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Senseless por OldBear

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Capítulo 11. Naranja. Primera Parte.


Quince días después...


El beso era lento, cálido, tierno; igual al que tantas veces había repetido en su imaginación. Cerró sus ojos de forma instintiva, queriendo concentrarse plenamente en cada sensación. Su cuerpo estaba debajo del mayor, siendo aprisionado contra las suaves sabanas de la cama. Harry sintió las manos de Snape subir por su cuello y enredar sus dedos en su pelo y no pudo evitar sonreír ligeramente sin dejar de corresponder al otro. Pensó que la boca de Snape sabía a vino, y sus labios eran igual de embriagantes y adictivos. El beso era suave, calmado, necesitado; pero en un segundo esa necesidad aumentó y, en una sorpresa bien recibida, Severus profundizó aquello.


El más joven no recordaba cómo habían terminado así. Completaron el ritual del Minuere de esa noche y, sin saber quién empezó o como— y sin importarle demasiado en verdad—, se encontraron de repente en aquella sublime escena.


Harry sentía los labios cálidos y suaves del otro sobre los suyos, y el pelo de Snape caía de tal forma que le acariciaba la cara haciéndole ligeras cosquillas. Sus brazos envolvieron la figura sobre él y se aferró a la espalda del mayor, intentando apegarlo más a su cuerpo, deseando que el otro jamás volviera a irse de su lado, queriendo convertir ese momento en algo eterno. A su nariz llegaba la suave fragancia de su profesor.


Todo aquello era la gloria.


— ¿Te gusta? —escuchó la voz ronca del maestro preguntar luego de morder su labio inferior.


¿Cómo podía preguntar aquello? ¿Acaso no se notaba que lo estaba volviendo loco? Cada beso que le daba, cada caricia en su pelo... aquello era sublime, y era apenas el inicio.


El maestro cortó el beso, Harry hizo un pequeño gruñido en forma de queja. Quería más, había esperado demasiado tiempo, deseando a escondidas que aquello por fin ocurriera, pero se obligó a abrir los ojos y fijar su vista en aquellos ojos negros, profundos y hermosos que lo miraban con adoración.


—Harry, yo...—los labios de su maestro se movieron frente a sus ojos, pero no escuchó nada.


—Repite, por favor—pidió con voz suave e intentó colocar un mechón del pelo de su profesor tras la oreja de este— ¿Puedes repet...?


Se quedó a media oración cuando se dio cuenta que no sentía el pelo de Snape entre sus dedos, claramente lo estaba tocando, sus ojos no mentían, pero simplemente no sentía nada en los dedos.


Miró a Snape preocupado, y casi gritó cuando vio a su maestro intentar decirle algo, moviendo los labios, pero él no escuchaba nada.


¿Snape no podía hablar? ¿O acaso él no podía escuchar?


—Severus...—dijo, sintiendo una repentina opresión en el pecho donde la marca de la maldición se encontraba —yo...


De repente todo comenzó a volverse opaco ante sus ojos, y la figura de su maestro se hizo borrosa y luego, en un segundo más, todo se hizo negro y la sensación del cuerpo de Snape sobre el suyo desapareció.


Alzó los brazos intentando encontrarlo, pero se dio cuenta que en la cama junto a él ya no había nadie más.


Se encontraba solo.


Todo estaba oscuro.


No escuchaba nada.


Intentó volver a hablar, pero la voz tampoco le salía, o no sabía si era su voz o su audición, por que movía los labios pero ahora nada llegaba a sus oídos.


Parpadeó varias veces, con la esperanza de acostumbrarse a la oscuridad del lugar y poder ver donde se encontraba, pero tan mortal como un disparo en el pecho se dio cuenta que no estaba en la oscuridad, simplemente estaba ciego.


Despertó con rudeza, había tenido una pesadilla.


El sudor corría por todo su cuerpo y tenía la respiración agitada. Se sentía cansado, enfermo y con nauseas. Todo su cuerpo se movía en incontrolables temblores, y la respiración se le dificultaba de tal forma que parecía no llegar nada de aire a sus pulmones por más que lo intentara.


