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Belleza Oculta por HelaXavier

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Dentro de ti, sus palabras le evocaron imágenes de sus cuerpos ondulantes sobre alguna superficie, mientras se brindaban besos profundos llenos de pasión; Charles se dejó caer contra el corpulento y caliente cuerpo del hombre frente suyo. Erik le sujetó por los hombros y hundió el rostro en la curva del cuello del hombre más bajo.

—Oh, Charles —gimió, aspirando su fragancia como si fuera la suave briza en medio del bosque, él castaño se pasó la lengua por los labios, alzó la mano para tocarlo, deteniéndose a medio camino, giró, pero él rubio le sujeto la muñeca y llevo sus brazos tras la espalda; ese movimiento obligó al ojiazul a apoyarse en Erik y tuvo que respirar profundamente al sentir la dureza de la virilidad del rubio contra su cadera.

—¿Puede sentir lo que le hace a mi cuerpo señor Xavier?

—No es más de lo que usted le hace al mío, señor Lehnsherr —alzó el rostro hacia el suyo, escondido en las sombras, su cuerpo ardía con tanta pasión, una que nunca hubiera imaginado que podía sentir.

—¿Podrías hacer esto sin verme? —preguntó Erik, acercando sus rostros y rozando sus labios con los suyos, provocando que la pasión comenzara a burbujear en su cuerpo.

—Por supuesto que sí... —susurró él castaño, sintiendo la electricidad correr por sus cuerpos.

Inmediatamente, Erik unió sus bocas en un beso suave y candentemente lento, todo se desbocó, y lo besó una y otra vez, con fuerza, hambre y deseo.

Charles lo aceptó, disfrutando de su fuerza, adorando la gloriosa oleada de sensaciones que envolvía su cuerpo en fuego, el corazón amenazaba con estallarle en el pecho y cuando él rubio se apoyó en la pared, sujetándolo entre las piernas, le dejó hacer lo que quisiera sin protestar, todo era demasiado erótico, estar a oscuras en la escalera, sin poder tocarlo, deseando tanto hundir los dedos en su suave cabello y demostrarle que no podía dominarlo.

Cuando introdujo la lengua entre sus labios, Charles se abrió a su invasión, haciéndole gemir de deseo, Erik le sujetó las muñecas con una mano, llevó la otra hacia su espalda y la apretó contra sí, el castaño se revolvió, gimiendo de frustración al no poder acariciarlo.

Erik estuvo a punto de perder el control cuando su hermoso niñero le recorrió sus labios con la lengua, volviéndolo loco de pasión.... Pasión.... Un fuego que solo podía arder una vez en la vida, era como si ambos intentaran extinguirlo con un simple beso, pero lo único que conseguían era avivarlo y propagarlo por sus venas.

Erik posó la mano en el hombro del ojiazul, rozando su piel desnuda al borde de la bata que se había deslizado ante la fricción, ese simple contacto fue como un relámpago para su cuerpo, apretó aún más sus cuerpos y Charles se arqueó hacia él, lo tocó, suavemente deslizando la mano por su pecho hasta uno de sus tiernos y delicados pezones; ante las caricias el ojiazul comenzó a besarlo de forma salvaje, apretándose cuanto podía a su cuerpo, él rubio le acarició el cabello con su mano restante, mientras dibujaba círculos alrededor del duro pezón, su lengua acariciaba lo más profundo de su boca, Erik se sentía vivo, caliente y palpitante por él hermoso y candente hombre entre sus brazos; deseaba más... Mucho más... Deseaba sentir sus manos recorrer su cuerpo, fundirse y convertirse en uno, disfrutar de las caricias del otro hombre, Solo de él.

Pero no podía, aunque deseaba quedarse allí el resto de la noche, sabía que había cruzado una frontera prohibida, separo sus bocas de golpe, rompiendo el placentero beso.

—No —suplico Charles desde el fondo de su alma, el saber que iba a abandonarlo, a dejarle así, húmedo, hambriento y excitado.

—No puedo —haciendo un esfuerzo por respirar, Erik la apartó y se irguió, aparto sus manos del cuerpo de su niñero, y Charles cayó hacia atrás, tembloroso y necesitado; apoyó los brazos en sus hombros buscando equilibrarse, él rubio se puso tenso al instante.

—Charles, no lo hagas por favor.

No lo obedeció, dejó que sus manos se deslizaran por el torso cubierto de seda, sintiendo los latidos de su corazón y los músculos tensos, bajando hasta el cinturón de la bata, en reacción Erik se puso tan duro como una roca.

