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Misconceptions por JjongesMVP

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Seungyoun amaba la música, tanto como amaba a Seungwoo. Había convertido su pasión en su forma de vida, y mientras se sumergía en los interminables textos sobre historia de la música imaginaba los ojos llenos de aprobación de Seungwoo para calmar las pulsaciones en su sien por la falta de sueño de la última semana. Cada vez que aprobaba una materia se ganaba una sonrisa de parte su novio, un beso y tal vez algo más. El cierre de semestre era toda una tortura, aún más cuando intentaba resolver todas sus necesidades biológicas, cursar todas sus materias y asistir a su trabajo, pero traía también un significado oculto detrás; vacaciones y mucho tiempo libre para estar con Seungwoo.

 

Seungyoun solía escucharle decir que eran como el día y la noche. Seungwoo era la tranquilidad nocturna, la calma del atardecer, caricias pacientes y sonrisas silenciosas, mientras que él era la luz cegadora de un día soleado, ruidoso como una numerosa bandada de pájaros, impaciente cuál infante, apasionado hasta decir basta. Seungwoo decía también que Seungyoun era el sol y se llamaba así mismo la luna, porque necesitaba la luz del sol para poder ser visible. Por su parte Seungyoun siempre había pensado que el chico era la razón por la que él brillaba.

 

Llevaban infinitos días juntos, al punto en que ya no imaginaba la vida por sí solo. Seungyoun aún era un adolescente hormonal cuando había puesto sus ojos sobre el mayor. Seungwoo estaba en último año, perfecto, alumno ejemplar y presidente de su clase, Seungyoun era incontrolable y rompía todas las reglas, incluso aquella implícita en la que decía que los alumnos como él no tenían buenas calificaciones.

 

Durante un año Seungwoo estuvo viendo la sonrisa de Seungyoun en cada rincón, donde quiera que mirase ahí estaba saludándole descarado, fue luego de graduarse que aceptó verlo en vacaciones y quedó sorprendido por la madurez escondida tras sus actitudes infantiles. Era todo un mundo lleno de misterios que lo había atrapado a tal punto de que verse a diario durante el verano no le bastó y terminó por buscarle. Era ahora él quién se aparecía cuando sus clases se lo permitían y llevaba a Seungyoun al karaoke después de la escuela, dónde disputaban el título de mejor cantante. A veces compartían un enorme tazón de ramen en el restaurante de camino a casa, donde Seungyoun siempre se comía el huevo porque “necesitaba proteínas para crecer” y en sus propias palabras Seungwoo ya había crecido lo suficiente.

 

La mayor parte del tiempo habían sido felices y Seungwoo rara vez perdía la paciencia. Cuando Seungyoun había entrado a la universidad se habían mudado juntos a un edificio de apartamentos para estudiantes cercano a la facultad y durante el invierno caminaban juntos mientras bebían un vaso de café,  Seungyoun se acercaba hasta que sus costados se pegaban el uno al otro y su mano se perdía en el bolsillo del abrigo de Seungwoo intentando que la cercanía encubriera este hecho. El mayor era muy reservado en público y el menor ansiaba gritarle al mundo que el hombre perfecto era aquel que le despertaba por las mañanas para evitar que llegase tarde a sus clases y que cuando sabía que tenía turno en el trabajo le preparaba una exquisita comida para él solo, que le llenaba no sólo el estómago sino que el corazón. Estos contrastes se hacían evidentes cuando Seungyoun robaba un beso de su mejilla -porque de los labios le hubiesen provocado un infarto- y caminaba a paso rápido a su salón para evitar la mirada de reprobación de Seungwoo.

 

Ese era tal vez su mayor punto de desacuerdo, Seungyoun se desvivía por hacerle saber que estaban en el siglo XXI mientras Seungwoo recalcaba que aún habían personas que insistían en vivir en el paso, con ideologías que podían herirlo. A los cinco años de estar juntos había comenzado a preguntarse si tendría que vivir en las sombras por el resto de su vida, pero cada vez que pensaba en la historia del otro acallaba sus inseguridades y le abrazaba más fuerte en medio de la oscuridad del dormitorio. Cada uno había construido sus ideas en base a sus propias experiencias y tenía claro que en cierto punto habían sido diferentes.

