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Sonidos en la Niebla por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Final de la mini-maratón.

Gracias por leer la historia, nos vemos e el próximo capítulo.

Zen se movió sintiendo el dolor en su clavícula izquierda, pero también pudo notar que en la cabeza había algo que le molestaba.

La difusa imagen de alguien en la habitación apenas alumbrada por las velas del candelabro se escuchaba hablar con una mujer que negaba lo que fuera que le decían. Un desgarrador grito, le hizo tomar conciencia total y aunque no podía mantener los ojos abiertos, sus oídos ya comprendían la conversación.

—El golpe de la cabeza fue muy fuerte, es un milagro que la bala pasara sin tocar el pulmón, pero lo es aún más que este con vida.

La voz de Sakura sonaba constipada, sin duda había llorado demasiado. La puerta se abrió dando paso a Hiyori que siguió hacia su cama, prefirió simular que seguía en el sueño que llevaba días sumergido.

—Son dos semanas, si no despierta…—Ijuuin a pesar de convivir a diario con la muerte, odiaba que esto ocurriera—, es mejor despedirse, hay medicamentos que lo ayudaran antes de que pierda sus reflejos innatos.
—¡No! —dijo Hiyo con una voz que le pareció a Kirishima ajena a toda la ternura que su hija poseía—. Si mi padre vive como un vegetal, es obligación de su esposa velar por él. Recuerda los votos: “En la salud y en la enfermedad”.

La irónica frase de Hiyori fue suficiente para que Zen entendiese que sus dos damas estaban de pelea. Quiso abrir la boca, pero su cuerpo no respondía a sus esfuerzos, Kyo guardó silencio mientras los sollozos de Sakura se hacían más altos. Los golpes en la puerta dieron ingreso a quienes Hiyori quiso echar de inmediato, el castaño escuchó como los pasos de tres diferentes calzados llegaban a su cama.

—Espero que tu padre viva años…y no me importa si es como un vegetal o siendo un continuo dolor de cabeza por sus burlas, pero hazlo por su alma y por la mía.

La adolescente aceptó permitiendo al capellán aproximarse a colocar los santos oleos a Kirishima. Las oraciones en latín eran repetidas por una voz que le parecía conocida, relajante y que le embelesaba como cuando le decía que lo amaba entre gemidos quedos por los besos y las caricias que le regalaba. No podía equivocarse, era Yokozawa quien al lado del cura cumplía las funciones de ayudante.

—…el céntuplo recibas y alcances la vida eterna.

La bendición fue suficiente para que Sakura perdiese la compostura mantenida durante toda la ceremonia, los chillidos pidiendo clemencia hicieron que Ijuuin solicitase a Hiyori que lo acompañara porque su madre necesitaba atención médica.

La chica pidió permiso al sacerdote y al sacristán quien comenzó a recoger lo utilizado en el culto, los ojos azules observaban debajo de la capucha al hombre que yacía con la venda en la cabeza y una curación en el brazo izquierdo, no conocía las razones por las que estaba herido, pero hubiese dado su vida por estar en ese lugar.

El sacerdote colocó la mano en el hombro de Takafumi para con una señal darle permiso de despedirse, era su confesor y comprendió de inmediato quien era la persona en la cama.

Esperó que el joven cerrara con la aldaba para quedarse haciendo guardia en la puerta. En el interior de la apenas iluminada habitación, Yokozawa retiro la prenda que cubría su rostro dejando ver la rasurada cabeza.

—Eres un imbécil, debiste quedarte con ellas, sé la historia porque Kyo me la contó—. Con un suspiro Yokozawa concluyó— quiero que si te mueres sepas que no te culpo de nada, que no me engañaste y la muestra de eso, es que te encuentras así por mí.

Cogió las manos y las besó con devoción, sin dudarlo depositó un dulce ósculo en los delgados labios y finalmente en su frente.

—Donde sea que te encuentres deseo que hayas entendido mi mensaje.

Cubriéndose nuevamente, abrió la entrada para agradecer al mayor, tiempo justo para ver a Ijuuin acomodándose la bata y explicando que esa noche tendría que quedarse cuidando a la pareja, con una risa triste cerró la conversación con una reverencia y una bolsita de oro como colaboración para la iglesia.

Protegido por la penumbra Yokozawa examinó la cara del hombre que semanas atrás era la pareja de su tío, si para Yasuda la situación fue disimulada con el apoyo incondicional a Sámano, y el cumplir su deseo de ingresar a una orden religiosa, en ambos amantes se notaban los rastros de la tristeza por la forzada separación.

Las ojeras y el cansancio acumulado en el galeno se vislumbraban por la postura de su cuerpo, de aquel hombre elegante y hasta un poco prepotente, no quedaba sino el recuerdo, y con su tío sucedía lo mismo. Gou no hablaba del tema, cuando se lo preguntó respondió con un simple «se acabó», lo que le hizo pensar que volvería a sus andanzas, pero recluido como estaba en el palacio de gobierno, parecía no importarle que el mundo se cayera a su alrededor.

Una vez en el coche el sacerdote habló de los planes propuestos para Yokozawa, debido a sus conocimientos en las artes de la guerra, se uniría al ejercito realista en calidad de apoyo emocional y espiritual, a su lado estaría su familiar el Coronel Yasuda Gou, si ese era su destino, lo reconoció con resignación, sabiendo que Zen podría morir en cualquier momento, él bien podría dejar su vida en el campo de batalla.

Por su parte, Zen entre la inconsciencia y la realidad, percibía como los besos de Takafumi le quemaban en cada uno de los sitios que los depositó, como romántico empedernido entendió de inmediato el mensaje:

Un beso en las manos en señal de respeto y admiración.
Un beso en la boca recordándoles la pasión que los unía.
Y un beso en la frente para indicarle que el inmenso amor que le profesaba nunca iba a terminar.

Kirishima se preguntó si acaso ya no estaba muerto, poder sentir todo a su alrededor y al mismo tiempo estar sujeto a una cama sin poder moverse.
Tan concentrado estaba en sus divagaciones que no apreció a su hija ingresar a la alcoba que definitivamente era del hospital, por el fuerte olor a desinfectante que recién había podido relacionar.

—Padre, te perdono por habérmelo quitado, pero de alguna manera siempre lo supe, solo me negaba a aceptarlo.

El castaño sintió que el mundo se caía a su alrededor, era tan mal padre y esposo que ese perdón que le otorgaba su hija no lo merecía, no cuando quería correr detrás del monje que minutos antes abandonó la alcoba.

—Mi padrino cuidará de mi madre, yo no puedo estar a su lado, y menos al verte aquí postrado…si despiertas y deseas seguir con ella, lo entenderé…las malditas apariencias.

El mayor quiso regañarla por el vocabulario, no obstante, trató de comprender lo que hablaba de Sakura.

—Conozco tu secreto, encontré la carta que escribiste para mí en el despacho…—Hiyori se aproximó dándole un dulce beso en la mejilla, un beso de felicidad e inocencia—. Voy a Casanare, seguiré los pasos de la hija de don Antonio Nariño y de doña Manuela, me enlistaré en las tropas independistas.

No pensó en nada por largo rato una vez Hiyori se marchó, era como un cascarón vacío, se juzgó en un largo sueño del que no podía despertar. Cerró los ojos en su mente, al abrirlos, la enfermera dio un grito de espanto que alertó a los médicos donde Kyo fue el primero en entrar.

—¿Dónde está Sakura? —sus ojos debían expresar sus emociones, porque su amigo retrocedió de inmediato.
—En urgencias, anoche trató de suicidarse.

 


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