—No lo hice por lástima, Erik —musitó con dulzura el ojiazul—Realmente deseaba hacerlo — sus dedos llegaron a las caderas, peligrosamente abajo, después se volvió y comenzó a subir las escaleras— ¿A caso no te has dado cuenta?

Erik se quedó parado, no podía moverse, ni siquiera fue capaz de contestar, lo vio subir, con la bata entreabierta y gran parte del torso al descubierto, sin taparse, él ojiazul se detuvo en el primer rellano y miró hacía las sombras.

—¿Sigue odiando cómo te hago sentir señor Lehnsherr?

—Sí... y no —replicó él rubio apoyando la cabeza en la pared, dolidamente.

—¿Qué parte de ti ganará, Erik? ¿El hombre que acaba de llevarme al mismo paraíso con un beso y simples caricias, o la bestia que está encerrada dentro de su torre? —tras esas palabras, Charles corrió escaleras arriba, como si temiera volver a bajar y caer rendido en sus brazos.

Cuando desapareció de su vista, Erik dio un puñetazo a la pared, había sido un estúpido por tocarlo nuevamente, iba a tener que mantenerse alejado del hermoso doncel, pero la idea de no verlo le causaba un inmenso dolor.

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Llevaba días evitando al ojiazul; dos, para ser exactos, y ansiaba su compañía, oír el correteo, las risas de Wanda no lo ayudaba en absoluto, el sonido competía con el de la lluvia del exterior, durante todo el día, el ruido, la música y las risas habían invadido su soledad; deseaba contemplar tanto a Charles como a su hija, pero intentaba convencerse de que tenía demasiado trabajo, miró las tres computadoras desde los que dirigía sus empresas y se comunicaba con sus empleados, soltó un gruñido, encendió la televisión con el control remoto y subió el volumen para no oírlos jugar al corre que te alcanzo.

Mientras miraba la televisión, pensó en cuánto amor, devoción y atención le daba Charles a Wanda, no solo se notaba en las risas, las charlas o los cuentos que el niñero le relataba a su pequeña antes de dormir, sino en cosas pequeñas, como los lazos de colores a juego con la ropa que le ponía en el pelo, en cómo lo dejaba todo para abrazar a su hija cuando lo necesitaba, él también deseaba poder abrazarla, ser quien le atara los zapatos, la arropara por las noches y limpiara sus lágrimas.

Encendió el intercomunicador para oír toda la casa, se le hacía extraño escuchar a otras personas, no lo había hecho en años.

—¡Charles, mira!

Oyó pasos y un gemido del castaño, la última vez que había escuchado ese sonido, él ojiazul se rendía gustoso y de buena gana a su beso, se estremeció al recordar ese momento compartido.

—Oh, Wanda, qué pena.

—Lo aplastarán si se queda en el establo, ¿no?

—Sí, cariño.

—¿Puedo ir por él?

—Oh, sí, hay que ir, ponte el impermeable; tendrás que agacharte y tener paciencia, si va hacia ti, puedes traerlo, si no, habrá que dejarlo; será porque no quiere y podría arañarte.

—Está bien Charles —dijo Wanda un poco insegura — Pero ya verás cómo terminara por venir.

Erik arrugó la frente y se acercó a la ventana desde la que se veía el jardín, su hija corrió afuera, con un impermeable rosa, y fue a la puerta del establo, se agachó y estiró la mano, esperando como le había explicado el doncel.

Erik pulsó el intercomunicador —¿Un gato, Señor Xavier? ¿En serio?

—Es un gatito, además... ¿no estabas trabajando?

—No creo que sea buena idea —dijo él, ignorando su pregunta— Solo tiene cuatro años.

—Necesita algo pequeño que cuidar, aliviará la pérdida que sufre, Señor Xavier, quiere responsabilizarse de algo y el gatito es inofensivo.

—Los gatos maúllan a todas horas, y eso no menguará su dolor.

—Tiene razón, no lo hará, lo que Wanda necesita es que su padre salga de su cueva en la que está empeñado en vivir y esté con ella, consolándola en su perdida, pero no vas a hacerlo, ¿verdad?

—Maldita sea, Charles —bajo su mirada y vio el dorso de su mano cubierta de cicatrices con remordimiento—Tu muy bien sabes que no puedo hacer eso.

—No Erik, no lo sé —su exasperación se reflejó claramente por el intercomunicador— Lo que sí sé, es que nos has echado encima a Wanda y a mí la reacción negativa de unos pocos, y que te estás perdiendo un montón de amor, por escuchar las opiniones equivocadas.

Erik se frotó la nuca con cansancio.

—¡Oh, mira! Ha ido hacia ella —la excitación en la voz del doncel golpeó en el pecho del rubio.

