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Cómo perder a un hombre en diez días por Aranel Poli

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Milo salió de la casa para buscar a Kanon, quien efectivamente, jugaba basquétbol afuera con unos chicos.

-Hola- saludó recibiendo una cálida sonrisa del mayor, quien fue hasta él.

-Estoy seguro que hablaste con mi madre y te pagaron para hacer esto, traidor- dijo Kanon burlándose mientras el menor negaba rodando los ojos.

-Son increíbles, háblame de ellos- dijo sentándose en las escaleras de la puerta mientras el pelilargo torcía el gesto pensando qué podía decir de su familia.

-Bien, mi padre fue un increíble soldado, trabajó en la marina hasta que se lesionó una pierna, nada grave, pero fue suspendido. Mi madre es chef y conoció a mi padre durante una fiesta en el hotel donde trabajaba. Dicen que fue amor a primera vista, así que se casaron y dos años después nació Saori, un año después nació ésta bella persona.

Reía Kanon señalándose mientras Milo lo miraba con una sonrisa, sus brazos sobre sus rodillas y su rostro en sus manos, igual que un pequeño escuchando un cuento.

-Mi hermana estudió enfermería y yo publicidad, conoció a Seiya en el hospital donde trabajaba, seis meses después estaban casándose, pero mi sobrino llegó hace apenas 8 meses, es mi adoración.

Milo podía ver la alegría y el orgullo en su rostro, escucharla en su voz, una devoción con la que hablaba de ellos que era tangible.

-Suena increíble.

-¿Y tú?

-¿Yo? Nada importante- dijo alzándose de hombros -Mi madre murió durante el parto y mi padre volvió a casarse cuando yo tenía seis. El único que veía por mí era mi abuelo, quien murió cuando tenía quince. Hace tiempo que no veo a mi padre ni a su esposa, me envía textos, dinero y me llama algunas veces, pero nada más, aunque no es como que me afecte ¿Sabes?- dijo sonriéndole -Cuando creces sin ello no lo extrañas, las únicas personas importantes son mis amigos, nadie más.

-¿Nadie más?- preguntó Kanon tomando su mano y sonriéndole haciendo que Milo se sonrojara y lo golpeara con su hombro.

-Y tú, claro, héroe de Patrañas.

-¿Quieres hacer algo?

-¿Cómo qué?

-Ven- dijo tendiéndole la mano, Milo la tomó sin pensarlo y lo siguió rodeando la casa hasta la cochera en donde había un gran bulto cubierto por una tela negra. En cuanto Kanon la destapó sus ojos brillaron.

-Fue mi primera motocicleta, mis padres no lo aprobaban, pero Saori me la obsequió cuando cumplí dieciséis.

-Es… linda- dijo sin saber qué decir de una motocicleta. Kanon subió y la encendió probando si estaba en buen estado y si tenía gasolina.

-¿Te subes o no?- preguntó con una sonrisa, Milo frunció los labios, pero sonrió asintiendo, tomó uno de los cascos que estaba por ahí dándoselo al pelilargo-Úsalo tú.

-Tengo la cabeza bastante dura, cielo- sonrió Milo aún tendiéndole el casco, Kanon lo tomó pero para colocárselo a él.

-Sube.

Salieron de la cochera para conocer un poco de la ciudad, lo cierto era que Milo no conocía aquel hermoso y viejo paisaje. Iba aferrado a la cintura del mayor y por primera vez, disfrutando del aroma que este despedía, sabía que debía dejar de pensar en todo ello, pero ¿Qué más daba? Quizá podía dejar de comportarse como un demente, explicarle lo que había sucedido y esperar que lo entendiera, sólo así, comenzar de nuevo. Kanon era una buena persona y un excelente hombre.

Pararon frente a una panadería, el estómago de Milo hizo un extraño ruido cuando olió el delicioso aroma que despedía el lugar.

-El pan es delicioso- dijo Kanon apagando el motor, Milo bajó quitándose el casco pero cargándolo bajo el brazo. Cruzaron la calle para comprar un poco de pan.

