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A Halloween Tale por VinsmokeDSil

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Notas del fanfic:

Hola! Sí... no me matéis... sé que esperais la continuación demis otros fics... Prometo que estoy trabajando en ellos, esperan un poco más! 

Con motivo de las fechas en las que estamos, me vino una idea a la cabeza que no hubo forma de quitarla, así que, aquí tenéis un nuevo fic! Será de pocos capítulos, intentaré colgarlos todos antes que llegue la noche de Hallween! 

Y, aprovechando el casi segundo confinamiento, pues lo hacemos lo más ameno posible! 

Notas del capitulo:

Éste capítulo será un poco la introducción de la historia. ¡Espero que os guste!

Halloween es el único día en el que puedes darte el lujo de ser verdaderamente tú mismo


 


Se acercaba la hora, le estaban acabando de dar los últimos retoques a su disfraz. Un poco de morado debajo de los ojos para simular ojeras, base blanca sobre su rostro y unos colmillos alargados pegados a los suyos.


Estaba sentado en la taza del váter, con la tapa puesta, mientras permitía que su hermana le maquillara para verse lo más realista posible.


Podría haberse tratado de algo humillante para cualquier chico de diecinueve años, pero él estaba tan acostumbrado a que su hermana le utilizara para practicar maquillaje, que ya ni le importaba.


Tenía tres años más que él, y ya en la adolescencia de ella empezó a maquillarle por diversión. Él, obviamente, intentó negarse muchas veces, pero al final siempre acababa sucumbiendo a los deseos de la mayor.


Por esa misma razón tenía cientos de fotos vestido y peinado de niña cuando era pequeño, porque a ella le dio por querer una hermanita y no un hermanito y ponerle sus vestidos.


Por lo menos, el chico podía agradecer que a su hermana le hubiera dado ahora por la caracterización y no por el maquillaje de belleza. Juraba que si tenía que volver a oír “deberías hacerte un smokey eye y ponerte pintalabios rojo oscuro para salir de fiesta” se pegaba un tiro.


–Listo –dijo ella, una vez hubo acabado, con una suave sonrisa en sus labios


Se miró al espejo, observando el resultado de su duro trabajo.


Iba vestido con uno de sus trajes habituales, pantalón negro y chaleco rojo oscuro, con una camisa también negra debajo. Alrededor de su cuerpo, una capa negra por fuera y burdeos por dentro, que caía sobre sus hombros con gracia.


Gracias al maquillaje que le había hecho su hermana, conseguía verse extremadamente pálido, como si llevara días sin dormir, pero con una mirada oscura y penetrante, tremendamente atractivo. Los colmillos quedaban muy realistas, parecían suyos propios. Incluso se veía sexy.


La mujer le había propuesto hacer algo con su pelo, pero él se había negado en rotundo. Por ahí sí que no pasaba, no pensaba engominarse el pelo y dejar sus ridículas cejas al descubierto.


–Reiju, esto es… –dijo él, admirando el resultado.


– ¿Alucinante? ¿Impresionante? ¿De un talento increíble? –preguntó ella, adivinando sus pensamientos. Pero el chico era demasiado orgulloso para decirlo en voz alta.


–Tampoco te pases –dijo él, mirándola con aburrimiento. Su hermana le sonrió silenciosamente, como acostumbraba a hacer.


– ¿Seguro que no quieres que te pinte los labios? –preguntó ella, más para molestarle que por otra cosa.


–Ni de coña. –respondió tajante. Si no lo decía así, seguro que acababa haciéndolo.


–De acuerdo. Las lentillas, ¿te las pones tu o lo hago yo? –preguntó la chica, buscando la caja que había comprado hacía un par de días en la óptica y empezando a sacar el contenido.


–Dame, no quiero que me saques un ojo. –dijo tomando el pequeño estuche donde se encontraban.


Estuvo como diez minutos luchando contra ellas para conseguir ponérselas, mientras su hermana se reía de él a su lado y volvía a ofrecerle su ayuda.


La verdad era que con sus ojos azules el disfraz quedaba ya bastante bien. Siempre le había gustado su color de ojos, tan azul e impactante. Contrastaba con el maquillaje negro que le había puesto su hermana, pero ese rojo intenso le daba el toque.


Perfecto.


– ¡Estás guapísimo, Sanji! –dijo su hermana, una vez el rubio se hubo girado para mirarla, un poco avergonzado, pidiéndole opinión en silencio.


Reiju quería muchísimo a su hermanito, sentía auténtica adoración por él. Y siempre le ayudaría en todo lo que pudiera.


– ¿De verdad? –preguntó él, ilusionado. A Reiju le pareció volver a ver ese niño tímido que fue de más pequeño, pero ahora ya era un hombre.


Y se había vuelto realmente guapo, con o sin disfraz.


– ¡Claro que sí! ¡Estoy segura que Nami va a caer rendida a tus pies! –dijo ella, animándole. Sabía perfectamente porqué su hermanito estaba tan preocupado con su aspecto.


–Eso espero… ¡mi bella Nami! –dijo él, con corazones en los ojos.


Si tenía suerte, hoy por fin conseguiría su objetivo.


– ¿De qué irá ella? –preguntó, con curiosidad.


Reiju conocía a Nami. Era muy amiga de Nojiko, su hermana mayor, y sabía que, por muy mal humor que tuviera, era una buena chica. Más de una noche se había quedado a dormir en su casa y Nami se había unido a su fiesta. Era realmente un encanto cuando quería.


Las últimas veces que lo hizo, el pervertido de su hermano no paró de insistirle con que le sacara fotos, cosa a la que se negó en rotundo. En ese sentido, todos los hombres de la familia eran iguales… demasiado mujeriegos.


Tampoco es que ella pudiera decir mucho. Le gustaban más los hombres que a un tonto un lápiz.


–De bruja –respondió él, empezando a imaginársela. Tenía tantas ganas de verla…


–Un vampiro y una bruja… haréis una bonita pareja. –dijo ella, visualizándolo en su mente.


El chico se estuvo un rato soñando despierto hasta que llamaron a su puerta.


Había quedado con Nami, que lo pasara a buscar por casa y luego irían a recoger a los otros con el coche de Sanji. Era parte de su plan para conseguir estar con ella a solas. Pero quien le esperaba en la puerta de su apartamento no era su bella dama.


Era su alga con patas.


– ¿Qué haces tú aquí? –preguntó Sanji, una vez hubo abierto para invitar a su pelirroja a entrar, con su posterior decepción que no se molestó a esconder.


–Hemos quedado hace media hora, cejas de sushi. ¿Tanto te sorprende que venga a patearte el trasero si vas tarde? –dijo Zoro, uno de sus amigos, quejándose.


–Lo que me sorprende es que hayas conseguido encontrar mi apartamento sin perderte. –Zoro pasó por alto el insulto al darse cuenta de un pequeño pero importante detalle de su amigo.


–Cállate. Oye, ¿eso es raya de ojos? –preguntó, acercándose a su cara para verle mejor. Acerándose demasiado para el espacio personal del rubio.


–Almenos voy disfrazado, no como tú. –dijo intentando apartarle mientras él mismo se echaba para atrás.


– ¿Cómo que no? Mira, llevo un cuchillo. –dijo él, alejándose un poco y señalando el accesorio que llevaba en la cabeza.


Sanji no podía creerse que estuviera hablando en serio.


– ¿Tu disfraz es esa mierda? Pero si es lo único diferente que llevas a lo habitual. –dijo, mirándole de arriba abajo.


Iba con la misma ropa de siempre, lo único diferente era ese cuchillo de plástico.


–Tú eres un vampiro travesti y yo un Zoro con cuchillo. –dijo Zoro. Vale, no se había matado, fue a unos chinos y compró lo primero que vio. Pero almenos había hecho algo, ¿no podían valorar eso?


