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Lineamiento por ayelen rock

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Yugi, distraídamente, se mordió la uña del pulgar y le dio otra mirada al reloj. El aula se sentía demasiado congestionado y resistió el impulso de desabrocharse un poco más la camisa. Por el rabillo del ojo, podía ver a Jounouchi jugando con su lápiz, su cuaderno, un incomprensible lío de garabatos que siempre, invariablemente, lograban convertirse en una calificación aprobatoria.

-Oye- susurró Jounouchi. Yugi parpadeó, e inclinó la cabeza sutilmente para poder mirar a Jounouchi sin alertar al profesor -¿Quieres ir al arcade con los demás después de clase? Anzu ya está de acuerdo-

Yugi negó con la cabeza. -No puedo- le susurró -El abuelo está recibiendo un envío hoy y tenemos inventario. ¿La próxima vez?-

-Claro, amigo- dijo Jounouchi. Le guiñó un ojo a Yugi. –Ella estará triste por haberte extrañado, pero estoy seguro de que Honda y yo podemos consolarla en su angustia-

Yugi sintió que su rostro se ponía caliente y se hundió un poco en su silla, agradecido de que Anzu esta sentada unas cuantas filas por delante y, por lo tanto, no pudiera escucharlos.

El hecho de que ella tuviera su cabello recogido por el calor, exponiendo las delicadas líneas de la nuca, fue una ventaja que intentó no pensar demasiado.

Con la esperanza de que sus orejas no fueran tan rojas como se sentían, Yugi se inclinó sobre su cuaderno y trató de recuperar el hilo de la conferencia. Realmente no debería dejar que su mente divague; su madre le había dado a su abuelo un tiempo lo suficientemente difícil como para sacarlo de la escuela hace tres años, y ella todavía estaba observando sus calificaciones con más que un escrutinio típico.

Yugi no sabía por qué estaba preocupada. Alexandria era una ciudad moderna, los planes de estudio no habían sido tan diferentes de lo que tenía ahora, y el abuelo fue un mejor maestro de historia que el sofocante viejo Kurada en cualquier día.

La campana sonó, sobresaltándolo, sacándolo de sus pensamientos, y se dio cuenta con una punzada de culpa por haberse perdido por completo el final de la conferencia. Tendría que ver si le pedía a Anzu las notas más tarde.

El aire de la tarde era húmedo, pero afortunadamente había una ligera brisa. Yugi se aflojó la camisa del uniforme y dejó escapar un largo suspiro de alivio. Al otro lado del patio de la escuela podía ver a Honda y Jounouchi agrupándose alrededor de Anzu, y desde la posición de sus cuerpos y sus manos que simulaban desaprobar sus caderas, acababan de contar una broma descolorida.

Luego, Anzu levantó la vista, lo miró a los ojos y el la saludó, haciendo disculpas y exagerados movimientos de pantomima en dirección a la tienda de juegos mientras lo hacía. Ella se echó a reír, inaudible desde la distancia, pero aun así su estómago se revolvió de emoción. Luchando contra un sonrojo, giró sobre sus talones y trotó hacia su casa.

Cuando el ruido de la escuela se desvaneció, una leve melancolía se posó sobre sus hombros. Los queria a todos, de verdad, pero a menudo se preguntaba si hubiera sido mejor si se hubiera quedado. Se negó a dejar que su abuelo lo llevara a Egipto, porque a veces sentía que ese año había formado una pequeña brecha entre ellos. A pesar de sus mejores esfuerzos, no pudo salvarse.

No es que hubieran sido nada menos que amigos firmes desde su regreso. Anzu había llorado durante días y Jounouchi lo había apartado para una conversación muy incómoda pero muy sincera, donde se había disculpado por el papel que él y Honda habían jugado en todo el lío. Incluso elogió a Yugi por su valentía y ofreció su amistad, sin ataduras, con el juego de palabras más horrible que Yugi había escuchado en su vida.

Yugi ni siquiera había considerado decir que no.

Yugi sonrió para sí mismo. Se estaba preocupando por nada. Su abuelo había hecho lo que él creía mejor, y sinceramente Yugi no habría intercambiado esos meses, despertándose con el sol y acostándose cubierto de arena y barro oscuro, saturado de mitos y misterios, incluso siendo mordido por insectos que picaban. No lo cambiaría por nada.

La campana sobre la puerta de la tienda tintineó y Yugi la cerró detrás de él apresuradamente para mantener fresco el interior por el aire acondicionado      -¿Abuelo?-

-Ah, bien, estás de vuelta- dijo la voz apagada de su abuelo desde la sala de almacenamiento. -Deje tu mochila y ven a ayudarme, hay algunos estantes que deben reorganizarse si queremos que encajen todo esto-

-Estaré allí- Se quitó las zapatillas y las cambió por una de casa, y subió las escaleras.

Se detuvo en su habitación y dejó su mochila en un rincón, fuera de la línea de visión de su madre, si se las arreglaba para pasar, antes de correr escaleras abajo, una sensación de mareo al liberarse del peso omnipresente.

-Te romperás el cuello un día haciendo eso- dijo su abuelo, detrás de una pila de juegos de mesa de importación.

