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Sonidos en la Niebla por Mascayeta

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Para el 24 de diciembre de 1818 las noticias en la celebración de Nochebuena fueron de gozo para los rebeldes, los aliados británicos colaboraron con tropas que se encontrarían apostadas en los llanos del Casanare y el general Santander había logrado constituir un gobierno provisional plenipotenciario en Pore. Por lo visto el viaje de El Libertador a Angostura solo sería el comienzo de una nueva nación que se llamaría La Gran Colombia.

Kaoru sonrió por la situación de su amigo, así como a Manuela Beltrán el ocañero le disgustaba, a él la posición que tomaría Bolívar con el poder que estaba ganando le inquietaba. Sin embargo, esa no era su única preocupación, el dejar solo a Takafumi era como habérselo servido en bandeja de plata a su pariente quien a la fuerza lo había sacado de la abadía y obligado a pasar juntos las fiestas de navideñas.

Consciente que se podría defender, su situación con Hiyo lo podía poner en desventaja con tal de obtener su libertad para poder casarse. Desde allí no tenía la posibilidad de protegerlo, así que tuvo que recurrir a Ijuuin que entre risas aceptó complacido. Según los rumores el médico y Yasuda se convirtieron en frecuentes invitados a la mansión de Sámano tras la cena del mes de octubre, así que tener alrededor de ellos tantas personas podría al menos minimizar el riesgo.

Hiyo cubrió su mano para convidarlo a la cena, los villancicos ya empezaban a sonar y deseaban asistir a la catedral, con la hermosa mantilla cubriendo su cabello salieron rumbo a la celebración. El frío de la ciudad le produjo escalofrío, rogó a Dios por el joven, el brillo de una de las espadas de los soldados españoles le generó confianza. Supo que el pelinegro lo controlaría.
Lejos de allí la situación se repetía, pero en esta ocasión el cuerpo de Yasuda Gou estaba en el suelo en total desventaja, su sobrino mantenía las dos espadas en una posición que de quererlo lo decapitaría.

—Ganaste, firmare el papel para que te cases.

Cuando tuvo el documento en su mano respiro tranquilo, supo que al fin se había quitado los grilletes que desde su adolescencia lo reprimían. No obstante, antes de salir de la habitación del menor, el de gafas destiló un poco de veneno, su derrota aún no era total.

—Antes de que Hiyori sea tuya, tú serás de Kirishima Zen.

Tiró la puerta con rabia, esa noche en sus sueños las palabras de Gou le hicieron comprender la diferencia entre amor y lujuria.

Para el día de los inocentes Ijuuin, Yasuda y Yokozawa arribaron a la casa de los Kirishima para volver oficial el compromiso. Por petición del Takafumi se haría de manera íntima y no en una fiesta como las familias de sociedad acostumbraban, para dar fe y constancia que no se debía a la deshonra, se invitaron como testigos al padrino de la joven Ijuuin Kyo y a doña Magdalena de Nariño y sus hijas.

Como era de esperar la cena se volvió incomoda por el aura que desprendía Zen al estar en la misma habitación que Yasuda Gou. Además, su amigo y compañero de andanzas parecía extrañamente complacido con todo lo que decía el español y podría asegurarse que en el poco tiempo que llevaban juntos habían forjado un especial apego.

La mano de Sakura apretó la suya cuando quedo sin responder la pregunta de Asahina, con fingido cansancio pidió que pasaran a la sala para tomar el café. Los hombres se levantaron para dar paso a las damas, la menor aceptó el brazo de su novio que con cariño beso su frente.

Kirishima escuchó la propuesta de matrimonio, Takafumi le entregó el papel que demostraba que estaba libre de cualquier compromiso anterior adquirido por dinero o por familia. No pudo menos que sonreír con tristeza, por un momento creyó que el pariente del joven se negaría.

Delegó a su esposa que fijara la fecha con su hija, así como lo concerniente a los preparativos de la boda. La felicidad de su pequeña era lo primordial, el resto de la velada procuró cumplir con su papel de padre.

—Ven y recuestate —dijo Sakura palmeando su lado de la cama. Zen la acompañó atrayéndola para percibir la paz que le brindaba su esposa—. Amor esto pasaría tarde o temprano, por lo menos ella lo eligió.
—No es fácil aceptar que creció y me dejara.

La risa de la castaña inundó la estancia, el reproche fue infantil. Sabía que su hija en algún momento cumpliría su función como mujer, pero quizás era el prometido quién le dificultaba aceptarlo.

Besó los labios de su cónyuge para apagar las luces y dormir. No paso mucho tiempo y escuchó ruidos que lo sacaron de su somnolencia. Se puso la bata para bajar a la cocina donde encontró al lado del fogón con una taza humeante al pelinegro. Al darse cuenta de su presencia Yokozawa le invito una. Se veía diferente a la última vez que estuvieron juntos.

—¿Estas realmente enamorado de mi hija? —La pregunta molestó al otrora monje, no entendía porque le preguntaba una y otra vez lo mismo—. ¡Contesta!
—Si —respondió con debilidad—, ¿cuántas veces más debo repetírselo?
—El amor son obras no razones y mi instinto dice que tus sentimientos por ella no son totalmente sinceros Yokozawa Takafumi.