Hizo un esfuerzo sobre humano para sentarse y respirar mejor. Mantuvo el silencio como pudo, si no gritaba Ron no se alertaría y no despertaría a media noche para consolarlo. No quería molestar a su amigo más de lo que ya hacía. Encogió sus piernas y se abrazó a sí mismo e inspiró profundamente tantas veces como pudo.


Aquel sueño se había sentido tan real...


Estaba aterrado, su pecho molestaba ligeramente y pensó que quizás por eso no podía respirar del todo bien.


Cuando estuvo medianamente calmado, luego de unos minutos de respiración forzada, alcanzó su varita y abrió con mano temblorosa las cortinas que rodeaban su cama. Apuntó con un hechizo de iluminación ligera hacia la cama de su amigo. Ron había olvidado cerrar las cortinas y se notaba que estaba profundamente dormido.


Se fijó en que eran las cuatro de la mañana.


Se sentía cansado, pero después de ese sueño no quería volver a dormir. Temía soñar y que aquella pesadilla se repitiera.


Cerró los ojos con fuerza. Ya habían pasado quince días desde que perdió la capacidad de sentir los sabores. Y en ese mismo tiempo no había sabido nada de Sirius, quien estaba en una especie de misión para encontrar lo que podría curar aquella maldición.


Quizás por todo eso había tenido ese horrible sueño, estaba sobrellevando demasiadas cosas.


En esos quince días habían sucedido varias cosas. La primera y de la que más se alegraba quizás, era que los comentarios de su extraña relación de tres se habían suprimido casi por entero. Solamente quedaban un grupo de Slytherins que seguían murmurando por los pasillos, liderados por Pansy Parkinson.


En el tema de las serpientes, otra cosa que había sucedido y que era por demás extraña fue el comportamiento de Draco. El rubio había estado actuando de una forma por demás inusual, siendo que no había vuelto a molestarlos ni a insultarlos de ninguna forma. Sus amigos no se habían dado cuenta, pero Harry sí. Incluso parecía sonreírle ligeramente por los pasillos cuando sus miradas se cruzaban.


Y Snape, aquello era diferente. En esos quince días habían hecho el ritual unas seis veces, y el hombre siempre lo trataba de la misma forma amable y cortes que le hacía desesperar. Siempre le daba un beso en la cabeza antes de que cayera dormido, eso y el dormir abrazados quizás era lo mejor de esas dos semanas.


De Sirius no había tenido noticias más que cuando Remus le indicaba que se encontraba bien y que pronto volvería de la misión.


Se sentía muy extraño, su pecho seguía molestando ligeramente y recordó que lo hacía de la misma forma que cuando perdió el primer sentido. Pero además de eso, no notaba nada extraño.


Decidió levantarse de la cama y llegar hasta el baño. Tuvo cuidado de no despertar a su compañeros, sus cuerpo aun temblaba del miedo, pero no tanto como para caerse.


Se quitó la camisa con rapidez y revisó el símbolo en su pecho. El doble círculo y la cruz se veían de un tono rojizo, como si estuvieran a punto de sangrar, y notó algo que no tenía antes. Debajo de la cruz, se formó un pequeño punto.


Sentía que volvía a hiperventilar.


Tenía miedo, terror a llegar al punto de lo que había sentido en su sueño.


Esa oscuridad.


Ese encierro en vida.


Tomó una profunda bocanada de aire y decidió volver a la cama, aun si no quería dormir, el solo hecho de pensar que su sueño podría cumplirse le hizo sentir unas tremendas ganas de vomitar, y necesitaba recostarse.


En ningún momento se durmió y con las cortinas echadas, escuchó como sus compañeros se despertaban y comenzaban su rutina de los sábados. Cuando Ron se despertó encontró a Harry viendo hacia el techo de su cama.


—Te ves terrible compañero ¿tuviste un mal sueño? —preguntó preocupado.


