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Te odio, te amo por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marvel Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fanfic lo hice solo y únicamente como diversión.

Personajes: Dr. Strange/Tony Stark.

Aclaraciones y advertencia: Romance, algo de Ooc, omegaverse y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Beta Reader: Samantha_Myarrow

 

Resumen: Tony se ofrece a casarse para que el reino Místico se una a la alianza conocida como los Vengadores. Siendo un omega mayor, sus oportunidades de tener una familia son casi nulas por lo que está podría ser su última oportunidad de ser feliz, aunque viva en un matrimonio sin amor, pero tal vez su nueva vida le dé más libertad de la que soñó jamás.

 

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Te odio, te amo

 

 

Capítulo 1.- El prometido del príncipe

 

 

Tony Stark provenía de tierras lejanas, había llegado al reino de Brooklyn en compañía de sus padres a la tierna edad de dos años de vida y no recordaba como nada de su antiguo hogar. Sus padres, Howard Stark era un gran inventor y Maria, una sanadora habilidosa, ambos alfas que rápidamente se ganaron un lugar en la corte del rey Joseph Rogers y en poco tiempo tuvieron la plena confianza de su majestad y su familia.

El rey tenía un hijo apenas un par de años mayor que Tony; el cual lo había tenido con una noble de bajo rango y a ojos de la corte, haciendo que Steve solo fuera un bastardo que no merecedor del trono.

A pesar de todo, la vida en el reino estaba colmada de felicidad… aunque las intrigas de la corte y la reciente guerra la opacaron con prontitud.

Debido a esto es que lo inevitable sucedió: el rey y el matrimonio Stark fueron asesinado y Steve de tan solo 16 años ascendió al trono; las malas intenciones de la corte y sus lenguas afiladas lo habrían vuelto loco de no ser por Tony quién parecía ser su único aliado verdadero.

Steve trataba de ser un rey justo y amable tanto como podía, pero la guerra y su lucha constante por legitimar su posición lo hacían vulnerables a las manipulaciones de la corte.

Los años pasaron, la guerra se intensificó forzando a Steve a formar alianzas: Wakanda, un país de grandes avances tecnológicos que era gobernado por el rey T'challa; Asgard, su monarca se llamaba Thor y de una tribu de guerreros nómadas que si bien no tenían tierras propias, luchaban ferozmente por sus aliados. Su reina, Natasha era hábil y valiente; una alfa con el corazón de una leona.

 

 

 

—Si atacamos por el paso Sur, podremos detener el avance de sus ejércitos —dijo Steve. Estaba reunido con los líderes de los reinos aliados.

La guerra contra Hidra y los países que la conformaban se había vuelto más encarnizada en los últimos meses, siendo ellos los más afectados y perdiendo territorios y cientos de vidas, todo a causa del Reino que hace tan solo unos meses se había unido a sus enemigos: Darkness, se creía que su gente eran demonios y tal vez era verdad, pues ningún arma convencional podía herirlos y solo las creadas en Wakanda tenían efecto en ellos.

 

—Ese camino los lleva al poblado de Vanaheim, de ahí tendrán paso libre a Asgard —explicó Thor. Un alfa alto, musculoso y de rubios cabellos.

—El ejército de Hydra nos supera 10 a 1, las armas wakandianas no son suficientes para abastecer a todo nuestro ejército —agregó Natasha. Alfa, pelirroja.

—La provincia de Hell's Kitchen ya fue destruida —dijo T’challa. Alfa de piel oscura y cuerpo musculoso, aunque no tanto como Thor—. No dejaron piedra sobre piedra.

—Esta guerra se a extendido demasiado, debemos… —El discurso de Steve se vio interrumpido, los gritos de los hombres y el sonido de explosiones reinaron de un momento a otro. Las fuerzas enemigas atacaban el campamento.

Rápidamente, los líderes salieron de su carpa. En el cielo, criaturas aladas combatían ferozmente.

 

—¡Por los dioses! —Exclamó Thor. No podía creer lo que sus ojos veían. Dragones << ¿No se suponía que llevaban extinto más de diez siglos?>>, luchaban contra horribles criaturas de apariencia humanoide que tenían grandes alas de murciélago y afiladas garras.

 

Los dragones doblegaron rápidamente al enemigo, quien escapó con los pocos miembros que aún le quedaban, pero los reptiles voladores no permitirían que se escaparan.

