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Siempre tuyo por 1827kratSN

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—Mi hermano apuesta a que te comerían en dos horas —bufó la pequeña Yume antes de mirar a la castaña copia de su mamma—, ¿quieres apostar también?

—Apostar sobre mi supervivencia o muerte —Tsuna rio suavemente por la ocurrencia de ese par—. No gracias.

—Es aburrido —Niji rodó los ojos—, mejor vamos con mamma.

¡Esperen! —Tsuna detuvo los pasos de aquel par, al interponérseles—. ¿Puedo preguntarles algo?

—No —corearon antes de reírse—. Porque eres humano.

 

Tsuna reconocía la actitud un poco burlona de los gemelos menores, como la que Reborn tuvo cuando era bebé, y que actualmente aún conservaba. No pudo evitarlo y se giró hacia el azabache, quien se hallaba cerca de la ventana, observando todo con aquellos ojos dignos de un asesino. Pero también se hallaba el pequeño de tres años, Teo, quien estaba a pocos pasos de Reborn y se acercaba cada vez más. Tsuna no quería que aquel niño fuera objeto de la frustración del antiguo arcobaleno, por eso se acercó.

 

—¿Qué quieres? —Reborn miró al pequeño que de pronto se sujetó de su pantalón.

—Beba… papà —el adolescente arqueó una ceja—. Cadicami —elevó sus bracitos.

—Tengo dos cosas que decir —no estaba de humor para lidiar con eso—. No soy tu padre… y no voy a cargarte.

—No seas malo —Tsuna intercedió con amabilidad—. Es solo un bebé —observó al pequeño castaño.

—Piensa que soy su padre, pero no es cierto —frunció el ceño—. No…

—Gah… queyo papà —rio antes de intentar trepar por la pierna del adolescente—. Gao —murmuró entre risitas.

—Ah no —se quejó sin saber cómo alejar al niño—. Suéltame, mocoso.

—Es hijo del Reborn de este mundo —Tsuna tomó al pequeño entre sus brazos y lo levantó para cargarlo—. Tienes que entender que su pequeña mente no está lista para esto.

 

Teo se removió entre leves pataleos, estirando sus brazos hacia Reborn quien se hallaba de brazos cruzados, negándose a tomar al bebé, discutiendo el hecho de que todo eso era muy raro. Tsuna no entendía por qué Reborn se portaba así en ese justo momento, pero no podía hacer mucho cuando el niño exigía la atención del que consideraba su padre. Suspiró pesadamente cuando giró el pequeño para mirarlo de frente y sonreírle. Intentó explicarle que ahora Reborn estaba cansado, pero a cambio solo recibió muchos soniditos parecidos a maullidos y un pataleo más.

 

—Gané —reía bajito Niji golpeando el brazo de su hermana gemela Yume—, este tipo no sabe cuidar de un bebé.

—Ni cómo compararlo con papá —segundó la pequeña azabache mientras estiraba sus patillas y rodaba los ojos—. Qué patético.

—Repite lo que dices, niña —Reborn miró a la chiquilla quien sonrió de lado.

—Dije que eres una patética copia de mi papá —rio suavemente—, ¡eso!

—Yo la apoyo con violencia —se agitó el otro chiquillo.

—¿Quieren acabar con mi paciencia? —pero de cierto modo, le hizo gracia.

—Pues si se parecen mucho a ti, Reborn —opinó Tsuna antes de cargar correctamente a Teo en sus brazos.

—Intentaba no fraternizar con ustedes —Reborn apretó los labios, evidentemente molesto—, porque no es nuestro mundo y no quiero intervenir demasiado —miró al castaño—. ¿Acaso no lo entiendes, dame-Tsuna?

—Solo es un momento —Tsuna sonrió divertido por la situación—. Solo cárgalo un momento. El pequeño extraña a su padre y tú…

—Uh —el pequeño azabache silbó, o lo intentó—, si no puedes cargar a un bebé eres inservible.

—Nosotros cuidamos de Teo desde hace años —se quejó Yume—, entonces nosotros somos mejores que tú…, pequeña copia de papá.

—Su manipulación es muy infantil —Reborn suspiró antes de mirar al bebé—. Tienen que mejorar eso —resignado, estiró sus manos hacia el castañito que rio agudamente y se removió en brazos de Tsuna.

