Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Audaz vs El Monstruo por aisaka-san

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +



Dentro de su enorme habitación que representaba una minúscula parte de lo que abarcaba la mansión familiar se hallaba Wakiya Murasaki, revisando por milésima vez cierta anormalidad sobre su rostro.

 

Rara vez una imperfección como esa aparecía en su delicado rostro, normalmente solían ser diminutas, casi invisibles y eventualmente se desvanecían.

 

“Delicado y fino como una muñeca”, pensaba a menudo, recordando la manera en la que los niños de las escuela lo habían atormentado por años. 

 

Cuando lo miraban de lejos solían pensar que era una niña por sus rasgos andróginos y su rubio y brillante cabello, pero apenas se enteraban que se trataba de un chico las burlas y agresiones no tardaban en llegar.

 

Con el tiempo aprendió a alejarse de ese tipo de personas, su padre le había enseñado que debía escoger lo mejor para sí mismo y eso incluía a las personas; con el tiempo, por suerte o tal vez por obra del destino mismo, conoció a muy buenos amigos.

 

Entre ellos se encontraba ese “sujeto” en especial, lo sacaba de quicio en tantas formas diferentes que en algún momento no pudo ver cómo sería su vida sin él.

 

—No puedo ir a la escuela así, va a reírse de mí —dijo a la nada, preocupadamente molesto apenas y volvió a tocar ese grano—, incluso puedo ver que tiene algo blanco adentro.

 

Sacó su lengua ligeramente asqueado, escuchó un toque en la puerta de su alcoba.

 

—Joven Murasaki, se le hace tarde para la escuela —pronunció una delicada voz del otro lado, Wakiya respondió con rapidez.

 

—En un momento voy, solo tengo que reventar esta cosa.

 

Con ambas uñas rodeando esa protuberancia asquerosa sobre su frente hizo presión, dolió un poco pero no quería detenerse, sin embargo se vio interrumpido con un manotazo.

 

—¡No haga eso! —miró a su atacante que no era nadie más ni nadie menos que una de las mucamas, la misma que lo alertó hace poco sobre la escuela.

 

—¿Por qué? —preguntó más que confundido.

 

—Reventarse los granos es malo para la piel y más para una tan delicada como la suya —explicó ella, Wakiya alzo la ceja todavía extrañado.

 

—Bueno eso la verdad no me importa mucho —susurró a lo bajo, ella solo se alarmó más.

 

—¡Si importa! —replicó exaltada—, venga conmigo.

 

Contra su voluntad el rubio fue arrastrado hasta los aposentos de su mucama, ella le indico que se sentara en una silla cercana mientras buscaba algo en un cajón.

 

Cuando pareció encontrarlo se irguió, dio la media vuelta y guardó el objeto en sus espaldas mientras le dirigía a Wakiya una mirada malévola, el rubio tuvo un mal presentimiento.

 

—Uuh… ¿que estas haciendo? —preguntó temeroso pero ella no contestó, en cambio se acercó con lentitud a la vez que reveló dos objetos tras sus espaldas, Wakiya sintió como se le helo la sangre en un segundo—. No… espera ahí. ¡Nooo!

 

En otro lugar un chico con paleta en la boca miraba angustiado la hora en su teléfono constantemente, luego examinó las calles que cada vez eran menos transitadas.

 

—Ese tonto de Ricitos va a llegar tarde —mencionó algo intranquilo.

 

—¿Preocupado?

 

Se sobresaltó al escuchar a alguien respondiendo, incluso soltó un agudo grito de niña. Miró detrás suyo encontrándose con ese chico gótico de siempre.

 

—Daigo —pronunció el nombre del chico aliviado, rápidamente cambio su tono a uno más agresivo—. ¡No te aparezcas así detrás de la gente!

 

—Llevo aquí como cinco minutos —respondió el chico indiferente, Rantaro estuvo a poco de protestar pero nuevamente habló—. Veo que Wakiya todavía no llega.

 

Rantaro bajo la mirada de nuevo a su teléfono mientras negaba.

 

—Ya es algo tarde, hoy le toca batallar contigo ¿no es así? —preguntó el azabache.

 

—Si, he estado entrenando por días para enfrentarlo, ¡no puede dejarme plantado!

 

Cuando reparó en lo que dijo miró a Daigo, este le lanzó una mirada pícara mientras sonreía.

 

—Oh… ya veo, así que se trata de eso.

 

Un sonrojo poco pronunciado no tardó en aparecer en el rostro de Rantaro quien negó vehemente.

 

—E-Estas equivocado, solo no quiero que falte y… y… —tartamudeó incesante, su mirada se alzó a la calle encontrando su salvación—. ¡Ah mira! Es Valt.

 

Daigo dirigió su atención a donde el rubio señaló y en efecto, esa mancha azul se acercaba corriendo com si se hallara en medio de un maraton.

 

—¡Y el chico maravilla lo hace de nuevo! —gritó el de cabello azul cuando dió un último salto antes de pasara por la entrada. Orgulloso por su hazaña posó con los brazos extendidos hacia el frente.

 

—¡Valt otra vez tarde!

 

El mencionado se sobresaltó por el grito, miró a Daigo avergonzandose un poco al instante.

 

—Ay perdón, me quede dormido.

 

—Siempre te quedas dormido, Rantaro dile.

 

Pero cuando ambos voltearon hacia el rubio se dieron cuenta que ahí solo había una ardilla limpiándose la cara con sus patas.

 

—¡Wooh! Audaz se convirtió en castor.

 

Valt recibió un golpe en la cabeza por su comentario.

