero todos los demás estaban quietos y silencio.
- ¿Qué se supone que quieres decir? –dijo Fudge fríamente.
- Quiero decir que pienso que se les ordenó ir allí –dijo Dumbledore.
- ¡Tendríamos un informe si alguien hubiese enviado un par de Dementores a pasearse por Little Whinging! –chilló Fudge.
- No si los Dementores recibieran órdenes de otra persona que no fuera del Ministerio de Magia, por esos días –dijo Dumbledore tranquilamente-. Ya te di mi punto de vista sobre el asunto, Cornelius...
- Sí, lo hiciste –dijo Fudge enérgicamente-. Y yo no tengo razones para creer que tu punto de vista no es más que una tontería, Dumbledore. Los Dementores están en sus puestos de Azkaban y aún hacen todo lo que yo les pido...
- Entonces –dijo en voz baja pero audible Dumbledore-, debemos preguntarnos si alguien con el permiso del Ministro, ordenó a los Dementores ir a ese callejón el 2 de Agosto.
En el completo silencio con el que fueron acogidas esas palabras, la bruja de la derecha de Fudge se inclinó y Harry pudo verla por primera vez. Pensó que parecía un gran y pálido sapo. Estaba bastante encogida, tenía una ancha y flácida cara, un pequeño cuello semejante al del tío Vernon y una gran boca. Sus ojos eran grandes, redondos y ligeramente saltones. Incluso el pequeño lazo negro de terciopelo que llevaba en lo alto de su pelo corto le recordaba a una mosca que estuviera a punto de ser cogida por una lengua pegajosa. - La Presidenta del Reconocimiento, Dolores Jane Umbridge, Viceministra del Ministerio –dijo Fudge.
La bruja habló con una voz agitada y aguda, como de niña pequeña, que desconcertó a Harry, casi esperaba que croase..
- Estoy segura de que le he entendido mal, profesor Dumbledore –dijo ella, con un tono que hizo que sus redondos ojos parecieran muy fríos-. Seré tonta. ¡Pero eso ha sonado por un momento como si estuvieras sugiriendo que el Ministro de Magia había ordenado un ataque sobre este chico! –de rió de una maneta que hizo que los pelos de la parte trasera del cuello de Harry se levantaran. Algunos de los miembros de Wizengamot rieron con ella. No era tan sencillo y ninguno de ellos estaba realmente divertido.
- Si es cierto que los Dementores solo reciben órdenes del Ministro, y también es cierto que dos Dementores atacaron a Harry y a su primo hace una semana, eso nos lleva lógicamente a que alguien en el Ministerio debe haber ordenado los ataques –dijo Dumbledore-. Aunque, por supuesto, esos Dementores quizás estuvieran fuera del control del Ministerio...
- ¡No hay Dementores fuera del control del Ministerio! –chilló Fudge que se había puesto totalmente rojo.
Dumbledore inclinó su cabeza en una pequeña reverencia.
- Entonces indudablemente, el Ministerio debería hacer un completo cuestionario sobre porqué dos Dementores estaban tan lejos de Azkaban y porqué atacaron sin autorización...
- ¡No es cosa tuya decidir lo que hace o deja de hacer el Ministerio, Dumbledore! –gritó Fudge que ahora tenía un matiz magenta del que el tío Vernon estaría orgulloso.
- Por supuesto que no lo es –dijo Dumbledore apaciblemente-. Solo estaba exponiendo mi opinión sobre el problema.
Le echó un vistazo a madame Bones que reajustaba su monóculo y le miraba, y fruncía el ceño.
- Quiero recordar a todo el mundo que el comportamiento de esos Dementores, si realmente no son invenciones de la mente de este chico, ¡no es cosa suya! –dijo Fudge- ¡Estamos aquí para juzgar el delito de Harry Potter contra el Decreto para la Moderada Limitación de la Brujería en Menores de Edad!
- Desde luego que es por eso –dijo Dumbledore-, pero la presencia de Dementores en el callejón es fuertemente relevante. La cláusula siete del Decreto dice que la magia puede ser usada ante Muggles en excepcionales circunstancias, y esas circunstancias incluyen situaciones que pongan en peligro la vida del mago o la bruja mismo, o de cualquier otro mago, bruja o Muggle presente en el momento en que...
