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El último ángel por virichan

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El destino es impredecible, tiene preparado algo para ti, aveces bueno, algunas veces malo, quien sabe, después de todo es el destino. Tiene obstáculos para que te fortalezcas y con eso puedas enfrentar las siguientes pruebas de tu vida, no veas al destino como tu enemigo, si no como un amigo que esta ayudándote, recuerda que las cosas pasan por alguna razón. 





—Jamás había escuchado de algo como esto—. 

—Nadie Jong In, nadie—.

Después de que el hombrecito despertara, los mirara e intentara hablar, se había desmayado inmediatamente. Deshidratación, le dieron un poco de agua con un gotero y lo dejaron descansar.

Ahora se encontraban sentados alrededor de la mesa, hablando sobre el descubrimiento de hace unos minutos, el pequeño hombre, era su pareja predestinada de los 5, y eso era todo un desastre. Se sabe que los lobos solo tienen una pareja en su vida, eso pasaba con ellos, solo que había una pequeña diferencia, ellos no elegían a su pareja predestinada, sino, como dice su nombre, la escoge el destino, para su pueblo esto era muy importante, un lazo más fuerte que un simple matrimonio, era la combinación de sus almas, de sus vidas, eso era encontrar tu pareja predestinada. Esta era elegida especialmente para ti, te complementaría durante toda tu vida, sería tu compañera por siempre.

Cuando el timbre sonó, Minho caminó para abrirla, debía de ser su padre.

—Bien ¿Qué está pasando aquí?—. Preguntó el hombre al entrar.

—Encontré a mi pareja—. Minho miró a su padre con una mezcla de preocupación y desconcierto. 

—Eso es bueno ¿y dónde está él?—. Miró a Minho. —¿Por qué es un él, verdad?—. También pensó que podría ser una mujer, quizá por eso la cara de su hijo. 

—Si padre lo es—. Eso confundió a su padre, Minho no parecía feliz. 

—No eres el único— Gruñó JongHyun desde la mesa. Su padre sonrió una vez más. Era un golpe de su suerte que sus hijos encontraran a sus parejas predestinadas, pocos lobos encontraban a su pareja.

—Eso es grandioso. ¿Y dónde están ellos?—. Miró a sus hijos, todos miraban hacia una habitación, la de invitados. Caminó hasta allí, notando un pequeño hombre acostado en la enorme cama. —Solo es uno ¿y el otro?—.

—Padre... ya no hay más. Él es la pareja de los 5—. Su padre los miró incrédulo, cada uno de ellos obtenía una mirada sorprendida cada que su padre se giraba. Ese era el problema, el destino jamás se equivocaba, si este pequeño hombre les pertenecía a los cinco significaba algo, ser parejas predestinadas no era un juego en su pueblo.

—Eso es, imposible...—. Murmulló viendo esta vez al hombrecito que se encontraba en la cama. —Tengo que hacer unas llamadas—. Su padre salió, literalmente, como un muerto en vida, estaba incrédulo pero feliz, sus hijos ya no estarían solos, aunque solo tenían una pareja, y como sabía él, y toda la demás manada, una pareja predestinada nunca se separaba, no se rompían los lazos, a menos de que una de estas muriera. 

Los cinco miraron a su padre nervioso, y ninguno podía negar que también lo estaban, incluso más que él, es que no lo podían comprender; ¿Qué pretendía el destino mandando solo a una pareja?,¿Por qué solo una?, ¿Quería que pelearan entre ellos?, ¿Esa era la respuesta?, nadie lo sabía, pero si el chico tenía cinco hombres para él, debía de haber una razón. 

—mnh...—. El suave quejido hizo que todos se giraran a ver que había producido ese sonido, era su pareja. Inmediatamente los cinco rodearon la cama donde yacía el chico. Esta se removía y hacía sonidos bajos, hasta que con lentitud comenzó a abrir los ojos, dejando ver lo hermosos que eran. 