– ¿CÓMO HAS DICHO, MARIMO APUÑALADO? –preguntó Sanji, empezando a exaltarse, como siempre que estaba más de dos minutos seguidos con Zoro.


– ¡Okama! –le respondió el otro, dando donde más le dolía al rubio.


Porque Zoro había visto varias fotos de Sanji de niña.


Antes de que empezaran a pelearse, llegó Reiju justo a tiempo para detenerlos. Con una cámara en las manos que asustó a su hermano.


– ¡Hola Zoro! ¡Cuánto tiempo!–dijo la chica, saludándole cariñosamente.


–Reiju. ¿Qué pasa? –dijo él, a modo saludo. Por muy raro que pareciera, esa era su forma cariñosa de saludar.


Le agradaba la compañía de la hermana de Sanji. De carácter, era como su hermano, pero más calmada y sin las peleas. Estar con ella le hacía imaginarse como sería tener una relación cordial con Sanji.


Y, de paso, molestaba al rubio.


Porque fue Reiju quien le enseñó las fotos prohibidas de Sanji.


Y por eso Sanji tenía un trauma terrible con su hermana con una cámara en las manos.


–Bonito disfraz. ¿Quieres que te ponga un poco de sangre falsa? –preguntó, tocando la punta de su cuchillo.


–Ni de coña. –dijo él, secamente. Conocía la afición de la chica por el maquillaje, y no quería acabar igual que el vampiro.


A parte, ya le gustaba bastante poco disfrazarse como para tener que hacerlo más insoportable todavía.


– ¿Cómo que “Reiju”? ¿Ella conserva su nombre y yo soy “cejas de sushi? –dijo el rubio un poco picado. Nunca le había gustado que su hermana y el Marimo se llevaran tan bien.


–Porque ella me cae bien. –respondió éste únicamente.


– ¡Aléjate de mi hermana! –dijo Sanji, poniéndose entre medio de ellos dos. Por nada del mundo quería tener a ese tipo de cuñado.


La dulce sonrisa de la mujer interrumpió si discusión. Le hacía mucha gracia cuando el pequeño se ponía tan sobreprotector con ella, era realmente tierno. Reiju veía a Zoro como otro de sus hermanos, y nunca le vería como algo más.


Y por lo que se refería al peliverde… si Sanji supiera…


–Va, poneros juntos, ¡que os hago una foto! –dijo ella, poniendo a ambos chicos en un aprieto por causas muy diferentes. No podía dejar de reírse interiormente.


Sanji, visiblemente fastidiado, se puso al lado de Zoro, que estaba terriblemente sonrojado. Ambos sabían que era inútil negarse a los caprichos de Reiju, siempre se salía con la suya.


Ella les apuntó con la cámara, pero los chicos estaban separados por almenos medio metro de distancia. Ambos de brazos cruzados y mirando al lado opuesto de donde se encontraba su amigo. Reiju bufó antes de hablar.


–A ver, niños. Hay dos maneras de hacer esto, por las buenas, o por las malas. –dijo ahora muy seria.


Un escalofrío recorrió la espalda de los dos chicos. Por desgracia, sabían perfectamente a qué se refería la mayor con “por las malas” y ninguno de los dos quería eso.


Se acercaron un poco, hasta que sus brazos prácticamente se tocaron, con una muy visible sensación de incomodidad en sus caras. Reiju no quiso forzarles a más, por lo que les hizo sonreír y tomó la fotografía.


Mirando a la pantalla, se veía que los dos estaban muy nerviosos. Adorables, pensó ella. Ambos chicos tenían diecinueve años, pero ella les seguía viendo como si fueran niños.


Finalmente, les liberó de su tortura y les dejó ir con el resto del grupo.


Se encontraban todos sentados en el portal del bloque donde vivían Sanji y Reiju, pero Sanji solo tenía ojos para una persona.


– ¡Nami preciosa! –dijo yendo directo a abrazar a la chica pelirroja.


–Manos quietas –dijo ella, parándole con un puñetazo en el pecho.


Casi siempre les golpeaba, pero nunca llegaba a hacerles daño. Era su forma de dar toques de atención.


–Hasta tus golpes son hermosos –dijo él, muriendo de amor.


Zoro chasqueó con la lengua. La actitud de Sanji seguía siendo tan ridícula como siempre. ¿Qué diablos le pasaba con las mujeres? No entendía cómo podía perder el culo de esa forma. Le molestaba mucho, muchísimo.


Acababan de quedar y ya estaba cabreado.


– ¿Algún problema? –preguntó el rubio, picado con Zoro.


–Nada. –respondió él, girando la cara. Quizá lo mejor sería que fuera con Luffy y Usopp, porque estaba claro que el rubio no les iba a hacer ni caso.


–Nami tu disfraz es… increíble –dijo Sanji, a quien le caía la baba al mirarla.


Iba vestida con un corsé morado que dejaba al descubierto sus hombros y provocaba un muy pronunciado escote, favoreciendo todavía más sus grandes pechos, una minifalda negra, medias de rejilla y unas botas negras.


Ver el cuerpo de Nami con tan poca tela tapándolo era una delicia para los sentidos.


– ¿Te gusta? Voy de bruja –dijo ella, muy ilusionada, tocando su sombrero de una forma muy graciosa.


–Te pega –dijo Zoro, con indiferencia en su voz.


Zoro acabó con un chichón en la cabeza y Usopp y Luffy tirados por el suelo, riéndose de ellos. Nami podía dar toques de atención, pero mejor no tocarle los ovarios.


–Al menos no soy una cutre que lleva un cuchillo de plástico en la cabeza –dijo ella, fregándose los nudillos.


Le dolían los dedos. ¿Se lo parecía o Zoro cada vez tenía la cabeza más dura?


–Y dad gracias que llevo algo más que el año pasado. –dijo ya molesto por las continuas burlas recibidas.


Lo llego a saber y no hago nada.


Interiormente, todos se vieron obligados a asentir. Zoro nunca había sido muy dado a disfrazarse. No le gustaba toda esa parte, él prefería ir directamente al alcohol que implicaba la fiesta.


Poco a poco, fueron dirigiéndose al coche del rubio. De entre ellos, era el único que tenía carnet de conducir y coche propio. Nami todavía no había hecho el examen, Usopp y Luffy no tenían la edad y Zoro… bueno, Zoro nunca sería capaz de seguir las indicaciones del examinador.


Entraron al coche, Sanji y Nami delante y los otros tres detrás. El lugar del copiloto siempre estaba guardado para ella, para que fuera más cómoda. Era una de las pocas normas que imponía el rubio.


–Zoro, Zoro! ¿Qué te parece mi disfraz? –preguntó Luffy, una vez se hubo puesto el cinturón, en el centro.


–Vas de pirata. –dijo Zoro como si fuera una obviedad.


–Mola, ¿verdad? –preguntó Luffy, muy animado.


–Es lo mismo que llevabas el año pasado. Y el otro. Y el anterior. –respondió éste, que no entendía por qué debía decir nada si siempre iba de lo mismo. Lo raro sería que fuera de otra cosa.


– ¡Es que los piratas son lo mejor! –dijo con su habitual alegría.


– ¡Mira Zoro! ¡Yo voy de momia! –dijo Usopp, también con ganas de participar en ese circo.


Zoro se preguntó por qué tenían que decirle eso a él. A quien le gustaba toda esa parafernalia era a ellos. Él solo esperaba con ansias el vodka. O lo que fuera que sirvieran en esa maldita escapada a la que iban.


Lo habían organizado todo Luffy y Sanji, en el más absoluto secretismo. Solo sabían que irían a una escapada rural con fiesta incluida.


Zoro se jugaba el cuello que había sido idea de Luffy y que Sanji lo había tenido que preparar todo. Y teniendo en cuenta que no habían dicho nada, estaba seguro que esa escapada incluía actividades de terror.


