Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ópalo por Momino

[Reviews - 109]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gracias, de nueva cuenta a las personitas que me mandaron sus comentarios <3

 

Capítulo 3

 

Sorpresa coloreándome cuando Sasuke apareció temprano el sábado por la noche y quería salir. Como desafiar las carreteras resbaladizas por la nieve y hacer algo normal.

Una cita. Como si tuviéramos el lujo de hacer algo así. Y no podía evitar recordar lo que me había dicho cuando había estado en su cama y tan listo para darle el visto bueno.

Él había querido hacer las cosas bien.

Citas. Películas.

Sai estaba actualmente de niñera de Itachi, y el Uchiha de en medio  sintió la suficiente confianza para dejarlo con él.

Saqué un par de jeans de mezclilla oscuros y un jersey rojo de cuello alto. Tomando unos minutos extra con mi cabello, luego bajé corriendo por las escaleras. Me tomó alrededor de una hora y media escabullirme para alejar a Sasuke de mi mamá.

Tal vez no tendría que preocuparme sobre ella y Jiraiya. A lo mejor necesitaba preocuparme sobre ella y el idiota de Sasuke. Un puma.

Cuando estuvimos en el cómodo interior de Sharingan, su todoterreno, pisó el acelerador y me dedicó una sonrisa. —Está bien. Hay algunas reglas sobre nuestra cita, dobe.

Mis cejas se levantaron. —¿Las hay?

—Sí. —Disminuyendo la velocidad de Sharingan dio la vuelta y empezó a bajar el camino de entrada, con cuidado evitando los parches gruesos de hielo negro.

—La regla número uno es no hablar de nada relacionado con el DOD.

—Está bien, dattebayou. —Me mordí el labio inferior.

Me miró de soslayo, como si supiera que estaba luchando contra una estúpida sonrisa de enamorado. —La regla número dos es que no hablemos sobre Itachi o Jiraiya. Y número tres, nos centramos en mi genialidad.

Bien. Ya sin luchar contra mi sonrisa. Se extendió de oreja a oreja. — Creo que puedo lidiar con estas reglas, de veras.

—Qué bien, porque hay castigo por romperlas, usuratonkachi.

—¿Y qué clase de castigo podría ser, ttebayou?

Él se rió entre dientes. —Probablemente del tipo que disfrutarías, dobe.

Calidez llenó mis mejillas y venas. Decidí no responder a esa declaración. En su lugar, llegué a la estación de radio al mismo tiempo que Sasuke. Nuestros dedos se rozaron y estática corrió por mi brazo, extendiéndose a su carne. Me echó hacia atrás, él sonrió de nuevo, pero el sonido fue ronco e hizo al espacioso todoterreno parecer de alguna manera demasiado pequeño.

El pelinegro se decidió por una estación de rock, pero mantuvo el volumen bajo. El viaje a la ciudad transcurrió sin incidentes pero divertido... porque nada loco pasó. Eligió un restaurante italiano, y nos sentamos en una mesita iluminada por velas parpadeantes. Miré a mí alrededor.

Ninguna de las otras mesas tenía velas. Estaban cubiertos con cursis manteles de cuadros rojos y blancos. Pero nuestra mesa de madera estaba vacía con excepción de las velas y dos copas de vino llenas de agua.

Incluso las servilletas se miraban como lino real.

Considerando las posibilidades mientras nos sentamos, mi corazón dio un vuelco.

—¿Lo hiciste...?

Apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia delante. Las sombras suaves bailaron sobre su rostro, destacando el arco de sus pómulos y la curva de sus labios.

—¿Hacer qué, dobe?

—¿Organizar esto, dattebayou? —Señalé con la mano hacia las velas.

Sasuke se encogió de hombros. —Tal vez...

Hice mi pelo hacia atrás, sonriendo.

—Gracias. Es muy...

—¿Impresionante?

Me eché a reír. —Romántico, es muy romántico, ttebayou. E impresionante, también, de veras.

—Siempre y cuando pienses que es impresionante, entonces valió la pena, usuratonkachi. —Levantó la mirada cuando la camarera llegó a nuestra mesa. Su gafete decía Tamae.

Cuando se volvió para tomar la orden de Sasuke, sus ojos se pusieron vidriosos, un efecto secundario común de estar cerca del Sr. Extraordinario, estaba aprendiendo. —¿Y qué hay de ti, cariño?

—Espaguetis con salsa de carne, dattebayou —dije, cerrando el menú y entregándoselo.

Tamae miró hacia el Uchiha, y creo que podría haber suspirado. — Traeré sus palitos de pan de inmediato.