—Charles... Hablo en serio...

—Ve despacio, cariño, el suelo esta resbaladizo, sujétalo con cuidado, no es más que un bebé —gritó por la puerta de atrás; poco después volvió al intercomunicador, su voz cálida pero firme— Si vieras su cara ahora no tendrías ninguna duda, te lo prometo, haré que lo cuide bien, será mi responsabilidad, ¿Satisfecho, milord?

Era imposible negarse sin parecer un ogro amargado.

—Y me aseguraré de que el gatito no suba a tu parte del castillo, y por error te vea.

—Muy gracioso —hizo una mueca de enfado y sus puños de apretaron— De acuerdo, es tu responsabilidad.

Él castaño desconectó el intercomunicador, pero podía seguir oyéndolo por el altavoz que había sobre la mesa.

—Oh, es precioso, cariño —canturreó el ojiazul con emoción.

—¿Puedo quedármelo por favor?

—Claro que sí, esta hermosa cosita necesita un hogar.

—Pero... ¿qué dirá papá? —preguntó la pequeña con nerviosísimo; a Erik no le gustó nada la reacción de su pequeña, no quería que su hija le tuviera miedo.

—A tu papá le parece una idea estupenda corazón.

Erik lo llamó mentiroso para sus adentros y, aunque no pudo verla, percibió la sonrisa de Wanda por toda la casa, Charles estaba empeñado en hacerle parecer un héroe ante su hija.

—¿Es niña o niño? —preguntó Wanda, tras una pausa y con una risita llegó la respuesta.

—Es una niña, cielo.

Dos niñas en la casa y un doncel en su punto de fertilidad más alto, un hombre de su condición no tenía nada que hacer allí, no estaba seguro de poder proteger a todos; aun así, Erik, se apoyó en el marco de la ventana y los escuchó, deseando formar parte del grupo, deseó ver el rostro de Wanda mientras tenía en sus brazos a la bolita de pelo gris.

—Tiene los ojos como tú, Charles.

—No lo creo cariño, los míos no son tan azules, ni tan bonitos.

Erik pensó lo contrario, turquesa, como el mar profundo, llenos de misterio.

—Vamos a secarlo, la pobre está tiritando, encenderé el fuego en el salón, mientras envuélvelo en la toalla y sujétalo contra su pecho para que se acostumbre a ti.

—¿Cómo vamos a llamarla?

Vamos, Erik comprendió que Wanda ya se sentía vinculada a Charles, y eso provocó una punzada en su pecho; sus voces se apagaron y no pudo resistirlo, al menos tenía que oírlos, ya era bastante malo no poder ver a su niña, pensó mientras bajaba por la escalera del pasadizo.

—...pero nunca he conocido a un gato que hiciera caso a su nombre —oyó momentos después, conforme se acercaba a su ubicación.

—¿Has tenido algún gatito Charles? —preguntó Wanda emocionada; Erik salió del pasadizo y, desde la cocina, contempló a su niñero encender el fuego.

—Claro, cuando era pequeño, tuve uno, un par de perros y muchos peces, de diversos colores —obsequió a la niña con una sonrisa tan dulce, que hizo que a Erik le hirviera la sangre y su corazón diera un vuelco — así como un monto de árboles frutales y muchas, muchas nueces.

—¿Nueces?

—Mi abuelo cultiva nueces, solía recogerlas con él para que la abuela nos hiciera pay de nueces como postre para la cena.

— Charles... ¿Tú podrías cocinar un pay de nueces para papá y para mí? —Erik vio como el rostro de Wanda se le iluminó, y su corazón se derritió, su pequeña pensaba en él a pesar de no haberlo visto.

—Por supuesto que, si cariño, la próxima vez que haga el encargo de la compra, pediré todo lo necesario para prepararles un rico pay —explicó Charles, dedicándole una suave sonrisa a la pequeña, aunque su interior ardía por no lograr que Erik comprendiera cuanta falta le hacía a su pequeña— ¿Qué opinas? —preguntó indicando el fuego con un gesto.

—Muy calentito, pero el gatito sigue tiritando.

—Bueno, quizás si le hablas suavemente, la gatita se acostumbre a tu voz y sepa que no vas a hacerle daño, sécale el pelo, mientras consigo la leche caliente.

—Muchísimas gracias, Charles —Wanda, acurrucada en una esquina del sofá le dedicó una sonrisa radiante.

—De nada, preciosa —él castaño le dio un besó en la cabeza y fue hacia la puerta de la sala; se detuvo un momento en el umbral a contemplar cómo la pequeña y su mascota se consolaban mutuamente en el mullido sofá.

