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Lineamiento por ayelen rock

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Solo cuando los sonidos de los pasos de Siamun y Yugi se habían desvanecido, Isis se giró para mirar a Set. Parecía hundido en sus pensamientos, y ella prácticamente podía ver las oscuras reflexiones que se acumulaban en su frente como nubes de tormenta.

-Respira- ella dijo. -Ya puedo decirte que tus peores imaginaciones no pueden suceder-

-¿Y por qué es eso?- él pregunto, sin mirarla.

-Porque ni siquiera los dioses tienen una imaginación tan terrible como la tuya-

Su comentario plano cumplió su propósito; él le dirigió una mirada de exasperación y ella le devolvió la sonrisa serena. Apoyó los codos en la mesa y apoyó la barbilla en los dedos entrelazados.

-¿Cómo lo explicas?- el pregunto al fin. -Oramos por la unidad, oramos por la capacidad de manejar el Rompecabezas, oramos por los medios para recuperar a Kemet. Lo tenemos. ¿El es una herramienta? ¿Un arma? ¿Un asesor?-

-No sé- ella admitió. -Pero ciento que no es casual lo cerca que se parece a él. Yugi dice que no tiene magia, pero hay un toque de las Sombras sobre él. Creo que su propósito se revelará a su debido tiempo-

-El tiempo es algo que sospecho que no tenemos- dijo Set.

-Entonces haremos tiempo- ella dijo simplemente -Somos guardianes, hijo de tormentas, podemos protegernos del ataque hasta que sepamos su propósito y cómo el debe ayudarnos-

-¿Qué sugieres?- el pregunto.

-Observemos- ella dijo -Escuchemos. Su ladrón sin duda será mucho más cuidadoso después de mi error, pero el no puede evitar dejar algunos rastros. Y si debemos hacerlo, lucharemos-

Set bajó la cabeza de acuerdo.

-Ahora- dijo Isis, -no hablé ociosamente cuando dije que estaría hilando. Hazte útil y pela las cebollas. Puedes pensar durante el tiempo que quieras-

El extendió la mano sobre la mesa y le pellizcó la nariz en señal de advertencia.


Tan aliviado estaba Yugi de escapar de esa situación, sintió una gran inquietud mientras seguía a Siamun por el estrecho sendero de tierra hacia el grupo de edificios bajos y fangosos en la distancia.

-Primero iremos al comerciante de trigo- dijo Siamun. -Ella no estaba equivocada y personalmente preferiría mantener mi comida libre de excrementos de roedores como sea posible-

Yugi se echó a reír débilmente y Siamun inclinó la cabeza para mirarlo.

-No necesitas temernos- el dijo, después de un largo momento. -No tenemos intención de lastimarte-

Yugi miró al suelo y se ajustó la capucha a su alrededor. -¿Incluso si no puedo ayudarles?-

-Ni siquiera entonces- dijo Siamun con su voz gentil.

-¿Puedes enviarme a casa?-

Siamun guardó silencio y el estómago de Yugi se revolvió.

-Por favor, no me malinterpretes- dijo Siamun. -No deseamos mantenerte aquí contra tu voluntad, pero ninguno de nosotros está seguro de cómo logramos traerte aquí en primer lugar, y mucho menos cómo podríamos enviarte de regreso a tu lugar de origen-

La garganta de Yugi se apretó y se mordió la lengua con fuerza, las lágrimas repentinas le pincharon las comisuras de los ojos. ¿Nunca podría irse a casa? ¿Nunca volverás a ver a sus amigos, a su familia? ¿Nunca vería a Honda y Jounouchi graduarse? ¿Nunca vería a Anzu actuar, nunca sabría si fue aceptada en el programa de ballet en Nueva York? ¿Estaba condenado a vivir sus días entre extraños, un hombre fuera de tiempo?

