Día 6: Caricias
La luz de la luna apenas se filtraba por la ventana haciendo resaltar las cortinas blancas ondeando con el viento. Estaba en una habitación a oscuras. No había diferencia entre tener los ojos abiertos o cerrados si se enfocaba en algún punto diferente a la ventana. Por ello, todos sus demás sentidos estaban al máximo. La textura de aquella piel dañada por las misiones ninjas era más notoria de lo normal. Sus dedos exploraban la suave blancura de aquel cuerpo topándose con pequeños relieves de cicatrices viejas. Heridas olvidadas por su dueño, pero que conseguían provocarle el deseo de lamerlas cual animal. Un mal recuerdo de dolor sustituido por el placer de su lengua áspera probándolo.
―Menma ―susurró su acompañante estando bajo su cuerpo cuando su boca le dio oportunidad de hablar.
―¿Quieres que me vaya? ―cuestionó con una mano acariciando su vientre desprovisto de tela alguna.
―Idiota ―murmuró Uchiha sujetando el rostro contrario entre sus manos―. Me ha costado mucho trabajo que dejaras de creer que quiero un beneficio de ti ―explicó mientras sus labios se unían.
―Aun así podrías negarte ―le recordó con su nariz hundiéndose en aquella cabellera negra dejando que le hiciera cosquillas en la nariz―. Siento que voy demasiado rápido.
―Tan grande es mi amor por ti que mi corazón podría estallar en cualquier momento ―confesó con aquellos ojos negros brillando llenos de amor―. No sé cómo hacerte entender mis sentimientos en palabras, así que es mejor ir a la acción ―comentó sintiéndose decepcionado de sí mismo por no darse a entender.
¿Fue un arrebato de pasión? Distancias no existen en el corazón para alcanzar a quien es dueño de aquellos puros sentimientos. Cualquier obstáculo o muro creado por los miedos de Menma serían derrumbados por Uchiha si era necesario. Pecaba de cobarde en ocasiones, temiendo el rechazo del jinchuriki, pero cuando se trataba de enfrentarse al mundo para estar a su lado, las dudas se esfumaban. No dejaría que nadie lo apartara de su persona. Sus ojos rojos y sus afiladas uñas rozándolo peligrosamente amenazando con desgarrarlo, no conseguían hacerlo desistir. La mirada de tristeza de Menma por otro lado, lo hacía dudar por breves segundos. ¿Aun no le creía o sólo estaba haciéndole eso para que dejara de insistir? No encontraba el valor para seguir fingiendo que no le importaba estar en vela con respecto a la naturaleza de su relación.
―Quiero estar contigo ―admitió finalmente Uzumaki con sus labios rozando el pabellón de la oreja de Uchiha con su aliento―. He estado durante largas noches pensando en ti…
―¿Te tocabas diciendo mi nombre? ―preguntó Charasuke intentando disipar la incomodidad con su tonta broma al estar tenso―. Vaya, no pensé que eras de los que fantaseaban con sus amigos.
―¡Idiota! ―bramó Menma apretando las muñecas del otro dejando grabados sus dedos en aquella pálida piel―. Estoy hablando en serio. Puede que esta sea la última vez que me verás ―advirtió con un gruñido animal―. Mírame ―ordenó con un tono de voz bajo y profundo.
Uchiha a regañadientes obedeció a lo pedido. Sus ojos se activaron como acto reflejo exhibiendo su sharingan en todo su esplendor. No es que de forma consciente Charasuke buscara pelear contra Menma, pero los humanos siguen siendo animales con instintos de preservación y el zorro demonio rugiendo desde el interior del otro era… No quería decirlo. Poner en palabras su sentir, sería el equivalente a aceptar que, una parte de él le tenía miedo y lo rechazaba. Uzumaki bajó un poco la mirada sentándose en la cama dándole la espalda al otro. Se arrepintió de estar allí en ese momento. Debieron separarse antes de permitir que las cosas llegaran tan lejos. No obstante, no podía acallar esos molestos sentimientos que Charasuke hacía aflorar con sus insistentes muestras de afecto hacia él. Estaba tan ocupado pensando en ello que lo tomó desprevenido los cálidos y fuertes brazos rodeándolo.
―Yo te amo ―repitió por enésima vez quizás, pero la diferencia es que Uchiha sonaba derrotado y triste―. Quizás no importe mucho para ti, pero… lo que intento decir es que no puedo vivir sin ti ―confesó dándole un beso en la mejilla exhibiendo una sonrisa completamente honesta.
Los ojos azules se cerraron con lentitud sabiéndose derrotado. Su corazón se sentía abrumado por aquel idiota de sonrisa coqueta. Sus palabras eran como un bálsamo para sus heridas y sus palabras caricias para un alma atormentada en busca de un poco de paz.