De esas que, si lo hubieran sabido, tanto Nami como Usopp se hubieran negado y que harían que Nami se pegara como una lapa a Sanji por culpa del miedo.


Patético…


En verdad no era culpa de la chica. Nami solo era una pobre víctima más. Sabía que no debía enfadarse con ella porque Sanji le fuera detrás e hiciera lo posible por conquistarla, pero le fastidiaba mucho.


Luffy empezó a reír como un loco a su lado.


– ¡Que ganas de llegar! ¡Quiero entrar ya al pasaje del terror! –dijo con una enorme sonrisa, una vez estuvieron fuera de la ciudad.


Ya decía yo…


– ¿CÓMO QUE PASAJE DEL TERROR? –gritaron Usopp y Nami a la vez. Sanji se apresuró a poner el seguro del coche. Eran capaces de tirarse en marcha.


–Vamos, ¡será divertido! –dijo Luffy, muy relajado.


– ¡Eso no entraba en los planes! ¡Quiero irme! ¡SANJI ABRE EL COCHE! –empezó a gritar Usopp, que intentaba abrir la puerta derecha de atrás como si fuera un loco. Menos mal que había puesto el seguro.


El rubio sintió fuego a su derecha. Era como un fuego helado, muy afilado, que se clavaba en su cuello. Con miedo, giró un poco la mirada, para ver la mirada cargada de odio de la chica que le gustaba.


– ¿Sanji? –preguntó ella, muy fríamente.


– ¿Dime, mi Nami preciosa, mi princesa, mi amor? –el peloteo excesivo quizá apaciguara su odio.


–Corta el rollo. Qué. Significa. Esto. –articulo demasiado bien cada palabra, con una pausa después de cada una.


–Bueno, había pensado que nos lo podríamos pasar bien y… –debía haber pensado alguna explicación para cuando llegara éste momento…


– ¿Y que me abrazaría a ti mientras te pedía que me salvaras? –estaba muy enfadada. Mucho. Por mucho que Sanji le hubiera dado la explicación más convincente posible, el resultado habría sido el mismo.  


Usopp lloraba en la parte de atrás, atado con sus propias vendas en la puerta, para conseguir que se estuviera quieto. Lo habían hecho entre Zoro y Luffy, y como siguiera así le vendaban la boca.


–Bueno, no había pensado en eso, claro que si es algo que necesitas ya sabes que yo haría lo que fuera por ti… –y tanto que había pensado en eso. Por eso se había dedicado a buscar una de las experiencias de terror en que el recorrido fuera lo más largo posible y como mucho se aceptaran grupos de tres.


Lo tenía todo planificado en su mente: él, con su bella Nami, agarrando fuertemente su brazo, muy pegadita a él, mientras la abrazaba y sentía sus enormes…


–Sanji, no soy tonta, ¿sabes?


–Nami, yo…  


–Da marcha atrás. Quiero volver. –dijo ella, en tono neutro, mirando hacia la ventana. Estaba tan enfadada que ni siquiera tenía ganas de gritar.


–Pero… –al rubio se le cayó el mundo a los pies. ¿Tanto se había pasado como para que ahora se fuera todo a la mierda?


–He dicho que quiero volver. –repitió ella, mirándole esta vez a los ojos. Le estaba dejando muy clara su opinión respecto a esto.


–Nami… –dijo Sanji, abatido, empezando a ceder. Siempre haría lo que ella le pidiera.


La verdad era que Zoro disfrutaba enormemente de ese espectáculo. Ver a Nami tan enfadada con el cocinero le llenaba de satisfacción, pero empezaba a darle pena. Y la verdad era que Zoro tenía cierta curiosidad por el pasaje de terror.


Sería como estar dentro de una película de miedo.


Así que echó un cable a su amigo y dijo lo único que necesitaba oír Nami para decidirse a ir.


–Vamos bruja, déjalo ya. Total, está pagado, y no creo que nos devuelvan el dinero. –dijo Zoro, dándole donde sabía que más le dolería a su amiga.


– ¿QUÉ? –preguntó ella, muy escandalizada. ¿Por qué diablos se había fiado de estos dos con temas de dinero? ¿POR QUÉ?


–No, no lo devuelven –dijo Luffy, relajándose en su asiento. Era el único que parecía ignorar por completo la tensión que empezaba a vivirse en ese vehículo.


Nami suspiró resignada. No podía culpar a Luffy, aunque hubiera estado implicado. Sabía que era una cabra loca, era tan sumamente egoísta que ni siquiera habría dado en el detalle que ni ella ni Usopp podían pasarlo mal con esas cosas.


Con quien estaba furiosa era con el rubio. Sanji era listo, sabía perfectamente que ella odiaba esas cosas, y lo había utilizado en su contra para intentar ligársela. Eso no pensaba pasarlo por alto por nada del mundo.


Estaba siendo un trayecto muy tenso para Sanji, con Nami terriblemente enfadada y callada a su lado, ignorándole cada vez que le decía algo.


En cambio, el humor de Zoro había mejorado muchísimo. Ver los planes frustrados de Sanji le alegraba muchísimo. Tanto como para estar todo el rato haciendo broma con Luffy atrás, riéndose de Usopp, que estaba algo más calmado, pero no desatado.


– ¡Voy a ser el rey de los piratas! –dijo Luffy, con un gran grito que les ensordeció a todos.


– ¡Y yo seré el faraón más famoso de Egipto! –gritó Usopp también animado.


–Pero si vas envuelto en papel de váter –dijo Zoro, mirándole. Había visto disfraces de momias mucho más currados que el que llevaba el narizón.


– ¿CÓMO TE ATREVES A HABLARLE ASÍ AL GRAN TUTANKAMON? –preguntó éste con un ligero tembleque.


Ni Luffy ni Zoro tenían la más mínima idea de cultura egipcia. Da gracias que sabían lo que era una momia o una pirámide.


– ¿A quién? ¿Eso se come?


– ¿Eso se bebe? –preguntó cada uno en referencia a sus vicios.


–Fue un faraón del antiguo Egipto, par de idiotas –respondió Nami, des de adelante.


– ¿Algo así como un rey? –preguntó Luffy con curiosidad. A Zoro se la sudaba bastante una momia de hace dos mil años.


–Eso. –respondió Nami.


– ¿Era el rey de los faraones? –siguió Luffy.


–No, de los egipcios –respondió la chica.


– ¿Y también iban en barco? –preguntó Luffy. Nami empezaba a perder la paciencia por la estupidez de su amigo.


–No, vivían en pirámides. –dijo esta vez Usopp, viendo el fuego alrededor de Nami.


– ¿Y se vestían con papel de váter? –preguntó, volviendo a mirar a Usopp.


–Lo del papel de váter es porque Usopp es muy cutre –dijo Zoro, con ganas de guerra.


– ¡Habló! ¿Y tú qué? ¡Tú disfraz consiste en una diadema con un cuchillo de plástico de los chinos! –se defendió el chico vestido de momia ante ese ataque.


–Es verdad Zoro, otra vez no te has disfrazado… –dijo Luffy, con un puchero, algo triste.


– ¿Como que no? Voy de Zoro con un puñal en la cabeza. –dijo éste recordando la conversación con Reiju.


– ¡Ah así que era eso! ¿Quieres ser parte de mi tripulación? –dijo contento otra vez el pirata.


–Claro, porque no. –respondió Zoro, preguntándose qué haría alguien con la cabeza travesada por un cuchillo en un barco pirata. ¿Ser espadachín, quizá?


– ¡Bien! ¡Usopp también se une! ¡Hoy conquistaremos el bosque y saquearemos sus tesoros, tripulación! –Zoro se preguntó entonces cuál sería el papel de una momia. Podían usarla como trapos de la limpieza.


– ¿Des de cuando el faraón Tutankamón era un pirata? –preguntó Sanji, contagiándose del buen humor de sus amigos. Él, a diferencia de esos dos, sabía perfectamente de quien se trataba.


