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Mi sobre protector hermano mayor por koru-chan

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Capítulo tres:


Charla de hermanos


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Al día siguiente, me levanté temprano. Y, con mi mochila equipada para soportar una larga jornada de universidad, me deslicé por la escalera en un trote continuo. Cuando llegué a la primera planta, recorrí el entorno con cautela. Inhalé una profunda bocanada de oxígeno mientras dejaba mi bolso en la sala. Luego, algo cohibido, me direccioné hacia la cocina donde se encontraba mi padre y mi madre preparando todo para salir. Aquel hombre de mediana edad era profesor en la facultad de ciencias de la universidad de Seúl y mi progenitora trabajaba en un prestigioso banco internacional.


―¿Entras temprano hoy?―preguntó mi padre mientras yo sólo me limitaba a afirmar con un murmuro al mismo tiempo que sacaba dos rebanadas de pan blanco de la bolsa que descansaba sobre la mesa redonda de aquella ala común de la casa.


―¿Vienes a almorzar?―me cuestionó mi madre esta vez en el instante que rellenaba con más café su taza a medio consumir. La observé por uno segundos. Todo parecía tan ¿normal…?


―No lo sé. Me tengo que quedar a terminar un óleo―argumenté viendo como la mujer asentía. No todo era normal. Ella, cotidianamente, hablaba mucho. Siempre despertaba muy animada. Hoy estaba algo marchita. Perdón por no poder darte tus preciados nietos, mamá. Aunque hubiera sido hetero, los niños no me agradaban. O sea, no para cuidarlos yo. Los niños están bien para los demás, pero no para mí.


―Cómprate algo… Y que sea sano; no esas hamburguesas o patatas fritas que acostumbras a ingerir―dijo sin mirarme concentrada en textear algo en su teléfono. Asentí con una sonrisa triste. Me dolía pensar que la había decepcionado. Le iba a dar tiempo. Es normal pensar que tu hijo se va a casar con una mujer y que tendrá varios hijos. Quien sabe que fatalidad estará pasando por su cabeza cada vez que me mira. 


―¡Hey! ¡Buen día a todos!―apareció mi hermano. Rodé mis ojos viendo como el tostador ya tenía listo mi pan―. Qué rico, pan tostado recién hecho―sacó las rebanadas y se sentó con tranquilidad junto a mi padre mientras yo lo veía destapar el recipiente donde estaba la mantequilla.


―¡Oye, idiota!―le reclamé mientras lograba arrebatarle una de las mitades antes de que la llenara de sus babas.


―¿Idiota? Hermanito querido, querrás decir, ¿no?―gruñí sacando otra rebanada y, en aquel movimiento, vertí un poco de leche en mi taza favorita de Iron Man y la llevé al microondas para calentarla.


―Cállate―vociferé cansado al mismo tiempo que programaba el aparato y le daba a inicio―. ¿Qué demonios haces levantado? Hoy tienes clases en la tarde―me giré y éste me apuntó con un cuchillo sucio y una sonrisa como si estuviese encantado con mi pregunta.


―Te voy a llevar a clases―alcé una ceja viendo como mi madre se levantaba de su puesto y se despedía de beso de los tres restantes para irse a su trabajo.


―¿Me estás molestando? ¿Por qué tú me llevarías? Te he pedido miles de veces que me des un aventón cuando llevo materiales o trabajos enormes y tú ni me tomas en cuenta, hijo de… ―mi madre me miró con advertencia justo cuando iba transitando por el pasillo hacia la sala.


―Te espero en el auto, cariño―emitió la única mujer de esa casa antes de tomar el pomo de la puerta. Mi padre se alzó de su puesto bebiendo lo último que le quedaba de su taza para llevarla al fregadero.


―Bueno, normalmente, cuando alguien quiere hacer un acto de bondad, el otro acepta y calla.


―Qué bueno que seas tan considerado, hijo―lo alentó nuestro progenitor ajeno a mi conflicto interno y sólo quedándose con lo que, superficialmente, Seokjin decía. Viendo como el hombre mayor abandonaba la casa, negué sin entender qué demonios le pasaba a mi querido hermano.


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Sin mucha protesta de por medio, me subí a su auto heredado por mi padre hace un tiempo cuando él adquirió uno mejor. En el trayecto no hubo mucha plática. Sólo había música pop de Spotify y tarareos desafinados del castaño odioso. Bufé. ¿Estaba siendo sometido a una especie de tortura por haber salido del armario tan sorpresivamente?


