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Siempre tuyo por 1827kratSN

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—Alguien llegó por la parte de atrás —susurró Sora, haciendo una seña para que todos se agacharan en una esquina.

 

Era de noche, Tsuna y Reborn no podían distinguir nada entre la penumbra, pero entendieron que los ajenos sí podían debido a la agudeza de su nariz u otras características. «Son como perros» fue el comentario de Reborn, pero no fue una burla, fue la verdad, porque los vieron elevar la nariz y olfatear varias veces antes de ponerse alerta. Todos lo hicieron. Esos seres se guiaban por instintos, siendo su oído y su olfato los más agudos, y los que les advertían de cualquier anomalía para mantenerse en alerta.

Reborn empuñó su arma para actuar de ser necesario, y sonrió al ver que la pequeña Ai —recién despierta de su largo descanso, aunque todavía se veía pálida—, sujetaba una escopeta entre sus manos, y la cargaba con lentitud mientras afuera de esa casa se divisaban un par de sombras. Tsuna se colocó frente a su contraparte de ese mundo —quien parecía de lo más tranquilo—, y del pequeño Teo que ignoraba todavía el potencial peligro.

La tensión se dio por varios segundos.

Una espera larga, hasta que la puerta del frente fue abierta.

Un disparo se dio.

Un casquillo cayó al suelo.

Y una risa nasal resonó.

Tsuna se puso en alerta, manteniendo a los niños a su lado, preparado para atacar al recién llegado. No le importaba causar cierto caos en ese universo, si con ello salvaba la vida de esos niños que solo intentaban sobrevivir a una guerra heredada.

Pero terminó por quedarse quieto.

Porque su intuición lo confundió.

¿Debería espantarse? Tal vez, pero a la vez no parecía ser esa la acción correcta, no después de que aquel pequeño castaño lanzara un gritito y se escapara de entre brazos de Niji para correr hacia la puerta, donde las dos figuras esperaban sin alterarse ni un poco por la amenaza.

Hasta Reborn pareció muy calmado como para estar frente a una amenaza real.

 

—¡Papà! —fue el grito agudo del pequeño Teo, quien corrió casi cayéndose hacia el recién llegado.

Estoy en casa.

 

A oídos de Tsuna y Reborn, lo “dicho” por el recién llegado fue solo un gruñido largo como los dados por leones o tigres, pero para oídos de los demás fue una frase que hizo que cada uno relajara cada músculo de su cuerpo. Los ajenos a ese universo no sabían que los clase A se comunicaban con un lenguaje animal, y que poco usaban el lenguaje humano entre los suyos.

Vieron a esa sombra negra tomar en brazos al chiquillo castaño y cargarlo, antes de que riera roncamente dándole un aire tenebroso a su estado. Todos admiraron esos ojos gatunos que brillaron en contraluz a la lámpara que sujetaba la otra figura, misma que gruñó en amenaza de lo que percibió ajeno a su familia.

 

—¡Ya te extrañaba, Coel!

 

Fue Ai quien se levantó tras arrojar la escopeta con la que se defendió, para correr hacia los brazos de la segunda figura, quien —como un animal— se trasportó a cuatro patas hasta llegar a la chica y tomarla en brazos para elevarla en el aire mientras ronroneaba de forma gutural. Ai parecía feliz con aquel gesto, riendo mientras estiraba sus manos hacia Coel, para luego aferrarse en un abrazo reconfortante.

Fue un reencuentro muy especial, porque a Tsuna y Reborn, la figura imponente del Reborn de ese mundo les dio escalofríos.

Aquel hombre de aparentes treinta años tenía un aura llena de sed de sangre, la sonrisa maliciosa, la mirada amenazadora digna de un asesino en masa, el porte de un guerrero. Ese Reborn vociferó algunos gruñidos que el Tsuna de ese mundo correspondió entre insultos humanos y suaves quejidos. Aquel acto terminó cuando aquella figura imponente se adentró en la casona con pasos pesados mientras mostraba sus dientes.

 

—¡Que dejes de portarte como un estúpido, Reborn! —Tsuna quiso reírse por lo dicho por su contraparte, pero no pudo.

—Me lo dice el mio amore —ese Reborn rio bajito—, que huele a sangre derramada… y a la peste de dos humanos diferentes.

