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53. El Loco Muerdago de Nana. (31) por dayanstyle

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Jongin estaba tan agitado que le gustaría tener cinta adhesiva en sus manos en estos momentos. Him Chan le había hablado de dejar que el guardián del inframundo colocara hechizos alrededor de la casa para avisarle cuando alguien apareciera o desapareciera. Jongin había aceptado, y estaba agradecido por esa decisión porque Nana había desconectado la alarma más veces de las que podía contar.

Parecía que últimamente cada vez que se daba la vuelta ella estaba tratando de desaparecer fuera y encontrarse con... ese... ese... jodido fey. Jongin tensó la mandíbula con tanta fuerza que juraría que escuchó sus molares posteriores agrietarse. Llámenlo un imbécil sobreprotector, pero él no estaba dispuesto a dejar ir a su hija adoptiva, y menos con ese... ese... jodido fey.

No estaba preparado para que ella fuera la mujer adulta que era, y malditamente seguro no estaba dispuesto a aceptar el hecho de que ella era... la pareja de ese imbécil.

Sabía que las leyes de la manada le prohibían intervenir en cualquier tipo de apareamiento —pero ella era Nana, su niñita. Si alguien se interponía en su camino, les aplastaría los huesos a un polvo fino.

Tal vez tenía que poner cinta adhesiva en la silla de su oficina.

 

 

-¡Estás siendo tan poco razonable! -Nana gritó mientras paseaba por su oficina, con las manos en puños y una mirada en su cara que debería haber matado a Jongin en el acto-. Soy una mujer adulta, papá. ¡No me puedes mantener bajo llave!

-Mírame -respondió Jongin. No estaba listo para dejar que su hija se emparejara. No estaba listo para reconocer que era una mujer adulta. Él no estaba listo... punto.

¿Y Hangeng? ¿En serio? ¿Por qué infiernos ella quería emparejarse con ese imbécil causador de estragos? Jongin sólo quería patear el culo de Hangeng de un extremo de la casa al otro. Podía imaginar sus manos alrededor del cuello del Fey mientras lentamente asfixiaba la vida de…

-Lo estás haciendo de nuevo -advirtió Luhan golpeando el brazo de Jongin-. Deja de mostrarte como si estuvieras soñando con destripar al hombre.

-Lo estoy -admitió Jongin con los dientes apretados-. Si toca un pelo de su cuerpo lo voy a hacer.

-Oh, ya  basta -dijo   Nana con un gruñido. Jongin le había enseñado bien. Demasiado bien-. Si lo lastimas, nunca te lo perdonaré.

-Puedo vivir con eso -admitió Jongin. No podía dejar de ser un imbécil. Aún veía a Nana como la dulce pequeña de cinco años que le había robado el corazón al verla. ¿Y ahora tenía una pareja? De ninguna manera. No. No había ninguna oportunidad en el infierno para que Jongin le permitiera correr  tras Hang-jodido-geng.

Sólo la idea de que Hangeng la tocara —bien, él oficialmente iba a convertir al bastardo en un eunuco. Entonces Nana podría verlo todo lo que quisiera.  Infiernos, incluso les permitiría estar a solas después de que él se encargara de ese pequeño problema.

-Jongin -dijo Luhan advirtiéndole mientras palmeaba el pecho de Jongin-. Respira.

-Estoy respirando.

-¡Fuego de tu nariz! -Nana gritó mientras ella dejó de pasear y lo enfrentó-. Acéptalo, papá. Soy una mujer adulta, y voy a tener una pareja. Él me va a reclamar, te guste o no.

-No uses  esa  palabra cuando hablas  de  Hang…-Dioses, ni siquiera podía decir el nombre del hombre en voz alta sin ver rojo.

-Hangeng  -Nana   terminó por él-. Hangeng. Hangeng. Hangeng.

-Oh, cielos. -Luhan rodó los ojos-. ¿Estás tratando de enloquecer a Jongin para que mate a tu pareja?

-¡Luhan! -Jongin gruñó.

-Lo siento -dijo Luhan mientras se dejaba caer en el sofá de cuero de la oficina de Jongin-. Me olvidé que te niegas a dejarla crecer.

