-No es algo que me enorgullezca pero si pudiera hacerlo otra vez, lo haría, pero ésta vez diferente. Es bueno hablar contigo- decía Kanon hablándole a su pequeña gata que al parecer era suya ahora en postguerra.
Tenía el contrato que quería, pero ¿A qué precio? En verdad extrañaba a Milo, incluso sus locuras y que ahora que sabía la verdad le parecían graciosas e ingeniosas.
-Tú eres la única que nos conocía a los dos- le decía teniéndola en su regazo en su ahora nueva oficina, acariciando su suave pelaje mientras en una mano tenía los boletos para el juego.
Mientras, Milo estaba junto a Mu y Camus, quienes ya sabían todo lo que había ocurrido con Kanon y entendían a su amigo, deseando haberle ayudado a no perderlo si tan sólo les hubiese dicho lo que sentía. Ahora mismo bebían cerveza y miraban el juego de hockey en la televisión en la casa de Mu.
-Amigo, yo tampoco hubiese ido, me gustaría haber ido, pero probablemente no me dejarías- le decía el pelilila sentado a su lado mientras el peliazul estaba cubierto con una cobija y le sonreía con pesar.
-Milo, cariño, hiciste lo correcto- le dijo Camus acariciando su mejilla mientras el peliazul miraba sus manos sin decir ni una palabra, no había más que decir. En ese momento la puerta se escuchó.
-Llegó la pizza- sonrió Mu levantándose de su lugar y tomando su cartera. Camus y Milo esperaban hambrientos, aunque no esperaban que lo que estaba afuera de la casa no era la pizza.
-Mu- se escuchó una grave voz y vieron como el pelilila cerraba la puerta inmediatamente con el asombro en su rostro y algo de terror.
-¿Mu? ¿Qué sucede?- preguntó Camus viendo como su amigo palidecía.
-No es la pizza, es Shura- susurró pegando su espalda contra la puerta.
-¿Shura?- preguntó Milo en verdad sorprendido.
-Sí, ¿Qué hago?- preguntó bastante nervioso secando el sudor de sus manos en sus pantalones.
-Habla con él- sugirió el peliazul con una sonrisa.
-No lo asustes- sonreía Camus recibiendo un codazo de Milo. Mu asintió peinándose el cabello dispuesto a abrir la puerta de nuevo.
-Hola- saludó con una sonrisa mirando a Shura, el hombre que lo había votado hacía unos días, ahora se presentaba con un enorme ramo de rosas.
-Hola.
-¿Qué haces aquí?
-No lo sé exactamente, anoche estaba en mi cama intentando dormir y ¿Recuerdas ese perfume que rociaste en mi almohada?
-Sí- aceptó Mu avergonzado.
-El aroma se desvaneció y… lo quiero de nuevo, Mu- el pelilila torció el gesto al ver la sinceridad del español, pero quería hacerse el difícil.
-Yo… no sé si pueda rociar más, Shura- dijo orgulloso alzando el mentón.
-Entiendo, de acuerdo- sonrió el azabache con extrema tristeza alejándose un poco, y sólo eso necesitó el pelilila para apresurarse a hablar.
-Pero… lo consideraré- el azabache sonrió sacando el aire que retenía acercándose al pelilila.
-Genial- dijo con una enorme sonrisa -Son para ti- musitó entregándole el ramo de rosas haciendo sonreír a Mu, quien enseguida se lanzó a besarlo con pasión.
-Podríamos…
-Sí, ya sé dónde vives- dijo Mu saliendo de su casa cerrando la puerta yéndose con Shura, dejando a Camus con una enorme sonrisa mientras Milo sonreía de lado limpiándose una traicionera lágrima que rodaba por su mejilla.
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Kanon estaba en la grabación del comercial con la señora Pandora Kido, en donde se decía su ya famosa frase “Glasea tu belleza”. Estaba tan concentrado en ello que no se dio cuenta cuando Eo colocó la revista Trap frente a él.
-Hojéame, Kanon, sé que quieres leerme- decía su amigo instándole a leer lo que Milo había publicado.
-Aleja eso de mí- se quejó el peliazul colocando una cara de pocos amigos sin mirar a su amigo y quitando la revista de su vista.
-Debes leerla.
-No, gracias.
-Bien, lo leeré por ti- dijo Eo buscando el artículo de Milo -“Perdí a un hombre y no sé por qué ¿Qué salió mal? Cuando comencé a escribir el artículo de este mes pensaba en cometer todas esas típicas tonterías y errores al tener citas. Lo que no me di cuenta es que cometí el mayor error de todos…”- finalizó mirando a su amigo tratando de convencerlo -Léela Kanon- dijo dándole la revista, el peliazul había escuchado con atención pensando en ello, ¿De verdad Milo se arrepentía de todo? Tomó la revista para salir de dudas.
“Cómo perder a un hombre en 10 días” por Milo Scorpio, se leía en la página con una pequeña foto del rubio.
“Conocí al mejor hombre de mi vida”
“Los mejores días los pasé junto a él y su familia”
“Fui demasiado cruel y exageré en algunos puntos” se leía por todo el artículo, pero lo que captó su atención fue en los últimos párrafos.
“Ésta es mi última columna para Trap”.
Y entonces ya no dudó, alzó la mirada soltando la revista con una sola idea, no perder a Milo Scorpio.