–Sería faraón de día, pirata por la noche. –dijo Luffy, refiriéndose a toda una cultura como si fueran superhéroes.


Sanji no pudo evitar echarse a reír, igual que Usopp. Incluso Zoro dejó ir una ligera sonrisa. Esta conversación de idiotas era demasiado.


–Eso no tiene ningún sentido. –dijo Nami, harta del diálogo de besugos que tenía lugar en la parte trasera del coche.


Esos tres eran capaces de bajar drásticamente el cociente intelectual de una ciudad entera.


–Vamos, ¡Sanji y Nami suben al barco!


–Luffy, tengo un coche, no un barco –recalcó Sanji. 


– ¿Y dónde está tu ataúd rosa con brillantes? –preguntó Zoro, sin desaprovechar la oportunidad de meterse con el rubio.


– ¿A qué te refieres? –preguntó Sanji, dándole una única oportunidad para que no le diera una patada que le hiciera saltar los dientes.


La sangre empezaba a hervirle. No le toleraría que le dejara mal enfrente de Nami. Su disfraz era el más currado de todos, y estaba realmente atractivo.


–Cómo eres un vampiro travesti… –y perdió esa oportunidad.


– ¡Maldita alga apuñalada, te voy a matar! –dijo Sanji, girándose hacia atrás por el impulso.


–¡¡¡SANJI!!! –gritó Nami, agarrando el volante, evitando que el coche se estrellara.


Sanji intentaba pegar a Zoro, Zoro se defendía como podía, Nami agarraba el volante como podía, Usopp lloraba temiendo seriamente por su vida y Luffy se reía mientras decía cosas como “¡remad, marineros de agua dulce!”


– ¡PARAD DE HACER EL IMBÉCIL O NOS MATAREMOS! –volvió a decir Nami, con lágrimas en los ojos. Ella había hecho solo clases teóricas, no tenía ni idea de cómo llevar eso.


Sanji, al oír su llanto, automáticamente volvió a su sitio.


–No molestéis al conductor –dijo, sacando un cigarrillo de la guantera, poniéndolo entre sus labios y encendiéndolo. Necesitaba calmarse un poco, y nada mejor que la nicotina para ello.


Estaba más enfadado consigo mismo que con los otros. ¿Por qué Zoro siempre conseguía sacarle de sus casillas?


–Si vuelve a pasar algo así, juro que os mato –dijo Nami, algo más tranquila.


–Cuidado rufianes, ¡que viene el Kraken! –gritó Luffy.


Se ganó un golpe en la cabeza por parte de Nami.


Llegaron a su destino al cabo de una hora, cuando empezaba a oscurecer, con esos tres haciendo el tonto detrás, pero dejando en paz a los dos de adelante. Al menos, consiguieron que esa tensión tan desagradable desapareciera.


La escapada consistía en: llegada al hotel a las siete de la tarde, entrada al pasaje a las ocho, recorrido que duraría una hora, con coctel sangriento al final del camino, donde se encontrarían todos los grupos y, por la noche, cena y fiesta temática en el comedor del hotel.


Sanji había leído el nombre de los menús. Todo eran platos como “corazón de vampiro”, “serpiente en su veneno” o “poción de brujas” cuando seguramente serian carne con salsa de tomate, pescado en salsa de mantequilla y algún tipo de sopa de calabaza.


Y se apostaba lo que fuera que ese “coctel sangriento” sería un Bloody Mary o algo por el estilo. Pero siempre quedaba más auténtico.


Nami no le habló a Sanji en todo el rato. Ni cuando llegaron al hotel cuando le bajó el equipaje del maletero, ni cuando se instalaron cada uno en su habitación, ni durante todo el rato que estuvieron haciendo cola para entrar al maldito pasaje del terror.


Empezaba a deprimirse.


Y Zoro volvía a cabrearse. ¿En serio tenía que estar tan abatido por ella? ¿Por qué tanta atención? Ella nunca le había hecho ni caso. Siempre se aprovechaba de él en todo lo que podía, le manipulaba a su antojo para que fuera su perrito faldero.


¿Y Sanji? Parecía idiota. No, no lo parecía, lo era. Eso. No puedes considerarte un ser inteligente y dejarte pisotear tanto. Eso ya pasaba por mucho los límites del masoquismo. Era un arrastrado. Y un pervertido. Y un salido. Y un cejas de sushi.


Le tiraba más la bragueta que el sentido común. Imbécil.


Claro que tenían sus cosas buenas…


Nami… podía ser una bruja usurera, pero siempre estaba ahí para ellos. Nami siempre fue la primera en defender a Zoro delante de otros niños por su color de pelo, cuando eran pequeños. Aunque no le hiciera falta porque él solo era capaz de darles una paliza a todos ellos.


Ayudó mucho a Sanji cuando tuvo problemas en casa, con su padre y hermanos, durante el divorcio de sus padres, y tanto él como su hermana se fueron a vivir con su madre. Por lo que sabía, los dos hermanos no se hablaban con el resto, ni con su padre.


Sabía por boca de Sanji, de esos pocos momentos en que no se pelaban y se contaban sus confidencias, que Nami le había ayudado a salir de ese pozo en el que había estado.


Y Zoro estaba realmente cabreado consigo mismo por eso. ¿Por qué no fue él quien estuvo a su lado en esos momentos? ¿Por qué no se preocupó más?


La relación de Zoro y Sanji siempre había sido… complicada. Se peleaban casi todo el tiempo, aunque sentían un profundo respeto y admiración el uno por el otro. Pero pocas veces hablaban de lo que en realidad les afligía.


En esa época, Zoro había decidido hacer lo que siempre hacía: mantenerse al margen. Ellos eran así, siempre estaban ahí el uno por el otro, para distraerse de sus mierdas, no para exteriorizarlas.


Zoro quedaba con Sanji y hablaban de trivialidades. Nunca le preguntó como estaba, como se sentía, si necesitaba ayuda. Solo dio por hecho que lo haría si le hacía falta, no pensó que quizá sería buena idea ofrecerlo. 


Y se arrepentía profundamente de eso. Pensaba que así lo ayudaba, distrayéndole. Se equivocó. Sanji estaba cada vez más hundido y él no hizo nada.


Pero Nami lo hizo. Lo consiguió. Le sacó de su miseria. Y poco después de eso, Sanji se pilló por ella.


Fue idiota. Muy idiota. Debió haber sido él, y no ella. Sanji debería mirarle a él como miraba a Nami. Debería sentir eso por él, y no por ella.


Debería quererle a él, pero Zoro era un hombre, y sabía que Sanji nunca le miraría con esos ojos. Eso no era culpa de Nami, ni de Sanji. Nadie tenía la culpa. Pero era terriblemente doloroso.


– ¡YA FALTA POCO! ¡YA FALTA POCO! –gritaba Luffy emocionado, a escasos metros de la entrada, sacando a Zoro de sus pensamientos.


El chico observó un poco a su alrededor. No era una casa del terror como tal, se trataba de un recorrido preparado a lo largo del bosque en el que se encontraban. Debía haber llevado mucho trabajo prepararlo.


Zoro ni siquiera estaba un poco emocionado. La verdad era que tenía ganas de volver a casa. O, mejor todavía, de ir a esa maldita fiesta y beberse todo el alcohol que hubiera.


–Marimo, ¿se puede saber qué te pasa? –preguntó Sanji, viendo que no decía ni una sola palabra. Sanji sabía que Zoro siempre había sido un tipo serio y de pocas palabras, pero de normal se animaba mucho cuando hacían planes.


Bromeaba con Luffy, se metía con Usopp, se peleaba con Sanji, y todos acababan recibiendo golpes de Nami. Esa era su dinámica, en la que el peliverde estaba muy implicado. Pero no hoy, parecía como ausente.


–Nada. –respondió sin siquiera mirarle. Él era su puto problema.