En la cocina, iluminada solo por la luz del extractor de la estufa, abrió la nevera, sacó la leche y fue a buscar un platillo, su mano se detuvo un segundo.

—¿Cuánto tiempo lleva ahí señor Lehnsherr? —preguntó, sintiendo la imponente y fuerte presencia del rubio tras él, al otro lado del mostrador. en el silencio oyó su respiración, no había estado tan cerca de Erik desde aquel beso que compartieron al pie de la escalera, todo su cuerpo se agitó y su respiración comenzó a fallar al recordarlo; había esperado que no verlo acallara las sensaciones de su cuerpo, pero solo saber que estaba cerca convertía a su sistema en fuegos artificiales.

—El suficiente para enterarme que tuviste cientos de mascotas de pequeño y que tu abuela horneaba un excelente pay de nueces.

—Ese soy yo, el nieto consentido de los Xavier—Laura soltó una risita.

—¿Cuántos nietos son?

—Realmente, solo yo, mi padre era hijo único, y no tuvo más hijos, fui el consentido de los abuelos por un largo tiempo—vertió con delicadeza la leche en el platillo

—Debe haber sido agradable, tener a tus abuelos tan cerca, como una gran familia.

—Había mucho silencio y la casa era absurdamente grande, apenas nos veíamos, pero adoro a mi familia —dijo él castaño.

Erik se sonrió, encantado por la forma en que su suave acento se acentuaba al recordar sus raíces, sentía curiosidad por su pasado —¿Qué te hizo tomar la decisión de ser modelo, aparte de lo obvio?

Obvio, había escuchado esa palabra como mínimo mil veces, es obvio que es demasiado atractivo o hermoso para hacer cualquier otra cosa que caminar por la pasarela. Obvio que debe estar orgulloso por ser atractivo, Obvio que tanto los hombres como las mujeres solo le desean por su rostro y su cuerpo.

—¿Qué importa eso?

—Me gustaría saber más sobre el doncel que cuida de mi hija, además, me intriga saber cómo pasaste de una de ser el nieto consentido de los Xavier y vivir en una mansión a "Asuntos Exteriores", sin contar la "pequeña" escala llena de pasarelas, ropa de diseñador y fotógrafos por doquier.

Él ojiazul comprendió que estaba en su derecho de preguntar, si él mismo fuera el padre de Wanda haría lo mismo.

—Mi familia tiene dinero hasta debajo del colchón —admitió—. Pero mi padre murió cuando la edad de Wanda —se encogió de hombros y con el platillo en la mano, se volvió hacia él— Ella se volvió a casar tiempo después, mi hermanastro no era tan desagradable, pero no toleraba la conducta de mi padrastro, despilfarrando el dinero que con esfuerzo mis abuelos y padre habían trabajado para conseguir, en cosas ridículamente costosas eh innecesarias, mientras que mi madre ahogaba sus depresiones en el fondo de una botella de vino caro; cuando tuve edad suficiente para comprender lo horrible que era aquello, me fui de mi casa, no toleraba ese ambiente un minuto más, es por eso que elegí el modelaje, tenía mayor compensación económica o becas, para poder ir a la universidad que cualquier otro trabajo de medio tiempo.

—Admirable Señor Xavier.

Charles soltó un gruñido y alzó la mirada, sintió la tentación de encender las luces y por fin lograr sacar a Erik de las sombras; pero había hecho un trato y Charles Xavier nunca faltaba a su palabra, ni siquiera por un príncipe dragón, ermitaño y gruñón.

—¿Intentabas escapar de tu familia?

—Dios, no, simplemente no quería terminar unido a un viejo pervertido y adinerado, para poder pagar las deudas que el estilo de vida de mi padrastro y mi madre comenzaban a generar—explicó, con voz cortante.

—Lo siento...

—No, no lo sientas —suspiró con cansancio y alzó una mano— Fue duro cuando era un niño, el perder a mi padre, pero en realidad no sabía que tan malas fueron las decisiones de mi madre —soltó una risa nerviosa, tratando de aligerar el ambiente—. De hecho, creo que ahora les va mejor, ambos han conseguido un trabajo estable, pero las deudas aun los persiguen, supongo que hay costumbres que no se pueden cambiar —con el platillo en la mano, fue hacia el salón, lo dejó en el suelo y le preguntó a Wanda si quería un chocolate caliente con malvaviscos, la sonrisa de la niña fue contestación suficiente; cuando Charles volvió a la cocina percibió que Erik seguía allí.

Se alegró de que no hubiera vuelto a su torre, pero su lado lógico le decía que debía poner los pies en la tierra y recordar la lección aprendida con Stryker sobre los hombres y su forma extraña de pensar —¿Te apetece un chocolate caliente? —le preguntó, sacando el cacao en polvo y poniendo la leche a calentar.

