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Senseless por OldBear

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Capítulo 17. Voldemort.

Cuando Severus aterrizó en el punto de aparición del escondite de Voldemort se apresuró a llegar a la entrada de la mansión sin perder ni un segundo. El lugar donde el señor oscuro se refugiaba era una mansión donada —más bien cedida a la fuerza— por los Crabbe. Estaba rodeada por un amplio terreno que permitía tener la mayor de las privacidades, justo lo que el señor oscuro necesitaba. Había sido una mansión majestuosa, con jardines elegantes perfectamente cuidados, puertas talladas con la madera más fina y muebles antiguos, reliquias de generaciones pasadas. Pero era de esperar que cualquier cosa usada como base de mortifagos estaba destinada a la destrucción. Era el mismísimo Lord que, si llegaba a matar a los súbditos que tenía al alcance y en sus múltiples ataques de rabia, dirigía sus hechizos destructivos contra la estructura del edificio. Y ahora aquella mansión que otrora fue increíblemente hermosa y majestuosa, ahora solo era ruinas. Y era algo que no provocaba sorpresa, porque Voldemort solo dejaba un halo de destrucción sea donde fuera que pasara.

Severus apresuró el paso ignorando el jardín seco y las plantas marchitas. No traía su máscara puesta. Cuando el señor tenebroso llamaba a sus súbditos con tanto ímpetu —sin importar si era por buenas o malas circunstancias— le gustaba ver las expresiones de sus fieles cuando hablara. Y las emociones de Voldemort se estaban incrementando, podía sentirlo a través del quemante dolor de la marca en su antebrazo izquierdo.

Ignoró a los mortifagos apostados en la entrada que vigilaban la llegada de los demás y se encaminó lo más rápido que pudo hasta el salón principal de aquella casa, donde sabía que Voldemort estaría torturando a uno de sus fieles seguidores. Cerca de la puerta del salón principal podía escuchar los gritos. Ahogados, suplicantes y jadeantes.

Había estado en lo correcto.

Pero algo de todo aquello le resultó extraño, y es que solo estaban tres mortifagos arrodillados y con los rostros inclinados al suelo. Además de ellos tan solo estaba el joven a quien estaban torturando. Severus pudo darse cuenta, pues el pobre muchacho estaba boca arriba recibiendo el cruciatus, que aquel no podía ser mayor de 20 años. Uno de los nuevos que se habían unido a las filas.

—Mi señor—dijo, y se apresuró a arrodillarse junto con los demás.

Aguantaba estoicamente el dolor de la marca y supo que algo debía estar emocionando demasiado a Voldemort si, además de llamarlos de aquella forma, torturaba a uno de sus nuevos reclutas con un disfrute casi pasional.

—Severusss—siseó, con una clara alegría en su voz—has llegado en un excelente momento.

A Snape no le gustaba que Voldemort estuviera demasiado enojado, pues eso significaría que podría torturarlo hasta casi la muerte. Pero tampoco le agradaba un Voldemort feliz, porque eso solo era indicio de grandes problemas para el bando de la luz, y quizás eso era peor.

La quemante sensación de la marca cedió y, colocando una expresión seria, se preparó para cualquier intrusión mental cuando Voldemort se acercó directamente a él.

—Mi señor.

— ¡Todos fuera! —Gritó Voldemort a los otros mortifagos—Ya no me sirven para nada.

Los tres mortifagos obedecieron y Severus pudo reconocerlos aun con el rostro semi agachado. Eran el Crabbe Senior, Corban Yaxley, y Alemyc Stephan, este último un mortifago que había estado consiguiendo bastante poder entre las filas de Voldemort. Al más joven Severus no lo reconoció, así que supuso que no había estado en Hogwarts.

Hubo un gran detalle que el maestro de pociones no pudo ignorar mientras los hombres caminaban hacia la salida: cojeaban. Parecían estar lastimados o, mejor dicho, parecían haber recibido maldiciones. Pero había sido muy corto el tiempo entre que la marca de Severus dolió hasta que llegó frente al Lord; lo que significaba que era imposible que los cuatro fueran maldecidos en ese lapso.

La única idea es que a ellos los llamara con anterioridad —aunque no entendía para qué— y que la principal intención de Voldemort era el quedarse solo con Severus desde un principio, pero gastar sus energías antes. ¿Para qué? ¿O acaso habría otra explicación acerca de por qué parecían estar heridos?

La puerta se cerró tras los mortifagos y, antes de hablar, Voldemort le pidió que se irguiera y le mirara fijamente.

— ¿Sabías que mi hechizo dio en el blanco? —Dijo con sus ojos fríos fijos en el maestro de pociones—Y no cualquiera, —agregó con una sonrisa—dio en Harry Potter.

Severus no se permitió tensarse, aunque aquello era lo que quería. Sabía que el Lord estaba leyendo su mente en busca de alguna mentira que pudiera contar. Seguramente Voldemort se preguntaba como mierda su supuesto mejor espía pasó por alto el hecho de que Potter estaba sufriendo de una maldición devastadora.

— No lo sabía mi señor. ¿Está seguro que es Potter?