– ¿Nada? –preguntó Sanji, sin creerle ni siquiera un poco. No quería admitir que estaba un poco preocupado por él.


–Déjame en paz, cejillas, no eres mi madre.


–Y tú vete a tomar por culo, alga parlante. Encima que me molesto en preguntarte…


Sanji ya tenía suficiente con el odio de Nami por una noche, no quería ganarse también el de su mejor amigo.


Vale, de acuerdo, lo admitía. Zoro era su amigo más cercano, con quien más confianza tenía. Era su rival, su enemigo. ¿Y qué hay más parecido a eso que un gran amigo? Pues eso. Luffy tenía a Usopp. Nami tenía a Vivi. Sanji tenía a Zoro.


Y no le gustaba para nada ver a una persona tan importante para él pasarlo mal. Pero Zoro era un tipo demasiado cerrado, nunca quería hablar de nada. Incluso más que él. Por lo que, si se había negado a hablar, sabía que no conseguiría que dijera nada.


Por lo menos, a su manera, Sanji le había hecho notar que veía que había algo. Ahora el Marimo podía tomarlo o dejarlo, ya dependía de él.


Toda su preocupación se esfumó con solo una palabra.


– ¡Siguientes! –dijo el hombre disfrazado en la entrada. Era su turno.


– ¡Nami preciosa! ¡Entremos juntos, adentrémonos en las tinieblas de la mano! –dijo pasando de su amigo y yendo directo a la pelirroja, revoloteando a su alrededor.


Nami le lanzó una mirada lanzada de segundas intenciones. La verdad era que el enfado ya se le había pasado un poco, pero quería torturar a Sanji por lo que le había hecho.


–Sanji… ¿quieres que entremos juntos? –preguntó con una sonrisa con una muy fingida inocencia, que provocó escalofríos en todos menos en el rubio. Para él una sonrisa de su princesa era lo más importante.


Se arrodilló enfrente de ella, con la cabeza gacha, tomando su mano delicadamente.


–Contigo, iría al fin del mundo.


La expresión de Nami cambió radicalmente. Tenía esa cara de bruja malvada que tan bien conocían, y que, tal y como había dicho Zoro, tan bien le quedaba con el disfraz.


Esa mirada gélida se dirigió hacia Zoro, quien tembló de pies a cabeza. Sabía que eso no significaba nada bueno, y el rubio era un total ignorante de eso.


Nami observaba al peliverde, mirando hacia un lado con frustración. Era una chica muy lista, y hacía tiempo que se había dado cuenta de lo que él sentía por Sanji. Por eso últimamente trataba con más dureza al rubio, porque ella nunca tendría nada con él y no quería herir a su otro amigo.


En verdad, no hacía falta ser demasiado observador para darse cuenta de los sentimientos de Zoro por Sanji, si le conocías un poco era bastante fácil de ver. Pero Usopp nunca se fijaba en nada, Luffy era medio tonto y Sanji iba a su mundo.


Pensó que, aprovechando su cabreo ahora ya inexistente, podría intentar darles un empujón a esos dos.


–Pues púdrete en él y déjame en paz. Yo me voy con Zoro. –dijo ella, soltándole y yendo hacia él.


Sabía perfectamente cómo reaccionarían ambos.


El rubio se congeló en ese momento.


– ¿Que se pudra? ¿Va de mayordomo zombie? –preguntó Luffy en referencia a la frase de la chica.


–Luffy, es un vampiro, no un mayordomo. –respondió Usopp por el resto, que tenían ganas de pegarle en la cabeza, a ver si se le arreglaba el cerebro.


– ¿Un vampiro zombie? –volvió a preguntar Luffy.


Según su razonamiento, Nami era la más lista del grupo. Si le había dicho que se pudriera, debía ser porque iba disfrazado de algo que lo hacía, un zombie.


Mirando a Sanji, trajeado como siempre pero con capa, se le ocurría que iba de mayordomo, aunque Zoro había dicho que iba de vampiro travesti.


Claro que, Zoro era el tonto, y Nami la lista. O sea que Luffy tenía razón e iba de mayordomo. No había fallos en su lógica.


–Eso no existe –dijo Usopp.


– ¿Entonces solo zombie? –volvió a preguntar, seguro de lo que pensaba. Tenía que ser eso.


Zoro vió con asombro como Nami se pegaba a él, no hizo ni caso a los otros dos para meter baza y aprovechar para meterse con el rubio. Sanji ni siquiera les escuchaba, y eso que hablaban de él.


Ha… ha dicho… ¿qué? Con… ¿con Zoro?... por… ¿por qué?... si… si yo… yo… Nami… yo…


–A mí no me metáis en vuestras peleas –dijo Zoro, quitándosela de encima. La chica se había agarrado a su brazo para dar más realismo a su actuación y molestar a Sanji. De acuerdo, puede que siguiera un poco picada.


Pero… Zoro… el Marimo… ¿por… por qué? ¿Le gusta? ¿Es eso?


El rubio seguía en el suelo, totalmente paralizado.


–Chicos, creo que Sanji se ha roto –dijo Usopp, empujándole con un dedo y viendo que después de decantarse un poco volvía a la misma posición.


–Los vampiros se rompen? Es porque le está dando la luna? –preguntó Luffy, después de que Usopp le hubiera aclarado que no era un zombie.


Usopp volvió a tener ganas de pegarle muy fuerte. Y eso que él era el menos violento del grupo.


–No, Luffy, era la luz del sol. –dijo empezando a perder la paciencia.


–Pero ahora es de noche. –dijo Luffy, mirando al cielo, rascándose la cabeza y sin entender nada.


Usopp le dio por imposible.


¿Por qué le escoge a él? Si… Si yo… siempre la trato como a una reina… siempre… él… él nunca…


–Pero Zoro! Quiero que me protejas de los monstruos que nos ataquen… –dijo ella, volviéndose a agarrar a él, presionando su brazo contra su pecho y poniendo un puchero.


¿Es por su cuerpo? Zoro siempre ha estado muy bueno… entrena mucho y está muy fuerte, y de cara tampoco está mal… No sería la primera vez que me rechaza una chica por él…


Zoro se sorprendió ante el contacto, pero no le afectó lo más mínimo. Él era gay, como si la chica quería presentarse desnuda a su habitación.


–Yohohoho, ¡qué bonita pareja! ¿Entráis juntos? –preguntó el tipo disfrazado de esqueleto de la entrada.


Un momento, si era un esqueleto, ¿por qué llevaba un afro?


– ¡Oye! ¡Me gusta tu peinado! ¿Te unes a nosotros? –preguntó Luffy.


– ¡LUFFY! ¡Pero no invites a un esqueleto a la tripulación! –dijo Usopp, en referencia a la conversación que habían tenido en el coche.


Des de ese momento, ya no fueron “el grupo”. Eran una tripulación. Llevaban toda la tarde con la misma broma.


– ¿Por qué no? Es guay. –dijo con una gran sonrisa.


–Yohohoho yo soy un trabajador, ¡no puedo entrar con vosotros! Pero estaré encantado de coincidir en la fiesta del hotel. Soy Brook. –respondió el esqueleto, muy contento con la invitación que acababa de recibir.


–Yo Luffy, el futuro rey de los piratas. –respondió el moreno, sujetando su sombrero de paja a modo saludo.


–Yo Tutankamón. –Dijo Usopp, haciendo pose de momia, fingiendo valentía –pero puedes llamarme Usopp.


El triángulo amoroso que se había formado estaba ignorando completamente al resto y sus tonterías.


A Zoro le daba absolutamente igual ahora la fiesta. No. Eso ni de coña. ¿Cómo?


– ¿Cómo que pareja? –dijo Zoro, en shock. No. No, no, no, no. Sí que quería acostarse con uno de sus amigos, pero era rubio y cocinaba.


