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Senseless por OldBear

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Capítulo 23. Es uno u otro

El primero de enero llegó, y con él todos los estudiantes que regresaban a Hogwarts.

El viento frío golpeó su cara con fuerza cuando salió temprano aquella mañana siguiendo los pasos de Remus. Su padrino se había ido la noche anterior, alegando que Dumbledore le había encomendado algo importante. Lo que Harry no sabía era que aquello tan importante era la persona que hablaría con ellos acerca de la maldición, quien llegaba aquel día a Inglaterra.

Severus también había partido temprano, no sin antes darle un profundo beso antes de salir de la recamara, y Remus se quedó con él hasta que terminó de alistar su baúl para llevarlo al colegio.

El desayuno estaba esperándolo cuando bajó con sus pertenencias y, al momento de irse, vio que el licántropo sacaba el traslador-muñeca que los había llevado en un inicio. Harry ajustó su abrigo antes de salir al punto donde podrían usar el traslador, y mientras caminaban hundiendo los pies en la nieve, Remus carraspeó para llamar su atención antes de hablar.

—Entonces, las cosas con Snape van bien.

Harry se tensó al escuchar aquellas palabras, Remus lo miraba con una sonrisa sincera, casi divertida ante su expresión de desconcierto. ¿Cómo sabía aquello? Estaba seguro de haber sido bastante cuidadoso, ¿Lo sospechaba acaso Sirius?

»Instinto de lobo ¿recuerdas? —aclaró, viendo la duda en la cara de chico— te dije que puedo leer las fluctuaciones de tus emociones. Y si eres de mi familia, y conviertes a alguien en tu pareja, también lo sentiré.

¡¿Había convertido a Snape en su pareja?! Bueno, habían quedado en tener algo, de forma lenta, pero algo al fin y al cabo. Sintió sus mejillas teñirse de rosa al saberse descubierto.

—No le digas a Sirius—pidió Harry mordiendo su labio inferior—. No quiero imaginarme su reacción cuando se entere.

—Realmente no creo que esté listo para saber acerca de esto—corroboró, y tornó su expresión seria antes de volver a hablar —. ¿Eres feliz con... esto?

Harry asintió sin poder ocultar una enorme sonrisa. Remus suavizó su expresión diciendo que aquello era lo más importante, y que podría contar con su apoyo cuando inevitablemente Black se enterará.

Después de unos segundos pusieron su atención en el traslador y, cuando fue la hora exacta, Remus lo activó con un toque de su varita. Harry sintió la característica sensación y un segundo después sintió el suelo de la oficina de Albus bajo sus pies.

—Justo a tiempo —exclamó Albus tras su silla al verlos llegar.

Fawkes agitó las alas desde su posición, como si secundara las palabras del viejo mago. Dumbledore se levantó de su silla, acercándose a los recién llegados para preguntarle a Harry si le había gustado su regalo de navidad —un extraño reloj que Harry aun no sabía como funcionaba— y para ofrecerle un par de caramelos.

En un momento el director les dedicó una mirada que solo Lupin descifró, sabiendo que la persona que habían estado esperando había llegado. Harry fue a su habitación en la Torre después de un rato, queriendo estar solo un poco antes de que los demás alumnos arribaran al castillo en dos horas.

 

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Los pasos de ambos resonaban en el pasillo desierto. Remus siguió con rapidez al director tan pronto Harry se marchó a las habitaciones de Gryffindor, llegando a un salón que utilizaban casi siempre para las reuniones de la Orden cuando convocaban a tantos que no cabían en la dirección. Albus abrió la puerta y entró, dejándole pasar antes de cerrarla y los aseguró con un hechizo de privacidad.

El salón tenía una mesa alargada con sillas descuidadamente dispuestas, pero ninguna de las tres personas dentro estaba sentada, sino que se mantenían de pie y se giraron al sentirlos entrar.

Remus miró a Sirius y Severus, pero puso su atención rápidamente en el otro hombre, a quien no tardó en reconocer: Louis Dinnigan, el esposo de quien habían maldito con el Corpore Inclusus. Dinnigan tenía la misma edad que él, y a Remus se le había parecido un poco a Lucius Malfoy en aquellos tiempos, pero ahora el hombre se veía casi diez años más de los que era, y sus ojos habían perdido el brillo que una vez les conoció.

—Remus —saludó Dinnigan con un asentimiento—, tenía mucho sin verte.