No quería hacer parecer que desconfiaba de las palabras del Lord, pero no había una forma de salirse de aquello, cualquier cosa que dijera podía hacerlo enojar. Voldemort cortó la conexión visual y dio media vuelta.

—Ha sido la conexión que tengo con Potter. —explicó, y Snape se golpeó mentalmente al darse cuenta que jamás recordaron la conexión de Harry y Voldemort— ¿No notaste nada, Severus?

Ahí estaba, ¿Qué podría decir que no delatara su coartada? o en otro aspecto, ¿que no lo hiciera ver como un espía inservible?

—Lo vi entrar varias veces a la oficina del director, pero suponía que era a darle algún tipo de lección.

La maldición no se hizo esperar y el cruciatus lo golpeó con fuerza. Para su suerte no duró tanto como pensaba.

—Muy mal por ti, debes decirme todo cuando pase en torno a Potter, o pensaré que no sirves para este trabajo. — El Lord le lanzó otra maldición y la mantuvo por un tiempo más largo. Hasta que se detuvo y, dándole un segundo a su mortifago para que tomara aire, volvió a hablar. — El Corpore Inclusus crea una conexión entre las dos personas involucradas, para que quien lo lanzó pueda sentir el avance de la maldición, pero eso no sucedió. O eso es lo que yo pensaba. La conexión siempre estuvo ahí, solo que de alguna forma se entremezcló con la que ya yo tenía con él, algo obvio considerando que son conexiones mágicas fuertes.

Voldemort hizo una pausa, apretando fuertemente su varita antes de continuar:

—Pero hay algo que no entiendo. A estas alturas ya Potter debería estar muerto. —Tan solo la mención de esa palabra en los labios del Lord provocó que Severus casi temblara, casi. Pero se controló. — La maldición toma un lapso de dos a cuatro días en llevarse cada sentido, y yo lo hice todo bien. —Los siseos de Voldemort se acentuaban con cada palabra, demostrando lo molesto que se volvía mientras seguía hablando. —Supongo que Dumbledore habrá encontrado la forma de detener el avance. Quizás por eso las idas a la oficina del viejo. ¿Tú qué opinas?

—Puede ser, mi señor. Dumbledore no dejaría que Potter muera con tanta facilidad.

—Sácale esa información al hombre, necesito saber que hechizo están utilizando, y en qué estado se encuentra Potter en este momento, así sabré cuanto esperar para volver a atacar. Aun no me recupero del todo de haberla lanzado. —una pausa y Voldemort volvió a su posición inicial, acomodándose en su asiento para ver detenidamente a su mortifago— Imagino que te has dado cuenta que Lucius no está aquí, ¿cierto? Él está perdiendo privilegios, no provoques que te ocurra lo mismo.

Severus ya lo sospechaba, el mismo Lucius le había dicho que necesitaba hablar con él, aunque aún no concertaban aquella cita. Pero no sabía a ciencia cierta hasta qué punto estaban tan mal las cosas para los Malfoy.

Voldemort decidió que su castigo por ser un espía ineficiente aún no había terminado, así que decidió que podría entretenerse un rato más con Snape.

La tortura duró casi hasta las cinco de la mañana y, cuando se apareció en los límites de su casa, apenas si podía caminar. Se aferró el abdomen y caminó con lentitud. Su mano se ensangrentaba a cada paso que daba, Voldemort había pasado de los simples cruciatus a cortes y otro tipo de tortura; nada fuera de lo habitual para una noche de castigos. Aun con lo desecho que estaba, en aquel momento lo único que quería era llegar y saber si Harry estaba bien. Recordaba en qué circunstancias abandonó al chico antes de partir a la reunión y le preocupaba haberlo dejado con un claro ataque de ansiedad.

Sabía que se había quedado en buenas manos, pero aun así deseaba verlo.

Con unos pasos separándolo de la puerta principal vio como esta se abría y el director se adelantó a su encuentro. Solo en ese momento Severus se dio cuenta lo débil que se encontraba y no pudo evitar caer de rodillas entre la nieve.

……………………………

En cuanto Severus se había marchado al llamado de Voldemort, Sirius y Remus actuaron rápido llamando al director ya que tenían el presentimiento que tanto el ataque de Harry como el llamado podían estar conectados. Aunque la casa de Severus no estaba conectada a la Red Flu para mayor privacidad, no se habían marchado a aquel lugar sin tener algo preparado. El director les había dado una moneda igual a la que Severus tenía el día de la batalla donde Harry fue herido, un artefacto para avisarle que algo andaba mal y el cual solo necesitaban tocar tres veces con la varita.

Sirius consoló a Harry lo mejor que pudo. Mientras lo abrazaba le decía palabras confortantes, aunque no habían muchas palabras de aliento que pudiera decirle que funcionaran realmente.

Ni siquiera él tenía forma de consolarse a sí mismo.

Harry no lloró, ni una sola lagrima salió de sus ojos, y estando tan cerca de él Sirius podía escuchar como el más joven repetía “no llores” una y otra vez. Quiso decirle que podía llorar, que nadie lo acusaría si lo hacía, pero esas palabras no llegaban a formarse en sus labios.