—Solo estuve pensando en algunas cosas hasta tarde. —contestó simplemente.


Ron hizo una mueca, pero no comentó nada más. Suponía que si Harry quería decirle algo, lo haría cuando se sintiera listo.


Hermione los esperaba en la sala común para bajar juntos al Gran Comedor. Después de desayunar se alistarían, ese día tendrían salida a Hogsmade y todos aprovecharían para comprar sus disfraces, incluso los de la comisión de organización, pues debido al ataque de Voldemort, muchos de ellos no habían tenido tiempo de comprar todo lo que necesitaban.


Cuando iban entrando, Snape pasó a un lado de ellos. Sus amigos se habían adelantado, así que solo él saludó a su maestro de pociones.


—Señor Potter—dijo Snape cuando pasó a un lado de Harry.


No siento su perfume pensó con desilusión. Quizás no se había acercado lo suficiente.


Llegó junto a sus amigos y se sentaron en la mesa— Ron junto a Harry y Hermione frente a ellos— y nuevamente enfrentaría su dilema. Se sirvió un plato que no comería y tomó algo de jugo antes de hacer una mueca. Frunció el ceño cuando sintió que en verdad algo estaba diferente, pero no comprendía.


Aquel día estaba peor que los anteriores.


Después de unos minutos, vieron a Ginny acercarse con una sonrisa.


— ¿Ya saben todo lo que necesitan para el baile? — preguntó la menor mientras se sentaba junto a Hermione.


—Sí—respondió Granger—ya habíamos decidido el disfraz hace mucho. ¿Tú y Neville se decidieron ya?


—Al final escogimos el primero que te dije, — mencionó Ginny, y comenzó a llenar su plato con una felicidad que Harry envidió — el de Blancanieves y el príncipe. Aprovecharemos la salida a Hogsmade para terminarlo.


Mientras hundía la cuchara en su plato, Ron murmuró algo por lo bajo que tanto su hermana como su novia escucharon decidieron ignorar. Harry le dio una palmada de apoyo, esperaba que pronto su amigo entendiera que su hermana era lo suficientemente mayor para salir con alguien.


— ¿Harán el truco con la manzana que te comenté? —preguntó Hermione.


La menor de los Weasly asintió feliz.


—Ya lo hicimos, queríamos probar con tiempo si nos salía o no.


— ¿Qué truco? —preguntaron Harry y Ron al mismo tiempo sin entender a que se referían las otras dos.


—Un truco para la famosa manzana del cuento—explicó Mione viéndolos a ellos, luego volvió a girar su rostro a la menor— ¿entonces les quedó bien?


—Más o menos bien— mencionó encogiéndose de hombros, luego tomó su mochila y sacó una enorme y brillante manzana roja de ella—el hechizo hará que dure dos meses sin descomponerse, así que esta será la que usaremos.


— ¿Aquí conocen el cuento de Blancanieves?— preguntó Harry sorprendido cuando cayó en cuenta. Muchos de los cuentos e historias de los muggles, los magos no las conocían, y de conocerlas eran en versiones muy diferentes. Pero habían mencionado a Blancanieves, el príncipe y la manzana, parecía ser muy fiel a lo que contaban los no magos.


—Aquí se originó—le corrigió Hermione— según sé es una especie de historia sin confirmar, una leyenda.


— Aunque hay muchos magos que si la consideran cierta— agregó Ron, recordando todo lo que había escuchado de esa historia cuando era un niño.


Su novia asintió dándole la razón, y luego procedió a explicarle mejor a Harry.


— Al parecer Blancanieves era una princesa de un reino muy prospero, hija de dos grandes magos, pero nació como Squib. Su madre murió de dolor al ver que su hija era hermosa, pero que no tenía poderes. Su padre también estaba triste porque era Squib, y se volvió a casar con el deseo de tener otro heredero que esta vez sí fuera mago.


