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Tú, yo y las estrellas por Marbius

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5.- ·Izuku Midoriya·

 

Izuku estaba al tanto de que Katsuki tenía amigos. Debía tenerlos, por lógica... O al menos eso esperaba.

De pequeños, Katsuki era el tipo de persona que atraía a todos como el fuego a las polillas, siendo siempre el más valiente, el más divertido, el que hacía los mejores planes, y tenía la labia suficiente para conseguir que los adultos no se enojaran por sus constantes travesuras.

Katsuki había sido desde el primer día del jardín de infancia el héroe personal de Izuku en el que éste alguna vez había fantaseado en convertirse.

Por supuesto, la vida siempre tiene otros planes, e Izuku descubrió que los suyos eran irrealizables cuando Katsuki se volvió en su contra al entrar a la primaria y descubrir que prefería encajar en otros grupos y apartarlo de su lado. Por la mayor parte, era un cambio esperado. Izuku por su cuenta también hizo buenos amigos, pero eso nunca alivió la herida que sentía en el alma cada vez que veía a Katsuki pasar a su lado e ignorarlo porque ahora ya no eran los mejores amigos de antaño.

Para mal que en secundaria la relación entre ellos dos se torció de la peor manera. Katsuki hizo amistad con un grupo de alumnos que tenían por pasatiempo acosar a los más débiles, e Izuku se volvió su víctima favorita.

La primera vez que Katsuki empujó a Izuku fue la más dolorosa cuando éste descubrió que el lazo que los unía se había roto por completo, y por desgracia no fue la última... Por 3 años sufrió Izuku de insultos y empellones, viendo sus objetos destruidos en varias ocasiones sin que los profesores hicieran algo. Izuku perdió el sueño y las ganas de asistir a clases, pero sobre todo la esperanza de recomponer lo que entre él y Katsuki se había roto irremediablemente.

Los siguientes años en la vida de Izuku fueron mejores. Apartarse de Katsuki y el camino que éste tenía trazado y que era similar al suyo porque eran casi vecinos fue su mejor opción. Vale, que buscar becas en una preparatoria más alejada de casa y después hacer lo mismo buscando una universidad fuera de Musutafu le costó lo suyo, pero Izuku se reencontró a sí mismo en el proceso, y asimilando quién era y de lo que podía ser capaz por su cuenta fue que aceptó participar en un intercambio internacional y pasó varios años fuera de Japón preparándose en su área.

A su retorno, Izuku se sentía una persona completamente diferente al chiquillo asustado que alguna vez Katsuki metió en el armario de limpieza y encerró ahí por horas, pero fue justo ese miedo que ya creía olvidado el que le atacó cuando un día saliendo del gimnasio al que se había inscrito con intenciones de aumentar su masa muscular se topó cara a cara con la única persona de la que jamás creía poder olvidarse.

El reencuentro había sido tenso como mínimo, e Izuku no había querido tener nada que ver con Katsuki, pero éste le insistió para que aceptara su invitación a tomar un café, y no pudo más que sorprenderlo por completo cuando antes incluso de que la mesera que los atendía les entregara el menú agachara la cabeza y con gesto de total contrición le pidiera perdón por todo lo que le había hecho años atrás.

Y porque Izuku creía en las segundas oportunidades, le había otorgado su perdón y la posibilidad de volver a ser amigos como alguna vez ya habían sido.

Y amigos nada más que amigos habían sido durante el primer mes en que se frecuentaron, saliendo a comer y aireando los viejos asuntos que alguna vez los habían distanciado. Katsuki demostró haber cambiado de la misma forma en que Izuku lo había hecho, y fue durante una de esas sesiones caminando de vuelta a casa (como por casualidad del destino, resultó que vivían en 2 bloques de departamentos contiguos) que éste le confesó haber tenido un crush por él en secundaria y que había actuado en su contra con tanto fervor al verse incapacitado de cómo procesar esos sentimientos.

—No es que pretenda justificarme así —le había dicho Katsuki con las manos metidas en los bolsillos y los hombros echados hacia delante—, pero es lo que es y-...

El resto de sus palabras habían quedado ahogadas bajo el beso que Izuku le plantó ahí mismo, y que desencadenó una avalancha de emociones hasta entonces sepultadas en el pasado y que volvieron a florecer. Aquella noche Izuku llevó a Katsuki a su departamento, y a partir de entonces un nuevo capítulo en sus vidas dio comienzo.

A Izuku le gustaba pensar que habían tenido una respetable progresión desde entonces, porque luego de 2 meses de sexo casual que pronto se convirtió en citas, quedarse a dormir en el piso del otro y compartir juntos la mayor parte de su tiempo libre, había sido Katsuki el que propusiera dar un paso adelante y ser novios.

Novios.

La palabra había sido de lo más dulce para Izuku, que no dudó en compartir las novedades a la menor oportunidad entre su grupo de amigos y... Preguntarse de paso por qué Katsuki no hacía lo mismo.

—Uhm... Tengo amigos, claro que los tengo —había gruñido Katsuki al ser cuestionado al respecto—, pero son un hatajo de idiotas. Lo sabrías si los conocieras.

—No me importaría conocerlos.

—Después.