Los ojos azules brillaron con rabia, se aproximó a su suegro para responderle, pero la mano que se levantó para acariciar su rostro y detenerse en sus labios atrapó cualquier palabra en su boca. Recordó el beso en la fiesta de cumpleaños de Sakura, de inmediato su cuerpo se calentó estremeciéndose y entreabrió sus labios ofreciéndose.

—Hace mucho frío, procura arroparte bien esta noche.

Pronunció Kirishima resistiendo las ganas de aceptar la invitación de probar de nuevo al ojiazul. Alejándose entró al baño, una vez allí se despojó de su ropa interior y empezó a masturbarse con la imagen de Takafumi debajo de él como ocurrió meses atrás. Lo deseaba incluso sabiendo que cometía el pecado nefando, uno que podría llevarlo a la hoguera.

Detrás de la puerta Sakura escuchó a su esposo autosatisfaciéndose, su corazón y su mente decía que algo no andaba bien, que Zen estaba torturado por una situación más alla que los simples celos de padre.

La voz de su madre en el momento que iba a casarse le recordó a Sakura cual era el papel que una verdadera mujer cumplía en el matrimonio, dar hijos era una de sus funciones, la principal: Mantener la familia unida; y eso implicaba sacrificar lo que fuera por sus seres queridos.

Las piezas del destino comenzaron a girar esa noche, los días pasaron trayendo a principios de marzo noticias del Congreso de Angostura que se celebró validando por qué era la ciudad intelectual y política de Venezuela. Bolívar adquirió el poder de un dictador para dar estabilidad al nuevo gobierno. En su discurso, aunque renuncia al cargo de jefe Supremo de la nueva República, dice que es necesario mientras se pueden hacer las elecciones de manera democrática. La promesa de un país libre cimentó el nuevo rumbo del país, cinco premisas que convertían al Libertador -de manera tácita- en lo que menos deseaba: "...La soberanía del pueblo; la división de los poderes; la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y los privilegios".

El abad quemó el papel no era bueno tener pruebas que comprometieran a su familia con la rebelión. Yasuda se mantuvo junto a ellos por más tiempo del que esperaban y su amistad con Sámano no era un buen auspicio. El único que regresó a Santafé fue Ijuuin, sus ocupaciones en el hospital no podían ser suplidas por otros, menos a portas de una guerra.

Hiyori entró con los paquetes seguida de Yokozawa a quien no se le podía ver la cara de todo lo que llevaba entre las manos. Suficiente trabajo para una boda que se celebraría a mediados de año, fecha algo lejana pero necesaria para callar los comentarios malintencionados de las criollas que ya estaban circulando, así podían demostrar que a pesar de la convivencia entre los jóvenes la heredera de la fortuna Kirishima seguía casta.

Dejando todo de lado la castaña abrazó a su novio para depositar un beso en su cuello, en esos días Hiyo se había hecho más consciente de su sensualidad y empujaba cada vez más al hombre a tratar de verla como una mujer y a responder con mayor lascivia de lo que normalmente hacía. Quería hacerle sentir que ella podía complacerlo totalmente.

—Por lo menos sean prudentes ante sus mayores.

La voz de Asahina los detuvo de inmediato, pidiendo disculpas Hiyori se retiró para dejar a un sonrojado Yokozawa a disposición del abad.
—Un descuido así es simplemente la excusa que busca mi cuñado para desbaratar tu compromiso, te sugiero controles tus ganas, será hermoso para ambos cuando llegue el momento apropiado.
—Puedo preguntar ¿cómo es? —el castaño se extrañó por el cuestionamiento, pero de inmediato el joven lo puso en contexto— estar con una mujer, yo...nunca...no tengo experiencia, lo que sé es por lo que he leído.

Kaoru por un instante creyó que lo engañaba, pero al recordar cómo era la vida del chico, optó por evitar cualquier respuesta directa.

—Tu cuerpo e instinto te guiaran, no te preocupes es natural en los humanos.

La respuesta no satisfizo a Takafumi, pero agradeció que no se burlara, ya que próximo a cumplir los veintiséis años aceptar su virginidad era algo completamente humillante. Infortunadamente lo que no hizo su superior si lo ejecutó Kirishima, quien aproximándose como un gato le habló en un susurro al oído:

—Me alegra tu castidad, pero si quieres podríamos adelantar tu despedida de soltero.
—¡Zen! Deja al chico tranquilo.

Sakura haló a su marido volteándose para hacerle un guiño de complicidad. Sonrojado Yokozawa empezó a reír, la broma alivio la tensión y generó un ambiente cálido, por primera vez se sintió en familia, pero su curiosidad solo cambio el objetivo.

Conocía por su tío que era la caricia de un hombre, aunque en ningún momento Yasuda había hecho el intento de penetrarlo, fijándose en la sonrisa de Kirishima deseo ser tocado nuevamente por el castaño; sacudió la cabeza descartando la idea, ahora tenía a Hiyori y si debía pensar en algo, era en ser un buen esposo para ella.

Kirishima notó el gesto del ojiazul, tal vez era necesario presionar un poco más para comprobar los verdaderos sentimientos de Yokozawa, unos que quería fueran solamente para él.


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