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RinHaru week 2019 por Yaoi lovers

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Notas del capitulo: Han pasado tres meses desde que debí concluir con estas historias y no he podido... Es frustrante pensar en ello, pero las condiciones no me han favorecido del todo para poder escribir.
 
Así que nada, basta de lamentaciones que sólo queda pensar en lo positivo y no dejar que decaiga el ánimo pese a las circunstancias.
 
Por eso es que aprovechando que por fin pude terminar este día se los comparto esperando que lo disfruten tanto como yo. Un poco más corto que los anteriores pero no por ello con menos cariño.

Había perdido la cuenta de las veces que se encontraba de pie frente al mostrador esperando un pedido que no necesitaba e insistía en hacer sólo por verlo. Sabía que estaba mal y que era más lo que perdía que lo que ganaba, pero era imposible detenerse por más que se repetía que debía parar.

Y ahí estaba una vez más, revisando el ramo que acababa de comprar asegurándose de las condiciones de las flores mientras de vez en cuando hacía algún comentario sobre lo bellas que eran o preguntando que podía hacer para preservarlas en ese estado durante más tiempo.

Apenas un par de palabras respondían a sus preguntas, dejando en evidencia que la única razón por la que se encontraban era debido a su empleo y que Rin insistía en asistir siempre a la misma hora sólo para encontrarlo.

El vendedor en esa floristería era un chico reservado, de cabello oscuro y ojos azules que se limitaba a atender los pedidos y entregarlos sin muchos comentarios de por medio. Eso no fue problema para Rin durante las primeras veces realizando las compras en ese lugar, y quizá pudo seguir siendo así de no ser porque su constante asistencia a la floristería lo hizo percatarse de algunos detalles en el chico que despertaron su interés.

Así fue como comenzó a frecuentar el lugar sin importar si había o no motivos para asistir. Sólo quería unos minutos junto a él para intentar que respondiera a al menos una de sus preguntas con algo más que monosílabos.

Tenía tantos ramos ya que no sabía que hacer con ellos, no podía regalarlos o quien los recibiera podría malinterpretar su acción y simplemente deshacerse de ellos sería un desperdicio considerando la belleza que cada uno tenía.

Decidió comenzar a secar cada una de las flores para poder conservarlas, al menos así su hogar no seguiría llenándose de arreglos y tampoco tendría que hacer algo innecesario más que seguir asistiendo puntualmente a comprar.

Cada día era mayor el interés que el chico despertaba en él y su insistencia en poder compartir más que las simples palabras de siempre era constante. Preguntaba sobre el cuidado que debía tener intentando poder iniciar una conversación al respecto, y por más que se esforzaba en lograrlo no obtenía respuesta.

Claro que algo así no iba a detenerlo, menos aun luego de ver esa sonrisa que lo había cautivado y que sólo había visto dirigida hacia las flores mientras preparaba el arreglo que debía entregar.

Ya era costumbre llegar y hacer un pedido insistiendo en que esperaría hasta que estuviera listo pues lo necesitaba de manera urgente, aunque fuera una mentira pues simplemente había encontrado fascinante la delicadeza con la que cada flor era cortada y acomodada con el resto resaltando su belleza.

Ni siquiera él mismo entendía a que se debía tal insistencia, era extraño pero desde la primera vez que entró ahí por casualidad mientras buscaba un regalo para su hermana le cautivó la dedicación con que realizaba su labor.

Admiraba el trabajo del chico desde el momento en que lo vio, sólo por eso fue un par de días después para comprar otro más con la única intención de admirar la belleza de las flores.

Pues en uno de los pocos comentarios que había logrado obtener de él descubrió que se encargaba de plantar y cultivar cada uno de los elementos en los ramos que ofrecían. Eso explicaba el porque siempre lucían frescas pues sólo hasta que estaban listas eran cortadas y colocadas con el resto en los arreglos en que tanto se esmeraba.

Sí, el talento del chico era sorprendente y digno de admirar; por si fuera poco, la agilidad y gracia con que realizaba cada una de las acciones necesarias para completar sus tareas resultaba fascinante también. Podría pasar muchos más días de los que ya llevaba contemplando un espectáculo tan peculiar y poco común como el que brindaba en su trabajo.

Eran demasiadas las emociones que experimentaba mientras lo miraba, en algún momento se había perdido entre los movimientos de sus manos y las cálidas y efímeras sonrisas que dedicaba a los diferentes plantíos, como pidiendo permiso para llevarse a los capullos ya florecidos que necesitaba.

Se convirtió en un fanático suyo, por ponerle un nombre, y su admiración crecía con cada uno de los ramilletes que llevaba a casa. Claro que se había esmerado en mostrarle esa fascinación pues en cada nueva compra no paraba de repetirle los halagos que recibía de parte de sus supuestos clientes.