Después nos quedamos solos, sonreí a mi cita. —Creo que vamos a obtener albóndigas extra, de veras.

Se echó a reír. —Oye, soy bueno para algunas cosas, dobe.

—Eres bueno para un montón de cosas, teme.

En el momento en que las palabras salieron de mi boca, me sonrojé.

Demonios. Eso podría ser percibido de muchas maneras.

Sorprendentemente, el azabache lo dejó pasar y comenzó a hacerme bromas acerca de un libro que había visto en mi dormitorio. Era una novela romántica. La típica portada con el modelo del macho alfa fornido con abdominales marcados. Para cuando nuestra pila rebosante de palitos de pan llegó, casi lo había convencido de que sería un modelo perfecto para la portada de uno de esos libros.

—No uso pantalones de cuero, usuratonkachi —dijo, mordiendo lo mejor del ajo y mantequilla.

Y eso era una maldita lástima. —Aun así. Tienes el estilo, dattebayou.

Rodó sus ojos. —Tú sólo me quieres por mi cuerpo. Admítelo.

—Bueno, sí...

Levanto sus pestañas y sus ojos brillaron como joyas. —Me siento como un bombón.

Rompí a reír. Pero entonces hizo una pregunta que no esperaba.

—¿Qué vas a hacer con la universidad, dobe?

Parpadeé. ¿Universidad? Sentado de nuevo, mi mirada cayó a la pequeña llama.

—No lo sé, de veras. Quiero decir, en realidad no es posible a menos que  vaya a una cerca de un montón de cuarzo, ttebayou.

—Acabas de romper una regla, usuratonkachi —me recordó, sus labios formando una media sonrisa.

Rodé los ojos. —¿Qué hay de ti, teme? ¿Qué estás haciendo para la universidad?

Se encogió de hombros. —No he decidido todavía.

—Se te está acabando el tiempo, Uchiha—dije, sonando como Sakura, quien amaba recordármelo cada vez que hablamos.

—En realidad, a los dos se nos está agotando el tiempo, dobe, a menos que hagamos una aceptación tardía.

—Está bien, ttebayou. Dejando a un lado lo de romper reglas, ¿cómo es posible? ¿Tomar clases por Internet?

Se encogió de hombros otra vez, en cierto modo quería apuñalarlo a los ojos con el tenedor. —¿A menos que sepas de una universidad que tenga... un ambiente adecuado?

Nuestras comidas llegaron, aplazando la conversación mientras la camarera rallaba queso sobre el plato de Sasuke. Eventualmente me ofreció un poco. Y en el momento que se fue, me abalancé. —Así que, ¿lo haces, dattebayou?

Cuchillo y tenedor en mano, empezó a cortar un trozo de lasaña del tamaño de un camión. —Los Flatirons, dobe.

—¿Los qué?

—Los Flatirons es una montaña en las afueras de Boulder, Colorado, en Estados Unidos.—Cortó su comida en trozos pequeños. Él tenía tan delicados hábitos alimenticios, mientras que yo estaba derramando mis espaguetis alrededor de mi plato—. Están llenos de cuarcita. No es tan conocida ni tan visible como en algunos sitios, pero están ahí, bajo varios metros de sedimentos.

—Está bien, dattebayou. —Traté de comer mis espaguetis en los más delicados mordiscos—. ¿Qué tiene que ver eso con nada?

Levantó la mirada a través de sus oscuras pestañas.

—La Universidad de Colorado está a unos dos kilómetros de los Flatirons, usuratonkachi.

—Oh. —Masticaba lentamente y de repente se me fue el apetito—. ¿Es... es ahí donde quieres ir a la universidad, teme? — ¿No era muy  lejos de Japón? ¿Al otro lado del mundo? ¿Lejos de mí?

Hubo otro encogimiento de hombros.

—Colorado no es un mal lugar, dobe. Creo que te gustaría.

Mirando hacia él, me olvidé de la comida. ¿Estaba queriéndome decir lo que creía que estaba queriéndome decir? No quería sacar conclusiones, y tenía demasiado miedo para preguntar, porque él podría estar sugiriendo que era un lugar que me gustaría visitar versus vivir allí... con él. Y eso sería súper mortificante.

Con las manos frías, bajé mi tenedor.

¿Qué pasa si Sasuke se va? Por alguna razón había estado pensando en la suposición de que no iba a salir de aquí. Nunca. Y lo había aceptado, en un nivel subconsciente, estando atrapados aquí, principalmente porque realmente no había pensado en encontrar otro lugar que estuviera protegido de los Arum.

Mi mirada cayó a mi plato. ¿Hubiera aceptado quedarme aquí por Sasuke? ¿Era eso cierto? Él nunca ha dicho que te ama, una voz insidiosa y molesta susurró. Ni siquiera después de que tú se lo has dicho. Ah, la voz estúpida tenía un punto.