–Zoro, Nami, ¿estáis saliendo? –preguntó Luffy, prestando atención a lo que estaba pasando a su lado, creyendo que lo que decía el esqueleto era cierto.


¿Están juntos? ¿Es eso? ¿Por eso no me quiere? ¿Cómo han podido hacerme esto? ¿Mi amor… mi amor con… con mi mejor amigo?


– ¿Yo Con la bruja usurera? –preguntó Zoro como si fuera lo más estúpido que había oído nunca. La situación se estaba saliendo de madre. Miró a Sanji, que seguía clavado en el suelo.


Nami solo se rió coqueta.


– ¡Pero niégalo, joder! –dijo Zoro, mirándola a su lado. ¿Por qué seguía teniéndola enganchada a él?


–Zoro, no te hacía tan tímido… –dijo ella, mirándole con seducción.


– ¡Deja de utilizarme para molestar al cejas de sushi! –dijo Zoro, entendiendo un poco lo que pasaba.


Nami seguía sonriendo, sin cesar ni un poco en su actuación. Sabía que Sanji se pondría celoso y haría lo que fuera para que ella y Zoro no hicieran el pasaje juntos, incluso si eso significaba ir con él. 


– ¡ZORO MALDITO CABRÓN! –reaccionó por fin el rubio, levantándose. – ¿COMO HAS ENGAÑADO A NAMI? ¡ES UNA DAMA PURA QUE NUNCA SE IRÍA CON UN CAVERNÍCOLA COMO TU!


Y, obviamente, Sanji estaba demasiado afectado como para darse cuenta. Quería tomarla contra el peliverde. Lo que no gustó nada a éste.


– ¿Tienes algún problema conmigo, vampiro travesti? –preguntó Zoro.


– ¡Mi problema eres tú, alga apuñalada! –respondió el otro a gritos.


Usopp y Luffy se reían como focas en el suelo, ensuciando sus disfraces. Estaban haciendo un espectáculo gratuito curioso que tanto los integrantes de la cola como los trabajadores estaban disfrutando.


– ¡Yohohoho! Sois un grupo de lo más curioso. –dijo el esqueleto, riéndose también de la situación.


–Vamos Zoro, entremos… –dijo Nami, en un último movimiento arriesgado, tirando de él.


– ¡Que no quiero ir contigo!


– ¡NO PIENSO PERMITIR QUE TE APROVECHES DE NAMI EN EL PASAJE! Nami preciosa, entiendo que estés enfadada conmigo, pero tu príncipe va a salvarte de las garras de la bestia. –dijo con una reverencia, cual caballero andante.


– ¿Cómo que bestia? –preguntó Zoro, en su tono más amenazante.


–Hombre Zoro, siempre has sido un poco bestia. –dijo Usopp, intentando meter baza.


–Cállate momia, o te tragas las vendas. –en ese momento, a Usopp le dio mucho más miedo su amigo que cualquiera de los actores del pasaje.


– ¿Zoro bestia? Si va de Zoro con un puñal en la cabeza. –dijo Luffy, perdido de nuevo con los disfraces que habían escogido sus amigos.


– ¿De verdad os metéis con mi disfraz y no con su maquillaje? –dijo señalando a Sanji.


–Pero el disfraz de mayordomo está muy currado. –Luffy, para variar, iba a su bola.


– ¡Que soy un vampiro! ¿Des de cuando los mayordomos tienen colmillos y los ojos rojos? –dijo éste, más picado de que le llamaran mayordomo que vampiro travesti.


–Yo que sé, le gustará mucho la carne. –respondió Luffy, siguiendo los argumentos internos de su propia lógica.


– ¿Qué? –preguntó Sanji, sin entender nada. Luffy siempre conseguía descolocarlos a todos con sus razonamientos alocados.


–Bueno, ¡nosotros entramos! –dijo Nami, tirando más de Zoro, con su sonrisa más dulce.


Brook estaba a punto de sellarles el tique de entrada cuando un Sanji salvaje apareció por detrás.


– ¡NO VOY A PERMITIRLO! ¡Nami, huye ahora que le tengo distraído! –dijo él, cogiendo a Zoro por el otro brazo y apartándolo de la chica.


–Estoy aquí. Os estoy escuchando. Me estoy enterando de todo.


–Sanji, tú… ¿te sacrificarías por mí? –preguntó la pelirroja, con mucha dulzura.


Ahora sí que Zoro no entendía nada. Nami siempre había estado un poco loca, pero tenía la sensación que se contradecía a sí misma. Porque en ningún momento le pasó por la cabeza que fuera alguno de sus planes. 


– ¿Pero qué dices? Si eres tú la que no para de insistir. –dijo él.


– ¿Usopp tu entiendes algo? –preguntó Luffy, que llevaba rato perdido.


–Creo que Nami planea algo… pero ni idea del qué. –respondió el narizón, que ya la conocía un poco como para ver más allá de sus sin sentidos.


–Oye yo quiero entrar –dijo Luffy, cansado ya, ignorando a sus amigos y tirando hacia adelante.


Nami esperaba a que Luffy perdiera la paciencia en ese momento para aprovechar. Se giró para mirarle y se fue corriendo hacia ellos.


–Perfecto, ¡me vengo con vosotros! ¡Nos vemos luego, chicos! –dijo Nami, despidiéndose alegremente con la mano y entrando al pasaje con Luffy y Usopp.


Su plan había funcionado a la perfección.


Zoro y Sanji se miraron, dándose cuenta que ahora tendrían que entrar en pareja. Y la verdad era que, a ninguno de los dos les apetecía demasiado. A Zoro porque estaba enfadado con Sanji, y a Sanji porque estaba enfadado con Zoro.


Ninguna novedad.


– ¡Yohohoho! ¡Parece que la dama se decidió por los otros caballeros! –dijo Brook, observando como los dos amigos se miraban, se cruzaban de brazos con evidente enfado y se giraban la cara mutuamente.


–Tsk, que haga lo que quiera.


Zoro la estaba odiando sin siquiera imaginarse que la chica le estaba haciendo un favor.


Brook tardó diez minutos en dejarles pasar. Mientras les pedía pacientemente que esperaran, les contó que el recorrido estaba dividido en tres partes, que solo tenían que seguir las indicaciones de los carteles y no desviarse nunca del camino.


– ¡Yohohoho! Y recordad… no toquéis a nadie y no seréis tocados… –les dijo mientras les daba un pequeño mapa para indicarles dónde tenían que ir, que Sanji tomó para mayor confianza.


Entraron sin dirigirse la palabra, siguiendo la flecha clavada en un árbol que les dirigía al “bosque del hombre lobo”.


Los árboles estaban llenos de decoraciones de Halloween, tenían un montón de telarañas, murciélagos, gatos de plástico e incluso altavoces que soltaban sonidos terroríficos. Sanji tenía que admitir que estaba muy currado. Lástima que…  


–Maldito Marimo…


Siguieron avanzando, con Sanji guiando la ruta.


– ¿Que quieres ahora?


–Por tu culpa no he podido hacer el recorrido con mi bella princesa. –dijo con la voz cargada de rencor.


–No es mi culpa que ella no quiera nada contigo, a ver si te enteras de una vez.


De vez en cuando aparecían personas ensangrentadas que se paraban a avisarles que no siguieran, que “eso” estaba ahí e iba a matarles.


–Sí, sí, claro. Venga, adiós –respondía el alga apuñalada como mucho mientras pasaba de largo.


Al girar a la derecha, siguiendo del trayecto perfectamente guiado por Sanji, se encontraron a un hombre tirado ahí en medio, agonizante, con los intestinos por fuera.


–Ah… ayuda… –decía el actor, agarrando los tubos de plástico y mostrándoselos a los clientes.


–Podría hacer longanizas con eso. –dijo Sanji al verlo.


Los dos chicos siguieron caminando, pasándole por encima, como si de una piedra en el camino se tratara.


