Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amor con sabor a café [Citrus AU] por MissWriterZK

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

                Habían pasado varias semanas desde nuestro primer y último encuentro. Recibí un mensaje de su parte y comenzamos a chatear frecuentemente, hasta el punto de volverlo una rutina para ambas. Conocíamos nuestros horarios, sus descansos, los míos… Podía contarle mis preocupaciones sin miedo a ser rechazada o juzgada y ella se mostraba atenta y comprensiva conmigo. Un libro cerrado y sin sentimientos, aparentemente, se estaba abriendo a ella de una forma que hasta a mí me aterraba… Me aterraba el hecho de abrirme a una persona y que luego pudiera desaparecer de mi vida sin dejar rastro y sin compasión. Total, eso era lo que habían hecho todas las personas que pasaron por mi vida a excepción de mi padre y mi mejor amiga.


                Mi abuelo siempre estuvo ahí para mí, pero aquel hombre recto y autoritario no era alguien de quien esperar una muestra de cariño. Debido a los viajes de mi padre para representar a la compañía o supervisar el funcionamiento de nuestras sucursales, crecí a su lado y bajo sus estrictas normas. Ni siquiera me dejaba sonreír o jugar como una niña normal. Decía que era una pérdida de tiempo y que solo debía estudiar para heredar nuestra fortuna y empresa familiar. Nunca le di demasiada importancia porque, después de todo, solo había visto aquella forma de «familia». Concertó un matrimonio con un hombre que me sacaba más de diez años sin mi consentimiento para unir a ambas empresas y familias y volverse aún más rico. Su enfermedad crónica y avanzada edad lo estaban tornando codicioso.


                Un largo y pesado suspiro se escapó de mis labios. Estaba pensando mal de alguien que llevaba muerto varios años, pero no podía evitarlo. Nunca fui feliz en toda mi vida y, ahora… Tampoco es que hubiera cambiado demasiado, pero encontré un motivo para sonreír más a menudo. Ese motivo tenía dos esmeraldas como ojos y las hebras de su cabello eran del oro más puro y valioso y su simple nombre hacía que me estremeciera… Aún seguía encerrada en mi prisión de acero y vidrio. Estaba en mi despacho, solo quedaba yo. Mi asistente se había marchado ya y ahí seguía yo revisando informes y firmando documentos.


                Me recosté momentáneamente sobre el respaldo ergonómico de mi silla de escritorio, escuchando el sonido de mis huesos al crujir y eso fue motivo suficiente para levantarme y caminar por todo mi despacho, avanzando hasta los enormes ventanales que dejaban la vista de la hermosa ciudad en la penumbra de la noche, vivamente iluminada por las luces y coches. Inconscientemente llevé una de mis frías y suaves manos a tocar el vidrio de la ventana, sintiendo que aquel gélido material debido a la temperatura exterior, estaba casi tan frío como mis manos. Me apetecía tanto calentarlas con una buena taza de cerámica cargada de café de aroma embriagante y la exquisita compañía de Yuzu…


—Necesito verla… Realmente lo necesito… —suspiré mientras me volvía a sentar y apoyaba mi cabeza en el escritorio de madera maciza, centrando mi mirada en una foto familiar que tenía con mi padre pensando inmediatamente en sus palabras que tanto me había repetido hasta la saciedad. Sus «Haz lo que realmente desees. Una vez que encuentres un sueño, lucha por él y no abandones nunca»


Aquella mujer no era un sueño, básicamente porque era real. Esa chica era todo lo que podía pedir sin miedo a arrepentirme de ello. Tenía la capacidad única de hacerme sonreír, reír de forma delicada y darme ánimos con simples mensajes. Extrañaba verla frente a frente, realmente lo hacía… Y ese sentimiento de nostalgia no me dejaría avanzar en mi tarea de revisar informes. Después de todo, ya llevaba bastante más de lo debido en aquel coloso de arquitectura contemporánea, no me haría daño salir de allí para reunirme con ella en la modesta y cálida cafetería que tanto contrastaba con mis lugares habituales. Prefería que se mantuviese así debido a que podría seguir siendo un escenario ideal al que huir cuando sentía que no podía más. Llevaba luchando contra lo evidente por demasiado tiempo y ello carecía de sentido. Un pesado suspiro volvió a escaparse de mis finos labios, apagando mi ordenador y ordenando los documentos restantes en categorías precisas.


No tardé demasiado, quizá unos quince minutos; no obstante, lo que me importaba en esos momentos era reunirme con Yuzu. Ya estaba fuera de mi oficina, avanzando entre las calles abarrotadas de parejas que iban caminando de la mano y observando la decoración navideña. Nunca le di demasiada importancia a aquello, o, mejor dicho, me esforcé por hacer que pareciese indiferente porque me sentía sola… Un sentimiento de soledad devastador, el mismo que habitaba en mi interior desde que mi madre nos abandonó y que con el paso de los años solo se fue alimentando y creciendo. En aquellas fechas tan señaladas era insoportable, ir a cualquier lugar y sentirte siempre sola… Era algo que no le deseaba ni a mi peor enemigo. Que alguien con una vida como la mía, constantemente rodeada de gente, solo sintiera soledad. Esa gente no era más que un grupo de aves carroñeras, sobrevolaban mi vida para alimentarse de mí si caía. Así era mi mundo… Así de «maravilloso» como solía escuchar de bocas de personas a pie de calle. No solo tenía que soportar comentarios sobre mi persona cada vez que iba sola, sino que también tenía que aguantar que tachasen mi vida de inmejorable.