De la nada, un palito de pan tocó la punta de mi nariz. Mi cabeza se sacudió hacia arriba. Salpicaduras de sal de ajo llovieron.

El azabache tenía el palo entre dos dedos, con las cejas arqueadas. — ¿En qué estabas pensando, dobe?

Me sacudí las migajas. Una sensación de tironeo lleno mi estómago, y me obligué a sonreír. —Yo... yo creo que Colorado suena bien, dattebayou.

Mentiroso, dijo su expresión, pero volvió a su comida. Un silencio tenso descendió entre nosotros, esa era la primera vez. Me obligué a disfrutar de la comida, y pasó la cosa más divertida.

Con las burlas ligeras de Sasuke y la conversación recurriendo a diversos temas, como su obsesión con todas las cosas relacionadas con fantasmas, me estaba divirtiendo de nuevo.

—¿Crees en los fantasmas, teme? —pregunté, persiguiendo el último de mis fideos.

 Con su plato vacío se echó hacia atrás y bebió de su copa—. Creo que existen, dobe.

Sorpresa parpadeaba a través de mí.

—¿En serio? Huh. Pensé que sólo ves esos shows de fantasmas por entretenimiento, ¡de veras!

—Bueno, lo hago. Me gusta uno donde el chico grita: "¡Amigo! ¡Hermano!" Cada cinco segundos. —Él sonrió cuando me reí. —Pero en serio, no puede ser imposible, dobe. Demasiadas personas han sido testigos de cosas que no pueden ser explicadas.

—Al igual que demasiadas personas han presenciado extraterrestres y ovnis, dattebayou —sonreí.

—Exactamente. —Dejó su copa sobre la mesa. —Excepto que los ovnis son una basura total. El gobierno es responsable de todos los objetos voladores no identificados.

Mi boca se abrió. ¿Por qué estaba incluso sorprendido?

Tamae apareció con nuestra cuenta, y yo estaba renuente a irme.

Toda la cita fue una forma demasiado breve para un momento de normalidad que a ambos nos hacía falta. A medida que nos dirigimos a la parte delantera del restaurante, quería agarrar su mano y envolver mis dedos alrededor de él, pero me contuve. Sasuke hacia un montón de cosas locas en público, pero ¿tomarse de las manos?

Así que no parecía su estilo.

Había un par de chicos de la escuela sentados junto a la puerta. Sus ojos se abrieron del tamaño de platos cuando nos vieron. Considerando que el bastardo y yo teníamos esta relación de odio-odio la mayor parte del año, pude comprender su sorpresa.

Había comenzado a nevar ligeramente mientras estábamos dentro y una fina capa de nieve cubría el estacionamiento y autos. Nieve blanca seguía cayendo. Deteniéndome en el lado del pasajero, incliné la cabeza hacia atrás y abrí mi boca, capturando un copo diminuto en la punta de mi lengua.

Los ojos negros se estrecharon sobre mí y la intensidad de su mirada provocó un pequeño aleteo nervioso en mi estómago.

Una urgencia para avanzar y cruzar la distancia entre nosotros, me golpeó duro, pero yo no podía moverme. Mis pies estaban arraigados a la tierra y expulsó el aire de mis pulmones.

—¿Qué? —susurré.

Sus labios se separaron. —Estaba pensando en una película.

—Está bien, ttebayou. —Me sentí caliente aunque estaba nevando—. ¿Y?

—Pero has roto las reglas, Kitsune. Varias veces. Mereces algún castigo.

Mi corazón dio un vuelco. —Soy un rompedor de reglas, de veras.

Sus labios se curvaron de las esquinas.

—Lo eres, dobe.

Moviéndose a la velocidad del rayo, Sasuke estaba delante de mí antes de que pudiera decir una palabra, ahuecando mis mejillas, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras bajaba la suya. Sus labios rozaron los míos, enviando un escalofrío por mi columna vertebral. El contacto inicial fue suave como una pluma y desgarradoramente tierno.

Entonces el contacto cambio con el segundo rose de sus labios y los míos se separaron, dándole la bienvenida.

Realmente me gustó esta forma de castigo.

Las manos Sasuke se deslizaron hasta mis caderas, y me atrajo hacia él al mismo tiempo que nos movíamos hacia atrás, deteniéndonos cuando mi espalda se apoyó contra el frío y húmedo metal de su auto, con suerte en el suyo. Dudaba que alguien quisiera que una pareja estuvieran haciendo lo que nosotros en su auto.