El problema fue cuando una chica ensangrentada pasó corriendo mientras gritaba y lloraba. Zoro tuvo que agarrar a Sanji de la camisa para impedir que fuera corriendo tras ella.


Una niebla espesa les empezó a rodear mientras se acercaban al primer punto marcado en el mapa, “la cueva del lobo”. Tenían que adentrarse en ella y salir por el otro lado, como si fuera una especie de túnel.


Porque de hecho, de eso se trataba.


Era una especie de casa del terror decorada como si fuera una pequeña montaña con una cueva como entrada.


Al entrar, se podía notar que la temperatura bajaba algunos grados, como si hubiera algún tipo de refrigeración conectada.


Era una cueva oscura, de varios metros de largo y algunos giros, con pequeñas entradas por las que salían voces grabadas o corrientes de aire caliente, que contrastaban totalmente contra el frío del ambiente.


Pero ninguno de los dos prestaba la más mínima atención a esos pequeños detalles.


– ¡REPITE ESO SI TE ATREVES!


–A-R-R-A-S-T-R-A-D-O. ¿Te lo escribo?


Sonó un ligero aullido que podía confundirse con el viento, cada vez más cerca. 


– ¡Soy un romántico amante de las mujeres, alga sin cerebro! –se defendía el vampiro.


– ¡Y tu cocinero pervertido! –le volvía a atacar el alga apuñalada.


Se oían aullidos. Auténticos. De animales, acercándose a ellos. Y no les hacían ni caso. De hecho, ni siquiera los oían.


– ¿No era un arrastrado? ¡Decídete!


– ¡Eres las dos cosas, el cocinero pervertido arrastrado! ¡Pareces una babosa! ¡Cejas de caracol!


Algo pequeño se movió enfrente de ellos, plantándose justo delante, cortándoles el paso. Se puso a cuatro patas y volvió a aullar.


– ¿Quién osa entrar en mi cueva? –preguntó una voz demasiado dulce para la criatura que simulaba ser.


– ¡Y tu una alga con patas! ¡Marimo!


– ¡Mejor un Marimo que un caracol asqueroso! ¡Baboso!


Los dos amigos ignoraron demasiado descaradamente al pobre actor, que intentaba seguir su papel, pero se le ponían difícil.


–Eh… esto… he… he dicho que… ¿QUIEN OSA ENTRAR EN MI CUEVA? –dijo gritando todavía más, moviéndose más bruscamente, intentar llamar su atención inútilmente.


– ¡Hablar contigo es imposible, es como darse de cabezazos contra una pared! –dijo Sanji, cansado de su amigo.


– ¿Te crees que tú eres fácil de tratar? ¡Eres peor que un dolor de muelas!


El actor no acababa de entenderlo. Estaba chillando, moviéndose. De normal la gente se asustaba y se iba corriendo.


Pero hoy ya habían intentado secuestrar como comida y, ahora, ignorando. ¿Qué les pasaba a los clientes de esa noche?


–Esto… quizá no me han oído… ¿Quién OSA…  –los dos le cortaron antes de que pudiera acabar la pregunta de nuevo.


– ¡CÁLLATE DE UNA VEZ! –dijeron, prestándole por fin atención.


El actor llevaba muy mal que le gritaran. Ya había pasado suficiente miedo con el grupo anterior, cuando un pirata loco había intentado hacer una hoguera y convencer a los otros dos para que le atraparan y le cocinaran.


Al menos los otros dos eran más normales, o más cobardes, y habían tirado de él, corriendo, en cuando el chico empezó a gritar. Por lo menos no notaron que eran gritos de terror, lo confundieron con tenebrosos aullidos.


–Yo… Yo… ¡¡¡Buaaa!!!


Zoro y Sanji consiguieron lo imposible: hacer llorar de miedo a un actor de casas encantadas. En ese momento, los chicos se miraron, sin saber que hacer. Estaban ocupados discutiendo, era culpa de ese tipo, no debía haberse intentado meter por medio.


Pero verle llorando como a un niño pequeño… la verdad era que les dio un poco de pena.


–Oye… venga no llores… no pasa nada… –dijo Zoro, intentándose acercar a él. Pero al actor le daba demasiado miedo su cara.


– ¡No me peguéis por favoooor! –gritaba el chico. Tenía la voz realmente aguda, tanto que los tímpanos de los dos amigos dolían por sus gritos.


–Nadie va a pegarte. Vamos, cálmate. ¿Cómo te llamas? –preguntó Sanji, apartando a Zoro, consciente del efecto que tenía su cara en las personas cuando estaba enfadado.


–Chopper… –dijo el chico disfrazado de hombre lobo.


–Muy bien, Chopper. ¿Cuántos años tienes? –preguntó Sanji, intentando calmarle.


–Quince… –ahora entendían esos gallos. El chico todavía no había cambiado la voz.


–Madre mía, eres enano. –dijo Zoro, observando su tamaño. ¿Y representaba que era un hombre lobo? Más bien parecía un hombre chihuahua.


–Sí… siempre he sido muy pequeño… –respondió, sollozando.  


– ¿Y siempre te asustas de tus clientes? vaya mierda de actor. –dijo Zoro sin ningún tacto.


El hombre lobo volvió a llenarse de lágrimas y gritos.


– ¡ZORO! ¡No hagas llorar al Yorkshire! –dijo Sanji, echándole la bronca a su amigo. Estaban en la cueva del hombre lobo, pero su subconsciente le había traicionado y le había hecho decir lo que le parecía que era en verdad.


– ¡Si él es un llorica no es mi culpa!


– ¡SOY UN LOBO, cabrones! –dijo el actor, enfadado.


–Pues a mí me pareces un chihuahua. –respondió Zoro, ganándose otra vez malas miradas de parte de los otros dos.


Sanji volvió a su trabajo de intentar animar al chico.


– ¡Seguro que sabe dar mucho miedo! ¡Vamos Chopper, muéstrame lo que sabes hacer!


El chico volvió a calmarse y empezó a aullar mientras movía las manos hacia arriba.


– ¿Solo eso? De verdad, si yo fuera un cazador, te despellejaría sin ninguna dificultad. –dijo Zoro sin tener en cuenta sus palabras.


El hombre lobo huyó a esconderse detrás de una grieta, dejando todo su cuerpo al descubierto.


– ¡ZORO! ¡No amenaces al Yorkshire!


– ¡Si es un debilucho no es mi culpa!


– ¡Que soy un lobo! –gritó éste des de su escondite.


A los dos amigos se les hacía imposible verlo de esa forma, dudaban mucho que les saliera no llamarle perro de tamaño mini en el rato que estuvieran con él.


–Chopper, ignora a este bruto. Tiene el cerebro de césped, no le hagas ni caso. –dijo Sanji, intentando calmarle. 


Chopper volvió a acercarse hacia ellos, algo temeroso y con dudas. Se puso enfrente del peliverde y le miró, con sus grandes ojos, des de dos o tres cabezas más abajo.


–Tu… das mucho miedo… ¿podrías… podrías darme algún consejo? –Zoro se rascó la cabeza unos momentos, intentando pensar en algo que pudiera servirle.


A ver… ¿y qué le digo ahora? Yo que sé… soy borde por naturaleza, lo de dar miedo no es cosa mía… yo soy bastante alto y corpulento y éste tipo parece un peluche…


–Te está saliendo humo del cerebro. Se nota que no estás acostumbrado a usarlo –dijo Sanji, riéndose de él.


Zoro le miró con odio, pensando lo que tenía ganas de hacer él mismo.


– ¿Por qué no pruebas de darles una paliza? –dijo mirando a Sanji, que pilló la indirecta y le miró con la misma intensidad.


–No podemos tocar a los clientes. –les interrumpió el más joven.


–De acuerdo… entonces necesitas una amenaza real, una que puedan creerse... –Zoro seguía pensando.