Jongin amaba a su pareja más que a su propia vida, pero entre Luhan y Nana, él estaba peligrosamente cerca de atarlos a ambos y meterlos en un armario... durante los próximos cien años.

-No dejaras la casa -ordenó mientras la ira hervía y se derramaba.

-¡Mírame! -Nana gritó mientras ella se dio la vuelta y salió de la oficina de Jongin, cerrando la puerta tras de sí con tal violencia, que las paredes temblaban.

-Te estaré observando, ¡está bien! -le gritó a la puerta cerrada-. ¡Viendo que no hagas nada!

-Muy suave -dijo Luhan cuando se sentó en el sofá y lanzó un brazo sobre el respaldo-. Siento escalofríos que recorren mi brazo por tu amenaza.

Jongin gruñó a su pareja. -No, tú también.

Luhan levantó las manos delante de él. -Me voy a quedar neutral. Ella es nuestra hija, pero tarde o temprano vas a tener que dejarla ir. Ella es una mujer adulta con una pareja que ha esperado pacientemente tu aprobación. Pero tengo la sensación de que ya no puede esperarte más.

-Eso no es quedarse neutral. -Jongin se dejó caer en su silla, pellizcándose el puente de la nariz mientras dejaba escapar un largo suspiro. ¿Por qué se volvía loco cada vez que pensaba en su hija y Hangeng?-. ¡Maldición!

Luhan se levantó y se acercó a él, deslizándose en el regazo de Jongin y jalándole el mentón hasta que Jongin vio los hermosos  ojos   amatistas de Luhan.

-Enfréntalo, bebé. Ahora, ha crecido. Tienes que dejarla ir y dejarla vivir su propia vida. Si no lo haces, va a resentirse contigo. ¿Qué harías si alguien tratara de mantenerme alejado de ti?

Jongin odiaba cuando Luhan intentaba  hacerle entrar en razón. No quería ser prudente en estos momentos. Quería ser un lunático delirante que evitaría a toda costa que alejaran a su pequeña niña de él. Jongin apoyó su frente contra la de Luhan y suspiró, sintiéndose como si estuviera luchando una batalla perdida.

No era que no quisiera que su pequeño ángel fuera feliz. Sólo que dejarla ir era una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer. ¿Qué padre pensaba que alguien era lo suficientemente bueno para su hija? ¿Y de todos   los hombres,  Hangeng? Iba  a  requerir un  milagro  para   que Jongin lo viera como algo más que un jodido inmaduro.

-Yo los mataría.

-Exactamente -respondió Luhan mientras pasaba sus manos por el pecho de Jongin-. No puedes aferrarte a ella para siempre.

«Mírame».

 

 

 

Nana enojada se dirigió a su dormitorio y cerró la puerta. Estaba tan enojada ahora que ella gritó con toda su capacidad pulmonar. Sabía que su papá la quería. Se lo había demostrado a lo largo de los años, no sólo estuvo dispuesto a ir por encima de todo y más allá para mantenerla a salvo, sino que realmente la amaba y se preocupaba por ella.

Sólo deseaba que dejara de verla como su pequeña niña y que la reconociera como la mujer en la que se había convertido. Todos en la casa la trataban como una mujer y no como una niña. ¿Por qué su padre no podía hacer lo mismo?

Dejándose caer en la cama, Nana se acomodó sobre su espalda y se quedó viendo el dosel de madera encima de ella. Estaba cansada de esperar para estar con Hangeng. Estaba empezando a olvidarse de como se veía, y eso sólo le molestaba aún más.

Ella vio hacia la puerta cuando se entreabrió. Ella ya sabía quién era. -Entra, Zelo.

Con lo mucho que ellos se molestaban uno al otro, Zelo era su mejor amigo. El medio demonio había pasado tantas noches con Nana tratando de encontrar una  manera para que ella escapara con Hangeng, quien era su pareja, que Yongguk había empezado a quejarse.

Pero Nana se sentía agradecida por Zelo. La primera vez que lo conoció, eran más propensos a estrangularse entre sí que pasar el rato, pero se convirtió en la gema de sus amigos con los años.

-Escuché tormenta en el piso de abajo -confesó mientras cerraba la puerta detrás de él y se acercaba a la cama, tomando asiento en su suave edredón de  encaje-. ¿Estás bien?