Porque nos estábamos besando, realmente besando, y no había ni un centímetro de espacio entre nuestros cuerpos. Mis brazos encontraron su camino alrededor de su cuello, dedos deslizándose a través del bloqueo de seda cubierta con una ligera capa de nieve. Nos ajustamos en todas las partes que eran importantes.

—¿Película? —murmuró, besándome otra vez—. ¿Y luego qué, Kitsune?

No podía pensar en torno cómo él sabía y sentía. Cómo mi corazón estaba martillando locamente mientras sus dedos se deslizaron bajo mi cuello de tortuga, extendiéndose a lo largo de mi piel desnuda. Y yo quería estar completamente desnudo y sólo con él, siempre él. Él sabía lo que el "¿y luego qué?" era. Haciendo las cosas bien... y querido Kami, yo quería hacer esas cosas bien en estos momentos.

Ya que no podía conseguir que mi boca trabajara entre sus besos adictivos, opté por hacer el show-no-decir nada, deslizando mis manos por sus caderas vestidas de jeans. Enganchando mis dedos en su cinturón, lo jale contra mí.

El mayor gruñó y mi pulso se aceleró. Sí, lo tiene. Su mano se deslizó desde abajo hacia arriba, sus dedos rozando contra el borde de mi camisa. De repente su celular sonó en su bolsillo, chillando tan fuerte como una alarma de incendio.

Pensé por un pequeño instante que iba a ignorarlo, pero se apartó, jadeando. —Un segundo.

Me besó rápidamente, manteniendo una mano donde estaba mientras sacó su teléfono. Enterré mi cara contra su pecho, respirando rápidamente.

Él dejó mis sentidos girando en un delicioso lío que estaba fuera de control.

Cuando el pelinegro habló, su voz era áspera. —Más vale que sea realmente importante.

Lo sentí tensarse, su ritmo cardíaco mejorando, y supe al instante que algo malo había pasado. Alejándome, lo miré.

—¿Qué, ttebayou?

—Está bien —dijo por el teléfono, sus pupilas volviéndose luminosas—. No te preocupes, Sai. Me ocuparé de él. Te lo prometo.

El miedo enfrió el calor dentro de mí. Mientras él bajaba el teléfono, deslizándolo de nuevo en su bolsillo, mi estómago cayó. —¿Qué es, Sasuke? —pregunté de nuevo.

Cada músculo de su cuerpo endurecido. —Es Itachi. Escapó.

 

 

Me quedé mirándolo, rogando haberle entendido mal, pero la desesperación aguda y el toque de furia en sus ultra-brillantes ojos rojos me dijo que no lo había hecho.

—Lo siento, Naruto —dijo.

—No, dattebayou. Entiendo completamente, de veras —Tiré mi cabello hacia atrás—. ¿Qué puedo hacer?

—Tengo que ir —dijo, tomando las llaves de su bolsillo y colocándolas en mi mano—. Y quiero decir que tengo que ir muy rápido. Tienes que ir a casa y quedarte allí, dobe. —Y entonces me dio su celular—. Guarda esto en el coche. Estaré de vuelta tan pronto como sea posible.

¿Ir a casa? —Sasuke, te puedo ayudar, en serio. Puedo ir...

—Por favor —tomó mi rostro de nuevo, sus manos calientes sobre mis mejillas ahora heladas. Me dio un beso, en parte lleno de anhelo y en parte enojado. Entonces retrocedió—. Vete a casa, dobe.

Y luego se fue, moviéndose demasiado rápido para que el ojo humano pudiera seguirlo. Me quedé allí durante varios minutos. ¿Habíamos tenido una hora, tal vez dos, antes de que todo se fuera a la mierda? Mis manos se apretaron alrededor de las llaves. El metal afilado se clavó en mi carne.

Una cita arruinada era el menor de mis problemas.

—Maldita sea. —Giré y troté alrededor de la camioneta. Una vez dentro, reajusté el asiento desde modo Godzilla a Normal, para que mis pies pudieran alcanzar los pedales.

Vete a casa.

Itachi podría haber ido a uno de dos lugares. Ayer, Sasuke había dicho que su hermano trató de ir al edificio de oficinas, el último lugar donde había estado cautivo. Ese lógicamente sería su primer lugar a verificar.

Ve a casa y quédate allí.

Salí del estacionamiento, agarrando el volante. Si me iba a casa y esperaba como un niño bueno, podía acurrucarme en el sofá y leer un libro. Escribir una reseña y hacer un poco de palomitas de maíz. Luego, cuando el Uchiha regresara, siempre y cuando nada terrible sucediera, yo me tiraría a sus brazos.