 

Por un momento había creído que ver a cinco hombres, enormes, en donde él estaba recostado, que por cierto tampoco sabía donde estaba, pensó que había sido un sueño, uno muy bueno. —Tengo sed—. Tocó su garganta al notar que esta dolía al hablar aunque sea un poco, además de que su voz estaba ronca y no se escuchaba del todo bien.

—Aquí tienes—. Dijo uno de los intimidantes hombres, aceptó el vaso dando gracias con la cabeza, y bebió todo el contenido, le entregó el vaso y volvió a hablar.

—¿Dónde estoy?, ¿Quiénes son ustedes?, ¿Cómo llegue aquí?—. Preguntaba tan rápido, sin darle tiempo a los demás que respondieran alguna pregunta.

—No tan rápido pequeño, soy JongHyun, y estos son mis hermanos—. Refiriéndose a los cuatro hombres que estaban allí. —Son Minho, Siwon, Jinki y Jong In—. Señaló a cada uno para que este les reconociera. —¿Cuál es tu nombre?—.

—T-Taemin—. Apenas si podía hablar, la presencia de esos hombres le parecía muy intimidante, también porque ellos eran notablemente más grandes en masa y altura.

—bien Taemin, nosotros te recogimos de la carretera, estabas muy mal herido, así que te trajimos a nuestra casa, no debes de preocuparte, no vamos a hacerte daño—. Todavía no pensaban hablar lo de las parejas, porque Taemin era humano y no sabían cómo este iba a reaccionar ante la confesión.

—Gracias—. Contestó este, no es como si los conociera, pero tenía el presentimiento que eran buenas personas y que no le harían nada. Abrió los ojos de sorpresa, y los demás pudieron ver en su mirada pánico y miedo. —Tengo que irme—. Dijo intentando bajarse de la cama, por lo que fue detenido por Siwon.

—Alto ahí pequeño, no podemos dejarte ir, estas todavía muy débil, además de que la sutura recientemente fue hecha, no iras a ningún lado—.

—¿Qué estás haciendo?. Déjame ir—. De un movimiento el más alto lo había alzado, para que ni si quiera este pudiera alcanzar el suelo con la punta de sus pies.

—Dije no—. Lo volvió a recostar en la cama, el otro solo atino a suspirar, no podía ganarle al otro en cuestión de fuerza, obviamente era mucho más fuerte, podía empujarlo y este haber caído duramente. —¿Qué hacías en el bosque, herido y sucio?—. Preguntó Jong In directamente ganándose varias miradas de reproche cortesía de sus hermanos. 

—Eres un idiota—. Jinki se acercó golpeando al menor con un pequeño golpe en la cabeza, causando una sonrisa en Taemin. —Siento que él esté haciendo ese tipo de preguntas, acabas de despertar y debes sentirte débil, así que dejaremos descansar y te traeremos comida, para que te recuperes más rápido—. Dijo con una sonrisa gentil, lo que cautivó al menor, era muy lindo con él, tenía paciencia al parecer. —Bien, nosotros te dejamos solo—. Sonrió por última vez y todos salieron de la habitación dejándolo completamente solo, no sin antes notar la mirada que le daba...¿Minho?, ¿así se llamaba?. 

 

Miró la habitación con detenimiento, era de buen gusto, tenía tonalidades blancas, beige y café, gran combinación, le producía una cierta relajación. Sintió la suave tela debajo de su cuerpo, fue cuando al fin pudo admirar en lo que estaba postrado, era una cama enorme, podrían caber 4 de él, sin embargo no es como si su pequeña persona ocupara tanto espacio.

También notó la cálida ropa en la que estaba envuelto, aunque ciertamente era grande, las mangas colgaban de sus brazos, incluso se resbalaba una orilla por su hombro logrando que constantemente estuviera subiéndose la tela. Eran buenos hombres, le dieron ropa, cama, lo bañaron, también le dieron agua, estaban cuidándolo. 

