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Los tres reinos: El nuevo linaje por Cat_Game

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Notas del fanfic:

¡Hola a todos!

Esta historia es parte de la saga de: Los Tres Reinos, y justo como las demás, está enfocada en la mitología de los: ángeles y demonios. Además, debemos tomar en cuenta que muchos de los personajes que se encuentran aquí están basados en las imágenes de algunas religiones populares (por lo que podría causar alguna ofensa), recordándoles que todo esto es fantasía (proveniente de mi cerebro que no puede dormir de vez en cuando por estar pensando tanto en estas cosas).

En este fic encontrarán romance y mucho yaoi y yuri (con un poco de het), pero sin escenas explícitas sexuales (aunque con muchas referencias a la violación y tortura), así que han quedado advertidos.

Espero que lo disfruten mucho.

¡Nos estamos leyendo!

Notas del capitulo:

¡Primer capítulo de otra parte de la historia de: Los Tres Reinos!

¡Espero que lo disfruten mucho!

¡Pueden dejarme sus comentarios y sujerencias, me encantaría saber qué es lo que piensan respecto a la historia!

¡Cuídense mucho en estas fechas!

 

Aquellos que pueden hacerte creer absurdidades,

pueden hacerte cometer atrocidades.

-Voltair 

Parte Uno:


I


 


Cuando abrió los ojos sintió una ola de dolor recorrer su cuerpo entero. Su espalda ardía cada que un músculo hacía un esfuerzo por levantarlo; la sensación en sus piernas se intensificaba cada centímetro que avanzaba por la cama. Por supuesto, también era sumamente insoportable permanecer sentado. Su voz escapaba de vez en cuando en pequeños gemidos que denotaban su sentir.


Sin embargo, Joss no estaba en posición de victimizarse por lo que había ocurrido. Ni siquiera los recuerdos que zumbaban uno a uno en su cabeza, que entraban como una pantalla de imágenes traumáticas, eran capaces de robar su atención de esa sala desconocida. De algo estaba seguro: ya no se encontraba en el mundo humano. Ahora estaba presente en una habitación irreconocible para su conocimiento; podía ver cuadros frente a la pared, todos con tonalidades oscuras y con siluetas de castillos y otras construcciones tétricas. También había una mesita alargada de color negro, con un barniz que resplandecía con la luz de las antorchas; ésta hacía juego con una elegante silla de cojines verdes y rojizos. Aunque lo que más llamaba su atención era una especie de jarrón oscuro que se posaba en la esquina derecha; tenía unas figuras talladas en tinta verde que combinaba con la pintura negra de todo el objeto. Y, lo más destacable, era la constante luz aceitunada que se desprendía del interior. La iluminación creaba figuras de calaveras con cuernos como de humo y que sonaba como un burbujear continuo.


El joven hizo un esfuerzo mayor para levantarse y acercarse a un espejo de medio cuerpo que colgaba de entre las pinturas. Joss contempló su rostro desgastado; sus ojos verdosos cristalinos lucían hinchados del llanto que había sido parte de la experiencia horrorosa de unas horas, o días quizás, atrás. Su cabello rojizo claro caía hasta sus hombros con unas hondas suaves que acrecentaban sus hermosas facciones femeninas; pues su cara pertenecía a la de un joven de entre catorce o quince años. Su boca era pequeña y su nariz un tanto respingada y exquisita. Joss elevó la mano derecha y tocó con desánimos una sutura que cruzaba sus labios. Era horrenda; aquella herida era tan profunda que alguien había tenido que coserla para ayudar al proceso de sanación natural.


Cuando Joss dio unos pasos atrás, descubrió algo todavía peor. Todo su torso estaba como arañado y lleno de finas heridas que desfiguraban su piel blanca y tersa. Las vendas únicamente cubrían una parte de su cuerpo, pero aun así era posible detectar sangre en algunas marcas que todavía estaban frescas. Aquella imagen tierna, infantil y femenina que alguna vez lo había caracterizado ahora estaba corrompida por aquellos lienzos de sangre, tortura y violación a su ser.