Al girar a la derecha en lugar de a la izquierda, me reí en voz alta. El sonido fue ronco y bajo, cortesía de mis jodidas cuerdas vocales y la ansiedad.

A la mierda con irse a casa. Esto no era 1950. Yo no era un ser humano frágil. Y seguro que no era el Naruto que Sasuke había conocido inicialmente. Iba a tener que lidiar con eso.

Aceleré, esperando que los policías de azul estuvieran ocupados haciendo otras cosas además de vigilar el tráfico esa noche. No había manera de que pudiera llegar antes que el azabache, pero si ellos se metían en algún problema, podría correr a distraerlos o algo así. Yo podría hacer algo.

A mitad de camino, vi un destello de luz blanca por el rabillo de mi ojo, en lo profundo de una línea de árboles que inundaban la carretera.

Luego llegó otra vez, blanca teñida de rojo.

Pisando los frenos, me desvié a la derecha mientras la parte de atrás de la camioneta patinaba hasta llegar a una parada desigual a lo largo de la orilla. Con el pulso acelerado, encendí las luces de emergencia del auto, y abrí la puerta. Salí corriendo hacia el otro lado de la carretera de dos vías, medio deslizándome hasta que mis pies tocaron el otro extremo y gané fuerza. El aprovechamiento de la Fuente y todo lo que existía dentro de mí, me hizo tomar velocidad, corriendo tan rápido que mis pies apenas tocaban el suelo.

Ramas bajas se enganchaban en mi cabello. Hojas de nieve caían mientras me sumergía en torno a un árbol grueso, desbaratando una tierra que había sido virgen una vez. A mi izquierda, había una mancha de color marrón alejándose de mí. Lo más probable era que fuera un ciervo o, conociendo mi suerte, un zorro de nueve colas.

Una luz de color blanco-rojo se encendió más adelante, como un rayo de luz horizontal. Definitivamente se trataba del poder de un Luxen, pero no del  azulino de Sasuke. Tenía que ser Itachi o...

Corrí alrededor de un conjunto de rocas grandes, levantando nieve como carámbanos asesinos cayendo desde los olmos, rompiéndose en el suelo a mí alrededor. Volando a través del laberinto de árboles, me agarré de uno repentinamente...

Allí estaban, dos Luxen en completo modo luciérnagas y ellos se encontraban... ¿Qué demonios? Me patiné hasta detenerme, tragando el aire.

Uno era más bajo, de color blanco puro con bordes sumergidos en azul.

Otro era una forma delgada y lenta pero más alta con un resplandor rojizo. El más bajo y más rápido, sabía que era Sasuke, tenía a su compañero en lo que parecía una llave de cabeza. Una brillante, con forma humana, llave de cabeza que yo podría haber visto ser utilizada antes en la WWE.

Oficialmente había visto todo.

Suponiendo que el otro era Itachi, era bastante rudimentario, soltándose y empujando al menor atrás con un pie. Pero su hermano puso sus brazos alrededor del centro de la luz, lo levantó en el aire y su cuerpo golpeó tan fuerte contra el suelo que más carámbanos cayeron de los árboles, que nos rodeaban.

La luz de Itachi palpitó y rayos de luz roja rebotaron en los árboles, volviendo hacia ellos, evitándolos por poco. Intentó hacer rodar a su hermano menor, al menos eso es lo que parecía, pero Sasuke tenía la sartén por el mango.

Crucé los brazos, temblando. —Tienen que estar bromeando, dattebayou.

Las dos exaltados alienígenas se congelaron, tuve muchas ganas de subir y patearlos a ambos. Un segundo después, las luces parpadearon hacia fuera. Los ojos aún incandescentes de Sasuke encontraron los míos. —Pensé que te había dicho que fueras casa y te quedaras ahí, Naruto —dijo, con advertencia en su voz.

—No tienes que decirme que me vaya a casa y me quede allí, teme —Di un paso hacia adelante, ignorando la forma en que sus ojos se iluminaron—. Mira, yo estaba preocupado, de veras. Pensé en venir y ayudar, ttebayou.

Sus labios se tensaron. —¿Y cómo podrías haber ayudado, usuratonkachi?

—Creo que lo hice, en serio. Logré que dos idiotas dejaran de luchar, de veras.

Observó un momento más, su mirada prometía un montón de problemas más adelante. Tal vez una especie de castigo. Ah, borren eso.

Su mirada no prometía nada divertido.

—Déjame levantarme, tonto hermano menor.

Sasuke bajó la mirada. —No lo sé. Probablemente vas a echar a correr y me obligarás a perseguirte de nuevo, Itachi.

—Tú no puedes detenerme —dijo el mayor, con espeluznante voz apática.