-Lo dice la persona que me hizo arrastrarme hasta el final de nuestro bote para cortar el amarre cuando nos enganchamos en esas rocas- dijo Yugi.

-Eso fue diferente- dijo su abuelo, plácidamente. -En ese caso, la elección fue eso o ser aplastados por el hipopótamo que nos ofendió por estar en su territorio. Agarra esas bolsas de jacks y vuelve a llenar la caja en la parte delantera-

Yugi obedeció. Las bolsas resonaban y rodaron entre sus dedos, las puntas de los jacks se asomaba a través de la tela. -¿Has escuchado algo del profesor Hopkins?- el pregunto.

-Finalmente respondió anoche- dijo su abuelo. -No tenía acceso al correo electrónico en tránsito desde la universidad hasta el sitio. Aunque sí mencionó que está trayendo a su nieta con él. Después de que las cosas contigo fueron tan bien, sus padres reconocieron que probablemente era lo suficientemente seguro-

-¿Su nieta?- Yugi entrecerró los ojos en la distancia media, recordando vagamente una fotografía arrugada de una niña de rostro redondo, ceñuda y con gafas que el profesor Hopkins le había mostrado. -¿Ella no tenía 5 años? ¿Barbara o Becky o algo así?-

-Rebecca- dijo su abuelo. -Y ella tiene 13 años. Bastante la pequeña teresilla también, por lo que entiendo-

-Huh- dijo Yugi. -Bueno, espero que la pase bien y que no termine con las carreras tan a menudo-

Su abuelo levanto sus hombros. -No lo tendrías si me hubieras escuchado y pegado a la cerveza como todos los demás-

-¡Tenía quince años!-

-Oh psh- dijo su abuelo. -Apenas había alcohol en la orina de ese caballo para emborracharse con un mosquito-

Yugi negó con la cabeza. -¿Ves esto? Por eso Mamá siempre te acusa de contribuir a la delincuencia de menores-

Su abuelo se rio entre dientes. -Eso es porque ella preferiría que todos se olvidaran de que una vez fue una delincuente menor. Confía en mí, cuando tengas mi edad, desearás haberte pasado más tiempo metiéndote en problemas-

-A menos que 'problemas' signifique que Kaiba me secuestre de camino a la escuela para otro juego de cartas, dudo que haya mucho en mi futuro-

-Uno pensaría que después de recuperar su compañía de Pegasus en esa apuesta ridícula, él estaría un poco más agradecido- dijo su abuelo refunfuñando.

Yugi se encogió de hombros. -Kaiba es un realista. Piensa que solo fue suerte. Y no puedo culparlo exactamente por eso, especialmente porque aún siento que fue una casualidad-

-Puedo pensar en algunas cosas por las que culparlo- dijo su abuelo, colocando otro montón de cajas un poco más de lo estrictamente necesario.

Yugi se estremeció -Abuelo…-

Su abuelo se detuvo y agachó la cabeza brevemente. -Lo siento, Yugi. Sé que él es solo un chico, y un necio por eso, pero- buscó en su bolsillo y Yugi estudió el piso mientras su abuelo sostenía la carta del Dragón blanco de ojos azules, minuciosamente reparada con cinta. Suspiró, tocando el pliegue en el centro. -Sé que es solo una carta, pero los recuerdos que se adjuntan son importantes-

Yugi miró hacia otro lado. -Lo siento, no pude recuperarlo antes...-

Su abuelo lo hizo callar. -No voy a escuchar eso. No fue culpa tuya que ocurriera, y no cambiaría tu seguridad y bienestar por todas las cartas del mundo-

Su abuelo se acercó y lo tiró debajo de la barbilla, riendo mientras Yugi ayudaba. -Además, la expresión en el rostro de Kaiba cuando perdió, valía al menos una de estas-

Yugi sonrió débilmente. -¿Entonces no crees que fue una casualidad? ¿El duelo con Pegasus?-

Su abuelo lo estudió por un momento. -Yugi, no estuve allí, así que no puedo comentar sobre tu estrategia, pero nadie ha vencido a Pegasus antes, ni siquiera Kaiba, y nadie lo ha hecho desde entonces. Casualidad o no, eso significa algo-

Yugi suspiró -Tal vez-

Su abuelo sonrió, las líneas de risa alrededor de sus ojos se profundizaron.      -Simplemente no te vuelvas un engreído por eso- Agitó la carta de manera significativa. -Incluso los más poderosos de nosotros pueden ser golpeados si nos descuidamos o actuamos imprudentemente- Hizo una pausa y se tocó la barbilla -De hecho... aquí- extendió la carta a Yugi –ahora es tuya-

Los ojos de Yugi se redondearon. -Uh, abuelo…-

Su abuelo levantó una mano -Yo insisto. De todos modos, te la pasaría algun día, y puede ser hoy. Considéralo un recuerdo si quieres-

Yugi tomó la carta y se la guardó cuidadosamente en el bolsillo junto a su propia baraja. Había empezado a llevarla consigo una vez que se corrió la voz acerca de su campeonato, y los aspirantes a rivales empezaron a desafiarlo. Entrecerró los ojos ante su abuelo en sospecha -¿Estás seguro de que no tienes cáncer o algo así?-

Su abuelo echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. -¡Fresco! Ahora vuelve al trabajo, pequeño, inteligente; ¡Todavía tienes tarea y la cena!–

 


 

El suelo de tierra estaba fresco bajo las rodillas de Isis, fragmentos de cañas de las esteras fueron dispersados para despejar un espacio. Encendió la última de las lámparas, tratando de no pensar en cuánto de su presupuesto mensual de aceite estaban consumiendo, y observó a Set tallar en la tierra con un poco de roca afilada. Ella no reconoció los glifos que él estaba usando, pero no esperaba hacerlo; No había exactamente un modelo para este tipo de hechizo.