- Conocemos la cláusula siete, ¡muchas gracias! –dijo Fudge enojado.
- Sé que la conocen –dijo educadamente Dumbledore-. Entonces, ¿estamos de acuerdo en que Harry usó el encantamiento Patronus en esas circunstancias que son precisamente la categoría de circunstancian que describe la cláusula?
- Si había Dementores, cosa que dudo...
- Ya ha oído la declaración de un testigo ocular –interrumpió Dumbledore-. Si aun tiene alguna duda sobre los hechos llamen a la testigo y pregúntenle de nuevo. Estoy seguro de que no se negará.
- No –bramó Fudge moviendo los papeles-. Esto es... ¡quiero acabar con esto hoy, Dumbledore!
- Pero naturalmente, puede no preocuparte cuanto tiempo pierdas con un testigo, si la alternativa es un serio error judicial –dijo Dumbledore.
- ¿Un serio error judicial? –dijo Fudge a plena voz-. ¿Te has preocupado alguna vez de sumar el número de mentiras que este chico nos ha contado tratando de ocultar su escandaloso abuso de poder fuera de la escuela, Dumbledore? Supongo que habrás olvidado el hechizo levitatorio que usó hace 3 años.
- ¡No fui yo! ¡Fue un elfo doméstico! –dijo Harry.
- ¿LO VES? –rugió Fudge señalando escandalosamente hacia Harry-. ¡Un elfo doméstico! ¡En una casa Muggle!
- El elfo doméstico en cuestión es ahora empleado de la Escuela Hogwarts –dijo Dumbledore-. Yo puedo convocarlo aquí al instante para que declare, si quieres...
- No... ¡No tengo tiempo para escuchar a elfos domésticos! De todas formas no es la única vez. Hinchó a su tía ¡Por el amor de Dios! –chilló Fudge, golpeando su puño contra el banco y tirando una botella de tinta.
- Y tú, muy amablemente, no presentaste cargo en esa ocasión, aceptando, que ni los mejores magos pueden siempre controlar sus emociones –dijo tranquilamente Dumbledore, mientras Fudge intentaba quitar las manchas de tinta de sus papeles.
- Y ni siquiera he empezado con lo que hizo en la escuela.
- El Ministerio no tiene autoridad para castigar a los estudiantes de Hogwarts por sus fechorías en la escuela. El comportamiento de Harry no es relevante en esta audiencia –dijo Dumbledore, más educadamente que nunca pero con un ligero tono de frialdad en sus palabras.
- ¡Oho! –dijo Fudge-. No es cosa nuestra de lo que él haga en la escuela ¿no? ¿eso piensas?
- El Ministerio no tiene poder para expulsar a los alumnos de Hogwarts, Cornelius, como te recordé la oche del 2 de Agosto –dijo Dumbledore-. Ni tampoco tiene el derecho de confiscar varitas sin cargos que hallan sido debidamente probados; de nuevo, como te recordé la noche del 2 de Agosto. Con tu admirable prisa por asegurar que se sostenga la ley, por descuido, estoy seguro, has cambiado algunas leyes por ti mismo.
- Las leyes pueden ser cambiadas –dijo Fudge salvajemente.
- Por supuesto que pueden –dijo Dumbledore, inclinando su cabeza-, y pareces dispuesto a hacer muchos cambios, Cornelius. Porque, en las últimas semanas, desde que fui invitado a dejar el Wizengamot. ¡Ha vuelto la costumbre de mantener un completo proceso criminal para tratar un simple problema de magia con menores de edad!
Unos cuantos magos por encima de ellos se movieron en su sitio incómodamente. La bruja con cara de sapo, simplemente miró fijamente a Dumbledore, sin ninguna expresión en el rostro.
- Soy consciente –continuó Dumbledore-, de que no hay ninguna ley que diga que el trabajo de este consejo sea castigar a Harry por cada conjuro de magia que halla realizado. Él ha sido acusado de un delito específico y ya ha presentado su defensa. Todo lo que podemos hacer él y yo ahora es esperar su veredicto...