Los músculos se abultaban bajo suéter de Sasuke. —Puedo y lo haré. No voy a dejar que hagas esto, hermano. Él...

—¿Él qué? ¿No vale la pena?

—Él no quiere que hagas esto —Sasuke hirvió de furia—. Si la situación fuera a la inversa, tú no querrías que él hiciera esto.

Itachi se irguió, logrando obtener suficiente espacio entre ellos para ponerse de pie. Allí, compartieron posturas cautelosas. —Si ellos tuvieran a Naruto...

—No vayas allí. —Las manos de su hermano menor se cerraron en puños poderosos.

Su hermano mayor no se vio afectado. —Si lo tuvieran, harías lo mismo. No mientas.

Sasuke abrió la boca pero no dijo nada. Todos estábamos al tanto de lo que habría hecho, y nadie lo hubiera detenido. Sabiendo eso, ¿cómo lográbamos contener a Itachi? No podíamos.

Supe el momento exacto en que el azabache menor se dio cuenta de eso, porque dio un paso atrás y metió ambas manos en su cabello removido por el viento. Estaba dividido entre hacer lo que era correcto y lo que realmente había que hacer.

Dando un paso adelante, juré que podía sentir el peso que Sasuke cargaba como si fuera mío. —No podemos detenerte. Tienes razón, dattebayou.

Itachi miró bruscamente hacia mí, con lo ojos llenos de un rojo brillante. —Entonces dejen que me vaya.

—Pero no podemos hacer eso, tampoco, de veras. —Me atreví a echarle un vistazo al bastardo. Nada podía obtenerse de su expresión—. Tus hermanos menores han pasado el último año creyendo que habías muerto, ttebayou. Eso los mató. No tienes ni idea, Itachi.

—No tienes ni idea de lo que pasó —bajó la mirada, sus largos mechones ocultaban sus ojos—. Bueno, quizás sí un poco. Lo que te hicieron a ti fue hecho sobre Deidara una y mil veces. No puedo olvidarme de él, aunque ame a mis hermanos.

Oí a Sasuke tragar duro. Era la primera vez desde su regreso, que Itachi admitía los sentimientos hacia su familia.

Los tomé y corrí con ellos. —Y lo saben, de veras. Yo lo sé. Nadie espera que te olvides de Deidara, pero huyendo y logrando que te capturen no estás ayudando a nadie, dattebayou.

Vaya. ¿Cuándo me convertí en la voz de la razón?

—¿Cuáles son las alternativas, Naruto? —preguntó el pelilargo. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado, un gesto igual al de su hermano de en medio.

Ahí estaba el problema. Itachi no se detenía. En el fondo, Sasuke sabía y entendía el por qué, y habría hecho lo mismo. Era hipócrita a la enésima potencia exigirle a alguien más que haga lo contrario. Tenía que haber un compromiso.

Y lo habría. —Vamos a ayudarte, de veras.

—¿Qué? —exigió el azabache menor.

No le hice caso. —Sabes que ir tras el DOD no va a funcionar. Tenemos que averiguar dónde está Deidara, si es que siquiera lo retienen aquí, y necesitamos un plan para llegar a él, dattebayou. Un muy bien pensado plan, con bajas posibilidades de fracaso, en serio.

Ambos hermanos se me quedaron mirando. Contuve la respiración.

Eso era todo. No había forma de que Sasuke pudiera vigilar a su hermano mayor por siempre. Y no era razonable suponer que podía. Itachi se dio la vuelta, su espalda recta. Varios segundos pasaron mientras el viento azotaba los árboles, haciendo girar la nieve. —No puedo soportar la idea de que ellos lo tengan, Naruto. Duele respirar sólo de pensarlo.

—Lo sé, Itachi —susurré.

Luz de luna se deslizaba a través de las ramas, esculpiendo el rostro del pelinegro menor en una luz severa. Se había quedado en silencio, pero la ira salía de él. ¿De verdad creía que podría continuar tras el mayor? Si era así, entonces estaba loco.

Finalmente Itachi asintió. —Está bien.

Dulce alivio me inundó, haciendo que mis piernas se sintieran débiles.

—Pero tienes que prometerme que nos darás tiempo, ttebayou —Todo dependía del tiempo del que no éramos dueños—. No puedes impacientarte y salir corriendo, de veras. Tienes que prometerlo, Itachi.

Me miró y un escalofrío rodó a través de él, llevándose su lucha fuera. Mientras estaba allí, la tensión se desenrolló, y sus brazos cayeron a los costados sin fuerzas. —Te lo juro. Ayúdame y te lo juro, Naruto.

—Es un trato, dattebayou.

