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El corazón en la caja por Sunnydays

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Notas del fanfic:

Espero que lo disfruten

Notas del capitulo:

Aquí comienza esta aventura,ire subiendo capítulos de vezen cuando :D

En una ciudad llena de grandes edificios con ventanas relucientes, se encontraba cierto lugar al que las personas acudían en busca de alguna solución a sus problemas de salud. Era bastante famoso y conocido como la casa de curación mas solicitada en todo el país, se encontraba completamente construida con la madera más noble que se podía obtener. Incluso se dice que si tenías algo de suerte podrías ver acontecer un milagro del cual podías estar seguro de que era completamente obra de aquel joven que tenía fama de ser el sacerdote del dios de la curación, una especie de intermediario entre este y el mundo.

Esa mañana se encontraba allí un hombre y una mujer, ambos eran pareja pero a simple vista se podía notar que ella se veía débil como si le quedase poco tiempo de vida. Cada cierto tiempo tosía en su pañuelo dejando pequeñas manchas de sangre.

-Querida, ya hemos puesto nuestras oraciones a disposición de nuestro señor el dios de la curación. Él nos ha guiado aquí a través de aquel anuncio en el periódico, investigue un poco y tiene buenos comentarios, ha curado a numerosas personas, tantas que no es fácil contarlas.

Ella solamente asintió y con cariño tomo la mano de su prometido, lo miro con aquellos ojos que poco a poco habían perdido algo de ese brillo que los distinguían cuando gozaba de buena salud, antes de que la enfermedad tocará a su puerta.

Ambos se habían conocido cuando ambos eran unos niños y con el pasar de  los años formaron una relación en la que abundaba el amor y el apoyo en especial cuando decidieron abrir una librería juntos. Esta vez habían elegido sus mejores atuendos para hacer aquella visita y aunque no querían formarse grandes expectativas eso era prácticamente imposible pues ambos veían a este sanador como su última esperanza.

-¿Crees que realmente funcione?

-Solo puedo esperar que sí- dijo el hombre mientras afianzaba la unión entre sus manos

Tuvieron que esperar un poco ya que estaban atendiendo a otras personas que habían llegado antes que ellos. El sanador era bastante solicitado en aquella ciudad además de que venían personas de todo el mundo a buscar sus servicios. Se decía que era bastante joven, sin embargo dentro del recinto no se podían tomar fotografías ya que no estaba permitido así que no tenían idea de como lucía este exactamente. Pero también se decía que era bien parecido y que su mirada era algo que no se podía olvidar en absoluto, sin embargo las personas no podían decir con seguridad a que se debía esto.

Después de una hora en la que esperaron pacientemente, la persona que estaba en la entrada vestida con un uniforme distintivo de color verde con detalles en dorado les comunico que el Sanador ya estaba disponible para atenderlos.

La chica avanzo primero y miro gentilmente a su prometido y suavemente le dijo que no debían hacer esperar al sanador.

-Espero que funcione, la amo tanto que no soportaría perderla tan pronto- pensaba aquel hombre mientras con algo de vacilación seguía a su amada.

El lugar era bastante sencillo ya que al sanador no le gustaban las cosas ostentosas y prefería algo mucho mas modesto que los templos en los cuales residían en algunas ocasiones los dioses.

Cuando estuvieron cerca pudieron observar que ante ellos se encontraba un joven que estaba de rodillas sentado en un cojín y en frente de él se encontraban dos más, como si este hubiera sabido desde antes que ellos vendrían a buscar su ayuda. Su presencia era bastante fuerte como si se hiciera notar por todo el lugar. Lo cual era esperable ya que había recibido poder curativo de parte de un dios. Sus ojos azules cuando levanto la mirada, para saludarlos muy cortésmente ,se veían tan hermosos pero de algún modo fríos.  El hombre que había acudido junto a su pareja en busca de un milagro quedo profundamente impactado por estos, pero a la vez causaron fascinación en él aunque estos le produjeron una profunda molestia como si hubiera algo equivocado en estos, pero no supo distinguir la razón de esa percepción que le dio.  El traje de este era bastante simple pero a la vez bien cuidado con tonos verdes que contrataban a la perfección con sus cabellos negros.

