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MCM Week 2020 por shiki1221

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Notas del capitulo:

Ayer no pude subir mi aporte del día Hechizo así que hoy es 2 X 1. AU. Fantasía. Romance. Humor

 

Día 3: Hechizo

El grito de un águila se superpuso al sonido del gallo dando el primer canto de la mañana. El firmamento se volvía una amalgama de colores. La oscuridad de la noche cediendo su dominio ante la llegada de los primeros rayos solares. La luz dejaba enceguecido a cualquiera que la viera e invitaba a quienes dormían a iniciar un nuevo día. Menma abrió sus ojos perezosamente y se levantó completamente desnudo de la cama. Estiró los brazos y se volvió a dejar caer el mullido colchón. No tenía ganas de salir de allí. Unos minutos más no lo matarían después de todo. Sin embargo, alguien no opinaba igual que él.

—¿Qué? —preguntó sintiendo unos picotazos en el rostro obligándose a abrir los ojos de inmediato—. ¡Demonios! ¡En la cama no! —exclamó viendo una serpiente muerta en su cama.

El responsable lo miraba expectante. Aquel águila delante suyo torcía la cabeza y soltaba alguno que otro alarido. Al no verlo probar lo cazado, lo empujó con su pico en su dirección y volvió a quedarse observando. Uzumaki contó hasta diez mentalmente prometiéndose no matar al pobre animal. Debía tener el cerebro extremadamente reducido para hacer semejante cosa. Sin embargo, era algo realizado con buenas intenciones... Supuso.

—No comeré eso —dijo viéndolo hacer un movimiento de cabeza hacia abajo como si estuviera decepcionado—. No me dejaré convencer tan fácil. No de nuevo —advirtió viendo como continuaba soltando alaridos de dolor—. ¡Oh maldición! ―se resignó no queriendo que siguiera sufriendo.

Se puso algo de ropa y se llevó la serpiente muerta cerca de la chimenea ubicada en la misma habitación. Siendo una simple cabaña, apenas si tenía unos tres cuartos como mucho. La chimenea estaba ubicada en la habitación para evitar que su novio pasara frío mientras dormía durante la noche. Por él no había problemas, pero el otro… Prendió unos pocos leños nuevos junto a aquellos que no terminaron de quemarse la noche anterior y cocinó a la serpiente como si se tratara de un malvavisco. El águila se acicalaba con su pico y de vez en cuando gritaba hacia donde estaba la serpiente que había cazado anteriormente. Uzumaki tan sólo sonrió tenuemente antes de sentarse a comer. El ave se acercó y se posó en su hombro con sumo cuidado de no herirlo con sus garras. Estando allí Menma le dio un pedazo de la carne de la serpiente luego de arrancarle las escamas.

―¿Has visto algo interesante hoy? ―preguntó recibiendo un par de picotazos contra su cabeza―. Calma, calma ―pidió deteniendo su ataque con su mano―. Tu pico es demasiado filoso, tarado ―insultó antes de seguir comiendo la serpiente.

Tras terminar su desayuno se colocó un abrigo muy pesado y con la escopeta colgada en su espalda, salió de la cabaña. El águila lo siguió de cerca. Sobrevolando por encima de su cabeza, soltando unos gritos de vez en cuando guiándolo hacia donde debía ir. Estaban ubicados en un bosque cercano a una montaña. No había personas cercanas a ese lugar haciéndolo increíblemente solitario. Para encontrar a alguien más, tendrían que recorrer varios kilómetros hasta el pueblo más cercano. De todas maneras Menma no se quejaba. Estaba a gusto con el silencio de aquel lugar tan apartado. Vio a lo lejos un árbol con frutos bastante maduros siendo señalado por el ave. Se acercó al mismo encontrando una buena oportunidad de abastecerse de frutas. Cortó una manzana del árbol y le dio un mordisco recordando como a causa de una conoció a su pareja.

