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Senseless por OldBear

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Capítulo 19. La espera.

— ¿Estás listo para perder Harry?

—Inténtalo a ver si puedes—respondió con confianza, sintiendo que podía ganar esta vez.

Sirius hizo un gesto afirmativo, levantó su varita y después de una cuenta regresiva, empezaron su batalla de nieve.

Habían pasado doce días desde que Severus fue a la reunión de Voldemort —a la última— y desde que Harry estaba perdiendo el sentido de la audición. Era la víspera de noche buena, 23 de diciembre, y tanto Harry como Sirius se habían pasado toda la mañana apilando nieve en forma de hombres de nieve para armar sus propios ejércitos. Cada uno tenía once hombrecitos y los disparaban con ayuda de la magia a su adversario. Era una de las cosas que más habían jugado en esos días y, aunque Sirius siempre ganaba —pero Harry estaba pensando que hacia trampa— esta vez Harry se sentía con suerte.

En esos doce días se había escrito unas cinco cartas —cada uno — con Draco. Estaba comenzando a confiar que quizás el Slytherin no guardaba malas intenciones, aunque aún recelaba bastante acerca de lo que escribía. Quien más confianza tenía para hablar era Draco, que a grandes rasgos y sin detalles le contaba ciertas cosas de su vida o peleaban acerca de Quidditch. Harry era receloso de la información que le daba, pero hubo algo que decidió confesarle y, de esa forma, obtener su ayuda. Quería información sobre el Corpore Inclusus. Aun no se le quitaba esa sensación de sospecha y duda con respecto a los que le rodeaban, sabía que había algo que probablemente no le estaban diciendo, y quería saber qué era.

En la biblioteca de Snape no encontró nada en los tres días que estuvo buscando, pero ya Severus se había encargado de esconder el único libro que mencionaba a aquel encantamiento previniendo que Harry pudiera descubrirlo. Así que, en la quinta carta, Harry le dio el nombre de la maldición que cargaba —sin detallarle nada— con la esperanza de que Draco, quien iría por unos días a Malfoy Manor antes de regresar a clases, diera con el hechizo en la biblioteca familiar.

Las cartas de Ron y Hermione habían sido casi el doble, y mucho más extensas también. Aun estando separados continuaron con su estudio de hechizos, ellos los practicaban en los alrededores de la madriguera y Harry se alejaba de la cabaña para practicar a solas. El primer día que lo hizo a Sirius casi le da un infarto. Harry se había desaparecido por horas y, teniendo en cuenta el avance de la maldición y lo que Harry seguramente estaba sintiendo al perder los sentidos, pensaron lo peor. Ellos salieron a buscarlo y dieron con él practicando unos hechizos. No necesitó que le explicaran lo que habían estado pensando, a Harry le bastó con el abrazo silencioso de Sirius y las miradas intranquilas de Severus y Remus para darse cuenta. Y los tranquilizó diciendo que solo necesitaba un momento a solas, prometiendo que no se alejaría demasiado de la cabaña.

En esos doce días también había pasado mucho tiempo con su padrino, y se dio cuenta que jamás había pasado unas vacaciones completas con él. Algunas veces Black se iba en las mañanas junto a Lupin a Hogwarts, otras veces eran Severus y Lupin y su padrino se quedaba junto a él. Jamás le dejaban solo. Y cuando estaban juntos Sirius no perdía el tiempo para retarlo a guerras de nieve o para repetirle los cuentos de sus aventuras cuando era más joven.

Y con Severus… con él era otra historia. El hombre seguía tratándole como lo había hecho hasta el momento: siendo bastante amable, pero alejándose cuando el momento podría llegar más allá. Y él ya no tenía la misma determinación para hacerle ver sus sentimientos.

Lo quería, mucho, demasiado. Podría incluso reconocer que haber pasado junto a él esos meses —aunque fuera debido al Minuere— habían incrementado lo que sentía por él. Severus hacia un esfuerzo enorme para hacer el ritual que estaba retrasando la maldición, aguantaba la enemistad con Sirius para que pudieran estar juntos, le cuidaba y se preocupaba por él —había repetido un par de noches el hechizo de las cosquillas cuando veía que Harry no comía — y tuvo que aguantar el dolor de la marca oscura cuando Voldemort se dio cuenta de su traición e intentó torturarlo a través de ella. Si bien el director colocó un hechizo en el antebrazo de Severus junto a una banda metálica que recibiría la magia de la marca como si fuera una vasija, la magia de Voldemort era fuerte, y aunque mínimo, Severus seguía sintiendo molestias en el antebrazo.