 

—¡Increíble! —susurró Steve. Una de las criaturas atacó al dragón que parecía ser el líder. Algo cayó de su espalda, precipitadas al suelo, junto reptil que se convirtió en polvo antes de tocar el suelo.

 

 

 

Tony dejó las herramientas a un lado. Siendo omega, él no debería tener acceso a ellas. Después de todo, los de su casta apenas y tenían permitido aprender a leer y escribir y no podían trabajar y eran prácticamente vistos como monedas de cambio.

Él había tenido suerte: sus padres lo educaron para ir tras sus sueños, de no dejarse amedrentar por nadie… ni siquiera por un alfa.

 

Y eso le había acarreado un sinfín de problemas…

 

Pasaba de los 30 años, demasiado mayor que cualquier alfa lo aceptara.

<<Ellos solo querían omegas menores a 25 años, sumisos y dulces>>. Steve era el único que no le despreciaba, que… lo amaba, pero sabía que él jamás lo desposaría, no mientras le prestara más atención a los cuchicheos de la corte, a lo que la gente pensara de él, que a seguir su corazón.

 

El tren de sus pensamientos se vio interrumpido. Los sonidos de las campanas de la iglesia del pueblo se escuchaban a lo lejos, seguido por los cañones. Tony sonrió, Steve había regresado.

 

Aguardó algunas horas para darle tiempo a su amigo de encargarse de asuntos de la corona y poder descansar.

 

Alguien llamaba a la puerta. Era Steve, quien aún traía su armadura puesta… algo debía estar mal.

 

—Steve, ¿qué sucede? —le invitó a pasar; el alfa se adentró en la habitación hasta llegar una de las pocas sillas que había. Hace un par de años le había regalado ese lugar para que Tony pudiese realizar cuanto experimento quisiera, lejos de las miradas indiscretas de la gente—. ¿Steve?

 

El alfa suspiró pesadamente antes de contarle todo lo que había sucedido, desde la unión del reino de Darkness con Hydra, los territorios perdidos y la desesperación de creer que perderían la guerra, hasta la aparición de los dragones y de ellos: los habitantes del reino Místico y su promesa de alianza.

 

—Por lo que me cuentas, la balanza podría inclinarse a nuestro favor con ellos en nuestras filas —dijo Tony—, pero no estas conforme con eso, ¿por qué?

—La reina Ancestral ha accedido a una alianza, pero solo si es por matrimonio —Tony dejó caer los hombros en un gesto de derrota, ¿Steve se casaría…?

—Quiere que su heredero se despose con una o un noble omega —explicó rápidamente—. Una hoja entre joyas.

—Supongo que escogerán a un omega que no pase de los 19 años —comentó Tony un poco aliviado, Steve negó con la cabeza.

—Ella dijo que no quería un niño…

—Entonces… yo me ofrezco… —Steve lo miró sorprendido. No, de ninguna manera dejaría que Tony se sacrificaría. No iba a permitir que otro alfa marcara al omega que amaba.

 

 

 

 

Steve estaba desesperado, había discutido con Tony. Quería hacerlo cambiar de opinión respecto a ofrecerse la alianza por matrimonio. Tal era su desesperación que incluso convocó a sus consejeros para buscar omegas en edad casadera y presentarlos a la reina Ancestral.

 

Los otros miembros de la alianza llegaron una semana después, todos traían omegas pertenecientes a la nobleza, todos dispuestos a sacrificarse en pro del bienestar de sus hogares. La comitiva real del reino Místico llegó días después; quitando el aliento de más de uno cuando los vieron descender en el centro de los jardines reales, montados en dragones. Estos eran más altos de caballos de guerra, sus alas tenían una envergadura de 6 metros y de la cabeza a la punta de su cola sobrepasaban los 10 mts. Sus cabezas estaban provistas de cascos cuyo material no se parecía a nade que hubiesen visto antes: cambiaba de color, casi fundiéndose con su entorno.

Había una persona (era difícil saber sí era hombre o mujer por su calvicie y ropas en extremo holgadas), descendió del dragón que se encontraba en medio del grupo.

 

—Es un gusto verles de nuevo —dijo con voz femenina. Era imposible saber a qué casta pertenecía, pero todos asumieron que se trataba de una alfa, pues un gobernante no podría pertenecer a otra casta.

 

A Ancestral se unió un hombre alto, de cabellos negros y mechones blancos a cada lado de su cabeza. Vestía un pantalón y camisa de manga larga de color azul, holgados que daba la impresión de ser una bata, sobre sus hombros llevaba una capa roja con cuello en punta.