Hubo un momento de silencio, como si el desierto estuviera tomando su promesa y mi trato, guardándolos en la memoria. Entonces los tres nos dirigimos de nuevo a la camioneta, el ambiente estaba silencioso y tenso.

Mis dedos eran como paletas de hielo mientras le entregaban las llaves a Sasuke.

El mayor se subió atrás, con la cabeza apoyada en el asiento y los ojos cerrados. Yo no dejaba de mirar al Uchiha menor, esperando que dijera algo, cualquier cosa, pero estaba concentrado en la carretera, su silencio era una bomba de tiempo.

Me asomé sobre el respaldo. Detrás del delgado asiento, él estaba observando a Sasuke.

—Oye. ¿Itachi...?

Su mirada se deslizó a la mía. —¿Sí?

—¿Quieres volver a la escuela, dattebayou? —La escuela lo mantendría ocupado mientras nos dábamos cuenta de cómo diablos podíamos llegar a Deidara. Y encajaba en el plan del menor azabache de fingir que habíamos superado al DOD, mientras nos permitía mantener un ojo en su hermano, sólo en caso de que no cumpliera con su promesa—. Quiero decir, estoy seguro de que puedes, de veras. Podrías decirle a todo el mundo que huiste. Eso pasa.

—La gente piensa que está muerto —dijo el Uchiha menor.

—Estoy seguro de que a algunos fugitivos de todo el país se los considera muertos y no lo están, teme —razoné.

El pelilargo parecía estar considerándolo. —¿Qué les diré sobre Deidara?

—Esa es una buena pregunta, hermano. —Desafío goteaba en la voz de Sasuke.

Dejé de morder mi dedo. —Que los dos se escaparon, y tú decidiste volver a casa. Él no, ttebayou.

Inclinándose hacia adelante, Itachi apoyó la barbilla en las palmas de sus manos. —Es mejor que estar sentado ahí pensando en todas las cosas.

Jodidamente cierto. Se volvería loco si lo hiciera.

—Tendría que ser registrado en las clases y entrar a nuestro año por el retraso —dijo su hermano menor, con los dedos tocando el volante—. Voy a hablar con Kakashi. Ver lo que podemos hacer para conseguir que se ocupe de ello.

El Sasuke emocionado por fin conseguía ponerse detrás de esto, me recosté y sonreí. Crisis evitada. Ahora sí sólo pudiera arreglar todo lo demás con tanta facilidad.

Sai estaba esperando en el porche cuando nos detuvimos en el camino de entrada. Sasori oficiaba de centinela, de pie a su lado. El mayor salió del asiento trasero y se acercó a su hermano más pequeño. Intercambiaron palabras demasiado bajas para lograr escucharlas, y luego se abrazaron.

Era un increíble tipo de amor. Diferente al que mis padres habían compartido, pero aun así más fuerte e inquebrantable. No importaba qué loco infierno los separara.

—Pensé que te había pedido que te fueras a casa, usuratonkachi.

No me había dado cuenta de que estaba sonriendo hasta que la sonrisa se desvaneció al oír la voz de Sasuke. Lo miré y sentí mi corazón caer. Sí, aquí estaba el problema que había prometido antes. —Tenía que ayudar, teme.

Miró por el parabrisas. —¿Qué habrías hecho si no hubiese sido Itachi con el que te hubieras topado, sino a mí luchando contra el DOD, o lo que sea que el otro grupo es?

—Jinchuriki —le dije—. Y si hubiesen sido ellos, todavía habría ayudado, dattebayou.

—Sí, y es con eso con lo que tengo problemas. —Salió de la camioneta, dejándome mirándolo fijamente.

Con un suspiro de frustración, también salí. Estaba apoyado contra el parachoques, los brazos cruzados sobre su pecho. No me miró cuando me detuve a su lado. —Sé que estás molesto porque te preocupas por mí, Sasuke, pero no voy a ser el doncel  que se sienta en casa y espera a que su héroe acabe con los villanos, de veras.

—Esto no es un libro, dobe —espetó.

—Bueno, duh...

—No. No lo entiendes, Naruto —se volvió hacia mí, furioso—. Esto no es una fantasía paranormal o lo que diablos sea que lees. No hay una trama, o una idea clara de a dónde va todo esto. Los enemigos no son obvios. No hay garantizados finales felices, y tú... —bajó la cabeza, para estar a la altura de mis ojos azules—. Tú no eres un superhéroe, no importa lo que puedas hacer.

Rayos. Realmente había estado acechando mi blog. Pero ese no era el punto. —Sé que esto no es un libro, Sasuke. No soy estúpido.

—¿No lo eres? —Se rió sin humor—. Porque ser inteligente no es salir corriendo detrás de mí.