Severus era excelente disimulando, pero cuando aquel dolor duraba todo el día, al llegar la noche podía verse agotado de aguantar aquello.

Y fue por todas esas cosas por las que Harry entendió que no debía declararse a Snape ni hacerle ver sus sentimientos.

¿Y si me corresponde solo por pena? le había preguntado a sus amigos en una de sus cartas.

Ya estaba completamente sordo del oído derecho, más los sentidos que había perdido antes. Mientras encontraban la cura —y Harry estaba más que desesperado porque la encontraran— probablemente perdería algo más. Snape estaba siendo verdaderamente bondadosos y bueno con él, y temía que el hombre, al ver su situación al momento de expresarle sus sentimientos, de besarle por fin o de hacerle saber que le quería, le mirara con pena y aceptara darle a un pobre enfermo lo que quería.

Y Harry no podía hacerle eso a Snape, ni tampoco quería que le correspondieran por simple pena. Hermione había entendido su punto y concordó con él, en aquel momento realmente no podría saber si Severus lo aceptaba por amor o compromiso, así que tendría que esperar a recuperarse para declararse.

Y se dio cuenta que en esos meses le habían pasado tantas cosas, que había cambiado de decisión con respecto a ese tema demasiadas veces, y que el día que por fin le admitiera sus sentimientos al otro seria libre y feliz, sin importarle al final si le decía que sí o no.

—Harry, concéntrate— gritó Sirius —después no digas que te gané haciendo trampa.

Harry se fijó que se había distraído pensando en Severus. Elevó su vista hacia la entrada de la cabaña, Severus estaba en la entrada de pie, mirándolos. Desvió la vista y volvió a concentrarse en su padrino.

Severus lo vio, apoyado del marco. A un par de metros de la guerra de Harry y Sirius, Remus apareció envuelto en su abrigo y ajustando su bufanda. El licántropo había estado toda la mañana con Dumbledore y traía en sus hombros el dolor de no traer las noticas que quisiera. Pasó de largo a los otros dos, esquivando la nieve que llegó hasta él, y terminó por acortar la distancia hasta llegar donde Severus.

Remus se fijó que Snape no estaba demasiado abrigado para estar fuera de la casa.

— ¿Quién va ganando? —preguntó dirigiendo su vista hacia su pareja y Harry. Viendo a Harry y a Sirius reír le provocaba felicidad, y al mismo tiempo un sentimiento de desolación.

¿Y si esos días felices se estaban agotando sin remedio?

—No los voy siguiendo. —dijo, aunque llevaba de pie unos quince minutos observándolos.

Remus sonrió al tiempo que su instinto de lobo le confirmaba lo que ya venía sospechando. Era tiempo suficiente de haber convivido con Severus. Pero decidió cambiar de tema.

— Dumbledore tiene algo.

No habían encontrado nada. Todas sus búsquedas resultaron ser un fracaso. Un par de los conocidos del director conocían el encantamiento, fue muy famoso durante un tiempo lanzado por los magos más poderosos como castigo contra su peor enemigo, pero nunca escucharon acerca de ninguna cura.

Debía haber una, siempre había una, pero no era cuestión de lanzarle a Harry hechizos al azar, o hacer que bebiera pociones cualesquiera para ver cuál funcionaba.

La única pista que les quedaba—la única esperanza que realmente les quedaba— era encontrar a la persona que Remus conocía, pero era verdaderamente difícil cuando solo tenían el nombre.

— ¿Qué dijo? —preguntó, toda su atención puesta en el licántropo.

—Alguien vendrá a hablar con él, pero lo hará después de navidad.

— ¿Entonces tendremos que seguir esperando?

—Ahora es lo único que nos queda.

Ni siquiera podían consolarse en el hecho de saber exactamente de cuánto tiempo disponían. El hecho de que el Corpore Inclusus se lanzaba a un enemigo encadenado para disfrutar de su condena provocaba que en verdad no se supiera cuanto tiempo podría atrasarlo un hechizo desacelerador. Por el momento Harry había perdido la audición en el oído derecho, pero parecía estar bien del izquierdo, y no sabían si continuaría ese o perdería algún otro sentido antes. Debido al Minuere no parecía seguir un orden ni un esquema organizado.