―Todo por una simple manzana ―suspiró mientras le daba otro mordisco recordando a Charasuke―. Lo siento tanto ―se disculpó con tristeza mirando hacia el cielo antes de que su cabeza fuera golpeada por un par de manzanas―. ¡Oye! ―reclamó ofuscado por el ataque del águila. El ave estaba cortando con su pico las frutas y las arrojaba con sus patas hacia la cabeza del joven.

El resto del día se la pasó cazando y recolectando leña para cuando cayera la noche. Aun se seguía reprochando haber sido la causa del hechizo en su pareja. Todo para evitar que estuvieran juntos. Odiaba su propio nacimiento por ser la causa de la infelicidad del otro. Desde que supo del hechizo investido en su persona, se había resignado a jamás ser amado. Hasta que lo conoció a él: Uchiha Charasuke. El único imbécil en todo el ancho mundo capaz de relacionarse con alguien como él. Cuando observó el cielo se dio cuenta de que se le había ido casi todo el día y ni cuenta se había dado. Apresuró el pasó llegando a la cabaña dejando entrar al águila justo a tiempo antes de que los últimos rayos del sol desaparecieran. Se sujetó el pecho con sumo dolor mientras el águila gritaba y se retorcía en el suelo. El cuerpo de ambos comenzó a cambiar drásticamente.

El águila comenzó a perder sus plumas y su piel comenzó a abrirse antes de ir reformándose hasta formar a un hombre. Un joven de cabellos negros y piel blanca completamente desnudo. Respiraba agitado y temblaba por el frío. Se apresuró a buscar algo con lo cual cubrirse, mientras Uzumaki seguía dando vueltas en el suelo soltando largos gritos de dolor. Finalmente se hizo silencio y lo que quedó en su lugar fue un lobo. Uno enorme de color gris. Charasuke se acercó al lobo y acarició su cabeza provocando que moviera su cola. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver a Menma intentando morderse la cola para evitar que siguiera moviéndose. Detestaba que sus emociones se vieran expuestas por sus orejas y colas. Sin embargo, más odiaba aquel maldito hechizo. De día hombre y de noche lobo. Mientras su novio era águila de día y hombre de noche. Habiendo tenido que callarse, ―obligadamente al ser un animal―, Uchiha aprovechó para decirle a su novio lo que se guardaba desde hacía varias horas.

―Es irónico que me haya acostado con tantas personas y ninguna me contagiara alguna enfermedad de transmisión sexual. En cambio me acuesto contigo una vez y terminó pegándome un hechizo ―bromeó Uchiha recibiendo un gruñido de aquel enorme lobo―. No creas que todo es malo. Me encanta surcar el cielo y ver todo desde arriba, esa sensación de libertad es única ―agregó al verlo bajar las orejas luego del gruñido―. Anímate, no soy infeliz ―aclaró acariciando bajo la barbilla del animal―. ¿Quién quiere que le rasque la pancita? ―preguntó con una sonrisa traviesa.

“Para, idiota”. Pensó Menma sintiendo las pálidas manos comenzar a rascar esa zona y cual perro casero se sacudió alegremente moviendo su colita en señal de felicidad. Se maldijo a sí mismo por ser un canino y tener aquellos instintos. A su novio le encantaba sacar ventaja de ellos y divertirse sacándolo de quicio. Repentinamente vio al azabache soltar un bostezo de cansancio. Supuso que estaba agotado por haber volado durante todo el día acompañándolo. Acercó su hocico y mordió el borde de su ropa queriendo llevarlo a la cama. Charasuke no se hizo rogar mucho y fue hacia la cama acomodándose dentro de las sábanas y mantas. El lobo saltó sobre la cama y se acomodó cubriendo con su pelaje a su pareja. Pese a tener la chimenea, Menma siempre estaba allí cerca del otro velando por su seguridad y sueño.

 

Siempre que el águila grita es seguro que un lobo la está siguiendo. Nunca podrán estar juntos, mas siempre estarán unidos. Cada aullido del lobo a la luna es un lamento por no alcanzar a su ave y una promesa de nunca dejar de intentar.

 


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