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Senseless por OldBear

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Capítulo 22. Momentánea felicidad. Segunda Parte.


Por un momento, cuando se despertó ese 26 de diciembre, pensó que los sucesos de la noche anterior habían sido un sueño; pero tan solo ver qué Severus seguía en la cama a su lado le confirmaba que no. El maestro de pociones parecía haber despertado hacía muy poco, y le miraba con un atisbo de sonrisa que a Harry le pareció celestial.


—Hoy tampoco desapareciste.


—Supuse que ya no sería necesario.


—¿No me dijiste que te despertabas temprano?


—Simplemente pensé que no te sería muy agradable tener que despertar junto a mi en las mañanas.


—Si supieras— suspiró, pensando en todas las veces que había deseado aquello— Es extraño, digo, está situación, pero es agradable también.


—Puedo corroborar eso.


Harry sonrió abiertamente sin poderlo evitar, sintiendo que aquella mañana, aunque fuera solo por aquel momento, se borraba parte de lo malo que había sucedido en los últimos meses. Se elevó ligeramente hasta alcanzar los labios que tantas veces había anhelado, y que ahora le devolvían los besos con entusiasmo. Sintió las manos del pocionista acariciando delicadamente su espalda y atrayendole más hacia él, apretando aquel abrazo de forma casi imposible. Por un momento pensó que aquella situación escalaría bastante rápido, pero de un instante a otro Severus redujo la intensidad del beso, y le dijo con toda normalidad que debían de bajar a desayunar. Harry se quedó unos segundos enojado por aquella interrupción, pero decidió ser obediente, aunque fuera por aquella vez.


Los pocos días que quedaban antes del nuevo año pasaron con relativa normalidad —dentro de la normalidad de estar maldito—. Recibió una carta de Hermione preguntando acerca de su situación y él, aunque no quiso darles muchos detalles por papel, les contó que todo estaba saliendo bien. Y a ellos no les tomó mucho entender el significado de aquello. No había recibido ninguna carta de Malfoy, pues sabía que el Slytherin pasaría nochebuena en su mansión y desde ahí no podrían escribirse, así que debía esperar a encontrarse con él en el colegio cuando regresaran a clases.


Esos pocos días fueron bastante felices para él, no podía negarlo. Severus y él acordaron que fuera de la habitación actuarían lo más normal posible, y como Harry no quería que Sirius cometiera una locura, aceptó sin pensarlo demasiado. Aun así se sentía bien al saber que al cerrar la puerta de la habitación Severus no le miraba igual que antes, y sus besos compensaban cualquier sacrificio que tuvieran que hacer durante el día.


No hicieron nada más que besarse durante esos días y, aunque Harry protestó la primera vez que sus manos fueron detenidas en el camino de desabotonar la camisa de Severus, no volvió a insistir en esos avances, creyendo que quizás el Minuere agotaba al hombre más de lo que aparentaba para esas cuestiones. Pero Snape no lo detenía por eso, sino más bien por una cuestión moral, pues aunque su parte "egoísta" había ganado al aceptar aquello, seguía pensando en alguna parte de su mente que aquello era un error, y quería manejar la situación tan lento como su autocontrol se lo permitiese con la esperanza de que Harry estuviese totalmente seguro de lo que hacía. Aunque disfrutaba los besos en gran medida, y sus ansias por llegar más también se acrecentaban.


El treinta y uno de diciembre ocurrió un ataque de mortifagos en Hogsmeade. No tan grande como en el que Harry había resultado herido, pero sí lo suficiente como para aumentar las precauciones. Por lo que decidieron pasar año nuevo en la cabaña, después de todo tendrían que ir bastante temprano a Hogwarts para el regreso a clases. Harry tuvo que admitir que, aunque seguía siendo extraño pensar que estaba conviviendo con Snape y Sirius bajo el mismo techo, el estar entre ambos, Remus y los Weasly, había hecho de aquella una de las navidades más especiales de su vida.