Cuando al fin doblamos al campus de diseño tomé mi mochila que estaba en el suelo y la puse sobre mi regazo viendo como estacionaba su auto rojo de modelo clásico. Me desabroché el cinturón y justo cuando iba a jalar el cerrojo, el muy hijo de puta bloqueó todas las puertas.


Giré mi rostro para mirarlo y, ¿por qué no? espetarle cual era su motivo de mierda para comportarse tan raro. Pero cuando iba a abrir mi boca apagó la música y habló.


―Quiero conversar contigo… ―alcé una ceja.


―Y… ¿esta es tu forma de hablar? Me acabas de encerrar…


―Si, bueno… No quiero que se te ocurra escapar―hizo una pausa―. Correr detrás de ti sería un suicidio―entonó pensativo mientras una sonrisita socarrona se dibujaba en mi rostro.


―¿Escapar? Lo que estás haciendo tú se llama secuestro y es penado por la ley.


―Estudias artes, ¿qué sabes tú de leyes?―intentó seguir el intercambio verbal, pero suspiró cortando aquel ambiente relajado―… Estoy preocupado―sus gestos faciales cambiaron. Se había puesto realmente serio.


―Okey, detente ahí―cerré mis ojos e inspiré―. ¿Esto es por mi salida del armario? ¿Tú, automáticamente, crees que tengo sida y voy a morir?


―Jungkook…―negó mirándome afligido.


―No, explícate. ¿Qué mierda te pasa?


―No quiero que un tipo te haga “daño”. No quiero… ¡Dios! Eres un bebé adorable. Para mí aún tienes diez años y me es difícil todo esto; no quiero que nadie te toque―hizo un puchero.


―¿Me estás molestando? ¡Abre las malditas puertas!


―Hablo en serio; soy hombre y sé como se comportan los tipos cuando están calientes―lo miré con la boca abierta y luego no pude evitar carcajearme. Que imbécil era.


―¿Disculpa? ¿Hay alguien habitando tu cerebro? No puedo creer que estés estudiando medicina y seas tan estúpido―me miró ofendido―. Mira, te cuento. Yo también soy hombre. Tengo pene, no vagina. ¿Conoces las vaginas? Quizá por eso piensas…


―Jeon JungKook… ―me miró con notable preocupación. Resoplé.


―Me se cuidar sólo. Estaré bien. Y no por salir del closet me voy a abrir de piernas con el primer sujeto que se me cruce. Hasta he ido a antros gays―sonreí al ver su rostro impactado―… Y, mírame, sigo aquí; perfecto, puro y casto―me carcajeé, pero me avergoncé al mismo tiempo. Tenía dieciocho, ¿no se supone que esta era la edad de más actividad sexual? Era una papa; ni siquiera cocida, menos frita. Estaba desabrido y roñoso.


Oí como las puertas se desbloquearon.


―Se que te puedes cuidar sólo, pero soy celoso y, sobre todo, sobreprotector. Te quiero Kook. Te he visto crecer; se lo genial que eres y lo que serás, pero, por otro lado, después de tu confesión he pensado en todas esas fatídicas noticias sobre golpizas a gays―lesbianas, travestis o lo que sean―, por el simple hecho de ser diferentes―hice una mueca de medio lado con la puerta entre abierta. Entendía su punto―… Pero se, también, que no puedo encerrarte en una burbuja; aunque no niego que me encantaría.


―Estás loco y deberías dejar el internet de lado. Además… búscate una novia―salí del auto, cerré la puerta y me agaché para mirar al sujeto dentro por medio del cristal del copiloto. Toqué la superficie con mis nudillos y esta se deslizó con lentitud―. Por cierto, tú auto huele a que algo se murió y se está pudriendo―arrugué mi nariz viendo como rodaba sus ojos. Terminé riéndome levemente―. Gracias… por traerme―lo observé un par de segundos antes de separarme de aquel auto. Realmente era un estúpido, pero agradecía sus palabras y claro, entendía su punto... SeokJin era un buen hermano, pero no se lo iba a decir porque se supone que los hermanos debíamos ser odiosos entre nosotros; sino la cuestión se tornaría aburrida.


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