La sombra reaccionó a su angustia, se enroscó apretando y desesperado alrededor de su corazón, frenético e impotente, pulsando un calor oscuro. El sintió la leve impresión de dedos insustanciales alrededor de los suyos, de alcanzar desde una gran distancia, de dolor reflejado.

Manos sobre sus hombros; se dio cuenta de que se había detenido en medio del camino y que sus mejillas estaban húmedas. Siamun lo miraba con ojos tristes y comprensivos.

-Tranquilo, niño- dijo Siamun. -Nada es seguro- El limpió las mejillas de Yugi con la esquina de su manga.

-No soy un niño- murmuró Yugi -Tendré 18 años en un mes-

-A mi edad, todos ustedes son niños- dijo Siamun con ironía. -Pero no sirve perder la esperanza. Las cosas buenas pueden brotar de una gran tristeza, recuerda eso.

-¿Como la humanidad de las lágrimas de Atum?- Dijo Yugi.

Los ojos de Siamun se arrugaron. -Exactamente así. Entonces conoces las historias-

Yugi se tragó el nudo en la garganta y se frotó la cara -Mi abuelo... solía contarme historias por la noche para ayudarme a conciliar el sueño-

-Entonces ¿por qué no me lo cuentas?- dijo Siamun, se giró y comenzó a caminar una vez más en dirección a la aldea. -Para levantar el ánimo y llenar el silencio-

Entonces Yugi comenzó desde el principio. Atum, surgiendo del caos acuoso. La soledad en ese vasto vacío, que crea compañeros, el nacimiento del hombre de sus lágrimas. La construcción del mundo a partir de los cuerpos de los dioses, los celos, el odio y el asesinato. El amor de madre por hijo, esposa por esposo. Él habló de Horus impetuoso, inteligente Isis, sangriento Sehkmet. Y Siamun agregó, aquí y allá, elaborando cuando la memoria de Yugi vacilaba, interponiendo variaciones que Yugi nunca había escuchado: la concepción mágica de Isis, el deseo retorcido entre Horus y Set, la unión de Atum con su sombra.

Y en el fondo de su mente, la sombra escuchaba, silenciosa con asombro, y aprendida.


Cuando llegaron al pueblo, el sol ya estaba alto y el mercado estaba escasamente poblado. El calor era intenso y Yugi estaba casi abrumado por la tentación de quitarse la capucha. Pero Siamun le había asegurado que sus rasgos extraños llamarían demasiado la atención, así que se la dejó puesta.

Se pegó al codo de Siamun, observando a las personas a su alrededor mientras Siamun regateaba con el comerciante. La repentina presencia de tantos fue desconcertante, y la extrañeza de poder captar y comprender fragmentos de cada conversación lo dejó sobre estimulado y un poco nervioso.

El se giró sobresaltado cuando Siamun empujó un pesado recipiente de arcilla en sus brazos.

-ten- dijo. -Sostén esto para un anciano. Y- coloco algo pequeño y duro en la palma de Yugi -toma esto. Estaré con el vendedor de hierbas por un tiempo. Ve a comprarte un dulce-

Yugi parpadeó ante la moneda sucia en su mano, pero Siamun ya se estaba alejando, dejándolo a la deriva. Sostuvo la moneda y miró a su alrededor.

El puesto del comerciante de dátiles esta solo un poco lejos del camino, pero Yugi encontró su mirada atraída por tres hombres en cuclillas en la tierra cercana, con las cabezas cercas mientras hablaban. Uno de los hombres se movió y el vio que se movían las manos y varios objetos pequeños caían al polvo. Uno de los hombres se rio, los labios se despegaron para exponer los dientes rotos y las monedas cambiaron de manos.

Un destello de perspicacia, pero no el suyo. La sombra reconoció su funcionamiento, las herramientas que ellos usaron.

Un juego de dados.