— Vaya, eso explica más cosas que el que cuentan en el mundo Muggle. — Soltó Harry— Así es más lógico entender por qué su padre no se dio cuenta de lo que estaba pasando acerca del odio de su madrastra hacia ella.


— Era más bien rechazada— concordó Hermione— el rey murió de una enfermedad que no pudieron detectar, y como la madrastra aún no había tenido un hijo con él, técnicamente el reino completo debía pertenecer ahora a Blancanieves. Por eso la mandó a matar en el bosque.


— ¿Y los enanos? —preguntó Harry con marcada curiosidad.


—Eran elfos domésticos del castillo—respondió Hermione viendo que Harry ponía la misma cara que ella puso cuando se enteró. —le habían tomado mucho cariño a ella, y se enteraron del malvado plan de la madrastra, así que antes de que la mataran, la ayudaron a escapar y vivieron con ella en el bosque. La madrastra se enteró que los elfos escaparon con ella y la mandó a capturar. Pidió ayuda al reino vecino diciendo que Blancanieves era una bruja que hechizaba a los niños para matarlos. El príncipe de ese reino se ofreció a capturarla personalmente, pero se enamoró de ella y los elfos le contaron la historia real.


—Ahora que lo pienso—razonó Harry con los codos apoyados en la mesa— es una historia que habla sobre manzanas y espejos hechizados, debí imaginarme que tenía su creación en el mundo mágico.


—Al parecer el príncipe si era mago, y fue él quien mató a la bruja. Y el espejo que usaba la reina no era para preguntar quién era la más bonita, sino para intentar localizar a Blancanieves.


— ¿Y la manzana?


—La reina sabía que ella estaba en el bosque, pero no exactamente en dónde. Así que hechizó todo un campo de manzanas con la esperanza de que ella se comiera alguna y muriera envenenada. Se volvió vieja porque el hechizo tomó toda su fuerza, no porque se lanzara un embrujo a sí misma.


— ¿Y qué truco es que van a usar? —preguntó Ron refiriéndose a la manzana que guardaba su hermana. No creía que fueran a envenenar a nadie.


—Neville y yo hechizamos la manzana con un pequeño truco de regeneración y transfiguración. Si la muerdes, tomará la forma de una calavera indicando que esta maldita, como en la historia, solo por unos segundos. Luego vuelve a tomar su forma. Además te da la sensación de que caes por un segundo, pero es inofensiva.


— ¿Y en verdad se puede morder?


—Sí, no es toxica. El hechizo está en que te da la ilusión de que la muerdes, pero no es así. El problema está en que no sabemos por qué, pero huele a naranja.


— ¿Naranja? —Hermione la miró con confusión, el hechizo que buscó para Ginny no decía nada sobre cambiar la esencia de las cosas.


—Si—asintió Ginny mirando su manzana—hemos intentado de todo, incluso probamos el hechizo con otra manzana, al final siempre termina oliendo a naranja.


Ron alargó su mano para quitarle la manzana a su hermana y cuando la tomó, la olisqueó haciendo un pequeño sonido de exclamación.


—Huele más a limón.


—Déjame ver—Hermione estiró su brazo e hizo lo mismo—huele a naranja para mí, y es bastante fuerte.


—Se los dije. —exclamó Ginny.


Harry tomó la manzana queriendo comprobarlo también y la olisqueó.


Pero el no pudo sentir nada.


— ¿Qué olor sientes? —preguntó Ginny.


El terror de la comprensión lo inundó por un segundo. Hasta ese momento no se había dado cuenta que ni siquiera podía oler la comida sobre la mesa. Y fue por eso por lo cual tampoco pudo sentir el aroma de Snape.


Por eso el dolor en su pecho.


Por eso esa sensación extraña.


Había perdido el segundo sentido.


—Naranja—dijo, intentando controlar su voz, sin querer alertar a sus amigos.


Los otros tres se enfrascaron en una pequeña discusión acerca de si era limón o naranja, y Harry paso el resto del desayuno en completo silencio, sin volver a tocar su plato.


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