Perdió el gusto en un plazo de tres días. El olfato quince días después, pero lo había perdido de forma inmediata y no gradual como el anterior. Luego, sin siquiera llegar a los dos meses, el oído derecho, pero tardó unos diez días en perderlo completamente.

Severus apretó los puños y dio media vuelta para entrar en la cabaña. En esos doce días a él también le había sucedido algo, sus sentimientos por Harry no solo eran claros, sino que tenían un nombre: amor. No sabía cómo, pero rememorando desde que su relación con el chico mejoró cuando empezó a darle las clases, debía darse cuenta que sus sentimientos habían cambiado.

Quería a Harry Potter.

No era simplemente gustar, no era una simple atracción.

Lo quería más allá de eso.

Lo quería desde antes de que fuera impactado por la maldición y tuvo que reconocer aquello cuando los celos que sintió por el hecho de que le escribiera a Draco Malfoy se hicieron presentes.

Y lo peor de todo es que después de hablar con Lucius no podía ni siquiera consolarse en el hecho de que Draco fuera mala persona para Harry por pertenecer al bando del Lord, porque estaba siendo más que obligado.

¿Cómo deshacerse de aquel sentimiento? Le sería imposible cuando veía a Harry cada día, cuando compartía su espacio con él y cuando tenía que dormir con él cada noche, abrazados.

Era la perfecta definición de tan cerca, y tan lejos.

Tendría que encontrar la forma de aplacar esos sentimientos y no dejar que le gobernaran. Después de todo Harry no se fijaría en alguien como él teniendo mejores oportunidades.

 

…………………………..

 

 

Lucius tomó de su taza, releyendo la carta que su esposa le había enviado acerca de cómo iban las cosas en la Villa en la que se encontraba con Draco. Aun no entendía como había llegado a aquella situación.

Estaba perdiendo poder entre las filas del Lord por un detalle: debilidad. Voldemort había estado reuniendo súbditos cada vez más jóvenes, quizás alegando que podría moldear mejor sus mentes y reforzar mejor su lealtad de esa manera. El problema era que se había fijado —obsesionado— con trece jóvenes de Slytherin de séptimo año. Entre ellos estaban Pansy y Draco.

Los Parkinson no tuvieron problemas en aquella noticia, al contrario, se alegraron enormemente al saber que su hija fue “escogida”. Pero Lucius Malfoy no. Si bien quería que su hijo formara parte de las filas del Lord,

Quería que Draco fuera capaz de terminar su último año de escuela sin necesidad de asistir a esas reuniones rápidas y nocturnas y sin que recibiera maldiciones como parte del entrenamiento. Tampoco era novedad que aun mortifago necesitara dimitir de los estudios por petición del mismo Voldemort si lo necesitaba para algún tipo de misión especial. Él sabía de las excelentes habilidades de Draco para las pociones, y temía que lo usara para reemplazar a Severus Snape; lo cual sería excelente, si su hijo estuviera listo.

Malfoy se había encargado de darle una excelente educación a su hijo, incluso entendía que había resuelto el problema de su supuesta orientación sexual, emparejándolo con una bruja de alto nivel social. Draco era su descendiente, no solo quería que fuera de superior entre las filas del señor oscuro, también quería que tuviera lo que el alcanzó, o incluso mas.

Así que Lucius hizo algo que nadie se esperaba de uno de los más fieles servidores del Lord: le pidió tiempo. Pidió que le permitiera a su hijo terminar el año antes de darle la marca, nada más. Incluso le dijo que él mismo lo llevaría ante su presencia el día de su graduación.

Pero Voldemort tomó como una desobediencia aquella petición. Maldijo a Lucius hasta la saciedad y le dijo que “consideraría” su petición; cosa que sabía no iba a suceder. Por eso tuvo que hacer un plan. Seguramente debido a su petición Voldemort obligaría a Draco a aceptar la marca y lo trataría peor que a nadie para resarcir la desobediencia de su padre, y no podía permitirlo.

Draco estaba seguro en Hogwarts pero en las vacaciones corría peligro, así que lo envió a una casa sin Red Flu y fuera del conocimiento de casi todo el mundo, con la esperanza de que pudiera llegar a enero a salvo. Su siguiente paso fue hablar con Snape, fue toda una odisea lograr una reunión con el hombre después de enterarse que había traicionado al Lord, quizás porque Snape pensaba que Lucius le tendería una trampa, pero lo había logrado.

 

Ahora solo le quedaba estar atento y esperar.


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