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Sonidos en la Niebla por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Una actualización bastante  nutrida.

Gracias por seguir la historia.

Kirishima después de confirmar que Sakura se encontraba bien de salud se encaminó al palacio del virrey para poder aclarar lo sucedido con Yokozawa. Tan pronto como ingresó pudo ver la cara de desagrado que Yasuda le regaló, el hombre pidió estar al lado de Sámano mientras se llevaba a cabo la reunión de descargos y la comprobación de las acusaciones que supuestamente había hecho en contra, no solo del sobrino de Gou, sino también de varios colaboradores de la causa independista.

Fue así como las cartas mostradas y la demostración de que la letra allí plasmada no tenía parecido a la propia le permitieron salir bien librado de los cargos, de igual manera, en la medida que fueron llamados a comparecer quienes supuestamente Kirishima había entregado, en juicio justo, se desmintieron las razones.

Sámano observó durante todo el tiempo el comportamiento del castaño y no le quedó duda que algo escondía, sin embargo, por las pruebas presentadas no tuvo más opción que dejar en libertad a los que había apresado y aceptar que el hombre había sido hábilmente utilizado, ahora bien, las preguntas que surgían eran; por quién y para qué.

Con un suspiro el comerciante negó con la cabeza, aunque él comprendió tan pronto vio los documentos, que su accidente y la situación que afrontaba eran el producto de haber sido descubierto en su infidelidad.

Pidió permiso para retirarse, antes de hacerlo solicitó a Yasuda conversar sobre lo acontecido con su sobrino y la relación con Hiyori. El pelinegro acomodó sus lentes y salió con Kirishima al pasillo acompañándolo hacia la puerta del lugar. Las palabras que pronunciaba eran el claro discurso aprendido ya que no podía asegurar hasta donde el hombre conocía de los sentimientos que profesaba por Takafumi.

—Todo lo que me dice poco importa señor Kirishima, ni mi sobrino ni yo tenemos intención de volver a relacionarnos con ustedes o alguien cercano a su familia —Zen tragó en seco, de inmediato entendió la referencia a Ijuuin, un tercero que tampoco merecía la venganza de la cual fue víctima—. Por lo tanto, pido que nos deje seguir nuestro camino y defender nuestra patria.
—¿Me delatará?
—Por Takafumi no lo hago, pero quiero que entienda que él y yo estaremos del lado de España en esta guerra —haciendo una reverencia, Yasuda se retiró sin más.

Lo correcto hubiese sido dirigirse al hospital, pero necesitaba limpiar su alma y no hacer una escena de la cual se arrepentiría, por eso avanzó hasta la abadía para dialogar con Asahina. Al verlo llegar el prior ofreció que almorzara con él mientras le explicaba lo sucedido.

Fue difícil para Kaoru comprender como su hermana había actuado guiada por los celos, unos que al final la llevaron incluso a atentar contra su vida. No obstante, las consecuencias eran mayores a las que se tenían a simple vista, varios de quienes les apoyaban huyeron al ser delatados por Kirishima y otros después de eso, prometieron alejarse de todo con tal de proteger su familia.

Los negocios de Zen fueron intervenidos y sus clientes e inversionistas disminuyeron drásticamente, ocasionando en el tiempo que estuvo inconsciente un grave desequilibrio en sus finanzas.

—Así que estoy quebrado —dijo con una triste sonrisa. Observó a su cuñado y buscó las palabras precisas para tranquilizarlo—, no voy a abandonarla, pero entenderás que sus acciones hicieron que nuestra hija tomara una decisión que la pone en riesgo.
—Hablé con el general Santander, no permitirá que participe en las batallas, pero mi sobrina tiene un carácter que esta por encima de cualquier orden.

El resto de la tarde conversaron recordando los viejos tiempos de complicidad, al volver al hospital Kirishima ingresó a la habitación donde su esposa se hallaba. Los ojos de Sakura lo buscaron, para extenderle la mano pidiéndole estar a su lado.

Zen tomó una de las sillas que se encontraban en la estancia para sentarse junto a ella. Por más que quería decirle algo, de su boca no salía nada acorde con la situación de aquella a la que juró amar años atrás. La quiso con locura en su juventud, la vio madurar a su lado, apoyarlo en cada una de sus empresas, por eso comenzó a examinar en que momento la pasión se transformó en el cariño sincero que se le brinda al mejor de los camaradas.

En España cuando comenzó a salir con Sakura, sus amoríos eran más travesuras de besos y caricias, pero tanto él como ella disfrutaron del sexo por primera vez juntos. No volvió a sentir deseo por nadie que no fuera la castaña, le satisfacía por completo, se emocionó cuando supo que estaba embarazada y gozó de cada uno de los instantes compartidos…

Sakura acarició su mejilla, sabía que su esposo había descubierto todo y de la peor manera, nunca intuyó que el disparo que debía detener su intento de defender a Yokozawa lo tendría al borde de la muerte, tampoco pensó que Hiyori se enteraría y apoyaría a su padre, por eso, ahora mientras pasaba sus dedos por los rizos de quien era su pareja frente a la ley, preguntó para convencerse que lo vivido era una pesadilla.

—Zen…¿me amas? —El hombre quitó la mano de su cabeza, y dándole unos pequeños golpes, respondió que debía descansar, que después hablarían. Sakura devolvió el gesto acomodándose hasta quedar sentada en la cama—, vuelvo y te preguntó Kirishima, ¿me amas?
—No voy a dejarte, ni siquiera por nuestra hija que posiblemente pueda morir en batalla, el día que ella me dijo que se uniría al ejército…mi corazón murió un poco, pero al saber la causa de su decisión, la única llama que quedaba se apagó por completo.

La mujer comprendió lo que significaban esas palabras, Hiyo era la luz de los ojos de Zen, su niña era el centro de su universo, por su hija se fueron a las colonias, creo una fortuna propia, una que con lo que ella hizo, desapareció entre los fiadores y, quienes eran los socios de su marido, retiraron la inversión por la inestabilidad y poca confianza que despertaba un “soplón” para algunos, un “traidor” para otros.

—Nos repondremos Zen, podremos vivir en la Villa, vender la casa que tenemos en Cartagena y la de aquí en Santafé, nuestra niña volverá, ya verás que con nuestro amor…
—¡No! —la calló el castaño ante la última palabra—. No voy a dejarte porque la ley y el compromiso me lo exigen, es lo que quiero que entiendas.
—¿Lo amas? —replicó de inmediato la castaña— ¿Amas a Yokozawa?
—Amo a Yokozawa Takafumi y lo haré hasta el día de mi muerte así sepa que por tu culpa jamás podré estar a su lado —respondió en voz alta y sin dudarlo.

Eso fue suficiente para que Sakura entendiese que en el corazón de su esposo ya no quedaba ningún sentimiento por ella, sin embargo, Kirishima le había dado las pruebas en el corto diálogo sostenido para saber que había ganado.

Con un semblante que incluso fue desconocido para el Zen, la mujer en la cama sonrió.

—Bien, es bueno que seamos claros, porque por mucho que lo ames, tu me perteneces ante la ley y Dios —con rabia concluyó la conversación, logrando que el hombre se retirara de la alcoba dando un portazo—. Esta vez traté de detenerte con un asalto, yo procuré suicidarme, pero la próxima vez que te acerques a él, no dudaré en ir en contra de lo que amas: Hiyori y ese malnacido.


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