Dumbledore volvió a juntar sus dedos de nuevo y no dijo nada más. Fudge lo miró airadamente evidentemente enfurecido. Harry dio un vistazo a Dumbledore, sintiéndose más tranquilo, no estaba del todo seguro de que Dumbledore hubiera hecho lo correcto hablando así al Wizengamot, efectivamente, ellos aún estaban a tiempo de tomar una decisión. De nuevo, sin embargo, Dumbledore parecía no darse cuenta de las tentativas de Harry para encontrar su mirada. Él continuaba mirando hacia arriba, a los bancos donde estaba la totalidad del Wizengamot había caído en cuchicheadas y urgentes conversaciones.
Harry miró sus pies. Su corazón, que parecía haberse hinchado a un tamaño antinatural, estaba latiendo fuertemente bajo sus costillas. Había esperado una audiencia más larga. No estaba del todo seguro de haber causado una buena impresión. Realmente no había dicho mucho. Debería haber explicado más ampliamente lo de los Dementores, como se les habían echado encima, como los dos, Dudley y él había estado a punto de ser besados...
Dos veces había mirado a Fudge y había abierto la boca para hablar, pero su corazón hinchado estaba ahora apretando el paso del aire y las dos veces él simplemente suspiró profundamente, y miró abajo hacia sus zapatos. Entonces los cuchicheos pararon. Harry quiso mirar a los jueces, pero decidió que era realmente muchísimo más fácil seguir mirando sus cordones.
- ¿Quién está a favor de que el acusado quede limpio de cargos? –dijo madame Bones. La cabeza de Harry se elevó. Había manos en el aire, bastantes... ¡más de la mitad! Con el corazón disparado intentó contarlas, pero antes de que pudiera acabar, madame Bone dijo:
- ¿Y quién a favor de la condena?
Fudge alzó la mano, como media docena más, incluida la bruja de su derecha, el mago bigotudo y la bruja de la segunda fila.
Fudge miró a todos los presentes, como si tuviera algo atravesado en la garganta, entonces bajó su propia mano. Dio dos largos suspiros y dijo con la voz deformada por la rabia:
- Muy bien, muy bien... quedas limpio de todos los cargos.
- Excelente –dijo Dumbledore enérgicamente, saltando sobre sus pies, alzando su varita y haciendo que las dos sillas desaparecieran-. Bien, hemos progresado. Tengan todos un buen día –y sin mirar a Harry salió de la mazmorra.
La abrupta salida de Dumbledore tomó a Harry completamente desprevenido. Permaneció sentado donde estaba, en la silla con cadenas, luchando con sus sentimientos de conmoción y alivio. En el Wizengamot se ponían todos de pie, hablando, recogiendo sus papeles y guardándolos. Harry se levantó. Nadie pareció prestarle la menor atención, excepto la bruja parecida a un sapo, sentada a la derecha de Fudge, que ahora lo miraba fijamente a él en vez de a Dumbledore. Ignorándola, intentó buscar la mirada de Fudge, o la de la Señora Bones, queriendo preguntar si era libre de irse, pero el Ministro parecía bastante determinado en no
hacerle caso, y la señora Bones estaba entretenida con su portafolios, así que dio unos pasos tentativos hacia la salida, y, como nadie lo llamó, salió en una rápida caminata. Dio los últimos pocos pasos a la carrera, tirando del manillar de la puerta para abrirla y casi chocó contra el Señor Weasley, quien estaba parado del lado de afuera, luciendo pálido y aprehensivo.
- Dumbledore no me dijo.....
- -¡Limpio - exclamó Harry , mientras la puerta se cerraba detrás de él - de todos los cargos¡
Sonriendo, el Señor Weasley aferró a Harry por los hombros.
- ¡Harry, esto es maravilloso! Bien, desde luego, ellos no podían haberte encontrado culpable, no con la evidencia que tenían…
El Señor Weasley se detuvo en mitad de la frase, Cornelius Fudge estaba a poca distancia de ellos, hablando quedamente con Lucius.
- Bien, bien, bien... Patronus Potter, - expreso Lucius Malfoy, fríamente viendo de reojo las reacciones de su hijo, quien se encontraba atrás de él.
A Harry le faltó el aliento, como si estuviese caminado a través de algo sólido. Él había visto esos gélidos ojos a través de la abertura de la capucha de un Mortifago, y fue la última oz de hombre que oyó burlándose de él en un cementerio oscuro mientras su Señor Voldemort le torturaba. No podía creer que Lucius Malfoy se atreviese a mirarlo a la cara.