Sintió el pique de interés de la sombra, se encontró siguiendo el tren de sus pensamientos. Un riesgo, unirse y apostar su única moneda, pero con una alta recompensa. La moneda se gastaría de todos modos y podrían pagar a sus anfitriones.

Jalo suavemente de su mente, buscando permiso.

Yugi se mordió el nudillo. No sabía exactamente qué estaba pidiendo la sombra, pero sintió su confianza, su seguridad de que no le haría daño.

Respiró temblorosamente, y acepto su acuerdo.

Al principio pensó que se había caído, el mareo lo abrumaba, su mente luchaba con una repentina sensación de desplazamiento. Entró en pánico, se sacudió y extendió su brazo.

Solo para que pase directamente a través de un cliente cercano.

Yugi abrió la boca, parpadeó y se dio cuenta de que estaba ubicado a dos pasos a la izquierda de donde había estado parado.

Y el también es completamente transparente.

“Santa mierda, santa mierda, ¿qué está pasando, que sucedió?, estoy muerto, oh Dios...”

Una mano se apoderó de su muñeca, extraño y sólido, lo detuvo.

Su propia mano

Yugi lo miró fijamente.

Se dio cuenta de que su cuerpo, con una ola de enfermedad irreal, estaba exactamente donde había estado hace un momento.

Pero él no estaba hay.

En cambio, un extraño lo miró por debajo del borde de su capucha y dios, los rasgos eran los que había visto todos los días en el espejo durante diecisiete años, pero no era su rostro. La expresión era extrañamente incorrecta, compuesta y extraña, y de alguna manera mucho más vieja.

La sombra lo miraba a través de sus ojos.

-Hiciste- dijo Yugi, sin saber si realmente estaba hablando. ¿O respirando? Sintió que estaba respirando. -¿Tú hiciste esto?-

La sombra asintió levemente. Su mirada se dirigió hacia los hombres con sus dados y levantó una ceja, interrogante.

Yugi casi quería decir que no, para reclamar su cuerpo porque Dios era demasiado, pero la sensación de malestar ya se estaba desvaneciendo y habían llegado tan lejos. El asintió.

-Sí, está bien- dijo -Vamos a intentar esto-

La sombra inclinó la cabeza, la suya, y levantó el jarrón contra su costado. Cruzó la calle, rezumando confianza, y Yugi lo siguió, esquivando a los compradores del mercado para evitar que lo atravesaran y preguntándose cuándo su vida se había vuelto completamente loca.

La sombra se puso en cuclillas junto a uno de los hombres, dejando el jarrón a su lado en la tierra. Luego abrió la boca de Yugi y habló a los hombres.

-Saludos- dijo -¿Espacio para uno más?-

Yugi no podía respirar. Esa no era su voz saliendo de su boca. El tono era más bajo, la cadencia y el ritmo completamente incorrectos. Tenía la extraña impresión de majestuosidad, de absoluta y dominante confianza.

Esta era la voz de alguien que esperaba ser obedecido.

Uno de los hombres miró la sombra con recelo -Tal vez- dijo -¿Tienes monedas?-

-Por supuesto- dijo la sombra, produciendo la moneda y bailándola a través de los dedos de Yugi como un mago, en un movimiento que Yugi sabía que nunca había aprendido en su vida. -Sin embargo, me temo que solo tengo para un tirada. Y dejé mis dados en casa-

Otro de los hombres se encogió de hombros -Si quieres perder tu última moneda, no voy a detenerte. Ponlo abajo-

-Una tirada- dijo el hombre que había hablado primero, el tono cambió de sospechoso a confiado. -Puedes usar mi dados de repuesto. Aquí-

La sombra extendió la palma de su mano para aceptar lo que Yugi podía ver a esta distancia eran huesos pequeños, pulidos y lisos, con cuatro lados planos, cada uno de los cuales estaba perforado con un número correspondiente de puntas superficiales. La sombra los lanzo al aire y los atrapó, pesando el astrágalo en su mano. Un destello en el borde de sus pensamientos, tan rápido que Yugi casi lo perdió. Intentó concentrarse, seguir el hilo, pero la sombra ya estaba tirando los crudos dados. Los huesos rebotaban y giraban: uno, uno, uno y tres.