—Gracias, Reborn.

—Pagarás por todo esto cuando regresemos, dame-Tsuna —cargó al pequeño en brazos y sonrió malévolamente—. Y mataré a Verde también.

 

Para Tsuna, el hecho de ver a Reborn conviviendo con niños era algo nuevo, y divertido. Porque era cierto que aquel adolescente jamás trató con infantes directamente, no siendo la “niñera”, pero aceptaba que a pesar de todo tenía cierto toque especial en su trato. Le reconocía la paciencia. Los gemelos menores eran un par de torbellinos semejantes a Reborn en muchos aspectos, y Reborn parecía disfrutar de eso mientras jugaba con Teo, quien era un reflejo de la inocencia en la edad que cursaba. Hasta parecía que eran unos niños normales.

Fue una experiencia muy bonita.

Lástima que después de un rato todo cambió a ser una situación incómoda, donde Ai intercedió para reclamar el hecho de que sus hermanos menores hayan dejado que Teo acudiera con los extraños. La jovencita trató de mostrarse autoritaria, pero falló porque parecía demasiado cansada incluso para estar de pie. Tsuna intentó interceder, aludir a que el pequeño estaría bien cuidado en sus manos, pero Reborn no ayudó y trató de hacer enojar a Ai por medio de sus comentarios burlescos.

 

—Necesito que se callen —Sora salió de un cuarto adjunto, frunciendo el ceño y gruñendo bajo—. No parar de cuchichear y… —miró a Teo, quien era felizmente cargado por el adolecente Reborn—. ¡¿Quién te dio permiso de tocar a mi hermano?!

—Fueron tus otros hermanos —Reborn miró a los gemelos que enseguida se tensaron—. ¿No es verdad?

—Yo no fui —intentó Niji—, nosotros le dijimos que…

—Puedo escucharlos a kilómetros —siseó Sora, quien obviamente era como el líder de sus hermanos—. Escuché tu travesura.

—Perdón —agachó la cabeza.

—Pero Teo extrañaba a papà —Yume se balanceó sobre sus propios pies.

—Apenas estoy cambiando las vendas de mamma —bufó el único que poseía ojos azules—, al menos dejen que descanse y no hagan alboroto.

—Muy tarde —el Tsuna de ese mundo salió detrás de su hijo—. Devuélveme a mi hijo, ahora… —amenazó— o te juro que te arranco el cuello.

 

Habían olvidado que el castaño se hallaba ahí, herido, cansado, ensangrentado, pero ¿cómo no hacerlo cuando no escuchaban ni una sola queja de dolor o siquiera lo vieron? Ese castaño se resguardó en otra habitación desde que llegó, bajo cuidado de Sora y Ai, exigiendo que nadie entrara sin autorización previa.

Entregaron al bebé que se quejó inicialmente, empezando a llorar y pataleando; pero tras un largo gruñido autoritario de ese Tsunayoshi, el pequeño bebé se calló y bajó su cabecita. Fue Ai quien lo cargó en brazos y caminó lejos de las copias humanas de sus padres. Teo solo se dejó hacer, consciente de que su mamma no estaba de humor para protestas.

 

—Puedo ayudarte —Reborn sonrió de lado ante la mirada furiosa de ese castaño.

—Púdrete, humano —vociferó antes de tomar a Teo en brazos y darse media vuelta—. Y será mejor que se larguen ya.

—Así nos lo órdenes —Tsuna suspiró—. Algo falló y tardaremos más en regresar a nuestro hogar.

—Entonces sean silenciosos —Sora los miró furioso—, o al menos sean de utilidad.

—Sí, sean de utilidad —corearon los gemelos menores con una voz chillona y burlona—. Traigan comida al menos.

—Esos inútiles ni cazar podrían —Sora soltó una carcajada—. Patéticos —les sacó la lengua. Era verdad que seguía siendo un chiquillo de trece años.

—¿Me estás retando niño? —Reborn odiaba esa actitud porque chocaba con la suya. Y a la vez, le agradaba demasiado.

—¡Sora! —la voz de ese castaño resonó en la casona—. Eres el mayor.

—Perdón, mamma.

—Busca algo de comer —se escuchó una leve tos—. Y no dejes rastro.

—Puedo ayu… —pero Tsuna se calló ante el gruñido de su par en ese mundo—. Okey, entendí.

