-Prometiste dar tu mejor esfuerzo, así que compórtate, cariño- decía Milo sonriéndole al peliazul mientras llegaban al hogar del terapeuta. El menor tocó la puerta de esa casa tan conocida.
-¿Milo Scorpio?- preguntó Camus con un par de anteojos sobre su nariz y vestido formalmente, casi como un profesional. Milo lo miró sorprendido para después esbozar una imperceptible sonrisa.
-Sí, soy yo.
-Por favor, adelante, tú debes ser Kanon Dragonsea ¿Cierto?- preguntó mientras el peliazul asentía siguiendo a su novio.
Entraron a la casa de Camus, la cual seguía como siempre, pero un poco más limpia, velas por doquier, incieso y los sofás estaban de forma que quedaran uno frente a otro.
-Bien, antes de comenzar, ¿Cómo planean pagar la sesión?
-¿Cariño?- preguntó Milo tomando la mano de Kanon, quien alzó los hombros.
-¿Cuánto es?
-300 dólares- respondió el francés con la seriedad mientras Milo le guiñaba un ojo.
-¡¿Qué?! ¿300?- exclamó Kanon mirando al terapeuta, quien asintió.
-Sí, así es.
-Bien, bien- aceptó sacando si billetera colocando los billetes sobre la mesa, ese hombre debía de hacer milagros. Camus sonrió para comenzar la sesión.
-Y díganme, ¿Cuánto tiempo tienen saliendo?
-Siete días- sonrió Milo.
-¿Siete? Interesante.
-¿Es muy pronto para ver a un terapeuta?- preguntó Kanon esperando que le respondieran que sí aunque quien respondió fue Milo.
-Kanon, siete días no son una eternidad ni nada, somos…
-Es una semana- le interrumpió diciendo lo obvio y claro, encendiendo una bomba. Milo frunció los labios para después mirar a Camus.
-¿Escuchó ese tono? Cómo no tener un abismo entre nosotros con un tono como ese- musitó fingiendo contener el llanto mientras el mayor rodaba los ojos.
-Amm… y ¿Cómo se acoplan en lo sexual?- realmente Camus tenía algo de morbo por esa parte, Milo le había dicho que no habían tenido sexo, pero pudiese ser mentira.
-No hemos tenido sexo- respondió Kanon para la mala suerte del francés, pero el menor comenzó a reírse con un tono de burla.
-Sí, es que Kanon tiene un pequeño problema- decía refiriéndose claramente a su miembro.
-No tengo ningún problema- rezongó Kanon mirándolo ofendido.
-Sí, sí lo tienes, amor.
-No, no lo tengo- dijo con seguridad mirando a Camus -Y la única noche en la que si quiera pensamos en estar cerca de tener sexo, de pronto él decide que va a nombrar a mi pene “Princesa Anastasia”, me dio en toda la moral y el orgullo.
Se quejó a punto de gritar mientras Camus estaba haciendo hasta lo imposible por no reírse, ya había escuchado esa historia, pero de la boca de ese hombre y tan molesto, era una joya.
-Creí que era un lindo nombre- se defendió Milo mientras Kanon lo miraba molesto.
-Ya veo, Kanon ¿Acaso finges ser gay para atraer mujeres?- continuó Camus atacando al mayor claramente.
-¿Qué?
-Eso es serio- susurró Milo colocándose una mano bajo la barbilla, pensando y esperando la respuesta del pelilargo.
-Escuchen, yo no haría tal cosa, me gustan los hombres, y mucho- se defendió mirando a ambos hombres.
-Mi creer que tú protestar mucho- decía Milo sonriendo y hablando como si le hablase a un bebé.
-Basta- le dijo cerrando los ojos para después dirigirse a Camus -¿Lo ve? Me refiero a estas idioteces- dijo ya algo cabreado por esa actitud infantil de Milo mientras este se reía negando.
-Estoy escuchando mucha furia latente, Kanon- decía el francés con un tono tranquilo y calmado siguiendo de lado de su amigo.
-Sí, es iracundo, ya lo había notado- secundó Milo asintiendo mientras Kanon comenzaba a creer que todo eso era una broma y claro que lo era.
-No soy iracundo.
-Respira profundo, Kanon- el mayoe respiró soltando lentamente el aire mientras Camus sonreía.
-Me siento mejor.
-Bien, ven acá- dijo acercándose hasta tomar las manos del pelilargo -He visto esto antes y lo he visto muchas veces.
-Vaya, ¿Quieren que los deje solos?- soltó Milo con sarcasmo y con una sonrisa que rayaba en la locura haciendo que el francés retirara sus manos casi con miedo.
-Lo siento, yo…
-¡¿Estás coqueteando con nuestro loquero?!- gritó cerca del oído de Kanon, quien arrugó el gesto para después tomarlo de los brazos.
-No, no es cierto- decía con la voz calmada para no alterar más al menor.
-Sí es cierto, eres un enfermo y coqueto.
-¡Cielos! Hace cinco segundos me gustaban las mujeres- Milo sorbió por la nariz y lo miró con un puchero -No necesito coquetear con nadie más porque tienes suficientes personalidades para tenerme completamente ocupado.
-Eso me dolió- susurró mirándolo ofendido, aunque por dentro sonreía, eso significaba que estaba haciendo bien su trabajo.
-Dime, Kanon ¿Milo te avergüenza?- interrumpió Camus tratando de calmar la situación.
-No, claro que no.
-¡Sí! Claro que lo haces.
-No, no me avergüenzas- el tono de voz del peilargo era cansado mientras Milo comenzaba a llorar, aunque de manera exagerada.
-Es como.. cuando hablé con su madre ¡Se puso como un ogro!
-Hiciste eso sin avisarme.
-¡Sólo quería saludarla!- gimoteaba mientras Kanon resoplaba.
-Milo, ¿Quieres hablar con mi madre? Habla con ella, ¿Quieres hablar con toda la familia? Hazlo, es más, podemos ir a Patras para estar con ellos.
El mayor decía todo aquello para tranquilizar a Milo, que ya tenía un par de pañuelos dentro de la nariz que Camus le había obsequiado mientras Kanon hablaba.
-Esa es una buena idea, Kanon, ¿Qué dices, Milo? ¿Quieres ir a Patras?- preguntó Camus teniendo esa idea que seguro haría que su amigo lo matara, lo cual supuso por la mirada que le dedicaba.
-Yo…
-Decidido, ese viaje les abrirá sus mentes y así decidirán si quieren estar el uno con el otro, así conoces a su familia, Milo.
Finalizaba Camus con una enorme sonrisa mientras a Milo poco a poco se le oscurecía el rostro y Kanon no sabía realmente qué hacer con todo lo que había dicho, ahora debía llevar a ese chico loco a su casa… con su familia.