Algo en Dinnigan le hizo entender a Remus que no obtendrían buenas noticias, y se lo confirmó por la sonrisa triste que les dedicó a todos. El hombre entendió que podía comenzar a hablar, pues parecía que todos los involucrados en el tema ya habían llegado. Suspiró antes de empezar, y su tono sonaba roto, notándose que revivía recuerdos dolorosos.

—Sé por qué me han estado buscando, Dumbledore me contó que maldijeron a alguien con el Corpore Inclusus, —hizo una pausa para deshacer el claro nudo que se formaba en su garganta al pronunciar la maldición—, pero Alan murió, así que no puedo darles muchas esperanzas.

Aquello cayó como un muro sobre los cuatro hombres que escucharon la noticia. Una maldición de la que se sabía poco, que había sido utilizada muy poco —por todo lo que requería y que ameritaba el beso del dementor a quien lo usara— y cuya única persona que conocían había atravesado por ella en los últimos, quizás 200 años, había muerto, y al parecer a causa de ella.

—Entonces no hay cura.

La voz de Severus rompió el silencio lúgubre que se había formado. Aquella frase no era una pregunta, pero había sido pronunciada con duda, con ganas de que fuera contradicha.

—Si, hay una forma. —Louis asintió mientras hablaba, pero cuando su mirada se clavó en el suelo no les permitió esperanzarse tanto como quisieron—. Usamos un hechizo desacelerador mientras buscábamos una solución, al final quien lo maldijo nos contó dónde había encontrado el hechizo un día antes de que lo besara el dementor, supongo que creyó que con eso sería suficiente para redimirse—, una sonrisa triste se asomó en su cara, denotando que pensaba en el amor que había perdido—. Solo hay una solución, tiene que traspasar esa maldición a alguien y luego esa persona debe morir, llevando consigo la maldición.

—¿Debe traspasarse?

Severus no supo si aquello lo había dicho Lupín o Black, pues apenas escuchaba bien después de entender lo que el hombre frente a él decía.

—La única forma de "curarse" para siempre es traspasando la maldición a alguien más a través de un rito que simula lanzar el Corpore Inclusus. Entonces esas dos personas compartirán la maldición e irán teniendo los efectos al mismo tiempo, por así decirlo. Quién muere primero, en esencia, debe llevarse la maldición.

>>Y digo en esencia por qué ni siquiera estoy totalmente seguro de que en verdad funcione. Al final podrían terminar las dos personas malditas y, aunque una muera, la otra seguirá cursando la maldición hasta... que deje de respirar. Y, si funciona, ni siquiera sabría decirles cuanto tardaría realmente en desaparecer los síntomas. En mi han tardado bastante.

Aquella última oración provocó nuevamente un silencio en el salón. Remus, quien era quien más conocía a Dinnigan, fue quien se atrevió a preguntar:

—¿Lo intentaron?

Dinnigan asintió y, con un movimiento rápido, se desabrochó los primeros botones de su camisa, mostrando en su pecho la misma marca que llevaba Harry, la marca del Corpore Inclusus.

—Lo convencí de que me la traspasara, de alguna forma lo engañé. Mi idea era pasar tiempo con él y morir primero para que él pudiese curarse. Él se dio cuenta de lo que había hecho y... decidió liberarme.

Se había quitado la vida para llevarse la maldición con él. Dinnigan no necesitaba decirlo para que ellos supieran que eso era exactamente lo que había sucedido.

>> Fue hace más de nueve años ya, y todavía me arrepiento de no haber tomado la decisión primero para que tuviese vida.

—¿Desaparecieron todos los síntomas?

Aquella pregunta la había hecho Dumbledore, pero la atención de Dinnigan fue por un momento hacia el maestro de pociones, a quien le habían presentado como Snape, pues veía en él las mismas expresiones que tuvo él. Luego miró al director y negó, mientras volvía a abrochar su camisa.

—Cómo estás "engañando" a la maldición realmente no hay forma de saber si el truco funciona o no, y si funciona, no puedes saber cuándo se revertirá. Tardé todo un año en recuperar la vista de mi ojo izquierdo, y aún a día de hoy apenas estoy recuperando el olfato.

¿Aún después ni siquiera podían estar seguros de que aquello funcionaria ?

Lupín se acercó hacia él, colocando una mano en su hombro. Dinnigan le sonrió, y a esa distancia Remus pudo ver los estragos que la partida de Alan había dejado en él.

—Lamento que estén pasando por lo mismo que yo tuve que pasar, se que no les he sido de mucha ayuda, pero lamentablemente no hay más que pueda decirle.

—Fuiste de ayuda, te lo aseguro.