—No, gracias señor Xavier.

Charles se preguntó cómo esas cuatro palabras podían sonar tan seductoras en la penumbra, no habían hecho mención de su arrebato de pasión adolescente dos noches atrás, era fácil callar cuando no podían mirarse a los ojos. 
Se aclaró la garganta y borró de su mente el erótico recuerdo.

—¿Y tus padres, tu familia?

—Wanda es lo único que tengo, mis padres murieron cuando recién cumplía los doce años.

—Por eso debes conocer a Wanda, Erik —dijo él castaño, pensando en que esa soledad autoinfligida debía ser muy triste— Más pronto de lo que piensas estarán los dos solos.

Erik se negaba a pensar en eso, contaba con Charles; tendría que vivir con la tentación que su presencia le causaba y evitarlo a toda costa, además, no podía permitir que Wanda lo viera; su hija debía tener una imagen formada, pero una mente de cuatro años era incapaz de imaginar los estragos que había sufrido su cuerpo, lo rechazaría y él no podría soportarlo, no de su pequeña, cuando le retiraron los vendajes, Magda no pudo disimular su repulsión hacía él, y una niña de cuatro años, reaccionaría igual que ella, o quizá, peor aún, Charles se mostraba más tolerante, pero no quería arriesgarse, después de ese beso que lo había afectado como una explosión, su rechazo lo destrozaría el alma.

Se recordó que debía pensar en Wanda, no en su cuerpo ni en su necesidad de poseer el cuerpo de su niñero, lo mejor es seguir en la oscuridad, al menos a tres metros de distancia de Charles, estar cerca del ojiazul, le resulta excitantemente peligroso.

—¿Qué hay de la familia de tu mujer?

—Ex mujer —corrigió él rubio— No tenía familia, al menos, nunca me habló de ella.

Él castaño asintió, sentía curiosidad por su esposa, pero no quería hurgar en lo profundo de sus heridas, la forma en que había dicho ex, era índice del dolor que aún sentía al recordarle, aunque solo se hería a sí mismo, los muertos no sufrían, Charles pensó que debía ser una bruja descarada para haberlo rechazado en tan mal momento.

Si no había familia Wanda nunca sabría lo que era tener abuelos, ni primos, ni tíos; Los dos están demasiados solos, pensó, empeñado en obligarlo a salir de su encierro.

Preparó dos tazas de chocolate, y los lleno hasta el tope de malvaviscos y fue hacia la puerta.

—¿Qué te hizo dejar de enseñar a los hijos de dignatarios extranjeros y trabajar para Esposos a Domicilio?

—Un hombre —se volvió hacía él rubio, el sol poniente tras las nubes que predecían una tormenta, envolvía su alta silueta con un halo borroso y plateado—Un hombre al que solía amar de verdad.

Erik se sintió como si lo hubieran cortado en dos con una espada al percibir la angustia y tristeza en la voz del delicado doncel.

—Oh, Charles, ¿qué te hizo?

—Mentir, traicionar, engañar, destrozar y, lo peor de todo, quererme solo por mi aspecto, ya ve, Señor Lehnsherr, tenemos más en común de lo que creía.

—No me lo parece señor Xavier.

—¿No? ¿Acaso no me deseas simplemente por mi apariencia?

—Cielos, hay una gran diferencia, tú no tienes ni idea de lo que es ser repugnante.

—Cierto, pero sí sé lo que es, que te juzguen solo por la apariencia—el castaño guardo silencio cuando Wanda entró corriendo en la cocina.

—¿Estás hablando con mi papá? ¿Está aquí? ¿Puedo verlo? ¿Dónde está? — rodeó a Charles, buscándolo entre las sombras, pero había desaparecido.

—Sí, cariño, estaba charlando con él.

—¿No quiere verme? —Wanda lo miró con tristeza, sujetando la gatita contra su pecho, sus ojos se llenaron de lágrimas y a él ojiazul se le rompió el corazón, le maldijo en voz baja por hacerle esto a su propia hija.

—No pienses eso, cielo, claro que sí quiere verte, es solo que no puede, aún no corazón — busco que su voz fuera dulce y tranquila, necesitaba consolar a la pequeña, ante la notoria ausencia de su testarudo padre.

—¿Cuándo? —la tristeza de su voz hizo que a Charles le ardieran los ojos por las lágrimas contenidas.

—Pronto —susurró, preguntándose si Erik Lehnsherr saldría alguna vez de su cueva para conocer a su hermosa princesita.


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