-Mala suerte- observó el segundo hombre.

El primer hombre sonrió y tiro. Tres, cuatro, seis, uno. Su sonrisa agrietada se ensanchó y tomó su moneda de la tierra -Tú pierdes-

-Así fue- observó la sombra -Aunque supongo que podría haber predicho eso con dados tan pesados-

Los tres hombres se congelaron, la cara del primer hombre se retorció.

-¿Qué dijiste?- gruñó.

Yugi contuvo el aliento insustancial. La sombra sonrió, luego recogió dos del astrágalo y los levantó.

-Aquí- dijo, indicando la depresión de las pepitas centrales -¿Ven cómo han sido perforados? Si se fijan bien, hay un poco de bronce acuñado dentro de cada uno. Pese el dado, así que cuando se arrojan...-

El arrojó los huesos como un desafío.

“Ojos de serpiente” pensó Yugi.

-Todos los valores salen igual- dijo la sombra fríamente.

El primer hombre dejó escapar un gruñido estrangulado -¡Mientes mocoso!-

-¡Hey!- Dijo el segundo hombre, mirando al primero -¡Eres un cabrón! ¡Por eso me prestaste el tuyo la semana pasada! ¡Perdí el salario de casi un día entero!-

-¡Espera un maldito segundo...!- El primer hombre farfulló, pero el segundo se balanceó sobre sus talones y lo golpeó, enviándolo tambaleando.

La sombra saltó hacia atrás cuando los hombres comenzaron a pelear, apenas logrando rescatar su jarrón. Se agachó bajo una rama agitada y tomó algunas monedas de la tierra, retrocediendo y aplastando el cuerpo de Yugi en un grupo de compradores. Yugi tropezó detrás de él, estremeciéndose inconscientemente mientras atravesaba sus cuerpos ajenos tras la sombra.

De repente, Yugi se encontró de nuevo con la corporeidad, una mano sobre su hombro, el jarrón materializándose en sus brazos y las monedas sucias en su puño. Él buscó, casi dejó caer todo, y se encontró parpadeando en la cara preocupada de Siamun.

-¿Yugi?- dijo Siamun -¿Estás bien? Escuché una conmoción...-

-Yo…- dijo Yugi, mirando preocupado detrás de él hacia donde todavía podía escuchar gritos y el golpe demasiado familiar del puño en la carne -Estoy bien. Probablemente deberíamos irnos-

Siamun frunció el ceño, sus ojos parpadearon para seguir a los de Yugi, pero lo alejó.

La culpa se revolvió en el estómago de Yugi y él extendió la mano y atrapó la mano de Siamun mientras caminaban, presionando las monedas en su palma. -Para ti- espetó -No puede, quiero decir, supongo que no es fácil tener un invitado que alimentar y alojar, y quería... quería ayudar-

Siamun examinó las monedas, sin disminuir la velocidad -¿Robaste esto?- pregunto.

-¡No!- dijo Yugi, horrorizado -Yo... los gané- Él miró hacia otro lado avergonzado. -En un juego de dados-

Siamun resopló, como si contuviera una carcajada -Supongo que no puedo juzgarte exactamente. Yo era todo un jugador en mi juventud. Sin embargo, no haría un hábito. Aquellos de nosotros con buena suerte tendemos a generar resentimiento entre los que tienen mala suerte. Aún así, gracias- Le pasó a Yugi una de las monedas. -Quédate con esta. Nunca se sabe cuándo podrías necesitarlo-

Yugi guardó la moneda y lo siguió, dejando atrás la conmoción del mercado.