Pasé por un edificio de puro cristal, contemplando mi reflejo en este y dándome cuenta de que estaba al borde del llanto. Las lágrimas cubrían mis ojos y amenazaban con deslizarse por mis mejillas como si se tratasen de unas poderosas cascadas caudalosas. Mi mirada se veía vacía, tenía ojeras por la falta de costumbre y la cantidad de trabajo que tenía que sobrellevar al estar gran parte de la empresa de vacaciones, hizo que mi característica palidez fuese mucho más preocupante. No era palidez por genética… Era palidez por estar al borde de un colapso.


Por suerte o por desgracia, no quedaba mucho trayecto hasta la cafetería que tanto me encantaba. Suerte porque dejaría de sentirme así, pero desgracia porque Yuzu vería mi situación actual. No es que sintiese vergüenza de mis emociones o sentimientos, sino que la preocuparía y eso era lo que menos deseaba. Yo quería ver su sonrisa y sentirme reconfortada, no provocar una expresión triste en ella y sentirme culpable.


Llegué y mis temores desaparecieron en el mismo momento en que crucé el umbral de la puerta y la encontré detrás de la barra. Estaba limpiando, no había gente, estaba desierto. Se veía tan… irreal… Desde esa perspectiva podía admirar su larga y espesa melena dorada, aún más que el trigo maduro o el oro líquido… Su cabello tenía una tonalidad única y totalmente hechizante, igual que su mirada de jade. Aún recordaba la exquisita textura de su piel y eso que solo nos habíamos rozado unos instantes hacía más de un mes. Fue una sensación que quedó grabada con fuego en mis recuerdos.


Avancé con cierta cautela, intentando ser lo más sigilosa posible para poder sorprenderla con mi presencia, al menos, hasta que me detuve en seco al escuchar un murmullo de sus labios.


—Otra noche en la que no piensa venir por aquí. A veces pienso que solo jugaste conmigo, Mei… Aunque tus mensajes me saquen una sonrisa y consigan acelerar mi corazón, nunca sabré si es algo real…


                Me mantuve inmóvil, incluso contuve mi respiración. Ahí estaba yo, en mitad de la cafetería totalmente vacía a excepción de la figura de ambas, mientras que la mujer que me había conquistado desde el primer momento se mostraba algo desolada por mi culpa. No pude evitar morder mi labio inferior con cierta fuerza y frustración. No es como si la estuviese evitando, la situación no me permitió venir… Aunque tenía razón en el fondo, quizá si me hubiera esforzado con mayor intensidad, habría acabado todo para venir a verla. Me sentía mal conmigo misma.


—Realmente te extraño… Sé que es algo estúpido e infantil, puesto que solo nos hemos visto una vez… Pero siento que me comprendes mejor que nadie, Mei… Siento que también soy alguien única para ti. No estarías hablando conmigo constantemente si no fuera cierto… Así que, más te vale tener una excusa convincente para no venir a verme y jugar con mi pobre corazón —susurró, soltando un largo y pesado suspiro, al mismo tiempo que relajaba su cuerpo y destensaba sus hombros. Algo en aquella vista me preocupaba, parecía distinta de la primera vez. Quizá había trabajado demasiado.


                Antes de que pudiera percatarme de ello, la sensación de cierto líquido deslizándose por mi rostro de porcelana me delató, junto con un sollozo ahogado en mi garganta. La sensación de soledad que inundaba mi interior y me traía al borde del llanto, junto con sus reproches notablemente amorosos, me hicieron romperme por primera vez en mucho tiempo. Ella me extrañaba y me tenía constantemente en su mente, aquella persona hacía lo que nadie más en mi vida se atrevía.


—Lo siento… —Aquello fue lo único que pude pronunciar con mi voz rota mientras las lágrimas quemaban mi rostro y nublaban mi visión. Fue más una súplica mascullada que otra cosa. No podía hacer nada mejor en esa situación.


—Esa voz… —dijo, haciendo una pausa para voltear y descubrirme en aquellos momentos tan extraños en mi persona. Era alguien que tragaba y tragaba, tiraba del carro de la vida y de la empresa, pero nunca soltaba ni me derrumbaba. Siempre me habían dicho que revelar sentimientos era mostrarse vulnerable al resto y podrían aprovecharse de mí. No obstante, ella no podría aprovecharse de mí ni en un millón de años. Mi corazón me lo decía y el corazón no miente— ¡¿Mei?!