Luego de que Seungwoo se graduó sus horarios comenzaron a cambiar y el tiempo juntos comenzó a escaparse sin que Seungyoun pudiese notarlo, al menos no a tiempo. Estaba perdido entre proyectos y exámenes finales, ensimismado en rendir en sus clases y la pasantía que serviría para darle valor a su historial académico. Los días de semana se iban en viajes  de un aula a otra, con los brazos dormidos de cargar su guitarra y los libros de gruesos lomos. Llegaba a casa entrada la noche con un Seungwoo dormitando sobre el sofá y una sala oliendo a café, que generalmente humeaba porque calculaba la hora en que el chico llegaría. Seungyoun lo bebía estremecido por el enorme amor que sentía y el sabor a culpa de casi no poder verle, 

 

Aquella noche cuando cruzó el umbral no olía a café y el aire estaba frío y la sala en completa oscuridad. Con dificultad arrimó sus cosas junto a la puerta y encendió la luz, pero solo lo recibió la soledad. Seungwoo no estaba por ninguna parte y la esperanza de verle que había acumulado a lo largo del día desapareció tan pronto como su entusiasmo por llegar a trabajar esa noche. Con el tiempo limitado del que disponía tuvo que conseguir un trabajo de medio tiempo para cubrir todos sus gastos, así terminó trabajando en un bar, agotando la mitad de sus horas de sueño. Cambió su ropa y cogió solo lo necesario para tomar el último autobús.

 

Cuando el ruido nocturno de la música resonando en cada rincón del lugar ubicado en el centro de la ciudad llegó a sus oídos, también le alcanzaron las luces con sus variados colores y las voces del gentío mezclándose con la canción de turno. Se abrió paso hasta situarse en su lugar de trabajo. Viernes por la noche y entre los tres no alcanzaban las manos para sacar todos los pedidos. Con rapidez llenaba los vasos y los pasaba a través de la barra, cauteloso de que los sabores de los distintos tragos preparados satisfagan a cada cliente. En medio de gritos de un lado y otro las personas van cambiando y nuevos pedidos llegan a sus oídos para ser llevados a nuevos vasos llenos hasta el tope.

 

En medio del quehacer siente que alguien le ve fijamente, tal vez algún impaciente que no es capaz de esperar su turno. Recorre el eterno mesón de un extremo al otro antes de toparse con la potente mirada que le había incomodado por tanto rato, pero cuando lo reconoce se le ilumina el rostro y parece rejuvenecer un par de años cuando sus ojos se afinan en una línea delgada debido a la sonrisa que sube sus mejillas. Se acerca rápidamente para saludarle y no puede evitar tomarle la mano porque siente que han pasado tantos días que ya no recuerda con claridad la suavidad de su piel ni la tibieza de sus manos, el pulsar de las yemas de sus dedos en su propia piel cuando le tocaba. Suspira mientras sus dedos se entrelazan y a pesar de que las facciones de Seungwoo están repletas de seriedad su mirada cálida contradice el resto de su expresión.

 

Seungyoun le sirve su trago favorito, porque ya se conocen y ese tipo de cosas no necesitan ser dichas. Mientras cumple con su trabajo no le aparta la mirada porque aunque sea a medias necesita obtener todo lo que pueda de él. Las horas transcurren y la impaciencia se acumula entremezclada con el cansancio entre las fibras de cada músculo de su cuerpo. Seungwoo permanece en su sitio siguiendo cada uno de sus movimientos con la mirada hasta que llega la hora de un pequeño descanso y juntos se escabullen por el pasillo de servicio que lleva a la bodega del local. Se detienen a una altura que le permita quedar resguardados por las sombras -aunque está seguro que nadie está pendiente de ellos- y que les alcance un leve destello que sea suficiente para que apreciar su rostro.

 

Seungwoo se apoya contra el muro y Seungyoun le sigue cargando su peso contra el cuerpo del hombre, no tarda en ser envuelto por sus brazos y él mismo se agarra con fuerza a su cintura. Le besa la mejilla tentativo y ve un atisbo de sonrisa en el rostro del mayor, lo toma como una señal y sus labios se mueven hasta la boca para besarle como se debe. Ese era tal vez el primer beso en lo que va de semana porque los besos robados a un Seungwoo dormido cuando llega por la noche y lo encuentra en pijama y bajo las mantas no cuentan como un beso, al menos no como un real, como el que recibe de vuelta en ese momento.

 


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