A ver… es muy pequeño, así que nada que hacer con su físico… si a mí me intentara intimidar un tipo tan pequeño me reiría en su cara, por lo tanto… su voz también es de chiste… si dijera algo que…


– ¡Ya lo tengo!


Si no puede dar miedo con su aspecto, que parezca un puto loco.


Zoro cambió de expresión, poniendo su cara de psicópata, y Sanji sabía que eso no iba a acabar bien.


Se acercó mucho a Chopper, hasta quedar a pocos centímetros de su cara.


– ¿Qué coño haces en mi casa, humano? –Gritó – ¿Te crees muy valiente? ¿Piensas que puedes acabar conmigo? –dijo en un susurro justo antes de soltar una risa maquiavélica, de auténtico pirado


“–No eres el primer estúpido en intentarlo, ya he acabado con muchos de tu calaña. –dijo ahora en un gruñido agudo, imitando la voz del chico.


“–Escúchame bien, voy a matarte, pedazo de mierda. –se puso serio, casi inexpresivo, muy frío. Luego volvió a cambiar el tono, hablando con auténtico odio y escupiendo bilis por la boca.


“–Pienso arrancarte el corazón con mis garras y comérmelo mientras sigue latiendo. Bocado a bocado. –Remarcó mucho estas últimas palabras


“–Lo último que verán tus sucios ojos es mi cara de placer al tragarme tu sangre todavía caliente. Y luego…


Chopper cayó al suelo. Se había desmayado. Demasiado para él.


– ¡ZORO! ¡No acojones al Yorkshire!


– ¡Quieres dejar de darme la culpa por todo!


Chopper estaba demasiado aturdido como para corregirles.


– ¡Es que eres un maldito animal! ¿Cómo le dices todo eso? ¡Parecía que ibas en serio!


–Será porque soy mejor actor que él. –dijo Zoro, encogiéndose de hombros.


Sanji le miró, primero a él y luego a Chopper. La verdad era que la actuación de Zoro le había sorprendido, le había resultado muy creíble.


–A ver, eso está claro. –y, en cambio, la de Chopper había sido muy triste.


Siguieron avanzando tranquilamente, dejando al pobre chaval en el suelo, al que le salía espuma por la boca. Total, ya lo encontraría el siguiente grupo.


Esta vez sí se fijaron en el resto de decoración. Las paredes estaban pintadas de rojo, con arañazos y algunos huesos tirados por el suelo. Supusieron que el cachorro tendría algún número preparado, pero no le habían dejado hacer nada al pobre.


Volvieron a ver la luz de la luna en cuanto salieron de ese enorme túnel.


–Anda dame el mapa, ya guio yo –dijo Zoro, intentando quitárselo de las manos. Pero Sanji era más rápido.


–Ni de coña, no llegaríamos nunca. –dijo Sanji.


–Claro que sí. Va, que busco un atajo para llegar al cementerio. –dijo éste intentando volverle a robar el mapa.


– ¿Que dices? Si ahora tenemos que ir a “la cabaña de la bruja” –decía defendiéndose como podía.


El sonido de los altavoces había cambiado. Ahora se oían canticos, como si alguien rezara. Pero no parecía nada católico, más bien satánico. 


–Ya tenemos a Nami para eso


– ¡Cómo te atreves a hablar así de ella!


La decoración también había cambiado un poco. Ahora había esqueletos tirados por ahí, pentágonos y todo tipo de símbolos paganos pintados en los árboles.


–Yo quiero mi coctel de sangre –dijo Zoro, con muchas ganas de pillar una buena. ¿Por qué el destino le torturaba y le hacía ir a solas con Sanji en el pasaje?


En vez de ir bien pegaditos, como en el fondo le gustaría, solo se estaban discutiendo. La única forma que tenía de pegarse a él era intentando quitarle el mapa, y ni siquiera lo había conseguido.


Por los altavoces, se oían gritos de niños y mujeres ancianas. Por los lados del camino, se veían altares con calaveras, pintados con sangre, con muchas velas eléctricas alrededor.


Aparecieron algunos actores, vestidos de fantasma, pero el que les llamó la atención fue el último que se les puso por delante.


– ¿Qué mierda es esto? ¿Antes un chihuahua y ahora una cabra? –preguntó Zoro, en voz alta, parado enfrente del hombre.


–No es una cabra, idiota, es un carnero. Muchas veces se representa así al demonio.


–No soy una cabra, Soy el Carnero del averno! Soy Satán! El diablo, el príncipe de las tinieblas! Duque de los condenados! Rey de los infiernos!


– ¿Ves?


–Cuanto título nobiliario. –exclamó Zoro con ironía.


–Y más que tiene. También se le conoce como Lucifer, Samael, antigua serpiente, gran dragón, el dios negro, el padre de la mentira…  –empezó a explicar Sanji, que era todo un entendido en todo el tema de lo sobrenatural.


– ¿Tu como sabes todo eso? –preguntó Zoro, mirándole con sospecha.


–Porque tengo cultura general –disimuló Sanji, desviando un poco la mirada.


¿Cómo no iba a gustarle todo eso? Vampiresas, Súcubos, Brujas… todo relacionado con brujas hermosas y la sexualidad.


–Ya, ¿no será porque las brujas le rezaban desnudas, verdad? –preguntó Zoro, viendo a través de él.


Otro grupo de locos, pensó el actor.


–Hay que conocer al enemigo –respondió Sanji, únicamente.


– ¿El diablo es tu enemigo porque liga más que tú? –preguntó Zoro, sin poderse creer que Sanji lo llevara siempre a lo mismo.


Al sentirse ignorado, pasó de largo de ellos, yéndose a esconder a su sitio. Ya había tenido suficiente con el rey de los piratas como para tener que lidiar ahora con un vampiro maquillado salido y un tipo con una diadema con un cuchillo.


Los chicos siguieron avanzando sin darse cuenta que el otro ya no estaba con ellos.


– ¿Que estará haciendo Nami ahora? –dijo Sanji, de golpe, sin que viniera nada a cuento.


–Cocinar niños para venderlos en el mercado negro. –respondió Zoro, viendo que volvía a las andadas.


Según el mapa y las flechas, debían ir a la derecha.


–A ti sí que te vendería en el mercado negro, pero para perderte de vista… –respondió, mirándole mal.


– ¿Qué has dicho? –dijo Zoro, encarándole, y obligando a Sanji a dejar de mirar el mapa.


Y, sin darse cuenta, tomaron el desvío de la izquierda.


– ¡Que quiero perderte de vista! ¡Tendría que estar haciendo esto con Nami, la hubiera protegido de las garras de ese terrible hombre lobo!


–Sí, vamos, seguro que hubierais corrido un peligro de muerte… –dijo Zoro con sarcasmo.


Seguían avanzando, adentrándose cada vez más en la profundidad del bosque. Iban tan centrados el uno con el otro que ni se enteraron que estaban dejando atrás las señales del recorrido.


–Claro que no, ¡porque yo no lo hubiera permitido! –dijo Sanji, encarando a Zoro.


–Anda tira a matar dragones, príncipe de pacotilla –le respondió a Zoro, acercándose más a él.


De verdad, como le jodía que la única forma de tener contacto con Sanji fuera cuando se peleaban o intentaban intimidarse mutuamente.


Giraron por más cruces de caminos, tres o cuatro, alejándose cada vez más del auténtico recorrido.


– ¿Disculpa? –preguntó Sanji, con su sentido de caballerosidad muy ofendido.


Al cabo de poco, ya ni siquiera había caminos. Estaban perdiéndose cada vez más, pero estaban demasiado ocupados discutiendo como para darse cuenta.

Notas finales:

¡Aquí acaba el primer capítulo! ¿Qué os ha parecido? Aún no se ha descubierto qué le pasa a Zoro, en eso entraremos en el segundo. 

¿Qué os ha parecido? ¡Espero vuestras reviews con muchas ganas!


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