Dinnigan asintió y, aunque tenía curiosidad acerca de quién portaba aquella terrible maldición, no quiso preguntarle nada a Remus al ver el rostro que había dejado en todos en aquella habitación.

Poco después el invitado mencionó que debía retirarse pues no le agradaba estar mucho tiempo fuera de su casa. Remus lo escoltó hasta las protecciones para que él pudiera aparecerse en la estación del tren, se había ofrecido a acompañarlo personalmente hasta Kings Cross, pero Louis le había asegurado que no hacía falta. Al llegar al punto de aparición el hombre miró al licántropo con seriedad y, debido a que estaban solos, se atrevió a poner en palabras su duda.

—¿La persona que está sufriendo la maldición es la pareja de Snape?

Aquella pregunta descolocó a Remus por un segundo antes de que pudiera hablar.

—¿Por qué preguntas eso?

—Él tiene la misma expresión que tuve yo cuando me enteré que había una forma de salvar a Alan, aunque fuera a costa de mi propia vida.

El licántropo no contestó, pensando en aquellas palabras. Aquel silencio le sirvió de respuesta a Dinnigan, quien entendió que sí era la pareja de Snape. El hombre se marchó en un parpadeó, y Lupin no perdió tiempo en regresar al salón donde los otros tres ya discutían.

 

 

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Minerva, en calidad de subdirectora, se encargó de estar atenta a los alumnos que volvían de las vacaciones de navidad junto a los demás profesores, sabiendo que Albus estaba hablando en ese momento con la persona que podría darles la pista acerca de la maldición que portaba Potter.

Vigilaba desde la entrada como los alumnos se bajaban de los carruajes saludándose unos con los otros, dispuestos a contar todo lo que había hecho y a descansar aquel día antes de que las clases iniciaran el día siguiente.

Normalmente en sus años en el colegio ella había visto que los alumnos subían a los carruajes con sus amigos, pero cuando vio detenerse al Thestral y descender del carruaje que traía a Draco Malfoy, Ronald Weasly y Hermione Granger —y ninguno discutía— pensó que la carga de la subdirección la había vuelto loca.

Los tres descendieron y atravesaron las puertas a gran velocidad, y parecía que iban en la misma dirección.

 

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Un par de horas antes en el tren...

Lo primero que hizo Hermione al subir al tren fue buscar a Draco Malfoy; no le fue difícil convencer a su novio para que la acompañara pues, aun con la adversidad que Ron le tenía al rubio, si en verdad había averiguado que le ocurría a su amigo él también quería saber.

Lo encontraron en un vagón junto a Blaise, el rubio tenía unas ojeras marcadas y el semblante contraído. Cuando los dos Gryffindors se detuvieron en la puerta del vagón Zabini se puso en guardia, creyendo que iban en busca de problemas, pero Draco entendió que ellos sabían de su correspondencia con Potter cuando la mirada de Hermione se posó en él buscando respuestas, y le dijo a su amigo que podía relajarse.

Sellaron la cabina donde estaban con un hechizo de privacidad y bajaron la cortina, no queriendo llamar tanto la atención si los alumnos los veían juntos. Blaise sabía todo lo que estaba sucediendo, pero ninguno de los Gryffindor dijo nada respecto a eso cuando vieron en los ojos de Draco la ausencia de la altanería característica, y en ellos solo se reflejaban malas noticias.

Malfoy les tendió las hojas que había transcrito, sin deseos de hablar ni explicar nada. Granger entendió rápidamente lo que significaban aquellas palabras, Ron tardó un poco más pero al llegar a su destino ambos estaban sin poder creer aquello.

De haber sido en alguna ocasión menos terrible, Draco le habría hecho algún comentario a Ron acerca de que era increíble que creyera en algo que él les contaba, pero supuso que ya ellos sospechaban que había algo que no cuadraba en la falta de cura para lo que tenía Potter, y que quizás por eso no dudó ni un minuto de la información que le había dado el Slytherin.

Cuando llegaron a los carruajes se subieron en el mismo sin pensarlo demasiado, pues ya se imaginaban que Harry estaría en el colegio mucho antes que ellos. Al llegar a la puerta se adentraron sin detenerse a pensar lo extraño que se veían estando juntos. Blaise se quedó rezagado frente a la entrada, viendo a Draco partir junto a los dos leones. A lo lejos había visto a Pansy acercándose y pensó que le serviría más a su amigo si se quedaba a distraer a Parkinson y evitaba que quisiera buscarlo; después de todo él quedaba algo fuera de lugar entre ellos.

 


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