 

Reborn tenía razón, no debían entablar alguna relación amistosa con sus pares en ese mundo, tenían que mantenerse al margen de todo, pero era difícil, porque aquellos niños de ahí eran reflejo de algo que Tsuna venía teorizando desde su primer viaje.

Quería confirmar aquello, y la única forma era interactuar con esas pequeñas criaturas. A pesar de que Reborn le criticara eso, tenía que hacerlo para entender el lazo del Tsunayoshi y el Reborn de ese mundo.

 

—Ya basta de preguntar —advirtió Reborn antes de golpear la cabeza del castaño—. Estos niños no son nada tuyo y no debes verlos como que si lo fueran.

—Pero ¿no se te hace raro? —sonrió de lado al ver al pequeño Teo asomar su cabeza por la puerta antes de que se escondiera de nuevo—. Son hijos de Tsuna —rió al mencionarse a sí mismo—, pero también de Reborn.

—No tenemos por qué saber detalles.

—Pero ese fue le objetico del viaje —contradijo—. Averiguar la diferencia de nuestro mundo y los demás.

—Si tomas información de aquí, cambiarías nuestro universo, y tal vez sea para mal.

—Aun así…, quiero saber —esquivó la segunda agresión a su cabeza—. Pero guardaré esa información para mí.

—Yo también quiero saber —susurraron dos vocecitas a su lado, esos gemelos eran demasiado silenciosos a veces—. ¿Qué es lo que quieres saber tú, copia de mamá?

—¿Ustedes quieren a su papá? —les sonrió, agradeciendo la oportunidad que le dieron los propios gemelos.

—Sí, y él nos ama a nosotros —sonrieron a la par.

—Al contrario de este otro —Niji miró a Reborn y rio—. ¿Por qué no te gustan los niños?

—¿Por qué no te agradamos, pequeña versión de papá? —segundó Yume.

—No es que no me gusten los niños —Reborn los miró seriamente—, es que específicamente ustedes no deberían agradarme.

—¿Es que te agradamos? —rieron los gemelos, captando el sentido de las palabras ajenas.

—A mí sí me agradan —Tsuna rio bajito—. Son muy divertidos.

—Somos geniales.

—Pero más genial es mi hermano mayor —Niji asintió—, porque él trae comida —señaló a la puerta.

 

Dos segundos después del comentario del pequeño, la puerta fue abierta. Y ante el horror de Tsuna y el asco de Reborn, se hallaron ante la visión de lo que parecía ser parte de una oveja y otro pedazo de músculo que fue arrojado al suelo sin consideración. No hubo opción a pedir explicaciones, porque Yume y Niji lanzaron una especie de aullido suave antes de correr hacia la oveja, y sin más, con colmillos salidos de la nada, hundieron sus rostros para arrancar lo que sus bocas pudiesen. Fue… muy extraño.

 

—¡Rico! —murmuraron los gemelos mientras mostraban sus ensangrentados dedos, los cuales brillaban por un par de garras extendidas y que rajaban otro pedazo que se llevaron a la boca.

—Iré por mamma —Sora estaba cubierto de sangre en manos y parte del rostro—. Tú prepara tu comida, Ai —acarició con dulzura la mejilla de su hermana, que se tintó de leve carmín—. Coce la oveja, deja el otro para mamma.

—Sí —sonrió.

 

Reborn y Tsuna sabían que el castaño de ese mundo no estaba en condiciones de levantarse, espiaron un momento y lo verificaron, pues aquel Tsunayoshi se hallaba recostado, sin moverse demasiado, tosiendo de vez en vez, y tuvo que ser ayudado completamente por Sora incluso para levantarse. Teo se hallaba ahí, como un buen niño, sosteniéndose de la pierna de su mamma para caminar.

El festín se dio poco después, siendo Ai la excepción de esa familia que degustaba trozos y trozos de carne fresca, incluso el pequeño Teo abría su boquita ante los pedazos parcialmente masticados que el castaño mayor preparaba para él, pedazos de la carne de dudosa precedencia que Sora trajo. ¿Acaso sería parte de la oveja también? ¿Y por qué sólo llegó ahí media oveja?

 

—No pregunten —Ai les sonrió un poco incómoda—. La verdad… hasta yo dejé de preguntar desde hace mucho.