Porque era demasiado vergonzoso admitir que sus compras eran personales y todos esos comentarios eran emitidos únicamente por él; así que decidió alterar un poco la realidad diciendo que era encargado de un sitio en el que se organizaban distintos tipos de eventos y dado que había escuchado buenos comentarios respecto a su tienda decidió probar incluyendo arreglos florales como regalo.

No estaba seguro de que el chico lo hubiera creído, pero al menos le daba la falsa seguridad de no parecer un obsesivo y dar una impresión más normal.

Esa sería su imagen al menos hasta que tuviera suficiente de ver su trabajo. Eso se había prometido, aunque una parte de él sentía que mientras más tiempo pasara cerca del chico más difícil sería alejarse.

Porque sí, un par de días después de inventar aquello se dio cuenta de que constantemente su atención se distraía del trabajo para concentrarse por completo en la forma en que sonreía, como los pequeños rayos de luz que se filtraban por las ventanas iluminaban su cabello y el brillo que poseían esos ojos azules que se perdían entre los pétalos de las flores que con tanto empeño arreglaba.

Ya no se trataba sólo de los arreglos, no le bastaba sólo con ver como obtenía esos resultados o la belleza de las flores; quería acercarse a él, hablarle de lo mucho que lo admiraba y aceptar de una vez por todas que los cumplidos era solo suyos. Además, no podía seguir guardando tantos arreglos y debía detenerse.

Porque sí, esos ojos azules y esa mirada casi inexpresiva en algún momento se instalaron en su mente despertando en él interés que no podía ni tenía intenciones de negar u ocultar. Le atraía de una manera difícil de explicar y de entender incluso para él, pero siempre creyó en seguir sus instintos y si estos le decían que debía acercarse a él lo haría por extraño que pareciera.

Siguió asistiendo varias veces más intentando que con sus comentarios la conversación fluyera, esperaba que al menos alguna de sus preguntas lograra convencerlo de intercambiar aunque fuera un par de palabras más.

Lo frustraba no obtener resultados, pues por más que intentara él seguía sin emitir más comentarios que los absolutamente necesarios para realizar la transacción; incluso si con sus frases hacía todo lo posible por obtener aunque fuera una sonrisa como respuesta.

Claro que no se dejaría vencer por algo tan simple como eso, estaba empeñado en conseguir aunque fuera unos minutos de su atención fuera del contexto laboral y unos cuantos intentos sin resultado no lo iban a detener. No sería sencillo y estaba consciente de ello, pero nada que valiera la pena lo era así que no había opción más que insistir hasta lograrlo.

Siguieron pasando los días y el escenario no mejoraba; los ojos azules solo se detenía en él cuando debía realizar el cobro o cuando entregaba el pedido, no había más palabras que el saludo de bienvenida al lugar y la despedida una vez que entregaba el ramo terminado.

Pero no se desanimaba, había decidido que obtendría al menos unos minutos para conversar sin importar el tiempo que debiera seguir insistiendo. Fue así como un pensamiento llegó a su mente, debía arriesgarlo todo si con ello lograba captar la atención del chico aunque fuera unos minutos.

Una rápida nota, unas cuantas palabras mostrando el interés que despertaba en él pidiéndole unos minutos para conversar además de su nombre fue todo el contenido. Debía ser más decidido y dudar menos o nunca obtendría nada.

Era lo idea más descabellada que tuvo, y pese a lo mucho que seguía cuestionándose sobre hacerlo, terminó por entregarle el efectivo junto con el trozo de papel en que hacía su petición intentando ignorar la sorpresa en el rostro del chico mientras lo tomaba para después ir por su pedido.

Sentía que moriría de vergüenza y que sólo aumentaría debido al rechazo que mostró. La misma expresión de siempre, ni una palabra más que el "Aquí tiene, gracias por su compra" con el que finalizaba la transacción.

Era frustrante, pero al menos lo había ayudado a darse cuenta de que ese era el momento adecuado para darse por vencido y dejar de luchar por algo que nunca sucedería. O al menos eso pensó hasta encontrar la nota oculta entre las flores.

"Mi turno termina en un par de horas, podemos vernos en la cafetería que está al lado si la propuesta sigue en pie.

Haruka"


Quizá no todo estaba perdido como había pensado y existía aunque fuera una pequeña esperanza de acercarse más a él así que la tomaría, después de todo conseguir esa "cita" había sido más satisfactorio de lo que imaginaba.

Notas finales: Y nada, no puedo prometer mucho para terminar con estas historias en breve pero tengan por seguro que seguirán teniendo me aquí hasta terminar.
 
Espero que lo hayan disfrutado y poder seguirnos leyendo. Hasta la próxima.

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