-No -admitió Nana-. Entiendo lo que Jongin está pasando. Sinceramente, lo entiendo, pero no puedo permitir que siga dictando mi vida. He seguido sus   reglas.

-Nana sonrió-. Bueno, de todos modos, la mayoría de ellas. Pero Hangeng es mi pareja. ¿Cuánto tiempo cree que puede mantenernos separados?

Zelo se recostó en su cama. -Siempre puedes solo  irte.

 

-Podría -admitió mientras se mordía el labio inferior-, pero no quiero hacer las cosas de esa manera. No quiero dejar de esa manera a mi papá. Quiero su bendición. -Y eso parecía ser lo último que iba a tener. Entendía el amor que sentía su padre por ella, honestamente lo entendía, pero iba a hacer que se resintiera con él si no la dejaba ir.

-Bueno -dijo Zelo dejando escapar un largo suspiro-. Creo que esto se reduce a escoger entre tu pareja o tu papá. -Su tono era triste, y Nana sabía que él tenía razón. Pero ella no quería que él tuviera razón. Ella no quería tener que elegir. Se le rompía el corazón con solo considerar en darle la espalda a Jongin, el hombre que la había criado desinteresadamente y la había amado incondicionalmente.

Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras pensaba en no volver a ver a su padre de nuevo, pero Zelo estaba en lo cierto. En un momento Nana tendría que abrazar su destino y encontrar su futuro con su pareja. No quería irse así. Una parte de ella se moriría sin él. -Voy a hacerlo -dijo con el corazón herido-. Voy a ir a verlo mañana por la noche.

Zelo se giró, dándole unas palmaditas en la rodilla. -Sabes que siempre estaré aquí para ti, Nana. Incluso después de que te vayas, llámame, aunque sea sólo para hablar.

Nana luchó para ocultar las lágrimas. La decisión no había sido fácil, pero no podía negar a Hangeng y vivir bajo el techo de Jongin por el resto de su vida. No, tenía que vivir su propia vida, aunque fuera sin su papá.

-Vamos -dijo Zelo mientras se levantaba y le tendía la mano-. Vamos a tomar un poco de chocolate caliente en la cocina.

Ella no tenía ganas de ir a ninguna parte, pero Nana tomó la mano de Zelo y le permitió que la sacara de la cama. Tan pronto como se puso de pie, él la abrazó en un abrazo fraternal, pasando su mano por su espalda. -Vas a estar bien, te lo prometo. Jongin se va a enojar, pero confía en mí, no va a darte la espalda. Eres su pequeña princesa.

Nana levantó la mano y se limpió las lágrimas mientras    apoyaba  la  cabeza  en  el  hombro  de  Zelo.

-Espero que tengas razón. -Deseaba que su hermano Donghae estuviera aquí, pero él y su pareja, Eunhyuk, se encontraban en un lugar de Seoul ayudando a unos shifter que estaban teniendo problemas con un techo con goteras. A pesar de que era genial tener a su mejor   amigo ayudándola, Nana necesitaba el abrazo de su hermano. Siempre ahuyentaba su mal humor.

Pero, de nuevo, Nana sabía que no podría resolver esto. Quería a Hangeng, lo ansiaba, y lentamente se estaba marchitando en su interior sin él. Apartándose de Zelo, le dio al medio demonio una temblorosa sonrisa y luego lo siguió desde su habitación.

Ella sabía que él tenía razón, pero tomar la decisión no era más fácil. Esta era su casa y había soñado con tener a su pareja bajo el mismo techo que los demás, pero parecía que no iba a tener su sueño. A pesar de que vivir fuera de la manada mataba algo dentro de ella, Nana estaba cansada de esperar.

Al llegar al vestíbulo, el timbre de la puerta sonó. Se separó de Zelo y le dijo: -Ve por nuestro chocolate caliente mientras yo abro la puerta.

Zelo asintió y se fue a la cocina mientras Nana caminaba hacia la puerta, pensando profundamente en sus problemas. Tenía que haber una manera de estar con su pareja Hangeng y vivir con su manada. Podía no ser un lobo, pero desde que tenía cinco años, este había sido su hogar.

Nana agarró la manija y abrió la puerta, con la mente en otra parte hasta que vio al hombre de pie en el escalón de la entrada, mirándola como si él estuviera en trance.