 

Cuando Yugi se encontró de nuevo en el cobertizo con un poco de privacidad, por fin, mientras Siamun organizaba sus compras, se quitó la túnica y la chaqueta empapada de sudor, sacando el rompecabezas del bolsillo antes de tirar la chaqueta al suelo. Levantó el trozo de oro, demasiado agitado para considerar lo absurdo de masticar una entidad mística más allá de su comprensión mientras vestía nada más que sus boxers, y lo miró.

-¿Qué?- dijo -¿qué demonios fue eso?-

El sintió una leve impresión de resentimiento hosco en la sombra. ¿No estaba complacido Yugi? Habían logrado su objetivo, adquirir monedas.

-¡Casi nos metiste en una pelea a puñetazos!- dijo Yuugi -Y después de haber estado en más de uno de ellos, ¡déjame decirte que sé en qué final salgo!-

Una onda de superioridad desdeñosa; la sombra no había permitido que ningún daño viniera a él. Yugi gimió y dejó que su frente descansara sobre el cálido metal.

-Tal vez esto está más allá de la comprensión de un dios todopoderoso de la oscuridad o lo que sea que seas, pero la lista de cosas que me pone frente a un gilipollas asesino del doble de mi estatura y peso es corta, y el juegos de azar no está en eso-

 La sombra se detuvo y Yugi sintió una exigente e inesperada investigación contra sus pensamientos. El recuerdo, ya en la vanguardia de su mente, se abrió como fruta podrida. Con la cara burlona de Ushio, Honda y Jounouchi se desplomaron en el suelo, dolor, sangre y huesos rotos. La penetrante desesperación de estar completamente solo y completamente impotente, mirar a los ojos oscuros y brillantes de Ushio y ver a un depredador. Su placer visceral en representar el dolor y el enfermo, cierto conocimiento de que este hombre, muchacho realmente, haría lo que quisiera, y Yugi no podía hacer nada para detenerlo.

El recuerdo no había sido tan agudo desde que había dejado de tener pesadillas regulares hace un año y puso a Yugi de rodillas, agarrándose el rompecabezas al estómago, las esquinas hundiéndose en sus entrañas. La rabia y el horror de la sombra estallaron como un infierno, la picazón de lana negra de su presencia se arrastró por su piel como si tratara de protegerlo o envolverlo.

-¿Cómo se atreve, cómo se atreve? Lo devoraré, desgarraré, QUEMARÉ-

Yugi se encorvó sobre el rompecabezas, jadeando y sacudiendo la cabeza.

-No puedes- dijo -No puedes. Ellos se fueron. Ushio fue expulsado después de que mi abuelo lo denunciara. El abuelo me llevó a Egipto ese año. Se acabó. A pasado mucho tiempo. El se fue-

La desesperación, como agujas en su mente. La sombra ansiaba una retribución, el tipo de venganza que se susurraría durante siglos, que nadie se atrevería a lastimarlo por miedo a un destino peor que la muerte.

Yugi se ahogó, una mano se levantó para cubrir su boca, las lágrimas escapaban de sus ojos. La sombra se arremolinaba a su alrededor, ansioso, mientras el lloraba.

-No necesito que me vengues- dijo Yugi, cuando pudo volver a hablar. Se limpió la cara, untando lágrimas y mocos en su piel sobrecalentada -La venganza no resuelve nada. Pero estoy muy lejos de casa y en una tierra extraña y muy asustado, y lo que realmente necesito en este momento es un amigo-

Una punzada de curiosidad sobresaltada, seguida de una oleada de tristeza silenciosa. La sombra no sabía lo que significaba tener amigos, los entresijos de la compañía. Y sin embargo, ardía saber, devolver algo del calor que experimentó en presencia de Yugi.

El aliento de Yugi se le contrajo en el pecho y sonrió con los ojos llorosos -No te preocupes, e tenido un poco de práctica en el frente de la amistad. Creo que podemos guiarnos a través de eso-


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