—¡Lo mismo se podría decir de ti, imbécil! —Mi ira ya lo había igualado—. Corriste detrás de Itachi, sin saber en lo que te estabas metiendo, ttebayou.

—No me digas. Pero puedo controlar la Fuente sin proponérmelo. Sé de lo que soy capaz. Tú no, Naruto.

—¡Sé de lo que soy capaz, de veras!

—¿En serio? —cuestionó. Las puntas de sus mejillas encendidas de rabia—. Si yo hubiera estado rodeado por agentes humanos, ¿habrías sido capaz de acabarlos? ¿Y vivir contigo mismo después de eso?

Ansiedad floreció en mi estómago, sus tentáculos llenos de humo se envolvían alrededor de mí. Cuando estaba solo y tranquilo, el hecho de que había estado tan dispuesto a tomar una vida humana era en lo único en que pensaba. —Estoy preparado para hacer eso, de veras. —Mi voz salió en un susurro.

Dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza. —Maldita sea, Naruto. No quiero que experimentes eso. —Cruda emoción llenaba su expresión—. Matar no es difícil. Es lo que viene después: la culpa. No quiero que tengas que lidiar con eso. ¿No lo entiendes? No quiero que tengas ese tipo de vida.

—Pero ya tengo ese tipo de vida, Sasuke. Todas las esperanzas, deseos y la buena voluntad del mundo no van a cambiar eso, dattebayou.

La verdad pareció enfurecerlo más. —Esa cuestión es aparte, lo que le prometiste a mi hermano es una completa locura, usuratonkachi.

—¿Qué? —Mis brazos cayeron a los costados.

—¿Ayudar a encontrar Deidara? ¿Cómo demonios se supone que vamos a hacer eso?

Cambie mi peso de un pie al otro. —No lo sé, pero vamos a encontrar algo, ¡en serio!

—Oh, eso es bueno, Naruto. No sabemos cómo encontrarlo, pero lo ayudaremos. Un plan genial, dobe.

Calor corrió por mi columna vertebral. Oh, esto era grandioso. —¡Eres un hipócrita! Ayer dijiste que ibas a encontrar lo que Jiraiya estaba haciendo, pero no tienes ni idea de cómo. ¡Lo mismo con Jinchuriki, ttebayou! —Él abrió la boca, pero yo sabía que lo tenía—. Y no pudiste mentirle a tu hermano cuando preguntó qué harías si ellos me tuvieran. No eres el único que puede tomar decisiones temerarias y estúpidas, Uchiha.

Su boca se cerró de golpe. —Ese no es el punto.

Levanté una ceja. —Que argumento tan pobre, ttebayou.

Sasuke salió disparado hacia adelante, su voz áspera. —Tú no tienes derecho a hacerle ese tipo de promesas a mi hermano. Él no es tu familia.

Me estremecí, dando un paso atrás. Ser golpeado se hubiera sentido mejor. A mi modo de ver, por lo menos había sacado al Uchiha mayor del acantilado. Claro, la promesa de ayudarlo a encontrar Deidara no era ideal, pero era mejor que tenerlo corriendo como un adicto al crack.

Traté de controlar mi ira y decepción, porque entendía de dónde venía una gran parte de su furia. Sasuke no quería salir lastimado, y él estaba preocupado por su hermano mayor, pero su inherente, casi obsesiva necesidad de protección no excusaba su comportamiento.

—Itachi es mi problema, porque es tu problema...—le dije—. Estamos juntos en esto.

Sasuke puso sus ojos en los míos. —No en todo, Naruto. Lo siento. Es justo en la manera que es.

La parte posterior de mi garganta quemaba, y parpadeé varias veces, negándome a derramar lágrimas a pesar de lo mucho que mi pecho dolía. —Si no estamos juntos en todo, entonces ¿cómo podemos realmente estar juntos, Sasuke? —Mi voz se quebró—. Porque no veo cómo eso es posible, de veras...

Sus ojos se abrieron. —Naruto...

Negué con la cabeza, sabiendo hacia dónde se dirigía esta conversación. A menos que estuviera dispuesto a verme como algo más que una frágil pieza de porcelana, estábamos condenados.

Alejarme del pelinegro fue la cosa más difícil que había hecho.

Agravado por el hecho de que no trató de detenerme, porque ése no era su estilo, pero en el fondo, en un lugar donde sólo hablaba la verdad, yo no esperaba que lo hiciera. Pero lo quería. Yo lo necesitaba. Necesitaba que me detuviera y me pidiera disculpas.

Pero él no lo hizo.

Continuará...

Notas finales:

¿Nos leemos pronto?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).