—Uy, huelo una pelea —rio Yume antes de acercarse a su padre.

—¡Me quedo con su pierna derecha! —se agitó Niji para perseguir a su hermana.

 

La mirada de aquel azabache se posó entonces en los recién llegados, brillantes iris cuya pupila se dilató, y les gruñó en amenaza. El pequeño en sus brazos solo se acurrucó mejor mientras succionaba sus dedos, y los niños que le sujetaban las piernas se reían en medio de su plática ajena a lo demás. Era una extraña mezcla entre calidez y amenaza.

Reborn solo rio porque veía en su reflejo de aquel universo, al recuerdo de su propio cuerpo adulto, el cual perdió tras la maldición y el que esperaba recuperar para sacarle provecho; por eso simplemente saludó con su mano antes de guardar su glock y hacer una seña para restarle importancia a la amenaza recibida en forma de gruñido.

 

—No los mates —Tsuna se levantó lentamente por el dolor que sus heridas sin cerrar le causaron—, no son de aquí… —sus pasos fueron seguros, sin amedrentarse por la amenaza que era su esposo—. No son enemigos, pero tampoco aliados.

—Dame una sola razón para no volverlos alimento —se centró en el castaño, copia de su Tsunayoshi, pero cuyo hedor le generaba repelús.

—El castaño cuidó a Teo —ese Tsuna se irguió para acercarse al recién llegado y posar su mejilla en el pecho ajeno—, y el niño… ¿tengo que decir algo de él? —rio por lo bajo al sentir los dedos de su esposo por sus cabellos, en una gentil caricia—. Me recuerda a ti —murmuró muy bajito.

—Lo que diga el mio amore —apretó suavemente al castaño contra su pecho.

 

Tsuna no vio gesto más dulce que el beso calmo que el Reborn de ese mundo posó en la frente del Tsuna de ese mundo, tampoco vio algo mas adorable que la lamidita que le dio Teo a ese Reborn, o escuchó algo más agradable que la risa de los gemelos menores quienes persiguieron a sus padres. Hasta el adolescente castaño recién llegado, de nombre Coel, que seguramente estaba a punto de alcanzar la mayoría de edad, le pareció nada más que un cachorrito que quería la atención de la hermana que lo abrazaba como un koala, además de la pelea infantil que tuvo con Sora porque éste también quería ser cargado.

Tsunayoshi vio a una familia.

Y les tuvo envidia de cierta forma.

Una envidia muy rara.

Tsuna se quedó observando con sigilo, escondido tras una de las paredes limitantes hacia la sección adjunta, donde esa familia se acurrucó. Vio el cómo los niños exigían la atención del proveedor de la familia y “padre”, mientras que la “madre” seguía maldiciendo y alejando a quien quería abrazarlo o seguramente robarle un beso. Fue una pelea alborotada y caótica que terminó cuando el mayor de todos los hijos gruñó, y se llevó a sus hermanos para recostarse en una esquina en un cuarto alejado al de los mayores.

Poco después, y tras terminar con el reencuentro y los mimos, el Reborn de ese mundo se vio en la necesidad de curar las heridas que el castaño no quiso que sus hijos tocasen.

 

—Pudiste dejarlos —susurró ese Reborn mientras analizaba cómo carajos sacar las balas incrustadas en dos partes de esa espalda maltrecha.

—No iba… —el castaño siseó cuando el dolor le recorrió la espada— a obligarlos… a afrontar esa horrible… ¡situación! —rasgó el suelo.

—Deben aprender —el mayor sujetó firmemente el hombro derecho de Tsuna y lo mantuvo pegado al suelo—. Deben saber cómo carajos curarse entre ellos —con sus garras afiladas abrió a piel y el músculo respectivo.

—Agh… —se mordió el labio inferior y cerró los ojos—. Demonios —jadeó e incrustó sus garras en el suelo, pero ahogó un grito dolorido al sentir como su carne era esculcada.

—Tranquilo, cariño —sonrió al quitar el metal y lanzarlo lejos—. Solo un poco más.

 

La operación se hizo sin anestesia, con rapidez, ignorando la sangre que brotaba y las quejas adoloridas del castaño, quien al sentir fuera de su cuerpo las dos balas, tosió un poco, jadeó y después cerró sus ojos.

