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Cómo perder a un hombre en diez días por Aranel Poli

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-Es hermoso… tú eres hermoso, todo esto lo es… pero, sin tan sólo si comiera carne- gimoteó Milo mirando ese delicioso platillo luchando con no comérselo.

-¿Qué?

-Llévatelo antes de que vomite- llevó su mano a su boca fingiendo arcadas, Kanon retiró el plato con el rostro fijo, sin expresión alguna.

-No comes esto, pero ¿Comes mariscos?

-Sí, sólo eso, pero también estoy por dejarlo, salgamos ¿Sí? Necesito aire fresco- soltó Milo con la voz acongojada, abanicándose el rostro y casi al punto de llanto mientras el mayor asentía tomando su chaqueta sin inmutarse en guardar su deliciosa cena.

Pero claro, tenía que seguir arruinando esa noche, así que como tenía hambre decidió que debían ir a cenar a un lugar vegano.

Habían pedido cebada con verduras y demás semillas que el menor no sabía ni el nombre, pero ahí estaba, arruinando la vida de ese apuesto hombre.

-Esto es para vacas- gruñía Kanon poniéndole sal y pimienta a su plato por enésima vez para mejorar el sabor, pero era horrible. Milo había ido al “baño” y ahora regresaba con media sonrisa.

-Hola.

-¿Todo bien?

-Sí, es sólo un poco de indigestión por el… cordero- dijo tocándose el pecho y tratando de contener el llanto, sabía que sus clases de actuación en la escuela le servirían algún día.

Vio su plato y eso en verdad le daba indigestión, se veía demasiado extraño, necesitaba una hamburguesa. Estaba pensando en ello y picando su comida cuando una mesara lo vio.

-¿Hay algo malo con la cebada, joven?

-No… no… pero mi novio cree que estoy gordo- dijo señalando a Kanon con su tenedor mientras hacía una mueca al punto del llanto.

-¿Qué?- dijo el mayor mirándolo confundido.

-Y no puedo comer frente a él- dijo figiendo llorar -¡No puedo comer frente a ti! Tengo que ir al baño- Milo se levantó corriendo mientras Kanon apenas asimilaba lo que acababa de ocurrir, por su parte, la mesera le dedicaba una mirada asesina.

-No creo que esté gordo- aclaró, pero parecía que sólo lo empeoraba.

Por otro lado, Milo estaba lejos de llorar en el baño, había ido a la cocina del lugar en donde había pedido que le prepararan algo con carne y pagaría lo necesario por eso. Ahora comía un hotdog mientras veía el marcador del juego de hockey en la pequeña televisión de los cocineros, por desgracia su equipo perdió por una tonta caída.

-El siguiente juego nos recuperamos, chicos- decía el Milo alentando a sus ahora nuevos amigos.

Terminó su hotdog y salió diciéndole a Kanon que lo mejor era irse a casa, que no se sentía bien para seguir comiendo y el pelilargo sólo lo miró sin decir una palabra, la verdad agradecía largarse de ahí y de su horrible comida, así que pagó la cuenta y regresaron al departamento, donde Milo estaba seguro que sería la última vez que se verían.

-Fue divertido- sonrió entrando tras el mayor que poco le prestó atención corriendo directamente a la televisión para ver el resumen de los deportes -Lamento que no lo vieras- dijo sentándose a su lado, Kanon lo ignoró bastante emocionado por saber qué había ocurrido en el juego.

-¡Vamos! ¡Vamos!- apoyaba y por un segundo, Milo olvidó el pequeño detalle de que él si lo había visto a escondidas.

-No puedo creer que se resbalara- soltó sin pensarlo y dos segundos después el mejor jugador del equipo caía frente a todos fallando el tiro.

-¿Cómo sabías que iba a caerse?- rayos, pensó.

-Era obvio que… se caería desde… esa posición- fingió señalando la pantalla.

-Era imposible saberlo, Milo- dijo Kanon acusadoramente mientras lo miraba con cautela, era tarde para Milo, tenía que hacer algo rápido y lo único que pensó fue poner su mano en el muslo del mayor para después abalanzarse sobre él colocándose a horcajadas en su regazo. Gruñó de una manera divertida mientras desabotonaba la camisa ajena.

-¿La princesa Anastasia quiere salir a jugar?

-¿Quién es la princesa Anastasia?- preguntó el pelilargo sonriendo de una manera extraña mientras Milo se levantaba con una hermosa sonrisa y señalaba la entrepierna del mayor de manera casi infantil -No, no, no ¿Princesa?

-Grande o chiquito ¿Cómo será? Lo averiguaré- decía provocando el odio de Kanon mientras besaba su pecho y abdomen, el cual por cierto, estaba muy bien marcado, pero sólo duró ahí unos segundos ya que el mayor lo tomó por los hombros alejándolo y levantándose del sillón.

-No, espera, no puedes llamar a mi miembro Princesa Anastasia, eso no.

-Claro que sí- reía tontamente tomando el peluche de oso abrazándolo contra su pecho, sabía que estaba llegando a los extremos, pero de eso se trataba, de volverlo loco… literalmente.

-Escucha, cielo, si vas a ponerle nombre a mi miembro debe ser un nombre masculino, algo como “Martillo”, “Fuste”, “Thor, el dios guerrero”, pero no Princesa Anastasia.

-¿Qué dijiste?

-Martillo- repitió Kanon de una manera bastante masculina mientras Milo sonreía tratando de no doblarse de la risa.

-No, el otro.

-Thor, el dios guerrero.

-¡Sí! Entonces, Thor, el dios guerrero ¿Quiere salir a jugar? Thorcito- exclamó con voz bastante chillona e irritante acercándose al pelilargo con una enorme sonrisa.

-No, debido a la intensa humillación, el dios está momentáneamente en su trono- soltó frunciendo los labios formando una delgada línea.

-Ah, se escondió, bien, en ese caso será mejor que me vaya. Cuida de nuestra planta del amor- Milo se despidió y en menos de dos minutos salió por la puerta dejando al mayor bastante humillado y molesto.

Salió del departamento directo al ascensor en donde por fin podía soltarse a reír, llamar a sus amigos y volver a reírse, algo que no sucedió porque alguien detuvo las puertas en cuanto estuvo dentro.

-¿Puedo verte mañana?- soltó Kanon deteniendo las puertas del ascensor.

-¿De verdad?- susurró consternado, ese tipo estaba demente.

-Sí o eso espero.

-¡Genial! Llámame- Kanon dejó que la puerta se cerrara dejando a Milo con una enorme interrogante -¿Qué diablos?


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