El vidrio del ventanal retumbaba, la brisa había subido de intensidad, podía ver las hojas de los árboles volar hacía los vidrios. Con cuidado se levantó de la cama, si bien era cierto que no le dolían sus heridas si tenía un leve escozor en ellas, especialmente la de su muslo que era la peor. Caminó hasta las puertas del ventanal abriéndolas de par en par, el aroma de primavera, las hojas, la tierra, todo llegó a sus fosas nasales. Dio una gran inhalación dejando entrar todos esos aromas que había soñado con disfrutarlos toda su vida. 

—Kibum tenias razón, es hermoso—. Murmuró mirando la extensión del bosque que se propagaba alrededor de la casa. El ventanal tenía un balcón, así que a pasos lentos salió hasta llegar a la barandilla donde se sujeto para apreciar el paisaje más de cerca.

Las lágrimas escaparon de sus ojos una por una, se deslizaban por sus mejillas hasta detenerse en sus labios que apretaba para no soltarse a llorar con más intensidad, la felicidad no cabía en su cuerpo, por primera vez desde que nació se sentía, libre. 





—¿Qué creen que este haciendo?—. Preguntó Jong In retorciéndose los dedos, era la décima quinta vez que preguntaba eso, ya estaban algo cansados de esa pregunta.

—No lo sabemos, pero si tanta curiosidad tienes, ¿por qué no vas a ver que hace?—. La voz de JongHyun había subido de tono, pero no lo podía evitar, menos si su hermano se la pasaba preguntando.

—Lo haría, pero...—. El sonido de una puerta abrirse los alertó, miraron hacía el pasillo donde daban a todas las habitaciones, de una de ellas había salido su invitado. 

Seria una mentira si dijera que no tenía miedo, porque lo tenía, esos hombres eran más grandes que su pequeño cuerpo, podrían aplastarlo casi sin ningún esfuerzo. Todos se encontraban alrededor de la mesa, gracias al sonido de la puerta lo miraban fijamente, sentía la vergüenza recorrer su cuerpo, era vergonzoso que lo vieran así como lo hacían.

—Hola—. Se detuvo en el umbral del pasillo, y con una suave voz hablo, apenas como un murmullo, pero que fue captado por los chicos de la sala.

—Hola Taemin—. La sonrisa de Jinki relajo el ambiente, no se sentía con mucha confianza, pero la sonrisa de ese hombre hacia que incluso él quisiera sonreír. —¿Cómo te sientes? —. Se levantó de la silla en la que se encontraba para tomar de la mano al menor y dirigirlo a una silla.

Taemin agradeció el gesto con una sonrisa y asentimiento de cabeza. —Bien, ya no me siento tan débil como antes—. Se sentía pequeño, todos estaban a su alrededor, alguno de ellos de pie mostrando su gran altura, parecía un pequeño animalito asustado entre ellos, como una manada de lobos alrededor de un conejo.

JongHyun se levantó para dirigirse a la cocina y tomar un vaso de vidrio, lleno el recipiente de agua, se acercó al menor para ponérselo frente a su cara. —Aquí tienes, debes de seguir sediento, no hemos hecho nada de comida, pero tenemos fruta ¿quisieras alguna?—. Su voz sonó amable y baja, lo que menos quería era asustarlo; si hablaba como normalmente lo hacía, Taemin saldría corriendo del miedo. Sin quererlo las mejillas del menor se tiñeron de un suave rosa, haciendo aún más angelical su rostro. Todos lo miraron embobados por su apariencia, hasta que un carraspeo por parte de JongHyun los sacó de su trance. Taemin no se había dado cuenta de ese diminuto desliz, de hecho el pensaba solo en la fruta que quería, no en las miradas que había obtenido por su expresión.

 

—Si, muchas gracias—. Pronunció en voz baja, JongHyun fue por un mago y mandarinas, quitando la cascara a las frutas, además se encargó de cortar en trozos. Dejó el tazón frente a el menor. —Gracias—. Hizo apenas un gesto hacia los demás, dejándolos, como ya se hacia costumbre, cautivados.

Los golpes en la puerta los saco del trance. —Debe ser papá—. Pronunció Jong In, sin dejar de ver al menor, que puso una cara de confusión.


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