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Acecho Nocturno por Nami Nkz

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El golpeteo de sus dedos a las teclas del computador era lo único que se escuchaba en su oficina, no le gustaba trabajar con música pues si ésta no es la indicada puede hacerle irritarse, definitivamente debía mantener su total atención a una acción. Sabía que a comparación de él, Sanji disfrutaba de hacer varias cosas a la vez siempre y cuando una de ellas no sea cocinar, pues al hacerlo, debía estar totalmente concentrado.

Su asistente pidió permiso para pasar. La chica de cabellos claros hizo una reverencia antes de hacer su petición: tenía problemas con algún familiar y pedía tener 3 días libres. Hasta ese momento la chica había cumplido al pie de la letra con las normas y reglas establecidas, además de que nunca antes lo había pedido, así que aceptó. La chica sonrió agradecida, saliendo de su oficina.

Debía encontrar a alguien que pudiera sustituirla durante ese tiempo, ya pensaría en algo. Prefirió no darle demasiadas vueltas, seguro que estaría bien durante 3 días, no era un lapso de tiempo demasiado largo.

Miró su reloj en la esquina de su computadora, marcaban ya las 10:00 pm, el rubio debería estar preparándose para regresar a casa. Pensó en recogerle, pues Sanji había quedado en enseñarle el camino hacia un lugar que hasta ese momento él desconocía pero era muy importante para él.

Finalmente decidió levantarse después de haber organizado "mejor" su escritorio, que probablemente se quedaría así hasta que su asistente llegase de sus pequeñas vacaciones. Cogió su computadora y algunos documentos que guardó debajo del brazo, tomando camino a casa.

Al abrir la puerta de su casa, la voces que procedían del televisor le guiaron hasta su pareja, que dormía incómodamente sobre el sillón. Hizo las piernas del rubio a un lado y se sentó de modo que no lastimar al ikemen. Le observó un par de segundos completamente seguro de que despertaría y así fue, el rubio se incorporó segundos después.

-Marimo... - Suspiró besando la frente de su compañero. - Qué bueno que llegaste...

-Te veo muy feliz

-Me prometiste que iríamos a un lugar - Cruzó sus piernas sobre el sofá e hizo un infantil puchero. Los labios de Zoro se unieron con los suyos y sus manos presionaron sus caderas, arqueandola incómodamente, consciente del deseo masoquista de su pareja, pero sin llegar a pasarse y lastimarlo de más 

-Lo sé, lo sé.

 

...

 

Mientras observaba el increíble paisaje el menor apoyó su cabeza en su hombro, sus brazos abrazaron su cuerpo felizmente, manteniendo su vista en el horizonte.

-Es muy bello, ¿No?

-Tan bello como el mar en tus ojos. -Dijo inconscientemente, el rubio le miró y sus mejillas se pigmentaron color carmesí, que le daban un aspecto más adorable a sus ojos azules que brillaron con ternura. Rió ligeramente, la mirada azulina se apartó de la suya, avergonzada.

-No es verdad... ésto es muchísimo más bello...-

-Hey... hay algo... - Se apoyó en un árbol luego de cansarse de su posición inicial. - Seguro tienes un vínculo con éste lugar... admito que es hermoso, la vista del cielo desde aquí es espectacular... pero tengo un presentimiento de que eso no es todo. -

-Solía ver el atardecer en brazos de mamá ...- Recordó con melancolía. - Después de su muerte el lugar acabó siendo un completo desastre... cuando las cosas comenzaron a ser malas en casa... ya sabes, discusiones con papá o con mis hermanos... solía venir aquí a relajarme... había días en que me quedaba a dormir aquí... éste lugar está en completa calma... me gusta, adoro éste lugar.

Dió una mentira a medias, lo suficiente para que Zoro quedase satisfecho. No sabía si estaba listo para contarle la historia completa, hasta ese momento el peliverde no sabía muchos detalles, especialmente los que para él eran los más importantes. Seguramente no pasaría nada si le contase, quizás su relación se haría más estable o quizás sentiría quitarse un gran peso de encima al hablar de algo tan íntimo, pero realmente aún no se sentía cómodo al recordarlo.

- Lo entiendo... - Susurró a su oído calmadamente.

-¿Qué hay de ti? ¿No tienes un lugar favorito que quieras compartir? - Preguntó con curiosidad, sujetándose de las manos fuertes del moreno que sostenían su cintura. El marimo pareció tardar su tiempo en responder, un incómodo silencio que no tardó en querer cortarlo, pero el peliverde se le adelantó.

-Si tuviera que escoger... 'la cabaña" es mi lugar favorito.

- ¿"La cabaña"?

-Seh... cuando éramos pequeños, mi padre construyó una enorme cabaña para nosotros en mitad del campo del que era dueño. Me gustaría regresar algún día.

-Marimo... tú sabes muchas cosas sobre mí... creo que es hora de que me cuentes una historia... muy corta, si quieres.

-¿Alguna preferencia? 

-¿Quizás alguna situación divertida? - Sonrió mirándole curiosamente. El peliverde sonrió divertido recordando una de ellas. - Cuenta, cuenta.

-¿Tengo otra opción?

-Nop -

El peliverde rió y comenzó a relatar un suceso divertido durante su adolescencia. Sonrió alegremente al recordar esos viejos tiempos con sus amigos, algunos muy idiotas y otros bastante inteligentes como para idear un plan tan complicado sólo para fastidiar a uno de ellos.

 

 

–Sanji… – Murmuró, viendo como éste  se relajaba entre sus brazos y cerraba sus ojos con cansancio –Vamos a descansar a casa

¿Cuánto tiempo llevaban ahí? ¿3 horas? Su cuerpo estaba adolorido por tanto tiempo en el suelo, que a pesar de tener un césped largo y cómodo obviamente no era como el colchón en su cama al que ya se había acostumbrado. Vió al marimo levantarse a su lado y por supuesto le Imitó, levantándose.

Caminando llegaron a casa, ambos cuerpos muy juntos sobre la cama, besándose gentilmente libre de deseo o lujuria, sólo amor. Él con ambas piernas a los costados del cuerpo de su pareja sostenía el rostro de éste mientras se besaban lentamente, escuchando con claridad los sonidos húmedos que la unión de sus labios hacía. Sintió un escalofrío por su espalda y segundos después un dolor de cabeza tenue.

Se separó incómodo de Zoro que le miraba atentamente preocupado. Se incorporó y miró directamente a los ojos a ese marimo, diciéndole con sus ojos que no se preocupase.

–Me iré a dar una ducha, marimillo…– Besó al aire. –Si quieres cuando regrese quieras darte una –Sonrió amable.

Imaginó que el dolor que cabeza desaparecería al salir de la ducha o en la ducha, pero seguía atormentandole. No era muy fuerte, pero era muy molesto. Sólo se colocó un bóxer y se dirigió a la cama, en dónde le esperaba un muy dormido marimo. Zoro le abrazó entre sueños, dándole una agradable sensación

–Descansa, Zoro…– Susurró, aún que sabía que no le escucharía.

Notas finales:

Siento haber tardado tanto. Agradezco sinceramente a aquellos que han llegado hasta aqui, espero que os haya gustado


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