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No fue sino hasta la víspera de Año Nuevo que Draco tuvo la oportunidad de investigar el hechizo que afectaba a Harry. Quería hacerlo antes, pero extrañamente la mansión no tuvo un momento de quietud. Sus padres pasaron con él más tiempo del habitual y los Zabini estuvieron visitandolos casi todos los días. Por lo menos, debido a eso, Blaise estuvo con él durante esos días. Ninguno de los dos tenía idea de lo que sucedía, pero eran suficientemente inteligentes para saber qué estaba pasando algo extraño. Blaise pasó con los Malfoy nochebuena y navidad en la mansión Malfoy, pues los Zabini necesitaban resolver un asunto importante. Draco recibió varios regalos que esperaba, incluso muchos otros que no quería, como una colección completa y renovada de libros de pociones avanzadas, pero el afán de su padre por que fuera el mejor en los estudios era indiscutible y él solo pudo asentir y decir que les sacaría provecho. Blaise también recibió los regalos que le dejaron sus padres, y no se fue de aquella mansión hasta que ellos lo fueron a buscar el 30 de diciembre, después de que hablaran con Lucius.


Al quedarse sin su amigo Draco sopesó acerca del comportamiento que habían tenido los adultos ese invierno. Desde que habían llegado a la mansión no pudo ignorar el hecho de que sus padres parecían estar guardando más secretos que de costumbre. Lucían preocupados y conversaban tan bajo como les fuera posible en su presencia, pero intentaban no llamar su atención; además de las constantes visitas de los Zabini, que parecían tener más intenciones que las que ellos les decían. Estaba más que seguro que el problema por el cual habían pasado gran parte de sus vacaciones en aquella villa había empeorado, pero ni su padre ni su madre estarían dispuestos a decirle nada, por lo que por el momento se preocupó en resolver aquello que sí sabía: el pedido de Harry.


Algo que tampoco pudo ignorar fue el hecho de que sus padres intentaron pasar gran parte de ese día con él en una especie de día "familiar''. No era tan raro por parte de Narcisa como de Lucius, quien parecía fuera de lugar intentando ser un padre modelo. Invariablemente de cuanto Lucius quisiera ser un padre comprensivo, el tema de su noviazgo con Pansy salió a relucir durante la comida, y el patriarca de la familia pareció complacido cuando su hijo le mintió diciéndole que todo iba conforme él quería. Por lo menos el resto de la conversación fluyó a tópicos menos desagradables que Parkinson.


Ya entrada la tarde, Lucius recibió una lechuza con una carta y, luego de darle una mirada de entendimiento a su esposa, salió alegando que tenía negocios importantes por hacer. Narcisa le dijo a Draco que se retiraría a sus aposentos pues necesitaba enviar unas cartas importantes, y Draco sabía que había llegado su oportunidad para buscar la información que necesitaba.


Malfoy Manor contaba con dos bibliotecas bastante imponentes. La primera era un amplio salón con estanterías en las paredes que iban desde el suelo hasta el techo, unos cómodos muebles de lectura y una acogedora chimenea. Era, en cierto sentido, la biblioteca de cara al público. Contenía una amplia gama de libros que iban desde la historia más antigua jamás escrita, hasta pociones, encantamientos de transformación y demás. Contaba con un par de tomos de magia oscura en una sección bloqueada por magia, pero Draco sabía que esa sección solo era una fachada para que nadie sospechara, pues sería muy dudoso que una familia tan antigua como los Malfoy no tuviese libros oscuros en su colección.


La verdadera colección de libros oscuros de los Malfoy estaba en la segunda biblioteca, una que era tan antigua como aquella casa, con libros prohibidos y tan peligrosos, que era un delito el que los ciudadanos los poseyeran. Era lógico pensar que si existía algún maleficio, estaría en uno de esos libros. Aunado a eso, muchos de los libros que ahí se encontraban solo tenían una o dos copias más, seguramente en la biblioteca de alguna familia sangre pura que fue heredada de generación en generación.


La puerta de la segunda biblioteca estaba junto a la primera, solo que oculta. Draco sabía cómo ingresar pues su padre le había enseñado, después de todo era parte de su legado. Se colocó donde sabía que estaría la puerta y colocó su varita en el punto justo antes de recitar el hechizo. Aquella entrada, que solo se abriría con la magia familiar, se comenzó a esbozar con líneas negras y trazos irregulares en la pared. Aquel rectángulo que se había marcado tomó rápidamente un tono oscuro y un aspecto rugoso, desmarcandose la puerta de forma completa.