-Mi nombre es Korame y soy el sacerdote de nuestro Dios de la curación, yo soy su intermediario y haré todo lo posible por cumplir su petición. Sin embargo todo tiene un precio y puedo notar que ella esta muy enferma y necesita un milagro de gran magnitud. ¿Estarán dispuestos a pagarlo?- De algún modo se sentía que esas palabras habían sido preparadas de antemano

-¡Haremos lo que sea!-dijeron ambos mientras colocaban sus cabezas en el suelo.

-Necesito sus nombres entonces.

-Yo soy Antonio Campos y ella es Lucía Alcázar quien tiene una grave enfermedad que los médicos no han podido reconocer, le rogamos que nos brinde su ayuda.

-Levanten sus cabezas, puedo concederles aquel milagro pero a cambio debo pedirle a usted que dé la mitad del tiempo de vida que le queda- mientras miraba fijamente y por primera vez a aquel hombre que era de estatura moderadamente alta, cabellos castaños y ojos de igual color que estaba vestido con su mejor traje.

-Estoy dispuesto a dar toda mi vida si es necesario para que ella sea curada.

-Querido no es necesario que hagas aquel sacrificio- mientras ella lo miraba con agradecimiento pero rechazando su ofrecimiento.

-Por ti haría lo que fuese. Señor Korame haga lo que tenga que hacer, le ofrezco la mitad de tiempo de vida que me queda si eso es lo que requiere para hacer el milagro, lo dejo todo en sus manos benditas.

-Entendido. Aunque debo advertirle que después de un tiempo ella ya no le responderá y no será capaz de amarlo como hace en este momento, ya que los poderes curativos que me fueron otorgados solo funcionan para mantener el cuerpo, todo lo que tenga que ver con el alma esta mas allá de mis capacidades, ¿Esta bien?

-Por supuesto.

-Entonces permítame- mientras extendía su mano hacía el pecho de aquel hombre y sacaba de este un pequeño reloj formado de energía cuyo color era verde que era distintivo del dios de la curación y por ende de Korame en su labor.

El sacerdote hizo un movimiento con las manos y aquel reloj se transformo en una esfera que él colocó en el pecho de la mujer donde esta se sumergió y después de unos minutos Lucía recobro el color que tenía antes de la enfermedad, se sintió mucho mejor que lo primero que hizo fue abrazar a su prometido con fuerza.

-Querido ya me siento mucho mejor, muchas gracias. Te amo tanto

-Y yo a ti.

-Ejem- carraspeo aquel sacerdote algo incomodo al ver tantas muestras de afecto, aunque quien podía culparlo ya que por su condición él no lograba entender el amor que muchas personas se profesaban entre sí.

Ambos se sintieron avergonzados y se incorporaron un poco incomodos. Sin embargo no demoraron en agradecer a Korame, quien solo dijo que era su deber como el sacerdote del gran dios de la curación. Cualquier alabanza que ellos pudiesen pronunciar él la derivaba a aquel que hizo posible que este milagro pudiera realizarse.

Cuando terminaron de agradecerle el simplemente se inclino un poco y se despidió de ellos ya que había muchas personas que estaban esperando por sanación.

Los vio alejarse por la puerta y en sintió cierta emoción que decidió llamar molestia pues realmente no sabía cómo nombrarla. El milagro solo mantendría en buenas condiciones su cuerpo pero ella ya no estaría realmente allí después de que su alma finalmente se haya ido.

-Bueno, no es mi problema- mientras atendía a otra persona.

Cuando hubo terminado la jornada finalmente pudo relajarse, entonces sintió que alguien masajeaba sus hombros, no tuvo necesidad de voltear ya que sabía exactamente quien era así que con dulzura pronunció unas palabras que hicieron que aquel ente hiciera un mohín.

-mi señor no debe tener muchas cosas que hacer en este momento como para honrarme con su presencia.

-Korame no seas malo, Llámame Artem- mientras se ponía frente a aquel sacerdote.

-Pero mi señor,  eso sería irrespetuoso- Después de todo le debía la vida al dios de la curación.

-Tú tienes un trato especial, ya que eres mi sacerdote favorito- mientras recostaba su cabeza en el regazo de Korame quien casi por inercia comenzó a acariciar los rubios cabellos de la forma humana del dios de la curación.