 

Una vez que todos desmontaron de los dragones, estos alzaron el vuelo, perdiéndose en poco tiempo en el horizonte.

 

Esa noche, se hizo un baile en honor de los visitantes. Tony observó a los extraños personajes. Por lo que le había contado Steve, los habitantes del reino Místico eran una clase de hechiceros.

 

—Tú debes de ser Anthony —Tony se sobresaltó. Quien le hablaba, era el alfa que había bajado del dragón después de la reina Ancestral.

—Sí, ¿cómo sabes mi nombre? —preguntó curioso. Le observó con cuidado, tenía unos enigmáticos ojos de un color que le era difícil identificar; por un momento parecían azules, otras verdes y en otras grises.

—Soy Stephen Strange, hijo de la reina Ancestral, hija del cielo y de la tierra —dijo el hombre haciendo una reverencia—. ¿Me concedería esta pieza? —Stark asintió con la cabeza.

 

Bailaron durante una hora. Stephen no era como los otros alfas, él le alentaba a hablar, a preguntar e incluso a opinar. En toda la vida de Tony, solamente su padre y Steve (hasta cierto punto), lo fomentaban a romper con los estándares de su casta. Eso le agradaba.

 

Steve observó a Tony interactuar con el príncipe extranjero y no le agradó nada lo que veía. Su amigo parecía feliz; su rostro brillaba de esa forma especial que solo le había visto mientras trabajaba en algún nuevo proyecto.

 

—Un omega interesante —comentó Ancestral.

—¿Por qué lo dice? —preguntó curioso. La reina sonrió con una dulzura, algo poco característico de los alfas, aun de las hembras de dicha casta.

—Muy pocos omegas pueden actuar con naturalidad en presencia de mi hijo —comentó con gracia—, la mayoría lo considera… aterrador. Igual que su madre —hizo una pausa—. Un noble como él sería un excelente rey consorte.

Steve se trago su coraje, pero no pudo evitar sacar a la reina de su error, pues Tony no pertenecía a ninguna familia aristócrata.

 

—Mi querido rey Steve, la nobleza no se encuentra en las ostentosa joyas o finas ropas.

 

Steve no pudo refutar tales palabras.

 

Las horas pasaron; Stephen bailó con otras personas (para alivio de Steve), pero apenas y compartía una pieza, en ocasiones, era tan grosero que lo dejaba a mitad del vals. Las horas pasaron y la gala estaba por terminar. El príncipe del reino Místico no parecía haber elegido aún.

 

Faltaba poco para la media noche cuando Stephen llamó la atención de los presentes, a su lado se encontraba un hombre de estatura baja y cuerpo regordete, cargaba un cofre que parecía pesado.

 

—Damas… caballeros… —comenzó a hablar—. En el nombre de mi madre, la reina Ancestral, del reino Místico y por supuesto, del mío —hizo una pausa—, dejaré el parloteo de lado, sé que muchos quieren irse ya de este aburrido y tedioso evento —Tony se rio por lo bajo mientras que algunos invitaron miraron con desaprobación al príncipe, otros cuchicheaban a sus espaldas.

 

Stephen tomó el cofre de mano de su compañero y a paso lento se acercó hasta Tony, donde se arrodilló ante él, hecho que indigno a la mayoría de los alfas presentes.

 

Los alfas eran líderes, poderosos y orgullosos. Ellos no se arrodillaban, el mundo lo hacía ante ellos, cualquier miembro de la casta que hiciera lo contrario, solo merecía la muerte.

 

—Me presento ante ti, no como el príncipe del reino Místico, hijo de la reina Ancestral, hija del cielo y de la tierra, si no como Stephen Strange, el hombre —dijo el alfa. Abrió el cofre revelando su contenido: un libro de pasta de cuero viejo, aquello ocasionó la burla de los omegas y más de uno, agradeció no haber sido escogido por ese alfa demente—. No te ofrezco oro, ni joyas, te doy algo más grande que ello, ¿lo aceptas?

 

Tony asintió tomando el libro, como agradecimiento, recibió un beso en la frente. Al día siguiente, recibió un regalo inesperado, un dragón para que pudiera montar. Esa misma tarde marcharía al reino Místico junto a su futuro esposo.

 

Estaba por embarcarse en una aventura a la que ningún omega pudiese haber aspirado jamás.

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Bueno, espero les guste este nuevo fic, que va dedicado a mi nueva y amada beta, Sam.

 


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