Ai, quien se había escabullido cerca de las dos copias raras de sus padres, para vigilar que estas no intervinieran en la curación, murmuró que habían pasado por cosas peores, pero que su mamma era fuerte y que aquella agónica curación no era nada. Tsuna no se quiso ni imaginar qué podría ser peor que sacar un par de balas incrustadas profundamente sin anestesia, pero se resignó también y se alejó.

Pero Reborn se quedó mirando un poco más.

El adolescente se fijó en la forma en que el Reborn de ese mundo, el adulto, lamía delicadamente las heridas del castaño, apartando la sangre, para después ser cuidadoso y tomar lo que diferenció como hilo y aguja para coser la herida. Ese castaño se había desmayado, o al menos cayó rendido al cansancio y el alivio, y poco se quejó mientras se realizaba la sutura.

Pero más importante que eso, fue que Reborn vio una de las muestras de amor y confianza más bonitas en ese mundo.

Cuando todo terminó, el azabache padre de familia tomó al castaño en brazos, lo acunó con delicadeza y dulzura, le besó cada parte del rostro, lo acomodó en su regazo para tararear algo y así cuidarlo como la más preciosa joya que tuviese en ese mundo. Reborn tuvo que dejar de mirar porque sentía que podría empalagarse solo con eso, fue peor al escuchar una maldición y una risita, además de un suave sonido que simbolizaba un beso lento y dulce.

 

—Tú y yo podríamos estar así en alguna ocasión —susurró Tsuna cuando Reborn se colocó a su lado. Era una suerte que Ai se hubiese ido con sus hermanos.

—¿Tú y yo? —Reborn se cruzó de brazos—. Ni que tuvieras tanta suerte, Tsuna.

—Yo hablaba de que cada quien formara su hogar y familia —rio suavemente.

—Sé más claro entonces —bufó sin querer aceptar su mala interpretación.

—Aunque tu idea tampoco es del todo mala, Reborn —sonrió al escuchar un golpe seco dado en la otra habitación, suponía que el Tsuna de ese mundo intentó castigar a su esposo—. Ellos parecen llevarse bien.

—¿Me estás proponiendo algo? —el adolescente miró a su antiguo alumno de refilón.

—No —alargó su sílaba un poco mientras dejaba de estar tenso y buscaba un rincón agradable donde reposar—. Por ahora no —sonrió divertido—. Esperaré a que seas mayor de edad.

—Seré mas alto a esa edad —sonrió con burla—, deberías aprovechar mi contextura en este momento.

—¿A qué te refieres?

—A nada —negó antes de acomodarse en su lugar también.

—Pues… —Tsuna se lo pensó un poco antes de resignarse a que no entendería a Reborn—, solo sé que tú seguirás siendo tú, sea cual sea la edad que aparentes.

—¿Me estás coqueteando? —lo miró divertido.

—Desde hace como cinco años —aceptó un poco avergonzado—, pero tú no me pones las cosas fáciles, Reborn.

—Te haría un comentario sarcástico sobre eso —intentó acomodarse, pero era difícil hacerlo sobre ese suelo duro y frío—, pero prefiero dormir y reírme de tu coqueteo mediocre, dame-Tsuna.

—Perdóname por respetar tu edad —hizo un ligero puchero antes de acercarse a Reborn y acomodarse a su lado—, no quiero parecer un…

—Pedófilo —ya había pensado mucho en eso.

—Sí.

—Si sabes que tengo muchos más años que tú, ¿no?

—Tu apariencia no ayuda… Cuando te miro, solo veo a un adolescente.

 

Tsuna tuvo que callarse cuando la glock de Reborn le apuntó a la cabeza, levantó sus manos en forma de paz, incluso quiso disculparse, pero escuchó la risita burlona del azabache.

No había sido la mejor forma de declarar sus intenciones, pero al menos no estaban en medio de una batalla o algo por el estilo. Tsuna aceptaba que no era bueno eligiendo momentos, así que salió mejor de lo que esperaba.

 

—Eres un descarado.

—No lo creo —Tsuna suspiró—. Solo soy honesto.

—Digamos que me gusta un poco —Reborn apartó su glock—. Sigue intentando.

 

 

 

Notas finales:

 

Me reí feo, lo acepto.

Mañana el capítulo final~

Uwu


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