Y al final terminé pasando mi día con Claude que me trajo de arriba hacia abajo, acompañándolo a diversos lugares como preparativos para su viaje que haría mañana para ir a visitar a sus padres que viven en el país vecino, Irlanda, el detalle en el asunto es que el muy maldito me arrastró en sus planes sin ni siquiera consultarme, justificándose que ya tenía los boletos de avión y por ende, él sabía que no iba a decirle nada más.
El lado malo es que este dichoso viaje durará una semana completa de mis preciadas vacaciones, claro que tampoco es que tuviera un itinerario ocupado, pero me preocupaba que perdería valiosos días en poder verla, a esa pequeña chica de hermosa cabellera y preciosos ojos zafiro, evitando que pudiese tener progreso alguno de tan siquiera ser su amigo.
Ante la frustración guardo de mala gana mis cosas en la maleta, dejando tan siquiera decente el departamento después del relajo que Claude no me ayudó en ordenar, cuando dijo que lo haría, pero supo zafarse.
Todo en orden, me dispongo a dormir para despertar a la hora programada no sin antes proyectar en mi mente nuevamente la bella silueta de aquella chica, determinando que lo primero al regresar a Londres, será ir al restaurante.
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Claude ha llegado a buscarme como lo prometido, dejando todo cerrado y apagado, salgo del edificio para subirme al coche que conduce su chofer para que nos llevará directo al aeropuerto, saludándolo como el gran amigo que soy:
- Te odiaré por el resto de mi vida infeliz – lo miro mal
- Vamos, ni que tuvieras otros planes – se burló - ¿o sí? – con ironía enfatizo la pregunta y antes de que pudiera responderle continuó hablando – ah ya, disculpa, tienes razón, es mi culpa – no entendiendo su respuesta me dispongo a preguntar.
- ¿Así?, ¿por qué?
- Por mi tuviste que cancelar a la enorme lista de señoritas para llegar a tu top 100. Que mal amigo soy – con fingida tristeza me dijo haciendo que frunciera el ceño.
- Cállate – le doy un ligero empujón – es sólo que pudiste a ver escogido otro horario ¿sabes? Quizás uno más normal, donde no sea tan temprano.
- Es el horario perfecto para empezar el día y aprovechar nuestra estancia ahí. Cálmate que las mujeres no se irán, o mejor aún, quizás te tires a una que otra ahí – nuevamente se alentó a fastidiarme, más no me dejaría.
- Puede ser, pero ¿qué me dices tú? – ante mi pregunta me mira con una ceja alzada - ¿Qué tal la chica de ayer? Esa que te dejó todo perplejo – ahora yo me burlaba.
- No sé de qué hablas – y para intentar evadirme toma una revista para hojearla.
- Claro, fue solo mi imaginación el hecho de que casi te desayunabas a la pobre chica, la cual debe ser menor de edad – ante lo dicho solo atinó a verme de re ojo como pensándoselo.
Ahora ya tengo con qué defenderme de sus constantes burlas y restregarle el que me impidiera verla, pero claro, es algo que no le diré. Por ahora me dignaré a tratar de disfrutar de la semana, lo bueno es que el vuelo tarda menos de una hora.
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Y en un abrir y cerrar de ojos se nos fue toda la semana en Irlanda, también conocida como Isla Esmeralda, y su nombre lo vale, es un tranquilo paisaje verde, tan natural. Y la verdad, no estuvo del todo mal, me pude dar el lujo de probar sus famosas cervezas, aunque no sea fan de ellas, pero la experiencia de conocer es algo que me gusta hacer. Y no solo eso, para bien o para mal, también conocí a sus mujeres que amablemente me llevaron a conocer de su… cultura corporal ¿la cuenta? Quién la lleva, era otro país.
Ya en tierras natales, me despido de Claude que me ha dejado en mi edificio, viendo la hora el cual marca las tres de la tarde, me pongo a discutir mentalmente si debería ir a aquel restaurante, si debía arriesgarme a que ella no estuviera, ya que solo la vi en horario matutino, y la otra vez igual pero no se encontraba, ¿habrá cambiado de turno? Con esa posible idea, me animo a ir, no sin antes dejar todas las cosas en el departamento y arreglarme un poco para estar más presentable.
Respirando el aire de Londres, me encamino hasta llegar al lugar destinado, observando que hay poco movimiento de clientes. Como es habitual aquí, soy recibido cordialmente pero por otra chica, lo que me da a pensar que si hay cambios en el personal.
Me deja con el menú en la mesa el cual hojeo buscando el apartado de almuerzos. En esta ocasión me animaría a probar alguna comida de la temática. Despistado con la lectura, no me percaté del momento en que una persona se acercó dónde estoy.
- Buenas tardes, seré quien lo atienda en su estadía en el restaurante “Ojos de gato” ¿ya sabe que ordenar? O gusta que regrese en unos minutos – mi corazón comenzó a latir al escuchar su hermosa voz haciendo deleitar los ojos ante su hermosa figura. Realmente tuve suerte, me arriesgué a no encontrarla.
- Eh si – tratando de disimular la emoción – quisiera la especialidad de la tarde por favor – anotando todo en su libreta, no dejaba de verla.
- ¿Sería todo? – con voz amable preguntó
- Por el momento – sin poder evitarlo, le sonreí con naturalidad y como respuesta visualicé un diminuto sonrojo de su parte.
- En-entonces le dejo el menú. Con su permiso.
La observo irse hacia la cocina, donde sus cabellos negros azulados ondeantes, roban más de un suspiro. Y ahora me tenía todo atontado y encantado de a ver provocado esa reacción que fue tan encantadora. Vaya que no me arrepiento de a ver venido, estoy decidido en hacer más progresos.
Creando panoramas imaginarios posibles, se me fue el tiempo de espera de la comida cuando la veo depositando todo con sumo cuidado, y mientras ella estaba en ello, me animo a hablar de manera estratégica:
- ¿Ustedes cambian de horario? – ante la pregunta me mira de re ojo sin dejar su deber – lo digo porque la chica de la entrada es diferente a la que he visto y eso llamó mi atención – debo sonar seguro en cada oración.
- Sí, la mayoría del personal – sin darme más pistas a mi duda principal, me hace pensar que es alguien muy reservada.
- Ya veo, son muy jóvenes, ya que deduzco que estudian también – con un semblante relajado y preocupado le menciono.
- Si, igual la mayoría de los que trabajamos aquí estudiamos – al menos con esa respuesta sé que es estudiante.
- Debe ser muy difícil equilibrar ambos mundos. Te admiro por ello – y nuevamente le obsequio una de mis mejores sonrisas, la diferencia es que es sin intenciones de ligue, cien por ciento sincero.
- N-no creo que sea para tanto – evade ligeramente la mirada con cierto aire de pena por el alago, provocando un palpitar en el pecho – si desea algo más no dude en llamarme.
- Muchas gracias – le sonrío - pero… - hago una pausa como buscando algo en su uniforme – no sabría cómo llamarla – de forma dudosa me mira, como planteando qué contestarme.
- Astrid, puede llamarme Astrid.
- Entonces, Astrid, te llamaré si necesito algo. Gracias – ahora con una sonrisa más grande le agradecí y ella solo atinó a realizar el saludo para irse a atender a otros clientes.
- Astrid… - saboreo su nombre en mis labios como un delicioso postre.
Astrid… un nombre precioso para alguien preciosa como ella. Y sin borrar la sonrisa triunfadora y satisfactoria del progreso obtenido, inicio a probar la comida traída por la criatura que ha sabido robar mis suspiros, el cual su sabor no se compara con todo lo que es ella.