[Oliver x Piko]
El frío ya se había hecho presente junto a las pequeñas nevadas que habían esporádicamente.
La nieve adornaba de blanco el paisaje del bosque, dando una vista majestuosa y hermosa al lugar.
—Espero que no esté muy caliente —dijo Piko mientras le daba un pequeño tazón con una infusión. Se sentó a su lado, junto al fuego de la chimenea.
—Gracias —contestó el otro mientras se acercaba la bebida a su nariz, sintiendo el olor de esta y el vapor que desprendía.
Sopló un poco y dio un pequeño sorbo.
—Esta rico, gracias —comentó, Piko sonrió.
—Me alegro que te guste —contestó mientras bebía de su propia taza.
Ambos se quedaron viendo el fuego bailar, hasta que Oliver recordó algo.
—Piko, ¿conoces la leyenda de Krampus?
—Krampus... —murmuró tratando de recordar.
—Supuestamente es un demonio que rapta niños en diciembre para comérselos en el infierno.
—¡Oh! ¡Sí! Ya recordé, le conozco. —Oliver le miró.
—¿Le conoces?
—¡Claro! Fue hace varios años, tiene pelo negro y unos cuernos en la frente, además de patas de cabra —tomó un sorbo de su té—. Su voz al hablar era aterradora, y apenas podía entender lo que decía, tanto por el miedo que imponía como lo horrible de su voz. Dijo que venía a llevarse a los niños traviesos, ¿tú eras travieso?
Oliver se quedó balbuceando un poco, sintiendo su corazón latir de miedo ante lo cerca que estuvo de que Krampus se lo llevara.
Piko soltó una risa.
—Es broma, la verdad no sé si exista —dijo haciendo que Oliver soltara el aire retenido—, tampoco conozco alguna raza que se parezca a su descripción, aunque quizás haya en otra región.
—Sí, quizás —comentó antes de tomar un poco de su infusión para terminar de calmarse.
—¿En verdad te estabas creyendo lo que te decía?
—Eres un hada, hasta hace un mes ni siquiera sabía que existían de verdad. —Piko rio.
—Tuve un encuentro contigo cuando eras niño.
—Creí que había sido un sueño.
—Debes escuchar con más seriedad las historias y palabras de tus ancestros. Hay una parte de fantasía, pero también otra de realidad. —Se quedaron en silencio otro rato hasta que Oliver volvió a hablar.
—¿No tienes frío solo con eso? —preguntó viéndolo, pues el hada solo tenía un camisón blanco de mangas largas que le llegaba por arriba de la rodilla.
—No, nuestros cuerpos están hechos para resistir las temperaturas de estos lugares, ya sabes que los pixies andamos desnudos por la vida —sonrió—. Realmente solo me pongo esto porque sé que te apena verme sin nada. —Oliver se sonrojó.
—¡A cualquier humano le apenaría! —Se defendió, haciendo reír a la otra criatura.
—Lo sé, aunque hacia mucho que no usaba algo de ropa, ya casi ningún ser humano es de confiar. —comentó antes de volver a beber.
El lugar volvió a quedarse en silencio antes de que a Oliver se le cruzara un pensamiento en la cabeza.
—Espera, ¿me estás diciendo que cuando te encontré cuando era niño también estabas desnudo? —Piko le miró.
—Pues no te estaba diciendo eso, pero si lo preguntas, sí lo estaba. Aunque creo que no lo notaste porque estabas muy concentrado en mi rostro. —El rubio volvió a sentir sus mejillas arder.
—¡No es mi culpa! Tienes un rostro muy bello y unas características fuera de lo común. Es normal que me haya quedado viendo tu cara. —respondió desviando la mirada y tomando su bebida.
Piko sonrió y le depositó un beso en la mejilla al otro, dejándolo como piedra.
No sabía si las hadas podían hechizar de esa manera a un ser humano, pero definitivamente le gustaba estar con el pixie.