-Me pregunto si los dioses se opondrán a que hagamos esto en un cobertizo en lugar de un templo- ella reflexionó en voz alta.

Set le lanzo una mirada de descontento.

-Lo dudo- dijo Siamun, sentandose al suelo con un gemido. -Los nómadas se meten en carpas de piel de cabra en medio del desierto y a ellos les parece no tienen ningún problema con eso- Dobló las piernas y Set dejó la balanza en el suelo delante de él. -Sin embargo, me gustaría declarar para el registro que creo que esta es una mala idea-

-Fuiste tú quien sugirió que el rompecabezas podría resolverse- dijo Set.

-Sí, pero- Siamun suspiró y frunció el ceño -No puedo evitar sentir que la obtención de un medio mágico para resolverlo no es el método correcto-

-No hay un método correcto- dijo Set -Pero no voy a dejar que eso me detenga-

Esculpió el último símbolo con broche de oro y se agachó sobre sus talones para examinar su trabajo. Al inspeccionar el diagrama como un todo, Isis pudo ver que había usado el método taquigráfico de Mahad para invocar y dirigir el poder de cada elemento: "equilibrio" para la balanza, "apertura" para la llave, "control" para la vara, y 'futuro' para el collar. Pero en lugar de la habitual "realeza" para el colgante…

-¿Unidad?- ella pregunto.

Set se encogió de hombros. -Me imaginé que serviría como comando y como invocación. Es lo que el reino necesita después de todo-

Siamun murmuró de acuerdo. -Una decisión sabia- Echó una mirada de soslayo a Set. -Tu pariente lo aprobaría-

Set miró hacia otro lado.

-¿Entonces supongo que nos guiarás?- pregunto Isis.

Set realmente dudó un momento antes de asentir con la cabeza bruscamente. Se arrodilló en el suelo, frente a ellos, y recogió la caja que contenía las piezas del colgante. Inclinándolo, los esparció por el diagrama como si fueran huesos de nudillos, el metal chasqueaba cuando los fragmentos brillantes rebotaban y giraban antes de detenerse. Dejó la caja a un lado y sacó la vara de su faja. Lo tendió delante de él y, siguiendo el ejemplo, Isis agarro el Collar, apoyando las puntas de sus dedos en la curva dorada.

Set blandió la Vara en los fragmentos del Rompecabezas, la forma en que Isis lo había visto manejarlo cuando pretendía obligar a un hombre a su voluntad.  -Buscamos la unidad; Un medio para reparar lo que fue dividido. Pedimos ayuda a los dioses en este esfuerzo, para unir la tierra bajo la bandera de la realeza, que me ha sido transmitido por el Señor de las Dos Tierras, el Horus viviente-

Isis inclinó la cabeza. A su izquierda, podía escuchar a Siamun murmurar una invocación de apoyo, invocando los nombres de varios dioses: Thoth el sabio, Ma’en la encarnación de la verdad, Atum-Ra del sol brillante, Horus el gobernante divino.

Nada. Las piezas quedaron inmóviles y silenciosas. Set apretó los dientes audiblemente y el estómago de Isis se sobresaltó alarmada. Ella abrió la boca para advertirle que permitiera que sus emociones intercedieran mientras lanzabas...

-¡Buscamos los medios para restaurar el rompecabezas!- Ladró Set -¡Nuestras circunstancias son terribles! ¡La tierra negra está enferma y moribunda, pedimos ayuda a los dioses! ¡Vengan juntos estúpidos!-

Hubo un destello cegador. Isis se cubrió los ojos con las manos y retrocedió. Hubo un ruido sordo, como el sonido de un cuerpo arrojado descuidadamente desde la parte trasera de un carro.

Con los ojos llorosos, Isis entrecerró los ojos. Su corazón cayó en su estómago.

Una figura se arrodilló entre los fragmentos del rompecabezas, con la cabeza moviéndose de un lado a otro en confusión, la silueta tan familiar que ella soltó un jadeo.

Por un momento aterrador, ella pensó que Set había logrado lo que tantos habían intentado y fracasado; para llegar más allá del velo y revivir a los muertos.

Luego, cuando se aclaró la luz, ella se dio cuenta de que no era el Faraón que estaba delante de ellos, sino un niño extraño, vestido de índigo, con su cabello desordenado salvaje pero familiar de negro, rojo y dorado.

La aparición los miró, y gritó.


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