Antes de que Joss pudiera continuar con los detalles de la parte baja de su cuerpo, la puerta fue abierta con cautela. Un sujeto peculiar apareció; tenía unos cuernos ondulados que estaban incrustados a su piel grisácea desde lo que serían sus orejas; sus facciones eran un tanto animalescas, pues su nariz ancha mostraba las fosas nasales marcadas y abiertas. La boca era gruesa y alargada de una forma inusual. Su cuerpo, entre regordete y alargado, estaba adornado por unas prendas negras con detalles de bordados rojos y púrpuras.


—Veo que has despertado, muchacho —dijo el ente con una voz ronca pero sutil.


Joss no replicó de inmediato. Prestó atención en la creatura y descubrió que ésta colocaba una bandeja de platos llenos de alimentos de colores rojizos y oscuros. Joss fue incapaz de reconocer esos alimentos. A continuación, un olor suave y dulce invadió la habitación.


—Anda, siéntate. Necesitas reponer fuerzas para que tus heridas sanen más rápido.


Y, como si estuviera en un trance, Joss se sentó con una lentitud alarmante. Luego dio un respiro profundo y permitió a su estómago hablar. Estaba hambriento, pero tan adolorido que tuvo que obedecer a su cuerpo y actuar con movimientos pausados. Tomó la cuchara y probó lo que parecía una sopa de algún tipo de legumbres; era casi como comer lentejas con un poco de tomate y una salsa agridulce. Joss disfrutó el platillo como si no volviera a tener otra oportunidad para ingerir alimentos. Después continuó con el siguiente, una especie de guiso cremoso con unos hongos y unas verduras pastosas que acompañó con el crujiente pan que tenía frente a él.


Nunca antes había comido algo así, tan casero, tan exquisito y tan cuidadosamente servido. Casi toda su vida había consumido alimentos de escuelas, restaurantes, incluso basureros, pero nunca de un techo acogedor. La comida era tan hogareña que Joss se invadió de una sensación de vacío. Estaba solo, completamente abandonado a su suerte. No tenía idea de dónde estaban sus hermanos, ni mucho menos sus padres. Lo único que ahora parecía real era la deliciosa vianda que tal vez había sido preparada por ese individuo desconocido. A pesar de estar en un trance de dolor, Joss tomó una decisión: no lloraría nunca más por situaciones que él provocaba; situaciones que habían representado sólo un trago amargo.


Las decisiones del jovencito eran completamente irracionales y lo forzaban a cerrarse en una burbuja de dolor. Pero él no lo sabía, o, mejor dicho, no lo veía así. El dolor era la única forma de identificarse en esa realidad, incluso era una forma de conseguir placer.


—Eklan dijo que volvería por ti pronto —reveló con recelo el sujeto extraño. Luego prosiguió acompañado de un gesto de consternación—, no estoy seguro de que eso sea lo mejor.


Joss miró al ente anciano y aguardó por una explicación. Todavía tenía la boca llena del guisado cremoso y el pan.


—Tus heridas son muy profundas. Tu cuerpo no podrá resistir otro trato así. Debes ser precavido si quieres vivir. —Una vez paró el sujeto, tosió con pesadez; sacó una pipa de tabaco y la encendió. Fumaba como si de eso dependiera su propia existencia. Luego, aclaró su garganta y continuó con sus palabras—: mi nombre es Moregoth. Aunque no soy ningún doctor ni experto en las artes curativas, sé más que la mayoría de los demonios de este lugar. Es por eso que Eklan decidió traerte a mí. Estabas en un estado deplorable, debo agregar. Pero no preguntaré lo que ocurrió en realidad, pues como esclavo debe ser duro vivir aquí en la Piedra Negra.


—No soy ningún esclavo —exclamó con prontitud Joss. Su voz fluyó con naturalidad pero con resentimiento—. Eklan y yo hicimos un trato. Él cumplió con su palabra y yo con la mía.