- El Ministro me estaba contando ahora mismo tu afortunada huída, Potter - pronunció con lentitud el Señor Malfoy - Realmente asombrosa, la forma en que continuas escabulléndote por los agujeros... como las serpientes, de hecho.
El Señor Weasley agarró el hombro de Harry para advertirle.
- Sí – comentó éste - sí, soy bueno escapando.
Lucius Malfoy levantó sus ojos hasta la cara del Señor Weasley.
- -¡Y Arthur Weasley también! ¿Qué estás haciendo aquí, Arthur?
- -Yo trabajo aquí – le recordó el aludido, lacónicamente.
- -No aquí, ¿verdad? – ironizó el Señor Malfoy, levantando sus cejas y echando un vistazo hacia la puerta por encima del hombro de Weasley. - Creía que estabas arriba en el segundo piso... ¿no haces algo que tiene que ver con llevarte furtivamente a casa objetos Muggle para embrujarlos?
- ¡No! - contestó bruscamente el Señor Weasley, sus dedos lastimaban ahora el hombro de Harry.
- Por cierto ¿Qué está haciendo usted aquí? - le preguntó Harry a Lucius Malfoy. Pudo notar como Draco rodaba los ojos por el enfrentamiento que tenían en ese momento.
- ìNo creo que mis asuntos privados con el Ministerio sea algo que te concierna Potter -gruño él, alisando la parte delantera de su túnica. Harry distinguió el suave tintineo de lo que sonaba como un bolsillo lleno de oro. - Verdaderamente, sólo porque seas el muchacho favorito de Dumbledore, no debes esperar la misma indulgencia del resto de nosotros... ¿Subimos entonces a su oficina, Ministro?
- Desde luego – aceptó Fudge, dándoles la espalda a Harry y al Señor Weasley. - Por aquí, Lucius.
Se alejaron juntos, el mayor jaló a Draco quien se había quedado parado en su lugar y hablaban en voz baja. El Señor Weasley no soltó el hombro de Harry hasta que ellos desaparecieron en el ascensor.
- ¿Por qué no estaba esperando en la puerta de la oficina de Fudge si ellos tienen negocios que atender juntos? - estalló Harry, furioso. - ¿Qué hacía aquí abajo?
- Intentando colarse en la sala del tribunal, si me lo preguntas – insinuó el Señor Weasley, que parecía sumamente agitado y miraba por encima de su hombro para asegurarse que no podían oírles por casualidad. – Tratando de averiguar si te habían expulsado o no. Le mandaré una nota a Dumbledore cuando te deje, tiene que saber que Malfoy ha estado hablando con Fudge denuevo.
- -A propósito ¿Qué negocios privados tiene ellos en común?
- -Oro, me imagino - dijo el Señor Weasley disgustado - Malfoy lo ha estado repartiendo generosamente para toda clase de cosas durante años... se lo entrega a las personas correctas... así luego puede pedirles favores... como retrasar leyes que no quiere que salgan... oh, está muy bien conectado, Lucius Malfoy.
Aquella noche al llegar, mientras todos dormían Harry pudo escuchar un pequeño picoteo en su ventana, tanteó su mesita de noche buscando sus anteojos y cuando se los puso pudo observar a una pequeña lechuza viéndolo tras su ventana, cuidado no despertar a Ron le permitió entrar y tomó el pequeño trozo de pergamino que tenía en la pata.
¡Lo sabía! ¡Siempre te sales con la tuya!
Estaban obligados a retirar los cargos no había ningún caso contra ti, absolutamente ninguno.
Una vez que Dumbledore se puso de tu lado
no había manera que te condenaran.
Me alegro mucho de que podamos estar juntos este año.
Te he extrañado mucho.

Hablamos en el tren.
Te amo.
D.M.
PD1: la lechuza en de T.N. me ha ayudado a poderte contactar hoy.
PD2: ¿Cómo se te ocurre ponerte a discutir con mi padre? Lo que queremos es que me permita estar contigo, ¡no que te odie!

Harry sonrió completamente embobado, sintiéndose como una colegiala enamorada, pero el que Draco ocupara cada oportunidad para estar al tanto de el y recordarle lo mucho que lo amaba lo hacía demasiado feliz.
. . . . .
Notas finales:

Muchas gracias por todo su apoyo, trataré de subir los capis anteriores. 

Les mando un abrazo!


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