Draco empujó la puerta e ingresó en el lugar, y esta se cerró tras él. Sabía que la entrada volvería a desaparecer hasta que él decidiera salir, por lo que no tendría riesgo de ser descubierto.


Aquella biblioteca era mucho menos acogedora que la otra, y Draco siempre tuvo el pensamiento de que el aire de aquel lugar era más lúgubre y pesado de la cuenta.


Como solo sabía el nombre de la maldición de Potter y eso no le ayudaba en nada, decidió no perder tiempo y comenzar su búsqueda de inmediato. Intentó reducir la búsqueda para ver si obtenía mejores resultados, de lo contrario podría quedarse encerrado todo lo que restaba del año escolar leyendo cada libro y no obtendrá ninguna información. Según lo poco que sabía se trataba de un maleficio, seguramente de gran antigüedad debido a la dificultad que había para contrarrestarlo, el cual probablemente llevara sangre —como la gran mayoría de esos encantamientos antiguos— y encantamientos que creaban una conexión. Seguía existiendo una amplia variedad de maldiciones que cumplieran con esos puntos, pero por lo menos era un avance.


Estaba seguro de que había entrado a aquella biblioteca cerca de las cuatro de la tarde, y seguramente ya pasaba de media noche cuando se frotó los ojos con un más que evidente cansancio. Por lo menos no tenía que preocuparse de que sus padres sintieran su ausencia, pues habían convivido demasiado durante la mañana y parte de la tarde, y seguramente pensarían que necesitaba su espacio.


Con gran cansancio volvió la vista al diagrama que tenía. Aparte de la lista que había realizado para disminuir su búsqueda, decidió que sólo buscaría en los libros más antiguos y/o prohibidos, aquellos que estaban bajo un conjuro para mantener cerrados y en su lugar, pues le serían de más ayuda.


Tomó el siguiente libro que leería después de realizar el conjuro pertinente. La portada, que rezaba el titulo El arte de la muerte, estaba hecha de cuero negro conservado perfectamente; pero el interior no estaba en iguales condiciones. Las paginas eran de un amarillo deslucido y se notaban muy fragiles al tacto. Había algunos trozos de las páginas rasgados, pero podía leerse casi todo el contenido. Era un libro de encantamientos de castigos muy antiguos y que, por lo visto en las primeras páginas, debían de ser considerados todos ilícitos.


Los hechizos del libro estaban en orden alfabético, por lo que se dirigió rápidamente hacia la C. Pasó por los encantamientos que no le interesaban casi de inmediato, y su corazón dio un vuelco cuando unas letras negras, que ocupaban casi un tercio de la página, llenaron sus ojos: Corpore Inclusus, era el hechizo del que Harry le había hablado. Había más de cinco páginas detalladas del encantamiento, explicando lo que era, su elaboración y efectos y, al final del libro, la forma de revertirlo.


Leyó cada línea del maleficio sin poder creer que Potter estaba sufriendo aquello, ni siquiera al momento de leer la parte de la reversión se sintió mejor, pues sabiendo que Voldemort le había maldito, aquella solución sería casi imposible.


—Potter va a morir...


No pudo evitar que aquel susurro se escapara de sus labios, y apretó los puños hasta el punto en que sus uñas le hicieron daño a sus palmas. Deseaba arrancar las hojas de aquel libro, pero sabía que Lucius se enteraría si algún libro resultaba dañado por el hechizo de protección que tenía puesto aquella habitación. No le quedó más opción que tomar la pluma y los pergaminos que había llevado previniendo necesitarlos y transcribió al pie de la letra las cinco páginas completas.


Se aseguró de dejar todo en orden cuando hubo terminado, y salió con los pergaminos ocultos entre sus ropas para dirigirse de inmediato a su habitación. Se sentó en la cama y los sacó para volverlos a leer, ahora con su apretada y cuidada letra. No había cenado y estaban cerca de ser las tres de la madrugada, pero no tenía nada de hambre en lo absoluto.


Ya era primero de enero, y en unas horas tendría que ponerse en camino para volver a Hogwarts. Tendría que hablar con él tan pronto tuviera la oportunidad.


 


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