Y ese mítico ‘después’ había sido un peso constante en los hombros de Izuku por los siguientes 3 meses en los que se cuestionó si Katsuki escondía su relación de su grupo de amistades por vergüenza o algún otro sentimiento negativo del que no tenía ni idea y quizá era mejor no preguntar.

Al final resultó ser que sí, eran idiotas, pero de la mejor clase de idiotas. Porque no era el apelativo de corte peyorativo que Izuku había supuesto en primera instancia, sino un ‘idiotas’ dicho con afección en donde el mensaje implícito que Katsuki transmitía es que “ellos eran sus idiotas y los quería por ello.”

De sobra estaba decir que Izuku habría preferido conocerlos en circunstancias más neutrales, y ahorrarse la parte vergonzosa en la que Kaminari abrió la puerta de su dormitorio haciendo semejante ruido y restándole al menos un lustro de vida luego de tan terrible susto, pero Izuku era del tipo de persona que no deja ir las oportunidades, y si el destino le estaba presentando la suya en la forma de un viaje a acampar, él no iba a ser quién la dejara ir.

Así que 12 horas después, sentado al lado de Katsuki frente a la fogata, comiendo malvaviscos asados y escuchando toda clase de historias divertidas de una faceta suya que todavía no había tenido oportunidad de conocer por sí mismo, Izuku podía decir de todo corazón que estaba feliz como muy pocas veces en la vida. El momento era perfecto, o casi perfecto, salvo por el descenso de temperatura y llevar manga corta.

—Te traeré mi sudadera —ofreció Katsuki al apreciar la piel de gallina que Izuku tenía en los brazos, y éste recibió el discreto beso que le plantó en los labios antes de levantarse y dirigirse a la tienda de campaña que esa noche compartirían.

—Te ves radiante —le dijo Ashido a su lado, e Izuku enrojeció hasta las orejas—. Lo digo como un halago.

—Lo sé.

Ashido se acercó a él, y apoyando su cabeza en el hombro de Izuku, le dio las gracias. —Ya sabes, por hacer feliz a Bakugou. Todos en la Bakusquad temíamos tener un solterón en nuestras filas.

—¿Uh, qué diablos le estás contando a Deku, Pinky? —Resopló Katsuki al volver, trayendo entre manos la gruesa y mullida sudadera de color negro con una enorme cruz al frente en naranja que a Izuku le gustaba tanto utilizar de su armario cuando se quedaba en su piso.

Sin tomar en consideración nada más, Katsuki le entregó la sudadera a Izuku y se dirigió a Ashido con ánimo de echarle la bronca, pero antes de que pudiera abrir la boca su novio sacó de una de las mangas una cajita de terciopelo negro que no dejaba lugar a dudas de su contenido.

—¡Joder! —Exclamó Kaminari.

—¿Es eso un-...? —Secundo Sero.

—¡Chist! —Los mandó callar Kirishima.

Katsuki hizo una fea mueca, y la Bakusquad completa tomó la decisión conjunta de cubrirse ya fuera los oídos, la boca o los ojos.

—Pf, parecen un grabado de los 3 monos sabios —gruñó Katsuki, que en un instante de inspiración tomó la mano de Izuku y lo alzó al vuelo—. Ven conmigo.

—Oh por Dios... ¿Tendrán sexo en el bosque? —Escucharon a Ashido mientras se adentraban en la espesura de los árboles, y Kirishima de vuelta se impuso poniendo silencio.

Siguiendo a Katsuki a través de una vereda que era del todo desconocida para él, Izuku confió en su sentido de orientación, y su fe ciega se vio recompensada cuando al cabo de unos minutos llegaron a un pequeño claro que la luna iluminaba.

—Uh, ¿trajiste la caja contigo? —Preguntó Katsuki con apuro, evitando que sus ojos se encontraran, e Izuku sonrió para sí al mostrarla sobre la palma de su mano.

De antemano sabía Izuku de la existencia de esa caja, así como de su contenido, pero quería escuchar de Katsuki esas palabras.

—Ábrela. Sé que puede parecer poco pero... Uhm... —Katsuki se pasó una mano por la nuca—. Es mi manera de decirte que no me importaría, eh, que quiero que vivamos juntos.

Izuku le complació abriendo la caja, y revelando en su interior el juego de llaves que contenía la clave de acceso a su edificio así como la llave que abría su departamento.

—Es decir, si por ahora prefieres pasar unas cuantas noches en mi piso para ver cómo lo llevamos lo entenderé... Pero me gustaría que te mudaras conmigo.

—Sí —afirmó Izuku al tomar el juego de llaves.

—¿Sí?

—Sí, Kacchan —respondió Izuku, que por si acaso clarificó—. Me mudaré contigo.

—Ah, joder —masculló Katsuki al abrazar a Izuku, y pegando sus cuerpos hasta no dejar ni un milímetro de espacio entre ellos, enterró su rostro en su cuello.

Izuku le pagó el gesto rodeándolo por la espalda con sus brazos, y las llaves descansaron en la palma de su mano fuertemente apretadas.

 

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Notas finales:

No es que un anillo hubiera sido menos romántico, pero para Katsuki darle a Izuku las llaves de su departamento es un 'te quiero en mi espacio, en mi vida' y para moi eso es amour~
Graxie por leer~!
p.d. Cualquier comentario es siempre bien recibido :)


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