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Sonidos en la Niebla por Mascayeta

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Ijuuin sintió el suave beso en su espalda, la mano que ya se deslizaba por su vientre con dirección a su virilidad, le hizo sonreír de manera disimulada permitiendo que su amante siguiera consintiéndolo. Desde que aceptó sus sentimientos por Gou, las cosas parecían mejorar en su vida, al punto de estar esperando con ansia el momento de viajar a España.

Desafortunadamente, debido al mal clima y a los problemas de seguridad por la inminente guerra de independencia, su reemplazo en el hospital no llegó para la fecha indicada, teniendo la pareja que aguardar casi un mes más.

Gou miró la blanca piel del ojilila, era imposible comprender como el corazón humano no entendía razones para ceder ante aquel que cumplía con los requisitos de la emoción y el sentimiento. Una vez recibió la carta de rechazo de Yokozawa, viajó al Nuevo Reino de Granada con intención de hacer efectivo el pago por años de manutención de su medio hermano y su familia. La noche que lo vio donde Sámano, sus ojos se desviaron al elegante médico que lo atendió después del ataque de pánico, cada movimiento gatuno le hizo olvidar la locura que el joven ojiazul le despertaba.

Más por orgullo que por ser verdad, persistió en su intención de conquistarlo, de inmediato percibió el interés del cuasi pelirrojo por su protegido, enfrentándolo con la frase que por primera vez le revolvió el estómago.

Salió de esa habitación con un malestar en el abdomen, pero sobre todo en el corazón. ¿Qué había hecho de su vida?

Ahora acariciando la espalda del hombre que le tendió la mano cuando se lo encontró recostado contra la fría pared de piedra intentando recuperar la calma, fue suficiente para sentir lo mismo que en ese instante lo movía a querer despertarlo, aun sabiendo de lo cansado que su compañero estaba por el largo turno en el dispensario.

Con sutileza Kyo se giró para darle un mejor acceso a su ya goteante miembro, por lo visto esa mañana haría las veces de pasivo, un rol que intercambiaban en el transcurso de cada una de las sesiones amatorias que sostenían sin importarles la hora y el lugar de la casa en donde se encontraran.

Yasuda sonrió satisfecho, se acercó a los labios de su amante para comenzar un beso que terminó de excitarlo, el ritmo impuesto por Ijuuin, obligaron al pelinegro a apretar las caderas de su amante que le incitaba a tomarlo de inmediato, se entendían tan bien que no faltaban muchas palabras para comprender sus necesidades.

Aunque el médico jamás había tenido una relación de ese tipo, rápidamente cedió al sutil cortejo del coetáneo, el gemido que soltó cuando sintió la lengua de su amante en se pene demostró que el juego de seducción había comenzado. Amaba como ese hombre le complacía, el calor del interior de la boca que succionaba le hizo apretar los cabellos negros y empujar con fuerza mientras sus nalgas eran sostenidas, para ayudarlo a mantener el ritmo.

—¡Dios! Si que eres bueno en esto.

Los dientes se clavaron suavemente en su base liberándole de inmediato, irguiéndose limpió con besos los restos del líquido blanco que resbalaban por la barbilla de Gou que fue poco a poco recostado para abrir su pantalón y sacar el adolorido miembro que requería atención.

La puerta fue abierta de golpe para dejar a la pareja al descubierto frente al hombre que se detuvo ordenando a sus acompañantes que se quedarán en el pasillo. El portazo logró hacer que Yasuda se levantará y volviese a acomodar la camisa y apuntar los botones de su prenda. Ijuuin se acomodó sin importarle mostrarse desnudo ante el virrey.

Sámano entendió que el médico lo retaba por la interrupción, conocía los gustos de su amigo, pero nunca lo había visto tan dedicado a alguien. Ignorando a quien yacía en la cama, entregó un papel a Gou que al leerlo se lo entregó a Kyo que negó de inmediato el autor del texto.

—Voy a la prisión, si sabías algo de la traición de tu sobrino, dímelo en este instante.

—Esto es mentira, Yokozawa no tiene las agallas para unirse a ninguna causa…

La mirada del gobernante analizó al pelinegro, al final afirmó con la cabeza y le pidió acompañarlo. Yasuda le solicitó esperarlo unos quince minutos en lo que se aseaba y vestía, Sámano aceptó dejando a los dos hombres en la habitación.

Ijuuin de inmediato defendió a Kirishima explicando a su pareja que esa letra no era del comerciante.

—Le dije a tu amigo que no lo lastimara, pero una vez satisfizo su deseo lo dejó de lado.

—Acaso ¿eso no era lo que buscabas hacerle también? —Kyo notó el asombro en la cara del de gafas que sentado en una de las sillas de la alcoba
terminó de colocarse las botas. Al no obtener respuesta siguió hablando—, nadie mejor que yo para asegurarte que nunca utilizaría a un ser humano como un objeto o como parte del pago de una deuda.

—Te preguntó galeno, si tan miserable soy ¿cómo es que pudiendo ejercer mi poder sobre Takafumi, nunca abuse físicamente de él? Llegó a mi casa una semana antes de su cumpleaños doce, a los dieciocho fue mi primer avance y el día que decidió irse como monje, lo deje pagando todos sus gastos.

Gou se colocó la chaqueta mientras continuaba con el relato que aparentemente su amante olvidó y del que lo había hecho participe tan pronto comenzaron su relación. Los ojos lila seguían los movimientos del pelinegro, hasta que completamente arreglado se dio vuelta para contemplarlo.

—El día que volví a verlo me di cuenta de que estaba enamorado de Kirishima y aunque quise odiarlo y seguí diciéndole que debía estar a mi lado, mi interés ya estaba en ti, si quieres habla de un amor a primera vista —el médico trato de acercarse, pero solo logró que el otro retrocediera con claro fastidio—. Tu amigo está casado, tiene una hija que era la prometida de mi sobrino, metió a Takafumi en la locura de la revolución por una estúpida apuesta, ¿crees que debo confiar en él?

—Sí, porque es la persona más sincera que he conocido y por quien daría mi vida por defenderlo.

—Lo amas —Kyo recién midió el impacto de las palabras que acaba de decir, sin querer había generado una tergiversación—. Ahora entiendo todo…

No habló más, Yasuda salió de la habitación sin despedirse.

Durante toda la mañana Ijuuin no supo de su pareja, ese día descansaba por los turnos nocturnos, después del almuerzo cuatro soldados solicitaron su permiso para sacar los objetos personales de Gou, un sobre le fue entregado y el cual leyó sin dudar.

Al ver salir los objetos personales del español sintió como sus proyectos se derrumbaban, su corazón se rompía y con la puerta que se cerró se acaba la historia de amor que le hizo entender porque jamás pudo amar a alguien o comprometerse a pesar de las claras oportunidades que desde joven tuvo.

Quien había escrito esa carta no solo le arruinó la vida a Yokozawa sino también a él. Colocó el papel en la mesa, sonrió por la ironía, desafortunadamente para arreglar el malentendido debía buscar a Zen.

—¡Maldito imbécil!


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