—¿Por qué tú sí coces la carne? —Reborn miró con intriga a la niña.

—Porque soy humana —sacó de entre su ropa un frasquito de vidrio—. Mi sentido del gusto y preferencias siempre han sido diferentes —sazonó la carne con algo que parecía sal y después los miró—. ¿Me ayudan a prender una pequeña fogata? ¿O lo desean crudo?

—Yo te ayudo —ofreció Tsuna.

—Quiero regresar —se quejó Reborn, porque todo eso no se le hacía demasiado higiénico que digamos.

 

No hablaron mucho del tema, aunque Ai sí reveló que generalmente su hermano mayor la ayudaba a preparar su cena, pero que ahora sospechaba que intentaba empujarla a interactuar con otros humanos a través de aquella pequeña tarea. Tsuna le respetaba aquello a esos… seres, el que se preocuparan por la familia y tuvieran esos detalles, que ante ojos inexpertos parecieran insignificantes. Aunque también les reconocía la asquerosidad de aquella raza. Cosa que le revolvió el estómago, pero el hambre le pudo más, y terminó por degustar la carne asada que le ofrecieron.

 

—Era un soldado… o lo que quedó de él —Sora les sonrió divertido ante su mueca de asco—. Hay que comer, y no me puedo poner exigente —se limpiaba el rostro con un trapo humedecido.

—¿Es broma? —Tsuna lo miró esperanzado.

—Uy sí —rio bajito.

—No puedo creerlo —comentó Reborn antes de negar—. Como sea…, prefiero la oveja.

—Oye —Ai se acercó al castaño, quien se inclinó para escucharla—, la versión chiquita de papá es muy delicada.

—No… lo creo —ahogó una risita por lo dicho.

—Te escuché.

—Reborn…, ella solo está siendo honesta,

—Tú eres el delicado, dame-Tsuna.

—Si tú lo dices —se encogió de hombros, no quería discutir por el momento.

—Vaya —Ai miró a esos dos antes de sonreír—, ustedes actúan como mis padres. Siempre peleándose, pero siempre están juntos.

 

Tsuna veía a su contraparte en ese mundo con admiración, debido a aquella voluntad férrea por cuidar de su familia. Por eso intentó acercarse, ayudarlo en lo que necesitase, dándose cuenta al fin de la razón por la que éste se mantenía en otra habitación, sin moverse. Siseó cuando ayudó a Sora a cambiar los vendajes ensangrentados de la espalda del castaño, reclamó el hecho de que ese Tsuna no pidiese ayuda, y se quedó callado cuando aquella bestia le sujetó del cuello y le gruñó.

 

—No necesito de su estúpida ayuda —fue capaz de sacar su furia cuando Sora abandonó el cuarto para ir por agua.

—¿Por qué pareciera que me odias? —enfrentó a su par.

—No sé —entrecerró sus ojos.

—Desahógate —ofreció sin inmutarse por la agresividad ajena.

—Tal vez sea porque usas ropa bonita y parece que jamás has pasado hambre —apretó más el cuello de su copia—, mientras yo sufro por saber que mis hijos pasan hambre y frío en medio de esta maldita guerra.

—Lamentablemente —Tsuna apretó la muñeca que estaba ahogándolo un poco—, no puedo hacer nada… ya que este no es mi mundo.

—Quiero que se larguen —carraspeó sintiendo la sangre en su boca—, lo más rápido posible.

—No puedo decidir eso —respiró profundo al ser liberado—, pero al menos puedo ayudarlos hasta que pueda regresar.

—Espero lo hagan antes de que mi Reborn regrese.

 

Tsuna siguió insistiendo por mantener una plática lo más amenamente posible, mientras intentaba esclarecer el por qué todos esos niños lo llamaban “mamma”. Terminó ahogando su sorpresa cuando sus dudas fueron aclaradas, pues vio al castaño de ese mundo amamantar al pequeño de tres años que se aferraba a la ropa humedecida y manchada de su madre.

No preguntó más porque no era de ese mundo y no podía llevarse ideas raras al suyo. Pero supo ahí que, de verdad…, en ese mundo, también tenía por pareja a Reborn. Aunque no pudo certificarlo de la mejor forma.

 

—Alguien llegó por la parte de atrás.

 

 


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