El silencio se prolongó. Joss abandonó la comida y aguardó por una seña de Moregoth. Por unos instante pensó que Moregoth tenía un parecido con una cabra.


—Ya veo. No fue mi intención decir que eras un esclavo. Entonces, no preguntaré más. ¿Quieres un poco de té?


Moregoth ofreció una taza a Joss. Antes de entregar el objeto, sirvió con cautela la bebida. Primero sirvió el agua caliente en una tetera oscura que brillaba como la porcelana, después vertió unas plantas y cerró la tapa. Miraba su reloj de bolsillo de vez en cuando. Así fue hasta que comenzó a servir el té. Para Joss aquella acción fue impactante; nunca antes había visto una ceremonia casi sublime para servir una simple bebida. Moregoth ofreció el té y Joss tomó la taza entre sus manos y palpó el calor. El olor era tan agradable, con un tinte frutal, fresco y casi como a pantano, que consiguió olvidar su dolor y sufrimiento.


—¿Qué harás después de esto? —Moregoth inquirió con una pasividad espectacular; pues era un ente antiguo y con un conocimiento único, así como sabiduría ancestral.


—No lo sé.


En verdad Joss no lo sabía. Ya había conseguido salir del mundo Humano para así buscar a sus padres. Sin embargo, había llegado a la Piedra Negra, una de las zonas más peligrosas del Infierno. No había planificado nada, ni siquiera los detalles de su pago a Eklan. No tenía idea del paradero de su hermano mayor ni su hermana menor; empero, sí tenía algo en claro. No dependería más de nadie.


—Es peligroso que te quedes aquí. Lord Samael no es un demonio bondadoso; te matará de inmediato.


Joss lo sabía. Estaba consciente de que Samael era un problema para él y sus hermanos. No era por su poder, por lo menos no en ese momento, sino por su procedencia.


—Tal vez pueda salir de la Piedra Negra.


—No será fácil —explicó Moregoth—, Lord Samael tiene patrullajes constantes y la mayoría de los mercenarios trabajan para él. Eklan es uno de sus más fieles ayudantes. Corres mucho riesgo aquí.


—Entonces le pediré ayuda a Eklan.


Moregoth mostró un rostro sorprendido y asustado. Había dejado el interés en la pipa de tabaco. Sus ojos negros estaban clavados en la figura destrozada del joven allí presente. ¿Acaso es obstinado o idiota?, pensó Moregoth. Contuvo su frustración y se recordó que trataba con un adolescente, uno bastante inusual, pero adolescente al final.


—Tu cuerpo no resistirá otra brutalidad como esa. Aunque no seas humano, ni los demonios son capaces de repetir las circunstancias que viviste.


—Fue sólo sexo.


—No. Fue más que eso, y lo sabes bien, jovencito.


—No lo comprende —recriminó Joss con enojo.


Joss se levantó de la silla y se acercó al espejo. Volvió a contemplar su imagen para asegurarse de que todavía no estaba desfigurado por completo debido al dolor y la frustración que lo recorrían.


—Por supuesto que no lo comprendo; yo jamás vendería mi cuerpo a cambio de algo. Mucho menos a demonios mercenarios.


—No tengo nada de valor para Eklan, sólo este cuerpo —reveló Joss para convencerse a sí mismo más que a su cuidador.


La conversación no continuó. La noche estaba cercana y Joss ansiaba descansar. La comida lo había satisfecho y ahora su visión se concentraba en las imágenes del pasado. ¿Qué más podía haber hecho?, dudó una y otra vez en su mente. Se convencía de que había sido la mejor y única solución. Aunque, en verdad, estaba aterrorizado de lo que podría ocurrir; más si tendría que repetir el acto para sobrevivir en ese lugar.

Notas finales:

¡Ya he hecho copia extra de esta historia para no tener problemas más adelante! Y los cuadernos los tengo en una mochila para no perderlos de nuevo... U_U Lamento ser tan distraído, de verdad... n__nU


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