Ella sabía cómo se sentía.

 

Era como si el aire fuera golpeado de su estómago mientras estaba allí luchando por respirar. Su mente no podía procesar la implicación de quien estaba de pie justo en frente de ella. Su cerebro daba vueltas ante la imposibilidad.

-Hola.

 

Nana se quedó allí parpadeando ante el hombre, incapaz de responder. El corazón le latía más rápido mientras veía fijamente los ojos de color azul pálido. Le recordaba los ojos de un husky siberiano, tan claros y cristalinos.

-¿Te importa si entro? Está muy frío aquí afuera. -Su voz era cálida, rica y se deslizó sobre ella como una suave piel.

-Por supuesto. -Nana dio un paso atrás, absorbiendo su cabello corto y oscuro, sus ojos de color azul pálido y una expresión en su rostro que decía que estaba disfrutando la mirada abierta que le estaba dando.

«Humano».

 

Él era humano. Dios, ella estaba tan jodida. Si pensaba que Jongin había enloquecido por Hangeng, espera a que se entere que el destino quiso torturar al Alfa hasta la locura, dándole a Nana una segunda pareja.

«Una segunda pareja».

 

Quizás era a ella a la que iban a torturar hasta la locura porque no tenía ni idea de cómo iba a manejar dos magníficas parejas. Dios, había estado preocupándose por uno tal como estaba.

-¿Puedo ayudarte?

 

Nana cerró los ojos ante el sonido de la voz de Jongin. Parecía que tenía un radar cuando se trataba de alguien que tenía la capacidad para llevarla lejos de la casa. Pero ella sabía que no podía permitir que el Alfa se enterara de quién era ese hombre. Él lo echaría antes de que ella siquiera conociera su nombre.

Su nombre.

 

-Papá, él es... -Ella se giró a verlo-. ¿Cuál es tu nombre?

Hubo un gruñido salvaje detrás de ella, que le dijo a Nana que su padre estaba enojado de que hubiera dejado entrar a alguien a la casa sin saber primero quién era.

Con una traviesa sonrisa, el desconocido levantó su mano, sus dedos fuertes tomaron los suyos y le dio un ligero apretón. Tan pronto como tocó su piel, Nana sintió como si sus rodillas fueran a ceder.

«Contrólate, maldición. Si Jongin sospecha algo, va a echar a tu pareja».

-Seven Choi. -Le dio a Nana una sonrisa encantadora, con todos sus rectos dientes blancos y... maldición, tenía hoyuelos. Pero rápidamente apartó la mano, temiendo que a su papá le diera un infarto.

-Soy Kim Nana. ¿Qué te trae por aquí, señor Choi? -preguntó Nana, incapaz de apartar los ojos de él. Nunca antes había visto ojos como los suyos. Eran tan pálidos que casi carecían de color.

-Él está aquí para verme -dijo Leeteuk mientras bajaba las escaleras-. Bueno. Gracias por venir, Seven. -Los dos hombres se estrecharon las manos, dándose un rápido empujón antes de que Leeteuk se separara y palmeara la espalda de Seven-. Fuimos a la escuela juntos, y me encontré con él en el pueblo hoy.

Bueno, al menos Nana sabía que tenía a alguien a quien torturar para obtener información acerca de Seven, una vez que se fuera en la noche.

-Lo siento por haber venido tan tarde. No tenía ni idea de que vivías con una gran familia. -Seven miró a Nana por un segundo y luego miró a Leeteuk-. Por el aspecto de todos los vehículos afuera, yo diría que este lugar está lleno hasta el tope.

-Vamos a la cocina. Si tienes hambre, estoy seguro de que  podemos  encontrar  algo  para  que  puedas comer.

-Seven comenzó a caminar al lado de Leeteuk, pero vio por encima del hombro a Nana, una mirada de asombro en sus ojos.

Ella sabía que él sentía la conexión, pero al ser humano, no le cabía duda de que no entendía la atracción.

-Hay algo en él que no me da confianza -dijo Jongin, mientras caminaba hacia su oficina.

Nana cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz, preguntándose si iba a sobrevivir a esto en una sola pieza o si el destino iba a añadir otra perversa vuelta de tuerca a una situación ya retorcida.

 

continuara...

 

 

 


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