 

Mientras tanto, el rubio de paleta en la boca corría por las calles en dirección a la casa de cierto chico adinerado y un tanto egoísta. Sabía que su residencia estaba algo lejos pero no iba a detenerse, en cambio aceleró el paso.

 

—¡Tú, el idiota de la capa!

 

Se detuvo abruptamente, reconoció rápidamente esa voz y volteó encontrándose con ese tonto rubio que le sonreía socarrón desde el cómodo asiento de su limusina.

 

—¿Te perdiste acaso? La escuela queda por allá —señaló Murasaki en dirección contraria, Rantaro frunció el entrecejo.

 

—¡Ya lo sé, ya lo sé! Solo tome un atajo, eso es todo —respondió fingiendo un tono agresivo y desvió la mirada al suelo.

 

Wakiya notó lo avergonzado que estaba, soltó un largo suspiro un tanto dramático.

 

—Vamos, sube. No llegarás a la escuela a pie ¿sabes?

 

Rantaro escuchó su propuesta, sintió un tic naciente en la ceja derecha pero no quiso replicar nada pues sabía que tenía razón. Sin más se acercó al lujoso vehículo y abrió la puerta adentrándose al instante.

 

Al poco tiempo el chofer echó a andar la limusina, Wakiya fue el primero en hablar.

 

—Tonto, ¿se te pegaron las sábanas o que?

 

—¡Idiota, eso debería preguntarlo yo! —dijo Audaz sin pensarlo mucho, Wakiya se sonrojo recordando su contratiempo.

 

—Y-Yo llego tarde porque así quise hacerlo —El orgullo fingido en su voz era más que notorio, sin embargo Audaz parecía aún molesto por lo que no se dio cuenta en absoluto.

 

—Si claro —rodó los ojos rechistando—, y pensar que vine hasta acá tan preocupado buscandote.

 

Soltó las palabras sin siquiera considerarlas, miró a Wakiya cuya expresión era de sorpresa pura.

 

—¿Tú… viniste a buscarme?

 

La pregunta estaba cargada de incredulidad, sorpresa y una esperanza latente, Rantaro se sonrojo y desvió la mirada; Wakiya no necesito una confirmación más sólida.

 

—Hoy es nuestro combate, ¿recuerdas?.

 

El rubio adinerado sintió también el calor subirle lentamente al rostro y al igual que el rubio más alto, volteo al lado contrario.

 

—Idiota, como si fuera a perderme algo así. Además no tenías que ir a buscarme, no me extravíe ni nada de eso.

 

La mano de Murasaki que poco a poco se había desplazado sobre el suave asiento se topó con algo, ambos rubios voltearon al sentir el contacto y se sonrojaron pronunciadamente; a pesar de ello no retrocedieron ni un solo milímetro.

 

—Pues que voy a saber yo —exclamó Rantaro—, tú casa es un laberinto sin fin, tal vez te perdiste entre tú habitación y el baño.

 

—¡Mi casa no es tan grande! —replicó Wakiya escandaloso—. Es más que normal, muy normal.

 

—Y también el almacén, el jardín delantero, el trasero…

 

—¡¿Cómo que el…?! ¡Tú pervertido! —Wakiya apartó su mano del otro completamente avergonzado pero casi al instante fue retenido por la mano del contrario.

 

Miró a Rantaro con esa sonrisa que bien conocía, simple a todas luces. Pero era esa simpleza del chico lo que le hacía sentir un revoltijo en el interior.

 

—Tienes razón, tú casa es normal, tú limusina es normal, tú jet privado es normal —dió un ligero toque sobre el puente de la nariz del otro—, tú eres normal, pero no para mi. Eres el extravagante chico rico que me saca de quicio todos los días, incluso hoy me preocupe tanto porque no llegabas a la escuela.

 

Murasaki no sabia que decir, se limitó a bajar la mirada pero ese movimiento expuso cierta área que Rantaro no había notado antes. Apartó un poco el flequillo del menor con curiosidad, luego soltó una ligera risa.

 

—Vaya, veo que no todo fue normal para ti hoy ¿verdad?

 

Wakiya primero lo miró confundido pero después recordó ese indecoroso grano en su frente, apartó al otro con toda su fuerza y luego cubrió el área con ambas manos. Rantaro lo miraba divertido.

 

—¿Quién iba a pensar que el grandioso Ricitos usa maquillaje?

 

—¡Agh, cállate, cállate! Es solo por el grano, ¡solo por el estúpido grano!

 

El rojo ya le había llegado hasta las orejas al menor.

 

—En ese caso —Se acercó al de ojos azules y retiró sus manos de la zona con algo de esfuerzo, en un solo movimiento reventó ese monstruo de pus—. ¡Listop, ya quedó!

 

Rantaro notó como Wakiya había empezado a temblar en su lugar, curioso lo miro en silencio.

 

Unas cuantas horas más tarde todo el club de beyblade estaba reunido donde siempre, calentando un poco antes de empezar el entrenamiento diario.

 

A Ken se le había hecho un poco tarde por lo que al llegar no pudo evitar notar un curita en la frente de Wakiya y una venda que rodeaba la cabeza de Rantaro, ninguno de los dos se dirigía la palabra. Sorpresivamente todos los demás parecían demasiado familiarizados con la situación.

 

El azabache se dirigió lentamente a Shu quien estiraba despreocupado.

 

—Oye —El albino dejó de lado sus acciones centrando su atención en su amigo, este señaló hacia el par de rubios—. ¿Se pelearon o algo así?

 

El de ojos rojos se alzó de hombros.

 

—Ya sabes como son, los mismos Wakiya y Audaz de todos los días.

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).