Milo se deleitó con todo lo que ahí había, podría comer todo lo que había, además de que sentía cálido el lugar comparado con el aire helado que lo había golpeado en el viaje.

Estaba mirando la variedad de pan, cuando de pronto Kanon se colocó a su lado con un pan cubierto de azúcar glas encima y sopló dejando todo el glaseado sobre su rostro.

-¡Oye!- rió Milo cerrando los ojos y estornudando un poco, los abrió para limpiarse el rostro con una sonrisa mientras el mayor reía dándole un mordisco al pan.

-No sé si haya un pan vegano, preguntaré.

-No te preocupes, soy lactovegano, así que…- dijo Milo alzándose de hombros tratando de salir del embrollo en el que él mismo se había metido.

-Bien, compremos algo para la familia- dijo Kanon haciendo que al menor se le hiciese un nudo en la garganta al integrarlo de esa manera.

Salieron de ahí para regresar a casa, estaban sonriendo y cada uno llevaba una bolsa con bocadillos para los Dragonsea, cruzaron la calle de nuevo y estaban por subirse a la motocicleta cuando Kanon pensó en algo.

-¿Quieres manejarla?

-Preferiría no hacerlo, en mi adolescencia lo hice una vez y me rompí el dedo pequeño del pie, quiero llegar con vida a tu casa.

Kanon sonrió negando, estaba dispuesto a enseñarle cuando regresaran a Athenas, porque si Milo seguía con esa actitud podía estar con él por más de diez días.

-Hay cosas excelentes con las motocicletas, usan menos gasolina, menos tránsito, las estacionas donde quieras.

Hablaba Kanon mientras Milo torcía el gesto no muy convencido haciendo reír al pelilargo, y estaba por ponerse el casco cuando un enorme camión pasó a su lado sobre un charco lanzándoles toda el agua encima.

-¡Imbécil!

-¡Puto!- gritó Milo haciendo que Kanon lo mirara extrañado y después lanzara una carcajada.

-Bien aprendido.

-Esta es una linda cita, a tus chicos debe fascinarles- se burló Milo riendo y mirándose con la ropa empapada y sucia.

-Lo aman- secundó Kanon subiéndose a la motocicleta para ir a su casa y darse un baño.

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Entraron para dejarle el pan a Sasha, lo cual les agradeció con un beso en la mejilla y subieron a darse un baño en la habitación del mayor. No era nada parecida a su elegante departamento en Athenas, era más bien la habitación de un niño, eso lo enterneció.

-El agua aquí es variable, no puedes girar mucho la manija o se enfriará y al revés. Si alguien tira del retrete quedarás hervido, cielo.

Explicó Kanon a punto de entrar al baño, pero Milo se había sobre la cama mirando todo aquello con un deje de tristeza.

-Gracias.

-¿Está todo bien?

-Todo es perfecto, me encanta- susurró con una sonrisa, pero en su rostro había nostalgia. Kanon lo miró mordiéndose el labio para después acercarse a él.

-¿Sucede algo?

-Me encanta todo en esta casa, el ruido, los olores.

-Sí, bueno, los olores son por Tenma- decía Kanon haciéndolo reír, el menor agachó la mirada mirándose las manos, el mayor se agachó colocándose frente a él con las manos en sus rodillas -¿Qué pasa?

-Es que… cuando tu mamá me abrazó fue tan sincera, por ganar un juego de patrañas- susurró Milo soltando un par de lágrimas enterneciendo al kazajo.

-Sonríe, cariño, todo está bien, regálame una sonrisa- dijo mirándolo con una sonrisa, Milo lo miró abriendo la boca mostrándole los dientes sin ser en verdad una sonrisa –Muy bien ya basta, no más, está asustándome.

Ambos se rieron mirándose por unos segundos para después unir sus labios, ese era quizá el beso más sincero que ambos habían compartido esos días y querían continuar.


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