Korame solo podía saber exactamente que estaba sintiendo cuando estaba con Artem, tal vez esto sucedía por “aquella razón”. Pero al dios le gustaba creer que ambos tenían un lazo irrompible, lo cual era de algún modo cierto ya que lo había escogido a él y no a cualquier otro como su sacerdote, aquel que era el encargado de ayudarlo con la monumental tarea que conllevaba ser una divinidad.

Entonces pensó de nuevo en aquella molestia que le había provocado ver aquellos dos que al parecer se querían tanto pero algo le decía que aquello iba a terminar mal.

-¿Aquella mujer y ese hombre?- dijo Artem- bueno ellos disfrutaran un mes más juntos y después el alma de ella será llevada por nuestra señora diosa de la muerte.

Lo dijo con un tono superficial mientras disfrutaba sin culpa las caricias que le proporcionaba Korame.

-Comprendo-dijo este, en realidad no le importaba mucho lo que sucediera con ellos ya que había cumplido con su deseo y esa debía ser toda la interacción que debía tener.

Le gustaba estar con Artem ya que este le proporcionaba tranquilidad además de que le debía bastante y cualquier cosa que este le pidiese no dudaría mucho en dársela ya que después de todo este era su salvador.

Paso un mes desde que había ido aquella pareja a buscar aquel milagro que les fue otorgado por Korame. Entonces cuando el sacerdote estaba a punto de cerrar aquel recinto en que atendía, aquel hombre que respondía al nombre de Antonio se presento bastante angustiado con su novia en brazos, la piel de esta estaba en perfectas condiciones, pero sus ojos no poseían el brillo de la vida como si se tratara de una simple muñeca.

-Por favor,  ayúdeme- imploraba con los ojos llenos de lágrimas.

De nuevo esa molestia que solía tener pero no lograba identificar se hizo presente que le impedía negarse, pero aún así lo intentó ya que realmente no consideraba que era su problema.

-Te concedí tu milagro, no puedo hacer más por ti- aunque sabía que eso era una mentira, pero no quería encargarse de esto.

-Por favor, debe haber algo que se pueda hacer

Era tanta la suplica que había en los ojos del hombre pero la solución que se le ocurría y la única posible que se podía permitir con sus poderes era quizá la opción más cruel.

-Bueno, puedo ayudarla a ella a encontrar el descanso si eso es lo que quieres. Pero eso significaría que lo único que quedó de ella se vaya y nunca puedas volver a sostener su cuerpo.

-Por mi está bien, fui un egoísta y es momento de dejarla ir.

De nuevo aquella molestia que no sabía como nombrar, pero ver a aquel hombre que sufría al tener a su amada en aquel estado hizo que él se sintiera en la obligación de ayudarlo.

-Velo como tu labor como mi sacerdote- sintió que le susurraba Artem aunque este no se encontraba físicamente en ese lugar.

-Está bien, acuéstala en el suelo, pon su cabeza suavemente

-¿Así está bien?

-Perfecto, ahora procederé a remover el milagro del cuerpo que no tiene enfermedad.

El joven puso su mano en el corazón de la chica, recitó algunas palabras y una esfera de energía de color verde salió de aquel cuerpo, para después esfumarse dejando que este comenzara a desintegrarse por medio de cenizas significando que fue devuelto a la señora diosa de la muerte.

-El proceso ya esta completo puedes retirarte- era la primera vez que uno de sus milagros debía ser revocado así que se sentía muy agotado debido al esfuerzo que tuvo que hacer.

-Siento tanto sueño- mientras sentía sus ojos cerrarse y habría caído al suelo de no ser por la rápida acción de Antonio quien de tuvo su caída rápidamente.

-¿Señor Korame, está bien?- le preguntó él preocupado mientras lo sujetaba firmemente pero con delicadeza, ambos quedaron muy cerca lo que hizo que el sacerdote de nuevo sintiera una molestia como denominaba a todas las sensaciones que no sabía cómo nombrar. Esta le hizo alejarse rápidamente.

-Sí estoy bien, te pido que te retires- con aquellos ojos fríos como el hielo.

Entonces inesperadamente Antonio se paró y se inclinó para solicitarle algo al sacerdote Korame.

-¿Podría dejarme ayudarlo con sus labores?- dijo el hombre muy seriamente a lo cual le costó responder a Korame.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que lehaya gustado


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