                La miré como pude, con mis ojos convertidos en las cataratas del Niágara y mi cuerpo tembloroso de la misma rabia que sentía. Yuzu abrió sus ojos con sorpresa y no dudó ni un segundo en acercarse a mí; no obstante, al quedar una escasa distancia, se detuvo para volver sus movimientos mucho más lentos. Me miraba a los ojos, mordiendo su labio con indecisión, parecía estar admirando a algo que podría hacerse añicos con un simple roce y, ¿quién sabe? Quizá esa mirada estaba en lo cierto. Aunque quizá eso era lo que necesitaba… Necesitaba romperme aquella noche para empezar de nuevo.


                Después de unos momentos de indecisión, al fin acabó de estirar su brazo para que una de sus cálidas manos tomara una de mis mejillas y secase mis lágrimas con absoluta ternura. Aquel gesto solo empeoró todo lo que sentía, haciendo que llorase aún más y que no pudiera seguir conteniendo mis sollozos ni mi voz. No sabía nada de lo que estaba pasando y perdí el control de mi cuerpo por unos segundos. Cuando recobré la cordura, me percaté que no estaba haciendo otra cosa más que besarla.


                La tenía tomada por el mentón y nuestros labios estaban en contacto. En un inicio se mostró sorprendida, abriendo aún más sus ojos, pero correspondiendo al beso en el momento en que su mente procesó todo aquello. Sus brazos rodearon mi espalda, aferrándose a la tela de mi traje a medida hasta el punto de arrugarla. Ella también temblaba y parecía estar ligeramente desesperada. No sabía si aquello era porque ansiaba mi toque, el reencuentro o que estaba aterrada en cierta forma de provocar todo aquello en mi interior.


                Mis manos recorrieron su espalda con parsimonia, intentaba memorizar la forma en que su cuerpo se estremecía con mi paso y cómo la calidez de su cuerpo traspasaba las ropas y llegaba a calentar mis manos heladas. Mi paseo acabó a la altura de sus caderas, manteniendo un agarre firme, pero delicado. Desconocía del tiempo que permanecimos besándonos, era como si el universo entero se hubiera detenido y solo estuviésemos ambas en él. No importaba mi trabajo, la situación en la que podrían descubrirnos en cualquier momento, mis problemas dejaron de asfixiarme y lo único que podía tener en mi mente la suavidad de los labios que había deseado poseer inconscientemente desde el primer momento en que mi mirada viajó a ellos.


                Ella fue quien dio por finalizado el beso, mordiendo de forma lenta y juguetona mi labio inferior, estirándolo levemente mientras el brillo apasionado de sus orbes me arrebató el aliento e hizo que un tímido rubor cubriera mi rostro níveo. Sus manos regresaron a mi rostro, acabando de secar las lágrimas que seguía derramando de forma inconsciente, antes de robarme un beso rápido, como si quisiera comprobar que aquello no fue una ilusión ni producto de su imaginación. Instantes más tarde, se abrazó a mí y escondió su cabeza en el hueco de mi cuello. Seguía aferrada a mí con cierta fuerza, lo cual encontraba realmente adorable.


—No puede ser un sueño… Es tu perfume… —habló divertida en cierta manera, olfateando la base de mi cuello como si se tratase de un cachorro.


—¿Era necesario que me olieras como un perro? —protesté, aún más sonrojada, posando mi mentón sobre su cabeza— Idiota…


—Eso no es lo que se dice a alguien a quien no ves por más de un mes. Tampoco te lanzas a besar, pero haré una excepción dado que eres tú quien tuvo ese fallo —picó, aún sin moverse, pero relajando notablemente su agarre.


—Si besarte ha sido un error o un fallo, fue el mejor de mi vida y lo único en lo que no me importaría fallar toda mi vida… —admití, creyendo que era un diálogo interior, pero comprobando que fue bien audible al ver que sus orejas adoptaron un sonrojo explosivo.


—No necesitabas decir eso.


—Eso sí que fue un desliz por mi parte y no besarte, Yuzu…


—La empresaria de hielo resultó ser un bebé llorón.


—¡Oye! Estas fechas me ponen sensible y tú andabas bien depresiva por amor y por mí. No es mi culpa —me excusé, moviéndome ligeramente para poder mirarla de forma socarrona.


—¿La Navidad? ¡Pero si es hermosa! —exclamó de forma infantil, hinchando sus mejillas como protesta y viéndose aún más adorable como consecuencia.


—Si tienes a alguien con quien compartirla, pero no si te pasas los días en tu oficina cubriendo todas las vacaciones de tus empleados…


—Suenas como el Grinch


—Piensa lo que quieras. Solo recuerda que yo seré tu postora, inversora y soporte para hacerte un hueco en el mundo de la moda.


—Noto cierto chantaje, ¿me equivoco? —dijo entre leves risas, a lo que yo solo aparté mi mirada— Si tantas ganas tienes de pasar las navidades acompañada, siempre puedes pedirme una cita y venir a mi casa a pasarla con mi madre y conmigo. A veces nos sentimos solas también…


                Y así fue como fui a beber café y acabé pasando la Navidad con ella. No sabía cómo, pero no me arrepentía de ello. Aunque por temas de disponibilidad, aún seguía teniendo la cita pendiente y nunca olvidaba recordármelo con mensajes de texto o en los descansos que me tomaba para ir a verla y beber café. Aquella colaboración poco profesional parecía apuntar alto y para bastante tiempo…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).