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La canción del pecado. por YoloSwag

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Notas del fanfic:

Saint Seiya (The Lost Canvas), no me pertenece sino a Masami Kurumada y a Shiori Teshirogi.

Este fanfic tiene como único objetivo entretener.

 

Advertencias adicionales: Slow burn, divergencia del canon.

¿Cómo habéis podido conservar vuestra arrogancia?

¿Por qué os resistís contra esa voluntad, que no deja nunca de conseguir su intento, y que ha aumentado tantas veces vuestros dolores?

¿De qué os sirve luchar contra el destino?

 

La divina comedia -Dante Alighieri

 

***

 

  El santuario estaba en ruinas y casi sin vida. Solo quedaban resquicios de su gloria pasada. Los recuerdos de tiempos felices se agolparon en su mente, llenándolo de nostalgia y melancolía.

    Habían ganado, la tierra estaba a salvo por otros 200 años, pero a qué costo se había logrado. Sabía que en una guerra lo sacrificios eran necesarios, pero eso no lo hacía más fácil de llevar. Perdida. Desolación. Ira. Tristeza. Alivio. Eran los sentimientos que ahora habitaban  en su alma apenas unida.

    Paseó su mirada entre los pocos supervivientes; sus ojos pedían palabras de consuelo, palabras que les dieran esperanza. Volteó a mirar a Dohko en busca de ellas, pero su compañero se mantuvo en silencio, también esperando.

 Entonces, lo recordó. Él, Shion de Aries era el patriarca ahora. Antes de partir,  Atenea le había encomendado aquella pesada e importante responsabilidad; devolver al santuario a su antigua gloria, preparar a la siguiente generación, prepararse para la siguiente guerra santa. Sí. Él debía tener esas palabras, debía decirlas, pero de su boca no salía sonido alguno.

        ¿Qué podía decir en estos momentos, cuando él mismo estaba destrozado física y emocionalmente?

    Había perdido casi todo; a su maestro, a sus compañeros, a sus amigos... y a la persona que amó con locura.

     Albafica.

     No pudo tocarlo en sus últimos momentos. Al menos lo consolaba el hecho de que, pudo verlo plenamente feliz, liberado de toda carga:

     ""Toda mi vida he vivido entre está rosas venenosas, pero por primera vez las encuentro hermosas".

       Sin embargo, para él, desde ese momento las rosas habían perdido toda belleza.

       —Shion —le llamó Dohko y agregó con incredulidad—, dime qué tú también puedes sentirlo.

        Sí, él también podía notarlo, un cosmo gigantesco se acercaba al santuario. No podía distinguir si era maligno o no. A pesar de sus heridas, se colocaron en posición de defensa.

       Si era un enemigo, estaban acabados. Esa era la verdad. Su cuerpo, así como el de Dohko y el resto estaban a su límite.

       Súbditamente, una luz dorada cubrió el santuario y cuando se desvaneció, pudo ver frente a sus ojos a sus compañeros dorados caídos en batalla, a pesar de sus armaduras destrozadas y sus heridas, sonrieron. Sísifo, El Cid, Degel, Kardia, Regulus, Defteros, Asmita, Aldebaran, Manigoldo... Cerró y abrió los ojos pero seguían ahí, y su corazón pareció detenerse cuando su mirada se encontró con la de aquel que lo había robado.

        Albafica...

        Estaba ahí, con toda su belleza, mirándolo con un brillo en los ojos que no supo descifrar. No podía ser, era imposible. Él lo vio morir. Él cargo su cuerpo hasta el santuario. Él lo colocó en el ataúd de hielo que Degel hizo especialmente para él.

    Sentía que iba a volverse loco, y finalmente se desmayó cuando escuchó la voz de Asmita decirles, "Vaya parece que estamos vivos, ¿No es grandioso? ¿Dohko? ¿Shion? ".

 


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