Remus se quedó unos pasos alejado, dándoles espacio. Sirius abrazaba a Harry en la cama con fuerza y desesperación, sabiendo que ellos estaban más lejos de la cura y Harry más cerca de la muerte. Y no podían hacer nada.

El director llegó poco tiempo después y Remus salió de la habitación para hablar con él, dejando solo a los otros dos Gryffindors. Sirius les hizo compañía cuando Harry se durmió una hora después, y los tres esperaron impacientemente la llegada de Snape.

Albus sintió la llegada del mago en el punto cercano de aparición y salió rápidamente a darle encuentro. No se sorprendió de encontrarlo en el estado en que lo hizo y se apresuró a ayudarlo cuando lo vio caer de rodillas. Por lo menos el maestro no perdió la conciencia en ningún momento, lo que habría empeorado el cuadro de sus heridas.

Snape tenía en su casa todo lo necesario para curarse y aunque quiso negarse tuvo que permitir que el director y Remus le ayudaran con sus heridas. Sirius giró el rostro ante aquello sin querer ver como lo curaban, pues su enemistad no podía aguantar ver al hombre al que odiaba desde siempre siendo atendido por heridas provocadas por ayudar al lado de la luz; y menos si ese hombre estaba retrasando la maldición que tenía Harry.

Ni siquiera él era tan indiferente.

Vendado y con el dolor cediendo debido a las pociones, Severus fue capaz de sentarse y explicar lo que había sucedido en aquella reunión tocando los puntos más importantes que pudo destacar. Lucius Malfoy parecía estar perdiendo poder entre las filas del señor oscuro. El hecho de que Voldemort se desquitara con otros súbditos antes de llamarlo y, principalmente, que ya se había enterado de que su hechizo había dado en Harry y quería un informe de su estado y su progreso.

Ahora tendrían que estar más atentos que nunca.

………………………………………..

Por un momento, por una minúscula fracción de segundo, pensó que su suerte estaba cambiando. Dumbledore estuvo de acuerdo en que los Dursley no lo trataban adecuadamente y aquel verano antes de entrar a su séptimo año fue la última vez que los vio. No hubo despedidas emotivas ni mucho menos, y ninguno de sus tíos le dijo nada cuando lo vieron salir con sus maletas.

Albus dijo que podrían ver de qué forma mantenerlo seguro en un ambiente más sano para él, e inclusive podría quedarse en Hogwarts si no encontraban algún lugar más seguro antes de que se graduara. Aprovechando eso fue que pudo planear sus vacaciones de navidad en la madriguera, y Hermione rogó bastante a sus padres para que la dejaran quedar a ella también.

Por eso pensó que su suerte estaba cambiando. Por fin pudo dejar a sus tíos y tenía un sentimiento que si bien no era correspondido—por lo menos él no lo sabía— sí que lo llenaba de una inusitada esperanza y felicidad cuando estaba junto al hombre.

Quizás podía ser más feliz, quizás podía ser más normal.

Pero no, esas cosas no le pasaban a él.

Ahora tenía una maldición marcada en su pecho que le quitaría sus sentidos hasta dejarlo como un caparazón vacío. Y no pudo evitar pensar en eso mientras abría los ojos.

No sabía exactamente qué hora era, pues las pesadas cortinas estaban echadas y la habitación se mantenía en penumbras, pero no pasó demasiado tiempo antes de que la puerta se abriera y Lupin se asomara a verificar su estado.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó acercándose a la cama. Solo había subido a ver si seguía durmiendo, no esperó encontrarlo despierto.

Harry supo que el licántropo estaba preguntando acerca de si ya estaba perdiendo el siguiente sentido, de si sentía alguna diferencia. Hasta el momento no había nada diferente en él, por lo menos nada de lo que se diera cuenta.

Negó con la cabeza, sin atreverse realmente a hablar en voz alta de ese tema.

— ¿Qué hora es?

—Las siete. —Respondió sentándose en la orilla de la cama. Había estado en aquella habitación pero con la conmoción de la situación Remus realmente no notó que estuvo, y estaba, dentro de las habitaciones personales del maestro de pociones. Conociendo a Severus como lo conocía, jama pensó que aquello fuera realmente posible. — Si quieres puedes volver a dormir.

— ¿Y Severus?

Harry sabía que Voldemort había llamado al maestro de pociones. Durante el tiempo que Sirius estuvo con él consolándolo, y en un momento donde estaba más calmado, se dio cuenta que el maestro ya no estaba a su lado y preguntó por él.

Considerando sus opciones Sirius decidió decirle la verdad, después de todo sabia de la conexión que tenía Harry con Voldemort y, si acaso llegaba a tener alguna visión o comunicación, querían saberlo.

—Esta abajo —respondió con voz calmada y, al ver que el más joven estaba dispuesto a ponerse de pie para bajar al primer piso, decidió que lo mejor sería informarlo de lo que había sucedido y de que Snape estaba herido.

 

Después de todo, ya le estaban ocultando demasiadas cosas al muchacho.

 


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